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25 jul 2018

Adiós a las bibliotecas


Por: Marta García Aller


Un artículo en la revista Forbes proponía hace unos días reemplazar todas las bibliotecas públicas con la librería de Amazon, que tiene más surtido, llega a todas partes y no le cuesta un duro a los contribuyentes.

En tiempos de Google han desaparecido muchas cosas de nuestra vida cotidiana. En el móvil llevamos la calculadora, los mapas y la cámara de fotos. Ya ni siquiera hace falta acercarse a la biblioteca para leer el periódico gratis porque también lo llevamos en el teléfono, igual que este resuelve las dudas para las que antes necesitábamos consultar una enciclopedia. ¿Desaparecerán también las bibliotecas en la era digital?

La tecnología ha convertido los libros físicos en artículos de colección, lo que elimina la necesidad de servicios de préstamo de la biblioteca”, asegura en su polémico artículo Panos Mourdoukoutas, profesor de Long Island University. De no ser instituciones públicas, a las bibliotecas ya les habría pasado lo mismo que a los videoclubs, según este economista.

Los bibliotecarios han reaccionado rápidamente en redes contra del artículo, haciendo una enfervorecida defensa de las bibliotecas. Dicen que una compañía privada como Amazon no podría igualar su labor tanto en el fomento de la lectura, la vida de la comunidad y la buena conversación. Reivindican también que la asesoría personal que da un bibliotecario supera con creces la del algoritmo con fines comerciales que impulsa recomendaciones interesadas.

También podrían los bibliotecarios esgrimir ventajas económicas en defensa de las bibliotecas. Según un estudio realizado en Navarra por el consejo de Cooperación Bibliotecaria, cada euro que se invierte en bibliotecas se multiplica por cuatro. Porque las bibliotecas son también un indicador de desarrollo social.

Sin embargo, puede que a Mourdoukoutas no le falte razón en que las bibliotecas no pueden seguir ignorando que el mundo ha cambiado con Amazon. En Estados Unidos se están convirtiendo en lugares de encuentro donde además de ir a tomar libros prestados se pueden aprender a utilizar impresoras 3D, asistir a encuentros con escritores y hacer vida de barrio disfrutando de encuentros culturales. También en España las hay que combinan cuentacuentos y otras actividades, además de ofrecer wifi gratis y acceso a ordenadores.


Las bibliotecas tendrán mucho futuro si reivindican su valor como lugar de encuentro con la cultura. En un mundo donde cada vez más objetos se convierten en bits y más amistades dependen de mensajes con doble check, el valor del tiempo compartido en el mundo físico irá aumentando. Ojalá nuestras bibliotecas estén a la altura del reto, porque vamos a necesitar más vida y menos pantallas.

No hay tantos sitios donde se puede ir a estudiar estando fresquito en verano que sean totalmente gratuitos. Mourdoukoutas sugiere que esa tranquilidad también se tiene en el Starbucks, pero a cuatro euros el café le saldría por un pico a los estudiantes que tienen que echar allí 300 tardes al año.

Las bibliotecas tienen además algo con lo que Amazon solo puede soñar: el placer del azar. Entrar en una biblioteca y pasear el dedo por sus estanterías buscando el próximo título tiene un cariz imprevisible que el algoritmo nos niega. Elegimos un libro y no otro porque sobresalía un poco más, porque lo encontramos en el carrito de los que estaban recién devueltos o porque el color del lomo nos llamó sin querer la atención. Encontramos en las bibliotecas cosas que no sabíamos que buscábamos y que ningún algoritmo hubiera sabido anticiparnos. Es más, si somos afortunados en las bibliotecas hasta podemos encontrar libros de los que ni siquiera Amazon conozca su existencia.

Ojalá las bibliotecas sigan existiendo. Para saber si sobrevivirán o no pregúntate cuando visitaste una por última vez. Si no nos acordamos de lo importantes que son para vertebrar nuestra cultura salvo cuando un economista escribe un artículo provocador en Forbes pidiendo su cierre podría pasar con ellas lo mismo que cuando anuncian el cierre de un bar que nos encantaba pero que hace diez años que ni nos asomamos. Y eso que en España hay 21 bares por cada biblioteca.



Fuente bibliográfica
GARCÍA ALLER, MARTA, 2018. Adiós a las bibliotecas. El Independiente [en línea]. [Consulta: 26 julio 2018]. Disponible en: https://www.elindependiente.com/opinion/2018/07/24/adios-a-las-bibliotecas/

Todo lo que debes evitar en una biblioteca



Todo lo que debes evitar en una biblioteca
Andrea Vilallonga explica como debes comportarte en una biblioteca (Redacción)

La experta en comunicación e imagen da consejos sobre cómo comportarse en los espacios de estudio y lectura

La biblioteca es un lugar público, por lo que se ruega se mantenga un comportamiento respetuoso con las instalaciones y los demás usuarios.

Aquellas personas que no observen dicho comportamiento deberían abandonar el centro. Andrea Vilallonga, experta en comunicación e imagen, comparte en este vídeo lo que considera unas normas básicas de comportamiento en una biblioteca.





Fuente bibliográfica
Todo lo que debes evitar en una biblioteca. La Vanguardia [en línea], 2018. [Consulta: 26 julio 2018]. Disponible en: https://www.lavanguardia.com/vida/20180720/45968126422/video-andrea-vilallonga-normas-comportamiento-en-una-biblioteca.html

5 dic 2016

El sueño de los lectores apasionados: un hotel con libreros en lugar de paredes




¿Te gustaría dormir rodeado de librosBook and Bed es para ti. El hotel de Tokio lleva a otro nivel la oferta de dormir en cápsulas donde apenas entra el cuerpo entero, con su propuesta pensada para amantes de la literatura.

  


Con 5,000 libros, tanto en inglés como en japonés, se define como un “accomodation bookshop”, una especie de librería donde se puede dormir. Las camas metidas entre los estantes no parecen cómodas, factor que hasta el mismo hotel explica en su sitio. Lo que hacen es ofrecer un lugar donde quedarse leyendo con la posibilidad de quedarse dormido.






Además de bibliotecas en lugar de paredes, los ejemplares decoran el espacio y cuelgan del techo. Los lujos son pocos, como en todos los hoteles de este tipo, y la tarifa es promedio: alrededor de $40 la noche. Con cada colchón vienen cortinas, perchas, wifi, enchufe y, por supuesto, una lámpara para leer.






Fuente bibliográfica
 El sueño de los lectores apasionados: un hotel con libreros en lugar de paredes. El Diario NY [en línea]. [Consulta: 6 diciembre 2016]. Disponible en: http://eldiariony.com/2016/12/02/hotel-book-bed-libreros-paredes-tokio/. 

15 sept 2016

La librería hispana que le gustaría cerrar a Trump




La última librería de Nueva York que sólo vende libros en español se erige como la resistencia ante el menosprecio a la cultura latina por parte del candidato republicano a la presidencia. 

Según el Instituto Cervantes en 2050 EEUU será el primer país hispanohablante del mundo. El sueño americano habla español. Hoy 41 millones de personas tienen nuestra lengua como idioma nativo en EEUU y 11,6 millones son bilingües. La llegada de los inmigrantes latinos al país conlleva un auge de su importancia como grupo social, cultural y electoral.

Frente a la integración de la comunidad latina en la vida política y económica, está Donald Trump, el adalid de la Gran América, para el que impera el miedo como garante de la seguridad. La campaña del candidato republicano se incendió con los ataques a los hispanos y la amenaza de construir un muro que separase EEUU de México. Entretanto, Trump camina hacia la Casa Blanca con la promesa de quitar la ciudadanía por nacimiento y expulsar a los inmigrantes del país que sueña con recuperar.

Pero en una esquinita del neoyorkino barrio de Queens se erige la resistencia. Como si de una aldea gala se tratase, la librería Barco de papel lleva trece años vendiendo libros sólo español. Ramón Caraballo, su responsable, afirma que es la única de la Gran Manzana que centra su actividad en la literatura hispana, pese a que la ciudad de Nueva York encabeza la lista de las urbes en las que más se habla español de EEUU, con un 24,5% de sus habitantes hispanohablantes.

Barco de papel.

Barco de papel tiene función de refugio. En el revuelo de la ciudad donde la cultura masificada llena las grandes librerías de extras, el libro ha quedado en segundo plano. Pero Barco de papel existe como una casualidad o una misión divina: dejar la cultura del mismo lugar de donde sale, el pueblo.

La librería tiene función de refugio, frente al revuelo de la ciudad, existe como una casualidad o una misión divina: dejar la cultura del mismo lugar de donde sale, el pueblo.
  
Ramón dejó en los noventa su Cuba natal cargado de historias en sus maletas y la ciudad de la libertad lo acogió con las calles abiertas. Y allí se plantó. En las aceras de Nueva York montó una mesa llena de libros, porque para él la vida que transcurre por las avenidas y la literatura son lo mismo. Cada día descubría a los transeúntes un gran inventario de libros: “El mismo que podrías encontrar en una librería”. “Así daba acceso a gente que no solía ir a una tienda de libros, gente que tiene un comportamiento diferente”. Años después, Ramón atiende a los clientes desde su propia librería a la par que recuerda sus comienzos y analiza el presente.

Frente al Nueva York de las películas, Ramón reivindica los barrios, como Queens, “donde vive gente de clase media, con diferentes inquietudes y necesidades y a las que hay que dar respuesta”. “Esta ciudad tiene una particularidad y es que tiene universidades y cursos que atraen a gente interesada por la literatura latinoamericana. Pero hacen sus doctorados, escriben sus libros y regresan, no quieren relacionarse con los barrios. Hay dos culturas que se diferencian y no se relacionan”, cuenta Ramón.

Mientras que en las instituciones culturales estudian la literatura y a sus autores desde el inmovilismo teórico, acercándose a los pueblos desde una perspectiva lejanísima, Ramón afirma que la visión que se tiene de la comunidad hispana es “de personas que vienen a trabajar desde los suburbios, gente que tiene poca educación y poco interés por la cultura”. Sin embargo, el librero asegura que de esa visión se escapan “aspectos muy interesantes y un gran bagaje que se puede transmitir”. De este modo “se puede cambiar esa visión mercantilista y permitir que todos caminemos juntos”.

La visión que se tiene de la comunidad hispana es de personas que vienen a trabajar desde los suburbios, gente que tiene poca educación y poco interés por la cultura.

Barco de papel sobrevive como una librería tradicional, pequeña. “Es un pequeño tesoro, donde la gente entra y ahonda en una cultura muy rica y encuentras historias que sorprenden”, cuenta Ramón. La librería cuenta con un amplio fondo de libros barrocos y medievales que se mezcla con los manuales que piden las universidades. “Prestamos menos atención a los best sellers y apostamos por libros raros, antiguos y la literatura en español clásica y los autores del 'boom' que tienen muy buena acogida porque de alguna manera hay mucha información que al lector le dice que debe pasar por ella”.

“Yo soy el último mohicano de este tipo de cultura, porque vengo de una herencia donde llevar el libro es una forma de ser, no se identifica como una mercancía. Se contrapone con la cultura donde una librería es lo mismo que una cafetería, que está bien, pero el libro es otra cosa, forma parte de una manera de ser, de los valores humanos”, cuenta el librero.

Barco de papel.

Con Ramón termina una generación de libreros neoyorkinos que satisficieron las necesidades de la literatura en español pero que se vieron abocados al fracaso. En 2007 cerraron las librerías Macondo y Lectorum. Cuando falleció la primera, el entonces director del Instituto Cervantes de Nueva York afirmó que era “una tragedia” porque el centro de la ciudad se quedaba sin librerías en español.

Sigue habiendo muchos clichés y estereotipos, al final se trata de una manera de hablar de esto desde la distancia, en lugar de acercarte a verlo.

Los hispanohablantes crecen, pero la cultura que envuelve a su lengua se presenta como un factor secundario. “Sigue habiendo muchos clichés y estereotipos, al final se trata de una manera de hablar de esto desde la distancia, en lugar de acercarte a verlo. En Estados Unidos existe una segunda generación de inmigrantes latinos, pero no existe una segunda de inmigrantes irlandeses, por ejemplos. Eso es una manera de diferenciar, pero no de integrar, sentencia Ramón.


“Lo que se exporta de la cultura hispana es la comida rica y la fiesta. Pero no se suma la Cultura, en lo hispano se asocia al baile, a lo ameno y lo jocosos que somos, pero no al Conocimiento”, cuenta Ramón. En la causa que Ramón ha decidido tomar como propia, se han unido diferentes voluntarios, amantes de la cultura hispanoamericana y de diferentes partes del mundo. 

La librería acoge una suerte de centro cultural, donde poetas, escritores y cantantes se reúnen para alzar la palabra Literatura. Como si buscasen mantener aquel Macondo de sueños que lanzó la parte sur del continente al mundo. Siempre bajo la atenta mirada del Gabo, que los aguarda en la puerta de la librería como el cabeza de familia de los Buendía. 


Fuente bibliográfica
La librería hispana que le gustaría cerrar a Trump. El Español [en línea], 2016. [Consulta: 15 septiembre 2016]. Disponible en: http://www.elespanol.com/cultura/libros/20160818/148735935_0.html. 

31 mar 2012

Memoria de trabajo (working memory), RAM y biblioteca



Es posible realizar una analogía a tres niveles entre el funcionamiento de la memoria de trabajo (working memory) del cerebro, la RAM de un ordenador y una biblioteca.
La memoria de trabajo (WM) es un concepto introducido por Alan Baddeley en 1976 para sustituir a la memoria a corto plazo, más imprecisa. Es un modelo discutible, como todos, pero interesante.
Se refiere a la memoria activa que se utiliza en los procesos conscientes. Tiene tres componentes:
  • El ejecutivo central. Decide a que prestar atención y organiza la secuencia de operaciones
  • El bucle fonológico. Maneja y mantiene en memoria el material hablado y escrito.
  • El bloc de notas visuoespacial. Maneja y mantiene las imágenes.
La memoria de trabajo (WM) se encuentra en la corteza prefontal y sus contenidos se actualizan constantemente. Se alimenta tanto de los sentidos como de la memoria a largo plazo (que se encuentra distribuida por toda la corteza).
Es tentador imaginar que los contenidos de la memoria a largo plazo se transfieren a la memoria de trabajo, se modifican y se vuelven a almacenar en la memoria a largo plazo. Pero el cerebro no funciona así. Más bien, la memoria de trabajo activa las zonas del cerebro que contienen los recuerdos en una acción conjunta que llamamos conciencia.
Algunas de las características de la memoria de trabajo son: su capacidad es limitada (el número mágico de 7 items), sus contenidos se actualizan permanentemente, es reverberante (para evitar que los contenidos decaigan), en buena medida es serial y no paralela, de modo que genera cuellos de botella y problemas de rendimiento. También se ha relacionado con el espacio de trabajo global (Global Workspace de Baars).
Los ordenadores tienen tres componentes clásicos:
  • La CPU procesa las instrucciones. Utiliza unas diminutas memorias llamadas registros que carga y descarga de la memoria RAM
  • La memoria principal o RAM. Es volátil, se borra cuando se apaga el ordenador.
  • La memoria auxiliar. Es permanente. En general se trata del disco duro.
La CPU es muchas veces más rápida que la RAM y la RAM muchas veces más rápida que el disco. A su vez, el disco es más barato que la RAM y esta es más barata que la CPU. El almacenamiento en disco es mucho mayor que la RAM Entre estos componentes hay múltiples memorias intermedias llamadas cachés.
La analogía es clara. La memoria RAM se parece a la memoria de trabajo (WM) y el disco duro se parece a la memoria a largo plazo.
Imagina ahora que vas a una biblioteca. Un bibliotecario maneja los libros en las estanteríasy tú ocupas una mesa de trabajo. No puedes trabajar sin libros y a la vez no puedes trabajar con los libros que están almacenados en las estanterías. Cuando llegas tu mesa está vacía y la limpias cuando te vas. La analogía es de nuevo clara. Por un lado tienes:
  • la mesa de trabajo,
  • la memoria RAM
  • la memoria de trabajo (WM).
Por otro lado:
  • las estanterías con los libros,
  • el disco duro
  • la memoria a largo plazo.
Cuando llegas, tu mesa está vacía y pides al bibliotecario que te traiga unos libros, es decir,cargas la RAM con información del disco duro o traes a la conciencia los contenidos de la memoria a largo plazo. El acceso a la información en la mesa es rápido del mismo modo que lo es en la RAM o en la memoria de trabajo (WM). Procesas los contenidos, los comparas y los modificas. Después devuelves los libros actualizados a las estanterías (no lo hagas, por favor, lleva tu propio cuaderno), grabas la RAM en el disco duro o modificas los contenidos de la memoria a largo plazo. Finalmente la mesa de trabajo, la memoria RAM y la memoria de trabajo (WM) quedan vacías.
El proceso de carga de datos es análogo en los tres sistemas; es trabajoso y lento:
  • Lees el índice, seleccionas la ficha, se la das al bibliotecario que recorre las estanterías hasta dar con el libro y traértelo.
  • El ordenador lee el fichero de índices, busca el registro pedido, va al fichero de datos, lee el registro (y de paso otros muchos registros) y lo carga en memoria. Índice, fichero o registro son de hecho términos importados en la informática desde el mundo de los libros y el papel.
  • Buscar la información es un proceso penoso para el cerebro. Sabes que lo sabes (metacognición), lo tienes en la punta de la lengua pero ahora no caes: ¿A quién tienes enfrente? Repasas la claves (índices): lo vi en un congreso, contaba chistes, su nombre empieza por e o por f, era conocido de alguien… Ah sí, es Fernando. Y con el nombre traes a la memoria de trabajo otra información: ciudad, relaciones, deporte…
Una simple analogía en tres niveles, más válida entre los ordenadores y la biblioteca, cosas ambas creadas por nosotros. Una analogía más débil en el caso del cerebro.

30 ene 2012

¿Por qué las bibliotecas huelen como huelen?

Por: Sergio Parra



Un olor es capaz de provocar sensaciones o recuerdos con enorme eficacia. Esto es debido a que las señales nerviosas procedentes del olfato son procesadas muy cerca de regiones cerebrales relacionadas con las emociones y la memoria a largo plazo. Hasta el punto de que, a veces, uno se siente como Jean-Baptiste Grenouille en El Perfume, de Patrick Suskind(aunque Stephen es un caso más increíble, y, además, real).

Y es que el olfato es el más fino de los sentidos que poseemos. Es 10.000 veces más intenso que el sentido del gusto. De hecho, hasta un 90 % de lo que percibimos como un sabor es en realidad un olor. En general, las mujeres tienen un sentido del olfato más fino que los hombres, y cerca del momento de la ovulación, se agudiza aún más.

En ocasiones asociamos olores con lugares o momentos especiales. Y creemos que esos lugares o momentos especiales no son pura química, también, sino otra cosa. Pero no es cierto. Algo tan abstracto como el olor a lluvia es algo tan prosaico como el tufo a ozono que desprende el aire debido a las descargas eléctricas de la tormenta: el fuerte aumento de temperatura que produce un rayo afecta a la propia estructura química del aire, produciéndose reacciones químicas que crean nuevos compuestos.

O bajemos a algo más terrenal, el sexo. Si acercamos nuestra nariz a una vagina, hallaremos fragancias siempre distintas, según la mujer con la que estemos. Y esos olores no siempre estarán asociados a su falta de higiene (de hecho, el exceso de higiene es peor que la falta de higiene, pues se destruye la imprescindible flora vaginal). 

Un mal olor vaginal, por ejemplo, puede ser producido por lo que se llama vaginitis bacteriana, una infección que produce compuestos como la trimetilamina, que curiosamente es la misma sustancia que otorga su olor al pescado poco fresco. También encontraremos putrescina, que es lo que hallaremos en la carne putefracta, y cadaverina, que ya os imagináis de dónde procede el nombre.

En lo tocante a la literatura, uno de los mayores argumentos románticos para preferir el libro físico al libro digital es el olor que desprenden los libros, una marca que los hace únicos, una especie de influjo que nos permite mejor viajar al mundo de sus páginas, como una suerte de droga. Pero si lo analizamos bajo la lente de un microscopio científico, ¿por qué los libros huelen como huelen?

El olor de los libros antiguos es el resultado de cientos de compuestos orgánicos volátiles (VOCs, por sus siglas en inglés) liberados desde el papel al aire. El principal responsable de que una biblioteca huela como huela es la desintegración de celulosa del papel de la que están confeccionados los libros. Desde mediados del siglo XIX, cuando los fabricantes de papel empezaron a usar pasta en lugar de algodón o lino, la mayoría del papel contiene un compuesto inestable que se llama lignina (el polímero orgánico más abundante en el mundo vegetal, que desprende olor a vainilla).

El problema es que este olor tan romántico también es el síntoma de que el libro se está destruyendo.

Lorena Gibson, una químico de la Universidad de Strathclyde, en Escocia, es la responsable de un proyecto denominado Patrimonio de olores, en el que se identifican los problemas de salud de los libros en sus etapas iniciales gracias al matiz en el olor que desprenden. Incluso están trabajando en un espectrómetro de masas portátil, una especie de nariz artificial que localiza las moléculas que causan el olor a humedad.

Las moléculas se mueven por un tubo de vuelo, y el movimiento a través del tubo ayuda a identificar la masa de la molécula. Una vez que los investigadores han identificado las moléculas que la decadencia de velocidad, pueden trabajar para detenerlo. “Oliendo” los gases emitidos por 72 documentos antiguos de los siglos XIX y XX con una nueva técnica llamada degradómica material, un equipo de científicos británicos y eslovenos ha conseguido identificar 15 moléculas volátiles que podrían ser buenos marcadores para cuantificar a ciencia cierta el riesgo de que se degraden la celulosa, la lignina, la fibra de madera y otros componentes de los libros.

De algún modo, pues, ese olor que tanto nos gusta de los libros es olor a muerto, a muerte de libro, un síntoma que debería ponernos en guardia si queremos conservar el libro en cuestión.


8 ago 2011

En torno a la violencia en el espacio educativo: proyectos de intervención


Por: Ana Carolina Erregarena

En la presente columna, nuestro objeto reside en acercar algunas propuestas de intervención sobre violencia escolar. Para ello, hemos tenido en consideración el texto "Violencia en los centros educativos: conceptos, diagnósticos e intervenciones", cuya compilación estuvo a cargo de Alfredo Furlán, Miguel Ángel Pasillas Valdez, Terry Carol Spitzer, Antonio Gómez Nashiki; y la edición es de Noveduc.

En el capítulo once, titulado "Propuestas de intervención sobre violencia escolar. Experiencias de los equipos técnicos estatales del programa Escuela Segura en México", Úrsula Zurita Rivera sostiene que en tiempos recientes, el discurso que respalda y orienta las acciones en materia de prevención e intervención sobre la violencia escolar ha experimentado un cambio importante. 

De ser un asunto que quedaba dentro de las paredes de las escuelas (como tiempo atrás quedaba la violencia doméstica e intrafamiliar dentro del hogar), desde hace años se reconoce que alude a un problema presente en todas las sociedades y, a la vez, se insiste en la urgente creación y fortalecimiento de ambientes escolares seguros, concebidos no sólo como un requisito crucial para el aprendizaje satisfactorio de niños y jóvenes, sino como un derecho humano que debe ser protegido por las sociedades enteras (Naciones Unidas, 2006). 

La autora Úrsula Zurita Rivera sostiene que vale la pena recordar que las Naciones Unidas reconocieron, hace poco menos de veinte años, en el artículo 19 de la Convención de los Derechos de los Niños (1989), que la violencia alude a: "toda forma de violencia física o mental, daño y abuso, negligencia o tratamiento negligente, maltrato o explotación, incluyendo abuso sexual".

La autora recalca que centrándose en la violencia que ocurre en las escuelas, es importante subrayar que ésta no representa un fenómeno novedoso. No obstante, hoy la violencia escolar constituye un problema abordado por múltiples actores internacionales, nacionales y locales, ocupados no sólo en la educación, sino también en la salud, la cultura, los derechos humanos, la democracia, el desarrollo social, entre otros asuntos.

En este contexto, la autora Úrsula Zurita Rivera aborda la temática de la violencia escolar y la participación social, poniendo la atención en un análisis de los proyectos de intervención realizados por integrantes de 25 Equipos Técnicos Estatales (ETE) del Programa de Escuela Segura (PES) en México, que cursaron el Diplomado Superior en Gestión de Ambientes Escolares Seguros para la Construcción de Ciudadanía impartido por FLACSO- México en 2008. Al respecto, Úrsula Zurita Rivera señala que estos proyectos son importantes en la medida en que, tanto para los especialistas como para los tomadores de decisión, los grupos organizados de la sociedad civil y otros actores, la violencia es un problema social cuyas soluciones sólo son posibles con y a través de la participación de una amplia gama de actores situados en distintos ámbitos y niveles de gobierno y contextos geográficos.

En primer término, los ETE (Equipos Técnicos Estatales) de México identifican el problema de una comunidad determinada, para luego considerar alternativas posibles. De acuerdo con la Guía para la Elaboración de los Proyectos de Intervención (Zurita, 2008), las alternativas aluden a cursos de acción estratégica que el equipo crea para solucionar el problema elegido.

La autora Úrsula Zurita Rivera aclara que la alternativa de intervención debía plantearse en función del problema definido y, sobre todo, de aquella causa que lo ocasiona y que fue elegida como el factor en el que se desea intervenir de manera directa. 

En otras palabras, la alternativa de intervención tiene sentido y lógica en el marco del planteamiento del problema formulado. Las alternativas propuestas son: 
1) organización de charlas, talleres, sensibilización y capacitación;
2) elaboración de diagnósticos sobre el conocimiento y la situación de la violencia escolar; 
3) fomento de programas interinstitucionales en la materia 
4) capacitación a docentes y directivos; 
5) implementar estrategia de seguimiento en el recreo; 
6) capacitación docente sobre el uso del tiempo libre; 
7) promoción y uso de materiales existentes; 
8) implementación de un programa de acompañamiento pedagógico entre pares; 
9) revisión y transformación de los reglamentos escolares; 
10) instalación de los Consejos de Participación Social; 
11) impulso de mejoras en los canales de comunicación; 
12) establecimiento de un sistema de denuncia de la violencia.

En segundo término, luego de considerar alternativas posibles ante el problema elegido, los equipos técnicos deben buscar -puntualmente- estrategias de intervención. 

A continuación mencionamos algunos medios, estrategias o instrumentos propuestos que han sido utilizados por los ETE (Equipos Técnicos Estatales) de México para poner en marcha los PI (Proyectos de Intervención): 
1) realización de cursos, talleres, charlas; 
2) organización de concursos, exposiciones sobre violencia escolar desde la perspectiva de los alumnos; 
3) capacitación a docentes, alumnos, padres de familia; 
4) diseño y aplicación de encuestas; 
5) organización de dinámicas de grupos, debates y paneles de discusión; 
6) revisión y transformación del reglamento escolar; 
7) establecimiento de programas de participación de los padres de familia; 
8) organización de eventos deportivos; 
9) promoción de la convivencia con otras escuelas y con su entorno; 
10) implementación de talleres y clubes de lectura, uso de bibliotecas; 
11) uso de materiales existentes; 
12) diseño de metodología dirigido a docentes para manejo de conflictos; 
13) articulación con múltiples actores; 
14) diseño de portal electrónico; 
15) instalación de los Consejos de Participación Social.

24 feb 2011

La huella de los libro

 En la biblioteca de Javier Marías, de más de 20.000 volúmenes, "el espacio contiene el tiempo y la memoria depende en gran medida del espacio", tal y como afirmó en su libro Entrevistos.- Gorka Lejarcegi
Un rincón de la biblioteca de Ernesto Sábato, cuyo centenario se celebra el 24 de junio.- Daniel Mordzinski


Hay escritores que atesoran y acumulan libros, mientras otros les dejan deprestar atención una vez leídos. La formación de las bibliotecas particulares crea manías. Una serie de autores responde a la pregunta sobre el apego que se puede tener por ellos
Dos estantes de madera barata, amurados a la pared a los pies de la cama de la habitación de un niño que, cuando sea grande, será escritor. En los estantes, algunos cómics, libros de Mark Twain, de Bradbury, poesía.

Cinco estantes de madera barata, amurados a la pared a los pies de la cama de la habitación de un adolescente que, cuando sea grande, será escritor. A los cómics, a los libros de Mark Twain y de Bradbury, se han sumado Julio Cortázar, J. D. Salinger, Henry Miller, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez.
Seis estantes de madera barata, amurados a la pared a los pies de la cama de la habitación de un piso de soltero de un varón joven que empieza a ser escritor. En los estantes hay dos hileras de libros más varias pilas sobre la mesa de noche más cinco pilas a los pies de la cama. Los cómics, Mark Twain y Ray Bradbury se mezclan ahora con Paul Auster, Dostoievski, Henry James, Scott Fitzgerald, Flaubert, Nabokov, Barthes, Faulkner.
Diez estantes de madera de roble a los pies de la cama de una habitación matrimonial de un hombre que es escritor; varios estantes de madera de color blanco en el pasillo que comunica la habitación con el baño; unos pocos estantes de madera de nogal en una hornacina originalmente construida para ser un exhibidor de vajilla; una estructura de madera indescifrable que cubre dos de las paredes del estudio y, finalmente, la bestia demencial, la nave madre: la biblioteca de piso a techo que recorre las paredes de la sala. Y en todas partes -en la habitación, en el pasillo, en la hornacina, en el estudio, en la sala- la orgía de lomos: ensayo, literatura norteamericana, francesa, española, latinoamericana, libros propios, clásicos, poesía, diez ediciones distintas -tapas duras, bolsillo, diversos idiomas- de Suave es la noche, de El mundo según Garp, de Madame Bovary. Y, en todas partes, la bestia múltiple se relame y se declara en triunfo porque, además, el escritor es joven y eso quiere decir que éste es sólo el comienzo. Y es un gran comienzo.
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-Tengo una relación alimentaria con mis libros -dice el escritor chileno Rafael Gumucio, autor de La deuda (Mondadori)-. Quiero devorarlos, consumirlos y luego, como un pollo rostizado que se enfría en la mesa, los abandono, los olvido, los dejo ir.
-Conservar los libros es conservar las huellas de mis lecturas -dice el escritor argentino Martín Kohan, autor de Cuentas pendientes (Anagrama)-. No son objetos fetiche, no los atesoro ni los venero; los retengo para poder volver sobre mi trabajo.
-Atesoro libros pero, paradójicamente, no estoy apegado a ellos -dice el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, autor de El olvido que seremos (Seix Barral)-. No los maltrato, pero no me importa demasiado perder algunos. Tengo con ellos una relación íntima y distante al mismo tiempo: no son parientes (no soy aprensivo con ellos), son amigos.
-Somos muy felices juntos. Y seguimos creciendo. En la salud y en la enfermedad y hasta que la muerte nos separe -dice Rodrigo Fresán, escritor argentino autor de El fondo del cielo (Mondadori).
-Me he mudado muchas veces -dice el escritor peruano Santiago Roncagliolo, autor deTan cerca de la vida (Alfaguara)- y en cada una de ellas he regalado mis libros. Siempre he creído que mi vida debería pesar menos de 32 kilos, que es el equipaje que me traje del Perú a España. Todo lo demás es innecesario y te mantiene atado al pasado.
-Tengo con ellos una relación de necesidad (no puedo estar lejos de los libros), de culto (creo en la superioridad del libro), de complicidad (confío en los libros más que en la mayoría de las personas, las artes, las tecnologías) -dice el escritor argentino Alan Pauls, autor de Historia del pelo (Anagrama)-. No veo en mi biblioteca ningún alarde, ninguna suntuosidad, ni siquiera el brillo de un capital acumulado. Mi biblioteca es mi comunidad: ahí están mis interlocutores más amigos y más radicales; ahí están los que me sostienen, me discuten, me forman, me seducen, me inspiran, me mejoran.
La biblioteca no como una colección de libros -jamás como una colección de libros- sino como una huella. Como una forma de tener o no tener, de aferrarse o dejar ir. Una autobiografía. Un mapa del pasado y un intento de dibujar, sobre las aguas indescifrables de lo que vendrá, un gesto seguro porque, como se sabe, salvo error o inundación o incendio o naufragio, los libros siempre -siempre- estarán allí. A veces por suerte. A veces no tanto.
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La biblioteca como acumulación, como manía. La biblioteca como la primera de todas las pertenencias (se compran libros propios mucho antes de poder comprar la propia ropa), la biblioteca como cultivo, como cosecha, como carga. La biblioteca como pesadilla.
-Dije "mi biblioteca" la primera vez que tuve que mudarla -dice Alan Pauls-. El sentimiento: una mezcla de orgullo y de terror. Pensé: ¿cuántas veces en mi vida tendré que pasar por esto? Cada vez que tengo que mudar la biblioteca se me ocurre que es quizás lo único que podría hacerme dejar la literatura y cambiar de vida.
-Mudarse con los libros es una experiencia traumática -dice la escritora argentina Mariana Enríquez, autora de Los peligros de fumar en la cama (Emecé)-. Las empresas de mudanza obligan a poner los libros en canastos de mimbre gigantes. Yo suelo llenarlos hasta el tope y luego me piden que saque la mitad: en mi mente, los libros no pesan.
En un texto publicado en la revista española Eñe, que dedica una sección a que los escritores hablen de sus bibliotecas, Rodrigo Fresán relata el horror de mudar la suya. "Llego a mi casa y el pequeño ejército de mi mujer baja cajas del camión y las sube por una escalera y es como si yo contemplara el lento pero constante relleno de una pirámide: los tesoros de un faraón doméstico acumulados a lo largo de una vida", escribe Fresán. "El peso del pasado de un escritor es, también, el peso de la biblioteca".
La biblioteca como el rastro de una excentricidad, de una obsesión, de unos amores, de unos desamparos. La biblioteca como resguardo contra el olvido.
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Bibliotecas que se disolvieron en inundaciones o se deshicieron roídas por las ratas o fueron descuartizadas en divorcios escabrosos. Y personas. Personas que tienen pesadillas recurrentes con la última escena de la película El nombre de la rosa, en la que Sean Connery, en el rol de Guillermo de Baskerville, ve cómo la biblioteca de una abadía benedictina se incendia a su alrededor mientras él intenta salvar -infructuosamente- tres, cuatro incunables. Personas que, como Eduardo Mendoza, ante la pregunta de qué libro se llevaría a una isla desierta, responden: "Prefiero ahogarme en el naufragio".
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Héctor Abad Faciolince. Escritor. Colombiano. Su biblioteca -unos siete mil volúmenes- cruzó el Atlántico cuatro veces en dos mudanzas. No lo une a ella una relación de orgullo porque "es como tener una casa. Es algo tan necesario como tener techo, y uno no se enorgullece de los bienes de primera necesidad". Tiene una primera edición de Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, aunque no sabe cómo llegó a sus manos porque no recuerda haberla robado. Abandona y presta libros. No le importa que se manchen con comida o se estropeen. No tiene prurito en partirles el lomo cuando no se abren con facilidad. Si un incendio o un terremoto lo obligaran a huir de su casa no pensaría en qué libros llevarse sino en sus hijos y en su vida: "Los libros son secundarios. Si se pierden estos, otros sobrevivirán. Que se jodan los libros".
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-¿Cuál es la peor pesadilla relacionada con su biblioteca, que lo aplaste, que se incendie?
-Todas esas y alguna otra -dice Rodrigo Fresán.
-Que no entre -dice Alan Pauls.
-Mi peor pesadilla es que me mencionen este horrible tema -dice el escritor colombiano Daniel Samper Pizano, autor de La mica del Titanic (Aguilar).
-Que se me caiga encima -dice Martín Kohan.
"He llegado a tener un baño con paredes tapizadas de estanterías, lo que imposibilitaba el uso de la ducha y obligaba a bañarse con la ventana abierta para evitar la condensación -escribe Jacques Bonnet en Bibliotecas llenas de fantasmas (Anagrama)-. (...) Sólo la pared de mi dormitorio en la que se encuentra la cabecera de la cama ha quedado libre debido a un viejo trauma: me enteré, hace muchos años, de las circunstancias en las que murió el compositor Charles-Valentin Alkan, apodado el "Berlioz del piano": lo encontraron muerto el 30 de marzo de 1888, aplastado por su biblioteca".
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Alan Pauls. Escritor. Argentino. Subraya los libros y llena de notas las últimas páginas, pero nunca dobla las esquinas. Se desprende de varios volúmenes cada vez que se muda. Encontró un libro alemán para chicos, Der Struwwelpeter, de Heinrich Hoffmann, en circunstancias extrañas: "Tiene en la tapa a una especie de niño enano con una melena afro rubia y uñas larguísimas, vestido con calzas verdes y zapatos ballerina. Me lo leía mi abuela alemana cuando era chico. Lo gocé como un loco, lo aborrecí, lo perdí de vista. Cuarenta y cinco años después, a poco de morir mi padre (que había nacido en Berlín), lo encontré en un estante de su biblioteca cuando entré a su departamento para poner en orden sus cosas. La melena afro no podía ser más contemporánea: yo acababa de publicar una novela llamada Historia del pelo".
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¿Qué es lo que mueve a alguien a acumular objetos pesados, analógicos, anacrónicos, que según una clasificación torpe podrían dividirse en libros que nunca se han leído y que nunca van a leerse pero que se conservan "por las dudas"; libros que ya se han leído y que probablemente nunca vuelvan a leerse pero que se conservan de todos modos; y libros que aún no se han leído y que pasarán, en breve, a formar parte de alguna de las dos categorías anteriores? En su texto Desembalo mi biblioteca. Un discurso sobre el arte de coleccionar, Walter Benjamin dice: "Cuántas cosas surgen de la memoria una vez que uno se zambulló en la montaña de cajones para empezar a sacar los libros como de una mina a cielo abierto o, mejor dicho, de la noche cerrada. La forma más contundente de demostrar la fascinación de esta tarea de desembalar es la dificultad de abandonarla. Había comenzado a mediodía y llegó la medianoche antes de que hubiera llegado a las últimas cajas". En ese mismo texto Benjamin recuerda que, cuando le preguntaron a Anatole France si había leído todos los libros que poseía, respondió: "Ni la décima parte. ¿O usted tal vez come todos los días en su vajilla de Sèvres?".
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Rodrigo Fresán. Escritor. Argentino. No heredó libros. Todos los que tiene son adquiridos -o robados- por él. Evita prestarlos y puede montar un escándalo si se manchan con comida. Jamás subraya, jamás dobla esquinas, jamás quiebra lomos. Tiene un hijo de cuatro años a quien sólo permite tomar alguno "bajo estricta vigilancia". Ha transportado de una ciudad a otra más de mil kilos de papel. Tiene un ejemplar de The stories of John Cheever, firmado por Cheever, que compró a 25 centavos de dólar, y un ejemplar de la primera edición de Matadero Cinco en cuya primera página se lee "To R. from K.". Solía comprar diversas ediciones de una misma obra y llegó a acumular quince de El mundo según Garp, de John Irving.
-Si le prestan un libro, lo lee, le gusta y sabe que es inconseguible, ¿qué hace?
-Lo miro fijo, lo sigo mirando fijo, lo miro fijo un poco más. Y así hasta que suceda un milagro.
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Andrés Trapiello, español, autor de Los confines (Destino), tiene su biblioteca en dos casas, una en Madrid, otra en el campo extremeño.
-Que esté dividida tiene una desventaja: no encuentras nunca el libro que necesitas, pero también una gran ventaja: nunca pierdes la esperanza de encontrarlo en la otra.
Pero hay casos extremos en los que la biblioteca no está en dos ciudades, ni en dos casas, sino en dos países y, a veces, en dos continentes. El escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, autor de Los vivos y los muertos (Alfaguara), enseña en la Universidad de Cornell y vive en Ithaca, Estados Unidos.
-Tengo varias. Una en la casa en la que vivo, en Ithaca. Otra en mi oficina de la universidad. Otra en la casa de mi papá en Cochabamba, Bolivia. Y he dejado bibliotecas enteras. Cuando me fui de Buenos Aires a estudiar a Alabama dejé mi biblioteca y nunca la fui a buscar. En Alabama comencé otra pero, tres años después, al irme, también la dejé. No tengo una relación de posesión con mis libros. Están hechos para circular.
Daniel Samper Pizano tiene dos bibliotecas, una en Colombia y otra en España.
-Quienes hemos tenido que salir del país donde atesoramos la primera biblioteca, nos paseamos por el mundo con los recuerdos, los pesares y los conocimientos descuartizados. Yo mantengo en Colombia casi todos los libros que obtuve y leí o quise leer hasta 1986, y de 1986 a hoy he formado otra biblioteca en España. En ambas hay un número de títulos comunes sin los cuales me sentiría profundamente inseguro.
"El hogar -decía el escritor, militar, científico y explorador británico Richard Burton- está donde se tienen los libros".
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Rafael Gumucio. Escritor. Chileno. Formó una biblioteca siendo adolescente pero empezó a viajar y la regaló para poder seguir viajando. Le gusta, después de leer un libro, "botarlo como un chocolate al que se le quita el envase". Robó una novela de Cortázar a unas monjas que lo salvaron de unos trabajos voluntarios de ultraizquierda. No subraya porque no lo necesita: es disléxico y lee tan lento que las frases se le quedan pegadas. Dobla las esquinas de las hojas y anota números de teléfonos y direcciones en la última página.
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En Pensar, clasificar, George Perec enumeraba así las posibles formas de ordenar una biblioteca: alfabética, por continentes o países, por colores, por encuadernación, por fecha de adquisición, por fecha de publicación, por formato, por géneros, por grandes periodos literarios, por idiomas, por prioridad de lecturas, por serie. Hace años el escritor argentino Guillermo Piro -que alquilaba un departamento sólo para guardar sus libros y que, si tenía que fotocopiarlos, lo hacía sólo con su "fotocopiador de confianza"- decía que, en una época, solía clasificar por amistades y enemistades de los autores: Celine cerca de Proust porque Celine odiaba a Proust y esa era una forma póstuma de propiciar un encuentro.
-La única parte organizada de mi biblioteca es la "egoteca" -dice Santiago Roncagliolo-. Contiene mis libros, antologías de cuento con mis cuentos, traducciones de mis libros, copias pirata.
-Casi no los clasifico -dice Rafael Gumucio-, y cuando lo hago, lo hago por el peor criterio de todos, el color y la forma de sus lomos para que se vea más o menos estético.
-Agrupo así -dice Martín Kohan-: teoría y filosofía, crítica literaria, literatura argentina, literatura latinoamericana, otras literaturas, política, San Martín, otros. Los de teoría se agrupan por afinidad temática o por corrientes; los de literatura argentina, alfabéticamente; los de literatura latinoamericana, por países.
-Como todo bibliómano -dice Daniel Samper Pizano- tengo capítulos curiosos y mimados en la mía. La Gaboteca, por ejemplo, donde están todas las primeras ediciones de Gabriel García Márquez dedicadas por el propio autor y casi todas las traducciones de Cien años de soledad. O la Titanicoteca, compuesta por libros y artículos que atesoro sobre el famoso naufragio desde que tenía doce años. O la Quevedoteca, una colección de libros sobre la obra de don Francisco y el Siglo de Oro, que incluye tres libros publicados a principios del siglo XVIII.
-Mi orden es así -dice Mariana Enríquez-: argentinos, latinoamericanos, novelas gráficas, arte e ilustración, libros de viajes, libros de psicogeografía, gótico sureño, japoneses, biografías, ensayo y crónica y no ficción en general, ingleses, norteamericanos, franceses, italianos, alemanes, resto de Europa, resto del mundo, África, libros de terror, libros de rock, poesía, libros que me falta leer.
-Los clasifico en dos grandes categorías -dice Alan Pauls-: ficción y no ficción. Dentro de ficción: literatura angloamericana, literatura europea, literatura argentina y latinoamericana. Dentro de cada categoría rige el orden alfabético. Están prohibidas las clasificaciones especiales y las excepciones.
Los clasifico así, dicen, y enumeran, como si esas clasificaciones fueran un dispositivo obvio, una fuerza de la naturaleza: algo que sólo puede hacerse así y jamás -jamás- de otra manera.
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Daniel Samper Pizano. Escritor. Colombiano. Dueño de unos 10.000 libros. Tan avaro en el préstamo como honrado en la devolución. Tiene una edición primera de Cien años de soledad con una dedicatoria de García Márquez que dice: "Dámelo, que yo lo escribí". Los subraya, los escribe, pero no les parte el lomo ("he partido el lomo de gente que se ha atrevido a partir el lomo de un libro").
-Si hubiera invertido en finca raíz lo que he gastado en libros tendría un ático en Manhattan... pero inútil, sin libros.
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-¿Se desprende de libros cada tanto o los conserva todos?
-No -dice Martín Kohan-, pero perdí la pasión de su posesión, el gusto del atesoramiento.
-He regalado una hija mía a un mercader árabe y vendido dos nietos a familias estériles europeas, pero sólo un cirujano hábil o un escuadrón del Mosad podrían lograr que me desprendiera de un libro, aunque sepa que nunca lo leeré. Siempre flota la duda: "¿Y si llego a necesitarlo?" -dice Daniel Samper Pizano.
-De tanto en tanto se impone una purga estalinista -dice Rodrigo Fresán-. "Fuera todo libro que ya nunca volveré a abrir en mi vida y que no tenga valor sentimental". Pero debo agregar que soy alguien mucho más sensible que Stalin y perdono muchas, demasiadas vidas.
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Un día miércoles el escritor español Andrés Trapiello responde a la pregunta "¿ha perdido algún libro que aún recuerde con dolor? ¿En qué circunstancias?" con esta respuesta:
-Sí, un libro de Fellini que éste había dedicado a mi mujer. Era una edición corriente de bolsillo, pero en ella estaba el trazo de aquel hombre maravilloso.
Cinco días más tarde llega un mensaje suyo que dice: "Te lo creas o no, después de diez años buscándolo en ambas casas, el libro de Fellini dedicado a mi mujer acaba de aparecer, se diría que convocado. Yo tengo otra teoría, a veces los libros se van de casa, y vuelven un día impensado, como los hijos pródigos. Y la alegría es mayor no por el hallazgo, sino por la vuelta a la normalidad".
La vuelta a la normalidad. Que es, como todos saben, más y mejores libros.
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