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4 feb 2018

El sueño de Gutenberg

Por: Marcos Durán Flores



La mañana del 3 de febrero de 1468, a orillas del río Rin en la ciudad alemana de Maguncia, fue encontrado el cuerpo sin vida de una persona a la que por días nadie reconoció. Poco tiempo después se supo que se trataba de Johannes Gutenberg, era el inventor de la imprenta moderna.

Johannes Gensfleisch zur Laden zum Gutenberg nació en Mainz, Alemania, alrededor del año 1398, desde siempre persiguió un sueño: crear una máquina para imprimir la biblia en grandes volúmenes.

Resultado de imagen para GutenbergAntes de la invención de la imprenta y los libros tipográficos la difusión del conocimiento –que es tan importante como su creación– se hacía en forma oral o en grabados en arcilla, madera, piedra, hueso, metal, piel y en papiros utilizados por egipcios, griegos, romanos y los chinos que inventaron el papel. 

Los primeros libros aparecieron con los romanos que cosían papel doblado entre tapas de madera, lo que llamaron códices. Siglos después, los libros se escribían a mano, lo que impulsó un poco la vida cultural, científica e intelectual en Europa, aunque con limitaciones pues los escasos libros disponibles estaban destinados a reyes y gente con recursos amplios económicos. 

Además las bibliotecas se contaban con las manos, destacando la de Alejandría que ardió, según la leyenda, a manos de los musulmanes alrededor del año 646.

Pero en el año 1449 una gran innovación tecnológica cambió el curso de la humanidad: Gutenberg montó la primera imprenta e imprimió el primer libro tipográfico de la historia: “El Misal de Constanza”. Meses después imprimió la Biblia, el segundo libro impreso de la historia y con ella se pudo conocer la vida y muerte de un carpintero de Nazaret.

Al poco tiempo aparecieron imprentas por toda Europa, provocando la mayor revolución cultural y científica de la historia pues el conocimiento dejó de ser un privilegio de ricos y poderosos, y los libros impresos ayudaron a difundirlo. Esto motivó cambios en el desarrollo de la humanidad y los por fin libros fueron como muchos años después; dijo Kafka: el “hacha que rompió nuestra mar congelada”.

Antes de la invención de la imprenta existían alrededor de 30 mil libros en toda Europa, la mayoría escritos en latín. 50 años después de su invención existían 12 millones y se imprimían en idiomas locales –como el inglés e italiano– como fue con “Los Cuentos de Canterbury” de Chaucer y “La Divina Comedia” de Dante. 

Esto fue considerado por el Vaticano como un desafío; la censura llegó a los libros cuando el papa Inocencio VIII impuso el trámite de aprobación de cada libro antes de su publicación. Pero la llama del conocimiento había sido encendida y ni siquiera Roma la pudo detener. Incluso el éxito de la revolución de Lutero, que dividió al catolicismo, jamás pudo haber triunfado sin la invención de la imprenta.

Y es que los libros derrumbaron mitos y muros, y permitieron que millones de personas descubrieran “La Ilíada” y “La Odisea” de Homero.

El mundo descubrió el Lejano Oriente a través de la literatura y la imaginación por los viajes de Marco Polo y “El Libro del millón”; Sherezada y Oriente Medio con “Las mil y una noches”, y Bernal Díaz del Castillo nos contó su “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”. Mientras tanto Cervantes y el Quijote soñaban y luchaban contra molinos de viento al tiempo que Shakespeare relataba romances y tragedias; Galileo sacaba a la gente del engaño de que éramos el centro del universo con su libro “Diálogo sobre los principales sistemas del mundo”. Siglos más tarde Newton documentaba los principios de la gravitación universal con “Principia mathematica” y Darwin nos daba un cubetazo de agua fría con su brutal obra “El origen de las especies”.

Gutenberg murió arruinado económica y socialmente. Durante años, jamás se le dio el mérito de que, al imprimir esa tarde de septiembre de 1449 “El Misal de Constanza”, provocó un cambio profundo en la difusión del conocimiento, pues leer, aprender, descubrir y conocer se convirtieron en la posibilidad de cambiar nuestra realidad y dejar atrás la oscuridad, buscando a través del conocimiento el remedio en contra de esa terrible enfermedad a la que hizo alusión Sócrates como origen del mayor mal del mundo y origen también de todas las demás: la ignorancia.


@marcosduranf 



Fuente bibliográfica
DURÁN FLORES, MARCOS, [sin fecha]. El sueño de Gutenberg. Vanguardia [en línea]. [Consulta: 4 febrero 2018]. Disponible en: https://www.vanguardia.com.mx/articulo/el-sueno-de-gutenberg-0. 

5 oct 2017

Larga vida al libro impreso

Por: Jesús Hernández



Todo cambio supone una pequeña revolución. La llegada de los formatos digitales de las diferentes manifestaciones culturales (música, cine, literatura, arte…) fue recibida hace unos años con escepticismo y temor.  Del mismo modo, los más agoreros aseguraban que el libro impreso estaba herido de muerte y que las ediciones digitales terminarían con las impresas en cuestión de un par de años. Nada más lejos de la realidad. Hoy podemos afirmar que la revolución digital no hace sino abrir otra ventana, ofrecer otra manera de consumir literatura, que no excluye al producto impreso.

Si bien es verdad que el libro digital ha ganado adeptos, esto no significa que el libro impreso los haya perdido. Más bien ambos conviven en un mundo editorial que tras unos años de decadencia, vuelve a ver cómo sus perspectivas remontan. De hecho, los últimos datos publicados por el Observatorio de la Lectura y el Libro, dependiente del Ministerio de Educación, señalan que tras la fuerte caída de 2013 y el estancamiento de 2014 y 2015, durante el 2016 la producción de libros impresos creció un 6,4%. Estos mismos datos reflejan que los libros en papel representaron el 70,7% del total, mientras que la edición electrónica abarca el 29,3%.

Una primera lectura de estos datos nos hace comprender que el formato digital no sólo no ha sustituido al impreso sino que éste continúa manteniendo su hegemonía.  Otro marcador que demuestra la buena salud del sector editorial español es que, en la actualidad, España es el segundo país europeo con mayor número de librerías, sólo superado por Alemania. Este estudio realizado por la Federación de Editores Europeos avala la tesis de los que pensamos que, pese a la omnipresente digitalización, el valor del libro impreso y sus características diferenciales continúan siendo apreciadas por los lectores.

La industria del libro impreso cuenta, además, con nuevas herramientas para su desarrollo. Por ejemplo, las que ofrecen los nuevos sistemas de impresión bajo demanda, que permite tiradas mucho más pequeñas basadas en las demandas directas de cada consumidor, eliminando así los costosos stocks y el gasto que éstos suponen tanto para editoriales como para librerías y puntos de venta.

Además, este tipo de impresión más flexible permite que las editoriales más pequeñas o incluso los editores particulares puedan realizar tiradas de manera más asequible. Así, con la impresión bajo demanda los editores pueden actualizar y modificar las obras con un coste muy bajo, lo que permite que las editoriales sean mucho más ágiles y flexibles de lo que eran anteriormente.

Por otro lado, estas tiradas cortas bajo demanda facilitan la recuperación de algunos títulos previamente descatalogados, y encuentran su aplicación ideal en el sector de la educación, pues ahora se pueden actualizar fácilmente los contenidos en reediciones “a medida”.

El libro impreso aún tiene mucho que ofrecer, y un público amplio que no está dispuesto a dejar que la experiencia táctil de la lectura sea reemplazada por la frialdad de la pantalla. Porque más allá de las palabras, el libro físico ofrece algo que el digital no podrá: una experiencia sensorial mucho más completa.

De hecho hay estudios que aseguran que recordamos mejor los textos leídos en un formato impreso porque el contexto (los márgenes, las arrugas de la página, el olor, el hecho de pasar las páginas…) nos ayuda a formarnos una imagen mental más acertada de aquello que leemos. Los expertos plantean, además, que la lectura en formatos electrónicos suele ser más superficial, y por tanto la concentración es menor.


El libro electrónico da respuesta al cambio de hábitos de algunos lectores, y hoy podemos elegir bien el formato digital o el impreso según nuestros diferentes momentos de lectura y necesidades concretas. No dejemos que la llegada de una nueva tecnología nos haga olvidar todas las ventajas del formato impreso y el largo recorrido que aún tiene por delante.

Fuente bibliográfica
HERNÁNDEZ, JESÚS, 2017. Larga vida al libro impreso. La lectora futura [en línea]. [Consulta: 5 octubre 2017]. Disponible en: https://lalectorafutura.comlarga-vida-al-libro-impreso/. 
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