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20 may 2013

Hace 80 años el nazismo perpetraba su mayor quema de libros


Pero no sólo se quemaron libros en la antigua Opernplatz (la plaza de la ópera) de Berlín: en más de 20 ciudades de Alemania los nazis se lanzaron a la caza de la cultura, de muchos de los escritores más conocidos de esos años y de sus obras.


La censura a la lectura a través de la quema de libros es una práctica propia de regímenes totalitarios

EL UNIVERSAL
Berlín.- Un espacio blanco y vacío, un hueco en el suelo en medio de la céntrica plaza Bebel de Berlín. A través de un vidrio, quienes se asomen verán los estantes de una biblioteca, en la que sin embargo no hay libros. Con esta angustiante instalación, el israelí Micha Ullman recuerda la quema de la cultura perpetrada hace 80 años por los nazis.

Pero no sólo se quemaron libros en la antigua Opernplatz (la plaza de la ópera) de Berlín: en más de 20 ciudades de Alemania los nazis se lanzaron a la caza de la cultura, de muchos de los escritores más conocidos de esos años y de sus obras.

Los modos de la persecución recuerdan el Medioevo. Apenas habían transcurrido tres meses desde que Adolf Hitler tomara el poder, y ya podían verse las hogueras: la "Revolución nacionalsocialista no iba a detenerse ante los escritorios en los que se escribe y crea poesía", según las palabras con que el autor nazi Hanns Johst hablaría de los sucesos poco después.

La quema de libros fue el punto más álgido al que llegó la planeada "Acción contra el espíritu antialemán", pero ese 10 de mayo no fue la primera vez que ocurrió en la historia alemana: en 1817, estudiantes nacionalistas alemanes habían conmemorado la Batalla de las Naciones contra las tropas de Napoleón echando al fuego el "Código napoleónico" y obras de autores judíos.

"Fue sólo un preludio: donde se queman libros, se acabará por quemar personas", escribió al respecto el poeta Heinrich Heine (1797-1856). La historia le dio la razón: la quema de libros por parte de los nacionalsocialistas fue sólo un preludio del asesinato de los judíos de Europa.

Mucho antes de la persecución abierta, los nazis habían comenzado ya a hostigar a los autores y obras que les resultaban desagradables. Lo hicieron con la novela antibélica "Sin novedad en el Frente" y con su autor, Erich Maria Remarque, a quien sepultaron mediante una campaña de desprestigio sin precedentes.

En Hamburgo, los estudiantes quemaron en 1929 públicamente el Tratado de Versalles y la Constitución de Weimar. En 1931 se llevó adelante un proceso contra Carl von Ossietzky, editor de la revista política "Die Weltbühne". Más tarde, el periodista y pacifista sería encarcelado en un campo de concentración en condiciones a las que no sobrevivió.

Con la quema de libros, el régimen nazi quería ganar las universidades para su ideología de "sangre y suelo", a la que también estudiantes y profesores debían dar muestras de lealtad. A partir del mes de abril de 1933, el estudiantado alemán hizo un llamamiento a las universidades a movilizarse contra la "espíritu de descomposición judío".

Los estudiantes, como "fuerza de asalto espiritual" y las bibliotecas públicas de la ciudad debieron participar en la "limpieza": en todas las universidades se habían formado "comités de lucha". Todo el mundo debía revisar la propia biblioteca en busca de la literatura de la descomposición.

El llamamiento encontró oídos dispuestos. Los jóvenes que hacia 1930 habían alcanzado la edad adulta se habían habituado a ver el mundo en términos de enemigos y aliados. "El antisemitismo se transformó en uno de los bienes comunes de los alemanes", escribió el historiador Götz Aly en su libro "¿Por qué los alemanes? ¿por qué los judíos?".

El comercio de libros apoyó activamente a los nazis cuando hicieron su selección: en el boletín de los libreros alemanes se publicó la lista de autores prohibidos. Libros de Heinrich Mann, Erich Kästner, Arthur Schnitzler, Lion Feuchtwanger, Kurt Tucholsky o Sigmund Freud se catalogaban de "inmorales" y "decadentes".

La presión sobre las bibliotecas era enorme, y su creciente intensidad el resultado de un cuidadoso plan. El 6 mayo los nazis organizaron saqueos de bibliotecas y librerías, y secuestraron miles de libros. Solamente en Berlín se hicieron con más de diez mil obras en el ataque al instituto del sexólogo Magnus Hirschfeld.

Desde la antigua Königsberg (Kaliningrado) a Karlsruhe, las acciones se llevaron a cabo según un mismo patrón: el 10 de Mayo los estudiantes se reunieron en el centro de la ciudad a la luz de antorchas. La destrucción estaba dirigida a los fundamentos intelectuales de la República de Weimar, odiada por los nazis. La nación debe demostrar que se "ha limpiado internamente y externamente", dijo el jefe de propaganda nazi, Joseph Goebbels.

Como preparación se escribieron y distribuyeron 12 consignas que se recitaron durante la quema, referidas al tipo de libros que se incineraban. "Contra de la lucha de clases y el materialismo, por la comunidad nacional y de vida idealista" fueron, por ejemplo, las palabras con que los escritos de los teóricos del comunismo Karl Marx y Karl Kautsky se echaron a las llamas.

En Berlín, los estudiantes se trasladaron con antorchas hasta la Universidad, en la Oranienburger Strasse. Ahí los esperaban camiones cargados con cerca de 25.000 libros. Desde ahí la caravana se trasladó a la Plaza de la Opera.

La atmósfera era de carnaval: una orquesta tocaba música, miles de espectadores se alineaban en la ruta para ver el fantasmal ritual. Entre las aproximadamente 70.000 personas había profesores vestidos con sus togas, miembros de organizaciones estudiantiles, asociaciones de las SA, las SS y las Juventudes Hitlerianas.

Como llovía, los nazis tuvieron que usar gasolina para prender el fuego. Cuando a la mañana siguiente entró en acción el servicio de limpieza, de los 20.000 libros sólo quedaban cenizas. Un año más tarde, más de 3.000 títulos habían pasado a integrar las "listas negras".

"Es una sensación de lo más extraña ser un escritor prohibido y no volver a ver los libros que uno escribió en las estanterías y las librerías", escribió Erich Kästner tiempo después. "En ninguna ciudad del país. Ni siquiera en la propia ciudad donde uno nació. Ni siquiera para Navidad, cuando los alemanes recorren las calles nevadas en busca de regalos".

2 may 2013

El libro imposible de quemar y 10 que fueron calcinados


Hubo periodos en la historia de la humanidad en los cuales leer ciertos libros que no eran aceptados por el gobierno, la iglesia o algún régimen establecido, era visto como un crimen, como un pecado. ¿Qué hacían para prohibir la lectura a las personas?

La quema de libros es una práctica que ha empañado la historia de la humanidad en diversas épocas



La iglesia y los gobiernos tenían una forma particular de desaparecer esos "textos prohibidos", los quemaban para que no quedara rastro de aquellas letras insulsas; sin embargo, hubo quienes pensaron en aquel castigo y crearon un material para que los libros no pudieran quemarse.

Cuando se estrenó el libro Fahrenheit 451 se crearon algunos ejemplares que eran resistentes a fuego. De acuerdo a lo publicado por el sitio pijamasurf.com, la editorial Ballantine realizó en la década de los 50 una edición de Fahrenheit 451 en asbesto, esto para prevenir la quema, por si en algún momento la sociedad decidiera deshacerse de estos libros, por lo menos unos cuantos sobrevivieran al fuego.

Ray Bradbury tituló Fahrenheit 451 a las más célebre de sus novelas: se trata de la temperatura a la cual arde el papel, lo cual hace alusión a una sociedad en la que leer está prohibido y en las ciudades hay cuerpos similares a bomberos que, en vez de apagar incendios, se ocupan en crear hogueras donde queman cuantos libros se encuentren.

Tomando este motivo central del relato, la editorial Ballantine hizo una de las versiones más notables de Fahrenheit 451, publicando el libro en nada menos que asbesto, un material que resiste el fuego y que haría prácticamente imposible la reducción a cenizas del ejemplar. Actualmente existen unos 2 mil ejemplares de esta edición.

Sin embargo hubo muchos libros que no corrieron con esta suerte y los sitios prensalibreliterario.com y 20minutos.es hacen un recuento de estos años en donde leer estaba prohibido.

1. La quema de libros y asesinato de académicos en la China de Qin Shi Huang en el año 212 a. C., donde muchos intelectuales que desobedecieron la orden fueron enterrados vivos.

2. Los libros de Alquimia de la enciclopedia de Alejandría fueron quemados en 292 por el emperador Diocleciano.

3. En el año 367, Atanasio, el obispo rebelde de Alejandría, emitió una carta de pascua en la cual exigía que los monjes egipcios destruyeran todos aquellos escritos inaceptables, excepto aquellos que él particularmente etiquetó como aceptables y canónicos. Esa lista es lo que actualmente constituye el Nuevo Testamento.

4. Los textos heréticos no aparecieron como palimpsestos, borrados o sobrescritos como los textos paganos; de esta manera muchos textos de principios de la era cristiana se perdieron como si estos hubieran sido públicamente quemados. El Evangelio de Judas recientemente redescubierto en Egipto, fue un libro que se perdió mediante esta práctica de destrucción privada de información.

5. A finales del siglo XV se produjo en Florencia una importante quema de libros y obras artísticas de considerable valor, considerados todos ellos inmorales, en la llamada "Hoguera de las vanidades", promovida por Girolamo Savonarola.

6. La quema de los manuscritos o códices mayas por el sacerdote Diego de Landa en la localidad de Maní, en Yucatán, el 12 de julio de 1562.

7. A comienzos del siglo XVI, los andalusíes de la península ibérica tenían la obligación de entregar a las autoridades castellanas los libros escritos en árabe, siéndoles devueltos los que versaran sobre medicina, filosofía o historia, y quemados los demás.

8. También durante la Segunda Guerra Mundial se dio la quema de libros de autores judíos por parte de los nazis, desde 1930 hasta 1945 en Alemania.

9. En Chile, después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, los militares chilenos requisaron y quemaron miles de libros de política. En febrero de 1987 el Ministerio del Interior chileno sólo admitió haber quemado 15 mil copias de Las aventuras de Miguel Littín clandestino en Chile el 28 de noviembre de 1986, en Valparaíso, bajo órdenes del dictador Augusto Pinochet.

10. El 29 de abril de 1976, Luciano Benjamín Menéndez, jefe del III Cuerpo de Ejército a cargo del proceso de Reorganización Nacional (Golpe de Estado Argentino) con asiento en Córdoba, ordenó una quema colectiva de libros, entre los que se hallaban obras de Proust, García Márquez, Cortázar, Neruda, Vargas Llosa, Saint-Exupéry, Galeano... Dijo que lo hacía "a fin de que no quede ninguna parte de estos libros, folletos, revistas... para que con este material no se siga engañando a nuestros hijos".


¿Cómo calificarías el acto de quemar un libro?
¿Qué otro texto recuerdas fue prohibido?

6 mar 2012

Megaupload y la quema de libros


A lo largo de la historia las autoridades políticas y religiosas han ordenado la quema de libros contrarios al sistema o a su ideología. El objetivo de esta quema era proteger el status quo e impedir que la población se "contaminase" con otras ideas o doctrinas. Esta destrucción de libros ha acabado con obras de incalculable valor cultural que se han perdido a lo largo de la historia.

A día de hoy en los países occidentales la quema de libros ya es algo del pasado, al menos la quema de libros dirigida desde el poder, siempre quedan sujetos o determinados grupos de fanáticos que destruyen libros, pero son acciones con valor simbólico ya que la obra repudiada no se pierde en sí.

Con el cierre de Megaupload por parte de las autoridades judiciales americanas se va a producir un borrado masivo de ficheros de los servidores que tenía esta empresa, ficheros que según la policía son en su mayor parte obras protegidas por los derechos de autor, el problema es la otra parte, la parte minoritaria perteneciente a millones de autores. ¿Cuantas creaciones propias e únicas de los usuarios van a ser destruídas? Desde una pequeña poesía a una novela abandonada y olvidada en los recovecos del servidor. ¿Y si alguno de estos contenidos es en realidad una obra maestra que se va a perder para siempre?

La mayoría de las quemas de libros han sido hechas por gente que estaba convencida de que obraba bien y de acuerdo con la ley vigente en ese momento. Lo mismo sucede con el cierre de Megaupload.

¿Pasará el cierre de Megaupload a la historia cómo la primera gran quema de libros digital?

8 sept 2011

233libros.com


Por: Ernesto Della Riva


Es preciso recordar la conocida novela de Ray Bradbury FAHRENHEIT 451. Este título, tal como reveló el propio autor, se debe a que ésta es la temperatura (equivalente a unos 233 grados centígrados) a la que arde el papel; recordemos que en la sociedad imaginada por Bradbury la lectura es algo prohibido, de forma que todos los libros son condenados a la hoguera. 


233libros.com es el primer proyecto literario 2.0. Es un web sobre libros donde lo que prima es la decisión del lector. Con este proyecto se pretende hacer un escrutinio de la literatura actual, algo similar a lo que ya hicieran el cura y el barbero en el Capítulo VI del Quijote.En 233libros.com los lectores deciden. Puedes votar qué libros merecen el castigo del fuego o cuáles merecen un lugar en las bibliotecas. Cuando un libro llega a 233 votos negativos se quema en la hoguera. Si recibe 233 votos a favor, se envía para siempre a nuestra Biblioteca.


Fuente: http://233libros.lainformacion.com/

7 abr 2011

Libros en llamas


Por: Mariola Cubells

Quemar la páginas: la quema de un Corán en EE UU provocó hace unos días una matanza en Afganistán | La historia de la humanidad está plagada de aberraciones para acabar con el libro


"Allí donde queman libros, acaban quemando hombres". Lo dijo el poeta romántico Heinrich Heine en su tragedia Almansor en 1821.
Y sólo hace falta fijarse en la triste historia de la destrucción de libros, por la mano del hombre, para comprobarlo. La Inquisición española. El nazismo. La censura franquista. El letal régimen iraní. Las dictaduras latinoamericanas. Los gobiernos despóticos, como el de Mao, en China. Todos quemaron libros. Y luego quemaron hombres.
¿Qué tienen los libros para provocar ese delirio asolador en los humanos, desde siempre? El ensayista Fernando Báez regala en su obraNueva historia universal de la destrucción de libros, memorable y demoledora, respuestas a esta pregunta.
Y abre otras tantas, tras poner por escrito esta perversa y desoladora cronología,  la de los libros que el hombre ha perseguido, quemado, aniquilado, con saña, odio y brío,  hasta la náusea. Una obra que, según Umberto Eco, "da escalofríos".
Está pasando ahora
En 2010 todo el alto mando y político de EEUU se movilizó para pedir al pastor religioso Terry Jones, que desistiera de su empeño de quemar el Corán en el aniversario del 11-S. En aquel momento se pensó que se estaba exagerando.
Hace una semana, ese mismo pastor de Florida,  prendió fuero al Corán y provocó este titular: "Siete empleados de la ONU muertos en Afganistán por la quema de un Corán en EEUU". Luego hubo más muertos y más heridos. Y las protestas airadas y violentas continúan.
Báez recoge en su libro aquel primer intento, y como si de un visionario se tratara dice, "Sólo la destrucción de un símbolo sagrado puede provocar una guerra en el siglo XXI". O como dijo una poetisa, tras la destrucción de la Biblioteca Nacional de Sarajevo: "cada libro destruido es un pasaporte al infierno".
El primer libro
Aparecieron en Súmer en el mítico Cercano Oriente, en Mesopotamia, al sur de Irak. Eran de arcilla y desaparecieron por desastres naturales o por la mano violenta del hombre.
Así que hubo que mejorar los materiales para que no se perdieran los textos y nacieron las tablillas. Pero la biblioteca de Ebla, en Siria fue atacaba y las tablillas reducidas a fragmentos.
Luego se destruyeron las bibliotecas de Babilonia, llegó la quema de Persépolis, la desaparición de los primeros papiros, la quema de documentos secretos. La pérdida del 75% de toda la literatura, filosofía y ciencia griega.
Los ataques y la destrucción final de la mítica biblioteca de Alejandría y la desaparición de cientos de obras de Aristóteles.
Inquisición maldita
Llegó el fervor medieval y otros fervores, que también arrasaron con los libros; las quemas del Corán en la España de la Reconquista. Y de pronto, la Inquisición, una de las instituciones judiciales religiosas más severas que ha creado el hombre para combatir la disidencia y el pensamiento heterodoxo.
Sus desmanes se siguen usando como coletillas para citar los actos de censura. Ella dio paso a las condenas de astrólogos, a la destrucción de libros durante la Revolución Francesa...
Nefasto siglo XX 
La Guerra Civil española dejó un legado devastador que se alargó durante los 40 años de franquismo: un férreo control sobre libros subversivos, sobre autores con ideas propias.
El régimen depuró bibliotecas y bibliografías, persiguió, y mató,  a escritores desafectos.
En 1933 empezó lo que Fernando Báez llama el bibliocausto nazi: el temible Joseph Goebbels,  antes de echar 25.000 libros prohibidos (y tras deportar a sus autores), a una hoguera encendida con queroseno en la Noche de la quema, pronunció esta frase para la historia: "El pasado perece en las llamas, los nuevos tiempos renacen de esas llamas". 
La era digital
El libro electrónico no se puede quemar. Una buena noticia, en principio. Ahora bien, no hay que ser del todo optimistas, según Báez. En la era digital, la formas de censura se han incrementado en el ciberespacio: "la Inquisición ya no porta antorcha, ahora es un software automático de restricción o alteración de contenidos".
LAS CLAVES
Bibliocausto. Un neologismo usado para aludir a la destrucción de libros. Es un intento por aniquilar una memoria que constituye una amenaza directa o indirecta a otra memoria que la que se supone superior.
'1984'. George Orwell presentó en esta obra un estado totalitario donde un departamento oficial destruía el pasado. Los libros se reescribian y los originales se quemaban en hornos ocultos para salvar a la sociedad del enemigo.
'Farenheit 451'. Ray Bradbury, en 1953 imaginó un futuro en el que un cuerpo de bomberos se encargaba de quemar los libros para evitar que perturbaran la ortodoxia del sistema imperante. El título hace referencia a la temperatura a la que arde el papel.
Títulos censurados. 'El gran Gatsby', de Fitzgerald; 'El guardian en el centeno' de Salinger; 'Las uvas de la ira', de Steinbeck; 'Ulises', de Joyce; 'El señor de las moscas', de Golding; 'A sangre fría', de Capote; 'Madame Bovary', de Flaubert.
Por qué los destruyen. Dice Báez que los libros son emboscadas contra la impunidad, contra el dogmatismo, contra la manipulación, contra la desinformación y por tanto estorban tanto a los poderosos que los destruyen, los arruinan o los vueven inaccesibles."Los libros son trincheras de la memoria y la memoria es la base de la lucha por la equidad y la democracia", apunta.
Quiénes los odian. Los dogmáticos. Su concepción del mundo es uniforme e irrefutable. "Nosotros y ellos", serían su lema. No persiguen al libro como objeto físico sino como vínculo de memoria, como uno de los ejes de la identidad de un hombre o de una comunidad.

8 nov 2010

Quemar antes y después leer

Por: Francisco Machuca




Yo sostengo que el libro no es destruido como objeto físico sino como vínculo de memoria. Ese vínculo poderoso entre libro y memoria hace que un texto deba ser visto como pieza del patrimonio cultural de una sociedad, y, por supuesto, de la humanidad entera. Hacia el año 213 a. C., el emperador Shi Huandi hizo destruir todo libro que pudiera recordar el pasado. 

En su novela 1984, George Orwell presentó un Estado totalitario donde su departamento oficial se dedica a descubrir y borrar todo pasado. Pero no siempre fue así. Es un error frecuente atribuir las destrucciones de libros a hombres ignorantes. 

Por ejemplo, Platón quemó obras y hay suficientes razones para pensar que llegó hasta el extremo de negar todo discurso que no fuese valorado por la verdad (la verdad de su sistema). Eróstratos comenzó su incendio (El Templo de Ártemir) en el interior del templo, en el área de los registros escritos, donde estaba el libro de Heráclito. Uno de los fragmentos de Heráclito anunció: "Todas las cosas juzgará el fuego al llegar y condenará a todos." Es irónico que su manuscrito haya sido destruído por una irreverente devoción hacia esta máxima apocalíptica. Séneca, quién atribuyó a las tropas de Julio César la quema de cuarenta mil libros, restó importancia a las destrucciones, porque le disgustaba los "demasiados libros". "Sufrimos de exceso de literatura, como el exceso de todas las cosas." 

La caída del Imperio Romano empeoró la paciente labor de conservación.Alarico tomó Roma con sus hordas bárbaras el 410 d. C. Desde el 24 de agosto, día del suceso, hasta una semana después, la ciudad fue saqueada sin piedad. Los papiros sirvieron como lumbre en las orgías.

La quema de libros es un tema que ejerce una tremenda fascinación sobreRay Bradbury. Se ha referido a él en varios de sus cuentos y en su famoso Fahrenheit 451. Lo que Bradbury crea es una distopía bastante ingenua. Su personaje, un bombero que tiene la obligación de quemar libros, cuyos antiguos propietarios son enviados al hospicio o la cárcel. A pesar de sí mismo, Montang tiene aspiraciones intelectuales y poéticas. Es un libro muy directo, una explosión de cólera contra la manipulación de los medios de comunicación masiva del siglo XX. Televisión, música pop, historietas, compendios, el deporte como mero espectáculo: Bradbury está en contra de todo eso, y si hubiera escrito el libro cincuenta años más tarde, habría incluído, sin duda alguna, los videojuegos, el ordenador, internet y Facebook. No puede extrañar que el mensaje de esta novela haya atraído a los maestros de escuela y otros "Guardianes de la Cultura" en todo el mundo.


Bradbury no escribió una novela del futuro sino del pasado. Desde las tablillas de arcilla, pasando por el papiro y acabando en la Segunda Guerra Mundial, se destruyeron muchos libros, pero después de la guerra el proceso de destrucción se encaminó hacia otra vertiente más sutil que Bradbury no supo ver. La mayor ironía es que no hubo un país en el mundo que condenara con tanto ahínco las quemas de los nazis como Estados Unidos, que después de la Segunda Guerra Mundial, también quemó libros. Bradbury no vio que incluso sociedades democráticas pueden ser extremadamente totalitarias y procurar la destrucción fortaleciendo la negación de la propia identidad.


Leemos en Memorias de un turista, de Stendhall: "Salida a Montparnasse en busca de libros. Es extraño: los autores que busco, los que me interesan, no se encuentran por ninguna parte." Y decíaStéphane Mallarmé: "Maldición; mis sentidos, mis sentidos, están tristes, ¡y ya he leído todos los libros!." Es decir, lo que él consideraba buenos libros ante la avalancha de los muchos malos. La realidad viene a ser otra muy diferente al mundo totalitario de Bradbury. 

Hagamos la cuenta de la vieja: si lees un libro a la semana, empezando a los cinco años, y vives ochenta, habrás leído un total de 3.900 libros, un poco más de una décima parte del uno por ciento de los libros actualmente disponible. Quizá resulte un poco prematuro que los críticos sociales anuncien la muerte de la cultura escrita

Estamos inundados de libros. Las mismas editoriales dedicadas a defender la lectura y los libros se ven obligadas a destruir numerosos ejemplares usándolos como pasta de papel o quemándolos. Esta práctica editorial, condena todos los libros invendibles. En determiandos casos, las editoriales procuran mantener en secreto esta información porque hay autores cuyos niveles de ventas no son lo que declaran.


Siempre he creído que la literatura no superará jamás su gratuidad. Por otra parte, la verdadera literatura, los verdaderos lectores, de siempre, han sido minoría. Dijo Lichtenbert: "Los buenos libros hacen más ingenuos a los ingenuos, más inteligentes a los inteligentes, y los otros, varios millones, permanecen inmutables." Nada insustancial ha cambiado desde Homero o Platón hasta hoy, pasando por Goethe o Kafka. Sigue habiendo gente que se sienta a escribir y gente que se sienta a leer. Ninguna forma represiva ha podido impedirlo, ninguna quema de libros ha sido capaz de interrumpir este ciclo.


No quiero, al elogiar el acto de leer, hacer una tarea de postulado, ni siquiera recomendarlo, ya que toda pasión tiene sus peligros. El que valga para leer, leerá. El amor a la lectura, como todos los demás amores, no se puede imponer. Una vez respondió Fernando Savater a la pregunta de cómo se imaginaba a alguien que no lee: "Su cabeza debe ser como un desván vacío." También discrepo de ello.


Fuente:http://fmaesteban.blogspot.com/2010/11/quemar-antes-y-despues-de-leer.html

18 sept 2010

Quema de libros, una estupidez



Por: HERNANDO SALAZAR PALACIO
Era estúpida y provocadora la quema de ejemplares del Corán, el libro sagrado de los musulmanes, que por fortuna abortó Terry Jones, un pastor cristiano de los Estados Unidos, líder de una iglesia de sólo 50 miembros.
Jones, quien gracias a su amenaza y al eco que le hicieron los medios, salió del anonimato, quería protestar contra el fundamentalismo islámico, responsable del ataque contra las Torres Gemelas.
De la primera quema de libros que tenemos memoria en Occidente da cuenta Mario Madrid-Malo, en una extraordinaria serie que escribió para la Defensoría del Pueblo, llamada Siluetas para una historia de los Derechos Humanos.

El autor cuenta que en el año 410 antes de Cristo, en tiempos de la septuagésima olimpiada de Atenas, el filósofo Protágoras de Abdera leyó ante sus amigos, en la casa del poeta Eurípides, un libro llamado "De los Dioses", donde ponía en duda la existencia de Dios.

"De los dioses no sabré decir si los hay o no los hay, o cómo son, pues multitud de obstáculos me impiden saberlo: ya la oscuridad del asunto, ya la brevedad de la vida del hombre", decía uno de los apartes de la obra de Protágoras.
Expresar esa duda le ocasionó al autor el destierro de Atenas y la quema de sus libros en la plaza pública.
Pero ese fue apenas el comienzo de una larga cadena de quema de libros que traspasó las fronteras de la antigua Grecia y que han protagonizado regímenes e individuos de todos los pelambres. Ahí están la España de la Inquisición y de Franco, la Unión Soviética de Stalin, la China de Mao, la Alemania de Hitler, la Colombia de Rojas Pinilla y Laureano Gómez, y la Argentina de Videla.

Y ahí están también los fundamentalistas islámicos que persiguen a quienes han caricaturizado a Mahoma o a escritores críticos como Salman Rushdie.

La quema de libros es sólo una expresión, brutal, de la censura, algo que, a lo largo de la historia, siempre ha tentado a los gobernantes y a las sociedades, independientemente de sus ideologías y sus creencias.

Pero no es con quema de libros como se defienden ideas o se promueven valores que sus seguidores consideran "políticamente correctos".

El premio Nobel de literatura surafricano J.M. Coetzee escribió un interesante ensayo sobre el tema, que se llama "Contra la Censura", donde propone una fórmula salomónica: "Si la burla correo el respeto por el Estado, si la blasfemia insulta a Dios, si la pornografía degrada las pasiones, sin duda bastará con que se alcen voces contrarias, más fuertes y convincentes, que defiendan la autoridad del Estado, alaben a Dios y exalten el amor casto".

Pero muchas veces el debate y la discusión no hacen parte del menú de opciones de los fundamentalistas que prefieren quemar libros para censurar a otros radicales.

El problema es que, por esa vía, como dice Madrid-Malo, "cuando en un país arden los libros, ha llegado la hora de temer por los hombres".

15 sept 2010

Quema del Corán: crónica de un horror


Por: Fernado Báez - elpais.com

Hace unos días, los miembros de una pequeña y desconocida iglesia cristiana de Florida anunciaron que quemarían ejemplares del Corán, pero además que convertirían la fecha del 11-S en el día mundial de la destrucción de cualquier obra islámica.

El pastor Terry Jones, impertérrito ante la presión internacional, ha creado un enlace en Facebook que lleva el nombre de International Burn a Quran Day donde invita a colaborar con la hoguera que arderá en Gainesville el día prometido entre las seis y las nueve de la tarde.

Lo triste, lo trágico, es la cantidad de veces que este incidente ha ocurrido con consecuencias amargas. Heinrich Heine, por ejemplo, escribió en Almansor(1821): "Allí donde queman libros, acaban quemando hombres". La frase es bastante citada; lo que acaso se ha olvidado (no sé si por mala fe) es que se refiere a la quema de ejemplares del Corán ocurrido en la ciudad de Granada tras su conquista por los Reyes Católicos. A saber, un sacerdote llamado Francisco Jiménez de Cisneros, en 1500, ordenó recoger cualquier edición de libros árabes, y especialmente del Corán, y decidió que fueran sometidos al juicio implacable de las llamas. Más de 5.000 volúmenes fueron incinerados, pero como rasgo singular el sacerdote ha pasado a la historia como el fundador de la noble Universidad de Alcalá.

Durante la captura de Trípoli, en 1109, los cruzados buscaron cualquier ejemplar del Corán para quemarlo. Pensaban que era una obra del mal y merecía el fuego. Asimismo, una misteriosa edición de 1537 del Corán, fue destruida por una instrucción directa del Papa. Hasta hace pocos años, se creía que no había quedado ninguna copia, pero en verdad hay una sola en el mundo, descubierta por Angela Nuovo en la Biblioteca dei Fratri Minori de San Michele, en Isola, Venecia. Podría tratarse de uno de los libros más raros de la historia.

El 11 de junio de 1992 se anunció la ejecución de cuatro personas en la ciudad santa de Mashhad, provincia de Khorasan. Sus nombres eran: Javad Ganjkhanlou, Golamhossein Pourshirzad, Ali Sadeqi y Hamid Javid. Todos ellos fueron detenidos en Mashhad el 30 de mayo de 1992 en relación con los disturbios que se habían producido en esa ciudad. Se les declaró convictos de varios cargos, pero Ali Sadeqi fue también acusado de quemar miles de ejemplares del Corán, pues era el jefe del ataque contra el edificio de la Organización de Propagación Islámica en la que ardió una gigantesca biblioteca.

Se cree que desde 1992 hasta el final de la guerra en Bosnia, los serbios dañaron 188 bibliotecas -43 completamente destruidas- y devastaron 1.200 mezquitas, y esa cuenta aún está incompleta. Miles de ejemplares del Corán fueron purgados y desaparecidos.

En 1998, un librero francés de cuyo nombre no quieren acordarse los medios europeos fue condenado a dos años de suspensión por destruir libros musulmanes y arábigos en una Biblioteca Municipal de París. El fanático escondía los libros árabes y los llevaba a su casa, donde los quemaba para evitar que pudieran leerse.

En abril de 2003, durante la toma de Bagdad por las tropas de EE UU, cientos de ejemplares del Corán desaparecieron en el incendio de la Biblioteca Nacional y en el Centro Cultural Bayt Al Hikma.

¿Por qué destruir el Corán? ¿Por qué tanto odio contra un libro? Un intento de entender lo que sucede debería señalar que el ataque responde al significado cultural y religioso del escrito. El islam, con 1.200 millones de seguidores, transformó el mundo con un mensaje que aún sigue vivo: "No hay más Dios que Alá, y Mahoma es su profeta". Al parecer, el ángel Gabriel reveló durante 23 años a Mahoma lo que vendría a ser el Corán, un conjunto de 114 suras o capítulos, compuestos de más de 6.000 aleyas. Con los años, esa obra, cuyo nombre alude a la recitación, sería sagrada. Baste decir que es imposible recitar el texto sin purificarse, que el libro es cuidadosamente envuelto en seda o en una tela adornada y colocado en una posición elevada y que la mayor gloria del musulmán es memorizarlo. Quienes lo hacen ganan el título de Hafiz.

Se cree que recitado de cierta manera produce milagros. La perfección de la caligrafía con que está escrito supone un acto piadoso. Antes de ser transcrito por Zhaid ibn Thabit, ocupó hojas de palmera, huesos planos de camello, piezas de madera o pergamino.

Es imposible que el lector haya escuchado hablar de una computadora o de un coche sagrado, pero sabe (como lo supo Borges) de libros considerados sagrados. El libro viene a ser para muchas sociedades, además de un monumento a la memoria, una manifestación divina de un espíritu superior, como lo pone en evidencia que en 56 túneles de las montañas Chiltan en la comunidad de Quetta, en Pakistán, un grupo de sirvientes se desvive hoy por custodiar un cementerio con 70.000 bolsas que resguardan ejemplares dañados del Corán. Estos depósitos son llamados Jabal-E-Noor-Ul-Quran.

Y, sin embargo, como libro sagrado el Corán adquiere paradójicamente otra condición y es la de ser un libro perseguido como símbolo. Quienes hoy quieren quemarlo saben lo que hacen, al igual que sus predecesores: intentan cambiar el sentido de una fecha como el 11-S y provocar la más feroz persecución religiosa del siglo XXI.

Fuente: http://www.analitica.com/va/arte/oya/8472689.asp

13 jul 2010

Clasicos de la literatura: Fahrenheit 451


Por: Micaela Desprès
Esta novela forma parte de mi lista sobre los libros que hay que leer antes de morir. Clásico si los hay, no pueden dejar de meterse en sus páginas si es que aún no lo leyeron.Fahrenheit 451 carga con el peso de haberse convertido, quizás incluso a pesar de su autor, en un emblema de la libertad de expresión, la lucha contra la censura, el libre pensamiento y demás. ¿Por qué? Bueno, básicamente porque describe un futuro extraño y terrible en el que está terminantemente prohibo leer, y donde los libros deben ser quemados sin contemplaciones. Justamente el título hace alusión a la temperatura en la que el papel de los libros arde y se quema.
Fahrenheit 451 es una novela distópica, es decir, una utopía cuya concreción de algún modo terminó perjudicando
a la humanidad. La distopía es como una utopía perversa, donde las cosas transcurren al revés de como debería ser una sociedad ideal. Suele usarse sobre todo en términos de ficción, ya que la distopía suele llevarse a términos apocalípticos. Fahrenheit fue escrita por Ray Bradbury, escritor estadounidense de ciencia ficción y terror, nacido el 22 de agosto de 1920. Es autor también de Crónicas Marcianas, entre otros títulos. En cuanto a la novela que nos toca repasar, inicialmente fue publicada por capítulos en la revista Galaxy Science Fiction de febrero de 1951. Tuvo luego una primera edición en 1953 y, un año después, volvió a serializarse pero esta vez en la revistaPlayboy.
En la trama de Fahrenheit 451, Guy Montag es un bombero. Pero no uno tradicional, de esos que apagan incendios, sino que pertenece a una brigada que se ocupa de generarlos. Precisamente para quemar libros. Porque en la sociedad en la que vive Montag, leer esta prohibido. Porque hace pensar, y eso no se puede, y porque se supone que leer impide ser felíz, al menos en los términos que establece ese futuro distópico: ser felices calma a las fieras, trabajan y no se quejan. Además, leer hace que los hombres se diferencien, y en esa sociedad deben ser todos iguales a la fuerza. Aunque Montag realiza su labor convencido de los objetivos, cuando conoce a Clarisse McClellan, sus indiscutidos ideales empezarán a resquebrajarse. Nada de spoilers, a leer se ha dicho.
Fahrenheit 451 tuvo muchas interpretaciones políticas. Se lo tomó como una crítica a la censura de libros aplicada en Estados Unidos por el presidente Joseph McCarthy, aunque Bradbury dijo que también se podía aplicar a los efectos de los medios masivos en el hábito de la lectura. La idea que atraviesa el libro es clara y universal: cada uno puede encontrar ejemplos que cuadren y serán válidos, creo yo. En 1966 se realizó una película homónima sobre el libro, dirigida porFrançois Truffaut. Inspiró además el libro de Michael Moore,Fahrenheit 9/11, y una obra de teatro llamada Fahrenheit 56k, sobre la libertad de expresión en internet, o algo así :P No se lo pierdan.

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