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18 feb 2016
Un profesor de Stanford asegura que si eliminas dos frases de tu vocabulario puedes tener más éxito
La forma
de hablar no solo afecta la manera en que los demás te perciben sino que
también tiene el potencial para incidir en tu comportamiento.
Cambiar
una palabra por otra podría ayudarte a lograr tus objetivos.
Así lo
asegura Bernard Roth, profesor de ingeniería de la Universidad Stanford y
director académico del Instituto de Diseño Hasso Plattner de Stanford,
el d.school.
En su
nuevo libro, The Achievement Habit, Roth sugiere algunos cambios
lingüísticos que pueden ayudarte a tener más éxito. He aquí los dos más
sencillos:
1.
Cambia ‘pero’ por ‘y’
Es
probable que en alguna ocasión te sientas tentado a decir: “quiero ir al cine, pero tengo
que trabajar”.
En su
lugar, Roth sugiere que digas: “quiero
ir al cine, y tengo que trabajar”.
Escribió:
“Cuando utilizas la palabra pero creas un conflicto, a veces una
razón, que en realidad no existe”. En otras palabras, es posible ir al cine y
también hacer tu trabajo, solo tienes que encontrar una solución.
En
cambio, cuando utilizas la palabra y, “estás
obligando a tu cerebro a procesar ambas partes de la frase”, explicó Roth.
Quizá veas una película más corta o tal vez delegues parte de tu trabajo.
2.
Cambia ‘tengo que hacer’ por ‘quiero hacer’
Roth
recomienda un ejercicio sencillo: la próxima vez que pienses ‘tengo que’,
cambia tengo por quiero.
“Este
ejercicio es muy efectivo para que las personas tomen consciencia de que lo que
hacen en su vida, incluso las cosas que encuentran desagradables, es porque lo han elegido”, comentó.
Por
ejemplo, uno de los estudiantes de Roth sintió que tenía que
matricularse en los cursos de matemáticas que requería su programa de posgrado,
a pesar de que los odiaba. Después de terminar el ejercicio, se percató que
realmente quería tomar las clases ya que el beneficio de completar
los cursos era mayor que la incomodidad de asistir a las clases que no
disfrutaba.
Ambos
cambios se basan en un componente clave de la estrategia de resolución de
problemas llamada pensamiento de
diseño. Cuando utilizas esta estrategia, desafías a tu forma automática de
pensar y puedes percibir las cosas como realmente son.
Cuando
utilizas un lenguaje diferente
puedes percatarte de que un problema no es tan difícil de resolver como parece
y que tienes más control sobre tu vida de lo que realmente crees.
Business
InsiderPor Shana Lebowitz
Fuente
bibliográfica
LEBOWITZ,
SHANA, [sin fecha]. Un profesor de Stanford asegura que si eliminas dos frases
de tu vocabulario puedes tener más éxito. Yahoo Finanzas [en línea].
[Consulta: 12 febrero 2016]. Disponible en:
https://es-us.finanzas.yahoo.com/noticias/profesor-stanford-asegura-eliminas-frases-203924667.html.
1 jun 2012
Cuestión de lengua
Por:Enrique Pinti
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Hay que agregar la posibilidad de un coach, o sea un entrenador, y completar el estado físico óptimo con un personal trainer, que es la manera sofisticada para decir preparador personal, y no estará de más aclarar que uno quiere ser un winner y no un looser, en lugar de decir ganador o perdedor.
¿Qué pasó con nuestra lengua? Vaya uno a saber o, mejor dicho, uno lo sabe y mira para otro lado. En algunos ambientes, el artístico por ejemplo, se ha vuelto costumbre este tipo de mixtura entre un inglés básico y un castellano remoto. Y no es que el que esto firma sea un exaltado hipernacionalista ni mucho menos; por el contrario, siempre he pensado que cuantos más idiomas se dominan, mayores son las posibilidades de conocimiento y desarrollo cultural. Pero al César lo que es del César y al idioma madre lo que es del idioma madre. El español tiene una infinita gama de expresiones y mucha variedad de vocabulario que, con las diferentes características nacionales o regionales que se usan en los países hispanohablantes alcanza y sobra para definir y expresar todo tipo de pensamientos. Más allá del toque sofisticado que desde siempre se logra intercalando palabras en otra lengua, sería mucho más valioso y positivo que usáramos la enorme riqueza de nuestro idioma.
Allá por los años 40 y 50 el francés era el niño mimado de las clases altas, el italiano y el idish eran bastante oídos por las masivas inmigraciones del famoso crisol de razas que fue la Argentina en el siglo XX. Por la supuesta mayor expresividad en menos palabras que ofrecían las lenguas extranjeras, fue habitual decir elite en lugar de grupo selecto, y de allí derivó el adjetivo elitista; y de esnob, o sea sin nobleza auténtica, salió el verbo inexistente esnobear. Una colonia fresca sonaba más fresca si era fresh, y las clases medias que querían ser altas mezclaban los darling y los chéries sin olvidar los hello y los bye bye.
Luego las épocas sucesivas de plata dulce trajeron los viajes al exterior de sectores de la población que no pasaban de la costa y las sierras autóctonas y, como máximo, alguna escapada a Río de Janeiro, y allí el todopoderoso inglés americano inundó con una mezcla de Miami y Nueva York el imaginario cultural de un medio pelo con muchas ansias de ingresar en primeros mundos. Y todo estaría muy bien sino se olvidara el idioma, un idioma que es la mezcla del alto contenido literario de nuestros grandes escritores y poetas (y cuando digo nuestros incluyo a toda la literatura hispanoamericana) con el lunfardo tan expresivo y tan auténtico y, por qué no, el lenguaje popular repleto de supuestas malas palabras que muchas veces expresan mejor que nada nuestros estados de bronca, decepción y alegría.
Olvidarnos de nuestra lengua es olvidarnos de gran parte de lo que realmente somos, conocer otras lenguas es ampliar nuestra posibilidad de comunicación, mezclar desprolijamente palabras extranjeras en nuestra elocución es un verdadero esnobismo, un intento patético de pertenecer a una elite, un sinsentido que es exactamente un nonsense y que más tarde o más temprano nos convertirá en losers, que es lo mismo que perdedores. Sólo seremos ganadores si no nos autodenominamos winners. No corramos el riego de convertirnos en los constructores de aquella fatídica Torre de Babel.
11 ago 2011
¿Cuántas lenguas hay en el mundo? ¿Cuál es la mejor?
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Por: Sergio Parra
Hay lenguas que, por su sonoridad, puede que no sean de nuestro agrado. Por ejemplo, la aspereza del alemán. Parece una lengua concebida para impartir órdenes. Otras lenguas parecen más musicales y relajantes, como el catalán. También las hay que simplemente dan rabia, como el francés: bueno, me da rabia a mí, y me da la impresión de todos los franceses hablan haciendo morritos, como si fueran a plantarte un ósculo en cualquier momento.
En la literatura sucede algo similar. El idioma es la herramienta del autor. Y como tal, el propio autor está plegado a sus limitaciones. También es el propio autor el que se impone las suyas: no es lo mismo leer a Góngora (paradigma de densidad léxica) que el los mensajes de una choni poligonera dejados en tuenti.
Determinar el número de lenguas que hay en el mundo es como contar el número de estrellas o el número de especies de animales: constituye una cifra en continuo movimiento, pues se extinguen y nacen continuamente. Con todo, se establece una cifra orientativa aceptada en general: 6.800 lenguas. Sólo en Francia, por ejemplo, se hablan 75 (algunas indígenas, otras no). En la diminuta Papúa Nueva Guinea se hablan 820 lenguajes. A nivel global, se cuentan 600 consonantes diferentes y 200 vocales.
Señala Jeffrey Kluger en Simplejidad:
El lenguaje medio individual se compone sólo de aproximadamente cuarenta fonemas diferenciados tomados de esos cientos de sonidos a elegir, pero puesto que antes de nacer no sabemos en qué lengua aprenderemos, no podemos saber qué cuarenta fonemas necesitaremos. Esto significa que nuestro cerebro debe ser lo bastante versátil para dominarlos todos.
A pesar de las apariencias, todas las lenguas y dialectos inventados por el ser humano disponen deuna suerte de gramática universal y, también, de unos niveles de riqueza y complejidad parejos. O al menos las diferencias nada tienen que ver con el desarrollo de la sociedad en sí.
La complejidad de las reglas gramaticales pude variar, sí, pero esta complejidad varía con independencia de los niveles de desarrollo político y tecnológico. Como señala Marvin Harris en impresionante libro Nuestra especie:
Por ejemplo, el kwakiutl, una oscura lengua de los indios de América del Norte, tiene el doble de casos que el latín. Otros elementos para catalogar las lenguas “primitivas”, tales como la presencia de palabras adecuadamente generales o específicas, demostraron ser indicadores igual de poco fiables de los niveles de evolución. Por ejemplo, los agtas de Filipinas disponen de treinta y un verbos distintos que significan “pescar”, cada uno de los cuales se refiere a una forma particular de pesca. Pero carecen de una simple palabra genérica que signifique “pescar”. En las lenguas del tronco tupí habladas por los amerindios de Brasil, existen numerosas palabras que designan especies distintas de loros, pero no existe una palabra genérica para “loro”. Otros lenguajes carecen de palabras para lo específico; cuentan con palabras distintas para los números comprendidos entre el 1 y el 5, y después se sirven sencillamente de una palabra que significa “mucho”.
Pero carecer de determinadas palabras específicas nada tiene que ver con el nivel evolutivo de una lengua, sino que refleja necesidades culturales. El caso de los agtas, que viven esencialmente de la pesca, no precisan de una palabra para la pesca en general sino de las diversas formas específicas de pescar.
Por ejemplo, de los miles de idiomas que se hablan en el planeta, el idioma de la tribu piraha, localizada en la ribera del río Maici, en Brasil, es sin duda el idioma más simple del mundo, según investigadores del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT). Lo hablan menos de 200 personas.
Este idioma taquigráfico carece de palabras para expresar el concepto de un número específico, es decir, no tienen “uno”, ni “dos”. Las cantidades se expresan de manera relativa: “algunas”, “pocas” o “más”, por ejemplo. Sólo tiene 8 consonantes (7 en el caso de las mujeres). Y 3 vocales. Para compensar, el lenguaje piraha posee una morfología verbal muy compleja, así como un sistema prosódico enredado.
Así que contamos miles de lenguas en el mundo, y todas ellas son muy diferentes entre sí (aunque estén sustentadas por esqueletos gramaticalmente equivalentes); no hay lenguas mejores o peores per se, pero sí lenguas que producen diferentes tipos de palabras, emociones, ficciones, realidades. De modo que hay miles de realidades distintas, cualitativamente idénticas, pero capaces de adentrarnos en mundos radicalmente distintos. Mundos de palabras.
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