15 jul 2012

Leer es lo que importa

Por: Juan Pedro Serran


“Tengo un problema muy grave de conciencia”, nos confesó una compañera hace unos días. Al parecer, se veía obligada a suspender a un alumno que no había presentado el trabajo de lectura correspondiente a uno de los tres títulos señalados para el curso. La decisión la angustiaba.

La media de la asignatura le salía aprobada, y le constaba que había leído más de los tres libros que se le pedían, porque los había comentado con él a lo largo del año. Pero había “olvidado” uno de los de obligada lectura, y no podía aprobar, de acuerdo con los criterios de evaluación establecidos por su departamento.




El hecho, además de absurdo, me parece un ejemplo claro de la ausencia absoluta de sentido común que impera en muchas de nuestras aulas. Cómo entender si no que un departamento de lenguas, que debería tener entre sus objetivos el de la animación a la lectura, suspenda a uno de los alumnos que más ha leído del grupo por no leer.
Se podrá objetar que no se trata sólo de leer, sino de proporcionar al alumno unas referencias mínimas que, desde una perspectiva histórica, le permita conocer el panorama literario español o universal.

Creo que es un error, y que de la misma manera que se está maduro, o no, para exhibir determinados comportamientos, mantener relaciones diversas, o asumir compromisos concretos, también se está para leer un libro u otro, que no tiene porqué ser el que ha seleccionado el departamento de un instituto para ese curso .

Mi gusto por la lectura se lo debo, entre otros, a Don Gonzalo, un maestro de pueblo pequeño que no se ajustaba al perfil de los maestros de la época en que lo disfruté. Además de construir colmenas que luego visitábamos con regularidad en el campo, o pequeños molinos de viento, que constituyeron mi primera y desconocida experiencia sobre energías renovables, tenía la costumbre de iniciar sus clases con la lectura de alguno de los pocos libros de que disponía el aula, en voz alta y compartida. Los alumnos elegíamos el libro, después de un breve proceso de debate, y una vez alcanzado un acuerdo mayoritario.



Todos los días, durante media hora, leíamos, comentábamos, viajábamos, soñábamos, inventábamos,  reescribíamos lo leído, y aprendíamos. No se trataba sólo de leer, sino de convertir aquel rato de lectura en el momento más ilusionante y esperado de la jornada, y en el motivo por el que cada día deseábamos que comenzara el siguiente.

Leer ha sido, desde entonces, un auténtico placer para mí. He leído solo, acompañado, y en grupo, pero nunca en soledad. Por cierto, no hace mucho me las he visto con alguno de aquellos libros con los que no pude en su día, uno de esos que estuvieron a punto de arruinarme el bachillerato. Alabo el gusto de la profesora que me lo “recomendó”, pero, con catorce años, todavía no era el momento.



¿Para qué obligar a leer un libro que no se entiende, o no apetece?, ¿Para qué forzar a un alumno a hojear un libro con el único objetivo de rellenar una ficha de lectura que, en el peor de los casos, acabará copiando de algún compañero?, ¿Es necesario demostrar que se conoce la editorial, el año de edición, la colección, o la fecha y lugar de nacimiento del autor, para justificar que se ha leído?, ¿Es tan importante, para disfrutar de un libro, averiguar el género, el subgénero, la estructura externa, la interna, o si el espacio es real, imaginario o evocado?, ¿Nos animará a seguir leyendo el hecho de reflexionar sobre el tiempo interno de la historia, o el orden de la narración, que es lo que nos exige la ficha?

Leer es lo que importa, y no tiene sentido la lectura si no se trata de un acto libre y voluntario, de disfrute, y de rendición absoluta ante la persecución que el libro ejerce sobre quien se resiste a leerlo.




http://iessecundaria.wordpress.com/2009/07/15/leer-es-lo-que-importa/

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