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13 feb 2012

El consenso de las reglas escolares

Por: Rolando Azocar Jr.


Los reglamentos internos han sido sustituidos por manuales de convivencia que agrupan la participación de la comunidad educativa.


Lo que antes se conocía como normativa interna o reglamento escolar, un conjunto de disposiciones que regulan el comportamiento de los infantes dentro de las instituciones educativas, ahora es llamado manual de convivencias: parámetros de comportamiento para la comunidad escolar. 

¿Qué diferencia a los términos? ¿Sólo simple semántica? Para algunos, la respuesta pudiera ser un tajante sí: sólo un cambio de palabras para decir lo mismo. Empero, lo que marca una diferencia característica no se halla en el vocablo utilizado. Se concentra en el proceso recorrido para determinar aquellos márgenes de conducta en el terreno educativo. 

“(Estos) dejan de ser reglamentos escolares para convertirse en acuerdos de convivencias, en la medida en la que se hace una construcción participativa en la que intervienen representantes, profesores y estudiantes por igual. Es decir, la comunidad escolar”.

Estas disposiciones eran el resultado de la imposición. “Eran normas construidas, cuando mucho, por los buenos alumnos, los directores y los maestros, y sólo era del conocimiento del estudiante cuando era expulsado". El acuerdo no. "El acuerdo es una construcción colectiva que debe tener basamentos jurídicos y basamentos pedagógicos”.

Sanciones pedagógicas

La estructura de realización de los manuales de convivencia no está clara. “Se tiene lo que está dispuesto en las leyes, pero estamos en espera de las líneas del Ministerio (de Educación) para la parte de la construcción”.

Según lo recopilado en las legislaciones, estos estatutos, además de ser establecidos en acuerdo con los miembros de la comunidad escolar, deben eliminar las sanciones. 

“Pero no se trata, como muchos han dicho, de que el niño haga lo que le dé la gana. No. Se establecen represalias, pero de tipo pedagógico. No una sanción punitiva en la que se expulsa al muchacho, de manera total o parcial. Y mientras yo estoy expulsado no tengo clase, y es mejor porque hago lo que me da la gana, y cuando llego no tengo derecho a que me repitan las evaluaciones y trabajos para yo nivelarme. Esto empeora la situación del joven”.

También, como rasgo de equidad, se establecen normas y represalias no sólo para los alumnos, sino para los docentes, obreros, administrativos y representantes. En fin, para todos los que integren la comunidad escolar. 

Buenos resultados 
Los resultados de estos convenios han sido satisfactorios. Ha generado, en los estudiantes, un mayor arraigo con los deberes de la institución, debido a que son ellos los que construyen sus normas. 

“Entonces, tú ves casos como el de un niño rayando un pupitre que, quizás, es algo tan común, y otro que lo detiene diciéndole que no está permitido porque es su espacio de estudio, porque está en las normas que ellos mismos formaron”, cuenta Maritza Donado.

Los estudiantes, destaca, cumplen estas normas porque “las sanciones y correctivos las ponen ellos. Te dicen que ocurre tal cosa en el recreo y eso es tal falta. Que aquello debe contemplarse en el manual… y termina siendo un trabajo muy rico porque lo van construyendo ellos. Así, todos sí saben cuáles son las reglas de cada espacio”.

Y, ante esta inclusión, los efectos se perciben en la disminución de la violencia escolar, “porque conocen los parámetros y saben que tú tienes derechos dentro de la escuela. Saben que lo que a veces es una travesura, realmente es una falta que incomoda a sus compañeros (…) Se dan los primeros pasos para que entiendan que en una sociedad todo tiene reglas y éstas son el resultado de una participación”. 

Sin embargo, para Donado, la efectividad de esto depende de las autoridades de la institución: que sepan integrar a los alumnos en el proceso y que en las normas que devengan del consenso agrupen la realidad de la institución. 

Mayor responsabilidad
“Cada colegio tiene una realidad distinta y, precisamente, por eso es que se busca, con el manual, que las reglas sean construidas por todos. De esta forma se puede buscar una solución para problemas internos como la violencia”, 

Esto se debe a que “cuando ellos mismos van construyendo las reglas del juego de su salón y su escuela, ellos mismos van responsabilizándose de sus acciones. Ya no es el profesor que dice las cosas, sino que ellos se dan cuenta de lo que les conviene o no y que las reglas los ayudan”.

Pero, resalta, todo ello debe ser recíproco. “Si al entrar a clases se manda a todos a apagar el teléfono, pero el del profesor suena, no se está haciendo nada. Si se pide tolerancia, pero el primero en perder el juicio es el profesor, no se logra el objetivo”, reflexiona.

Aunque la realidad de las instituciones educativas del Estado tiene matices distintos, en la realización de los manuales de convivencia se unen el esfuerzo para presentar soluciones específicas para cada situación. Dar inclusión a los estudiantes en un proceso de enseñanza que, cada vez más, se centra una concepción constructivista del aprendizaje.



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