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5 oct 2017
Larga vida al libro impreso
Por: Jesús Hernández
Todo cambio supone una pequeña revolución. La llegada de los formatos digitales de las diferentes
manifestaciones culturales (música, cine, literatura, arte…) fue recibida hace
unos años con escepticismo y temor. Del mismo modo, los más agoreros aseguraban que el libro impreso estaba herido de
muerte y que las ediciones digitales terminarían con las impresas en
cuestión de un par de años. Nada más lejos de la realidad. Hoy podemos afirmar
que la revolución digital no hace sino abrir otra ventana, ofrecer otra manera
de consumir literatura, que no excluye al producto impreso.
Si bien es verdad que el libro digital ha
ganado adeptos, esto no significa que el libro impreso los haya perdido.
Más bien ambos conviven en un mundo editorial que tras unos años de decadencia,
vuelve a ver cómo sus perspectivas remontan. De hecho, los últimos datos
publicados por el Observatorio de la Lectura y el Libro, dependiente del
Ministerio de Educación, señalan que tras la fuerte caída de 2013 y el
estancamiento de 2014 y 2015, durante el 2016 la producción de libros impresos
creció un 6,4%. Estos mismos datos reflejan que los libros en papel
representaron el 70,7% del total, mientras que la edición electrónica abarca el
29,3%.
Una
primera lectura de estos datos nos hace comprender que el formato digital no
sólo no ha sustituido al impreso sino que éste continúa manteniendo su
hegemonía. Otro marcador que demuestra la buena salud del sector
editorial español es que, en la actualidad, España es el segundo país europeo
con mayor número de librerías, sólo superado por Alemania. Este estudio
realizado por la Federación de Editores Europeos avala la tesis de los que
pensamos que, pese a la omnipresente digitalización, el valor del libro impreso y sus características diferenciales
continúan siendo apreciadas por los lectores.
La
industria del libro impreso cuenta, además, con nuevas herramientas para su
desarrollo. Por ejemplo, las que ofrecen los nuevos sistemas de impresión bajo demanda, que permite tiradas
mucho más pequeñas basadas en las demandas directas de cada consumidor,
eliminando así los costosos stocks y el gasto que éstos suponen tanto para
editoriales como para librerías y puntos de venta.
Además,
este tipo de impresión más flexible permite que las editoriales más pequeñas o
incluso los editores particulares puedan realizar tiradas de manera más
asequible. Así, con la impresión bajo demanda los editores pueden actualizar y
modificar las obras con un coste muy bajo, lo que permite que las editoriales
sean mucho más ágiles y flexibles de lo que eran anteriormente.
Por otro
lado, estas tiradas cortas bajo demanda facilitan
la recuperación de algunos títulos previamente descatalogados, y encuentran su
aplicación ideal en el sector de la educación, pues ahora se pueden
actualizar fácilmente los contenidos en reediciones “a medida”.
El libro impreso aún tiene mucho que
ofrecer, y un público amplio que no está dispuesto a dejar que la
experiencia táctil de la lectura sea reemplazada por la frialdad de la pantalla.
Porque más allá de las palabras, el libro físico ofrece algo que el digital no
podrá: una experiencia sensorial mucho más completa.
De hecho
hay estudios que aseguran que recordamos
mejor los textos leídos en un formato impreso porque el contexto (los márgenes,
las arrugas de la página, el olor, el hecho de pasar las páginas…) nos ayuda a
formarnos una imagen mental más acertada de aquello que leemos. Los
expertos plantean, además, que la lectura en formatos electrónicos suele ser
más superficial, y por tanto la concentración es menor.
El libro electrónico da respuesta al cambio de
hábitos de algunos lectores, y hoy podemos elegir bien el formato digital o
el impreso según nuestros diferentes momentos de lectura y necesidades
concretas. No dejemos que la llegada de una nueva tecnología nos haga olvidar
todas las ventajas del formato impreso y el largo recorrido que aún tiene por
delante.
Fuente bibliográfica
HERNÁNDEZ, JESÚS, 2017. Larga vida al libro impreso. La lectora futura [en línea]. [Consulta: 5 octubre 2017]. Disponible en: https://lalectorafutura.comlarga-vida-al-libro-impreso/.
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2 ago 2014
¿El final del papel?
Por: Nicolás Adet
El periodismo a nivel mundial podría estar atravesando uno de sus momentos más duros en cuanto a lo que implica adaptarse a los nuevos tiempos.
El gran cambio que implica la trascendencia de Internet en la vida de cada miembro de la sociedad en general no tiene precedente en la historia. Nunca el ser humano podría haber imaginado que un soporte que permitiera navegar por una red de datos pudiera aportar tanto conocimiento e información, superando en amplia mayoría a los medios tradicionales de comunicación. Internet es un medio de comunicación en sí mismo, y es un medio que permite el contacto con la noticia en tiempo real; las redes sociales son el instrumento principal que permite al lector internarse en un hecho de la realidad.
Desde su creación, su evolución y su asentamiento total en la sociedad moderna, Internet ha logrado desplazar en gran parte a los medios gráficos, los cuales a su vez apostaron a un doble formato que implica la publicación en papel y la publicación digital para no quedar atrás del avance. Según una investigación realizada en noviembre del año pasado por la Asociación para los Medios de Comunicación en España, el 32 por ciento de los internautas accede el mismo día al mismo medio tanto en su formato digital como en su formato impreso. El 42 por ciento asegura no haber reducido el consumo en formato de papel, mientras que el uso de una computadora portátil para acceder a la lectura digital llega a un 66,9 comparado con un 16,6 por ciento de lectura en celulares y un 4,5 en tablets.
Latinoamérica corre con la ventaja de no haber asimilado en su totalidad la evolución tecnológica que se concentra en forma más agresiva en países de Europa y en Estados Unidos. Adaptarse para sobrevivir, por lo tanto, en la región no es una obligación por el momento como sí lo es en los lugares mencionados. El reconocido medio Newsweek había tomado una decisión bastante audaz a fines del 2012, cuando dejó de lado su edición de papel para enfocarse únicamente en su edición online. Una revista de más de 80 años de trayectoria puso fin a su presencia física en las manos de sus lectores para apostar fuertemente a la era digital; sin embargo, caídas como las de The Economist en la incursión de su aplicación digital para suscriptores ponen en duda si verdaderamente fue una decisión acertada.
Pese a que la caída en ventas de diarios y revistas en papel es una tendencia a nivel mundial, son pocos los medios que se animan a abandonar un solo formato para concentrarse en el que les podría convenir más según cálculos actuales. El riesgo es grande en una etapa intermedia donde perduran ambos sistemas, pero el reino del mundo digital no implica la extinción del papel, así como no lo implicó la aparición de la radio o la televisión. Pero una extraña percepción pareciera comprender que tampoco encontraron la forma de complementarse en su totalidad hasta el momento. La edición de papel siempre apostará más a una profundización de la noticia, a un análisis más extenso y al disfrute de los conocidos editoriales porque tiene más tiempo de reflexión que la carrera por la inmediatez de la noticia que obliga el mundo digital. Por otro lado, la publicación digital –como ya mencionamos– tiene la ventaja del tiempo real, incluso también se extiende la frontera profesional hacia el periodismo amateur en donde cualquier persona presente en el hecho puede retratar a través de sus celulares la noticia y difundirla con tan sólo un botón al gran espacio de la red.
No implica gasto de impresión ni de camarógrafos, fotógrafos o periodistas al fin y al cabo. El fin del papel podría estar bastante lejos todavía, pero su reducción ya se encuentra presente. El despido de trabajadores de redacciones para reducir gastos, la eliminación del periodismo de investigación por noticias que “enganchen” y la contratación de menor personal para componer un medio son una realidad latente. El tiempo dirá si ambos sistemas pueden convivir o si la era digital será verdugo del peso que mantiene el papel.
13 feb 2014
EL papel el protagonista de nuestra historia
Prof. María Eugenia Huayanca Cajigao
Después de la expresión oral, la escritura es el principal instrumento de comunicación entre los hombres, permitiendo la supervivencia de su pensamiento a través del tiempo y del espacio.
Cuando la humanidad quiso entenderse por medio de las imágenes y la escritura, tuvo que recorrer un difícil camino, hasta llegar al descubrimiento de un soporte de fácil obtención y almacenamiento, barato, duradero e idóneo para poder plasmar sus inquietudes y saberes: el papel.
El invento del papel proporcionó al hombre un soporte fiel donde habitará la memoria escrita en su recorrido a través de la historia, y gracias a su consistencia y durabilidad, los textos de nuestros antepasados siguen siendo, en la actualidad, un testigo fiel de su tiempo.
La divulgación de la información y de los conocimientos, al que ha llegado la humanidad, no hubiera sido posible sin la invención del papel y la imprenta
PAPEL
Material de origen vegetal compuesto esencialmente por fibras de celulosa. El papel se utiliza como soporte de documentos y para distintas expresiones artísticas.
PERGAMINO
Es una piel animal, sin curtir, sin pelo y limpia, macerada en cal y satinada. En Egipto, el pergamino se usaba ya a mediados del segundo milenio antes de J.C.. Debe su nombre a Pergamon, cuidad del Asia Menor, donde los artesanos especializados lograron mejorar considerablemente su calidad e incrementar su fabricación. Su mayor prestigio esta en toda la Edad Media
PAPIRO
Lo obtenían los egipcios de la médula del tallo del papiro que crece espontáneamente en las orillas del río Nilo. Una vez cortada en tiras largas y delgadas, se colocaban una al lado de la otra, y encima otras en sentido perpendicular.
La hoja, así formada, se prensaba y golpeaba con un mazo para obtener un grueso uniforme. Su utilización termina en parte por la invasión árabe que paraliza el tráfico de Oriente y Europa y por la competencia del pergamino, de mayor resistencia y durabilidad, iniciada en el siglo II.
TIPOS DE PASTA DE PAPEL
PASTA MECANICA DE MADERA:
Con la primera elaboración de la madera (primer proceso), se obtiene un producto impuro, porque la celulosa se utiliza mezclada con el resto de los componentes de la madera. Se utiliza para la elaboración de papeles de baja calidad (periódicos por ejemplo, papel prensa), y tiene mas aprovechamiento pero menos calidad. Además tienen escasa consistencia y amarillean al poco tiempo de fabricación.
PASTA MORENA:
Se obtiene simplemente desfibrando la madera después de haberla lavado y hervido (para eliminar materias incrustantes y facilitar el desfibrado). Se consigue una pasta de fibras largas y resistentes. Se emplea para la elaboración de cartones, papel de embalaje, sacos de papel, etc.
PASTA QUIMICA O CELULOSICA:
Es para la elaboración de papeles de buena calidad. Los primeros pasos son iguales a los de la pasta mecánica pero luego: se cocina la madera con una solución llamada bisulfito, a gran temperatura. Luego se lava la masa con agua caliente para sacarle los restos de bisulfito, se blanquea y se desfibra, y finalmente obtenemos una buena pasta de celulosa
PASTA DE RECORTES:
El recorte de papel se mezcla con las pastas para abaratar los costos. Según de donde proceda el recorte se dividen en las siguientes categorías: -de cortes de bobina: en la fábrica al cortar las bobinas, papeles de buena calidad. -de guillotina: aquí se clasifica según la blancura, composición, etc. -recortes domésticos: estos provienen de las oficinas, para elaborar papeles de baja calidad -de la calle o impresos: solo utilizado para fabricar cartón gris.
PASTA DE TRAPOS:
Al estar compuesto por celulosa pura (libre de cortezas, lignina, etc.) solo se realiza antes del proceso, una limpieza. Se emplean trapos de algodón, cáñamo, lino, yute y seda. Con ella se realizan papeles de primera calidad o clases especiales (papel moneda, fotográfico, dibujo).
Fuente:http://hacialaculturadelacultura.blogspot.com.ar/2013/12/conservacion-documental_13.html
27 jul 2013
Las élites prefieren el papel, las masas los medios digitales
Por: Miriam Garcimartin
Los medios de comunicación se encuentran en una fase de
transición del papel a Internet. Pero aún hay públicos que demandan versiones
impresas de las publicaciones, como las autoridades, los anunciantes o los
inversores. Las élites del poder veneran la lectura en papel.
Al igual que los amantes de la música
siguen comprando vinilos en la era de iTunes, los medios de comunicación podrán
seguir publicando sus ediciones en papel mientras haya un público que lo
demande. Aún quedan fetichistas del papel, tanto por su facilidad de transporte
en el caso de los lectores, como por el valor añadido que los actores de las
informaciones consideran que tienen las publicaciones impresas.
Como publica la web
“Erwanngaucher”, para las élites políticas francesas son más importantes
los 281.757 lectores que compran “Le Monde” que los 2’1 millones de usuarios
diarios de su página web.
Michel Francaix, diputado francés, ha
declarado que si tiene que elegir entre que una entrevista suya aparezca en el
periódico o en la web, elige sin duda el papel, aunque en Internet recibiera
millones de visitas. Este comportamiento está muy arraigado en la clase
política. Las razones argumentadas son irracionales, ya que la idea de que lo
que aparece impreso en un papel queda y en Internet es efímero, es falsa. En
realidad, el papel desaparece, pero las huellas digitales permanecen para
siempre.
Entonces, ¿por qué tanto apego a los medios
impresos? Quizás es una cuestión de confianza en un formato que les ha
acompañado desde sus comienzos, durante las campañas electorales y en sus
victorias. Parece que los dirigentes confirman el refrán “más vale malo
conocido que bueno por conocer”. Los medios digitales son demasiado nuevos y
aún no dominan sus reglas, no conocen en profundidad su funcionamiento ni los
intereses que pueda haber detrás de ellos. El poder es conservador y prefiere
manejarse en terrenos que le sean más familiares.
El gusto de los políticos por el papel se
traduce también en millones de euros. Las ayudas públicas siguen destinándose
fundamentalmente a la prensa escrita, en detrimento de los medios digitales.
También los inversores que financian proyectos periodísticos se decantan por
hacerlo con medios impresos. El argumento esgrimido es la supuesta mayor
credibilidad de las informaciones publicadas en papel, razón que para los
inversores tiene mayor peso que las dificultades económicas por las que
atraviesan los medios impresos, la caída de las ventas y la disminución de los
ingresos.
Los anunciantes regionales, por su parte,
también prefieren centrar sus estrategias en el papel, mientras que apenas
gastan en banners. ¿Por qué no invierten en un medio que supera con creces en
audiencia al impreso? Quizás aún no han encontrado la fórmula más adecuada para
promocionar sus productos en este formato.
Mientras que las élites del poder sigan
dotando al papel de un valor inmaterial e intangible, a los medios digitales no
se les dará el lugar que les corresponde en la práctica. Y la realidad es que
cualquier político y anunciante que quiera que su mensaje llegue a un mayor
número de electores o clientes, cualquier inversionista que quiera establecerse
en un nuevo mercado o cualquier periodista que quiera que su trabajo tenga
mayor repercusión, tendrán que mirar en digital.
Pero las élites por definición quieren
diferenciarse de las masas y elegir sus propios medios de comunicación. En su
caso, la apuesta es por el papel frente a los medios digitales, más
democráticos en sus versiones gratuitas y a los que puede acceder cualquier
lector.
18 ago 2012
Papel vs Conservación
El papel es un material que está presente en nuestros libros favoritos, los cuadernos de la escuela y hasta en las cajas que ocupamos para mudarnos, sin embargo, se sabe que su producción puede impactar negativamente el ambiente. En este sentido, los principales problemas que su fabricación ocasiona son la deforestación por gestión incorrecta de bosques y las consecuencias del proceso de tratamiento de la fibra de celulosa, en el que se utilizan químicos contaminantes.
Afortunadamente, hoy existen empresas que utilizan materias primas provenientes de bosques controlados para este fin, que durante su elaboración no emplean sustancias agresivas con el entorno e incluso tratan el agua que usan. De la misma forma, organismos internacionales, como el Forest Stewardship Council (FSC), certifican su cadena de producción y sustentabilidad, desde que se genera hasta que llega a las imprentas.
Fuente: http://www.equilibrio.mx/2012/08/09/papel-vs-conservacion/9426
11 jun 2012
El saber ocupa menos lugar
Por: Hernán Maglione
Fuente: http://www.lacapital.com.ar/ed_senales/2012/6/edicion_177/contenidos/noticia_5001.html
No existe nada como el papel, esa sensación única de tener entre manos un libro impreso, su textura al hojearlo, ese olor a papel nuevo, un invento tan perfecto que casi no tuvo cambios en más de cinco siglos. Todo eso era precisamente lo que opinaba sobre el papel impreso... hasta ayer. De repente entendí no sólo que casi todo el material impreso algún día (no tan lejano) va a desaparecer, sino que yo mismo había cambiado de vereda. Principalmente por dos grandes razones: Wikipedia y el libro electrónico.
Mi primera aproximación a un mundo sin papel (que, por cierto, mucho agradecerían los bosques) fue Wikipedia, la enciclopedia colaborativa en línea. Atrás quedó mi enciclopedia impresa como material de consulta cotidiano; hace ya meses, años quizás, que acumula polvo en la biblioteca. Tiene información obsoleta, es poco práctica para las búsquedas. Wikipedia se actualiza y depura constantemente con el desinteresado aporte de sus usuarios y es igual de confiable e incluso más, si uno se toma el trabajo de navegar por las fuentes en las que se basan sus artículos (el invento de Jimbo Wales también inventó la palabrita "verificabilidad", todos los artículos de la wiki deben contar con fuentes que respalden cada palabra escrita). Y además no tiene la límite físico (ahora sí, el saber no ocupa lugar, o al menos no ocupa más que algunos miles de megabytes): pueden crearse tantos artículos como es posible imaginar y cada uno podrá ser tan extenso como la Enciclopedia Británica completa. Que, por cierto, después de 244 años dejará de imprimirse.
"Sabíamos que esto iba a ocurrir", lamentó Jorge Cauz, presidente de la Enciclopedia Británica. De aquí en más podrá consultarse on line o, para saber cómo era, el respectivo artículo en Wikipedia, que suma casi cuatro mil ediciones y más de seis megabytes de información.
La tentación
Pero si bien Wikipedia cambió mi forma de buscar información, mis hábitos de lectura permanecían inalterables. ¿A quién se le ocurriría reemplazar el placer de leer una novela impresa por "hojear" un libro electrónico? Hasta que por primera vez me topé con un e-reader. Un hombre echado en una reposera leía en un Kindle, el dispositivo fabricado por Amazon. Liviano (pesa unos 300 gramos), compacto (mide 15 centímetros y tiene el espesor de un lápiz), práctico (su batería puede durar más de un mes), cómodo (almacena hasta 3 mil libros), tiene diccionarios integrados, la posibilidad de consultar (por supuesto) Wikipedia, se pueden añadir notas y subrayar, cada libro vuelve a abrirse en la página donde se cerró y, lo mejor, ofrece una experiencia de lectura muy similar a la del papel impreso ya que la tinta electrónica es opaca, la pantalla no brilla. Realmente parece tinta sobre papel. El hombre en la reposera estaba a pocos metros, a pleno sol, y pude ver con claridad lo que leía.
Pero, en el caso del Kindle, hay que comprarle los libros a Amazon. ¿Cuánto cuesta cada novela? La tienda online tiene más de 1.500 clásicos gratis en castellano y otros tantos e-books a menos de cuatro euros. En total tiene una oferta que supera el millón de libros electrónicos. Y también hay dispositivos de otras marcas que aceptan más formatos, por lo que es más fácil conseguir e-books gratuitos.
Hace algún tiempo eran incomprables, un juguete carísimo, pero ya hay un modelo de Kindle que cuesta 79 dólares. Las trabas a las importaciones dificultan conseguirlo en Argentina, aunque Amazon prometió que en un año estarán operando en el país. Pero no estoy dispuesto a esperar tanto. Y quiero el modelo Touch, para pasar las páginas deslizando el dedo, como con la biblia de Gutenberg.
Fuente: http://www.lacapital.com.ar/ed_senales/2012/6/edicion_177/contenidos/noticia_5001.html
23 feb 2012
¿Por qué el papel de hace siglos se conserva mejor?
Una investigación realizada por un equipo de la Universidad de Iowa ha desvelado nueva información acerca de porqué el papel hecho hace cientos de años a menudo soporta mejor el paso del tiempo que el papel de factura más moderna.
El equipo de dicha Universidad, coordinado por Tim Barrett en el UI Center for the Book ha analizado 1.578 documentos históricos hechos entre el siglo XIV y el siglo XIX. Barrett y sus colegas han desarrollado métodos para determinar su composición química sin la necesidad de tomar una muestra, para no utilizar procesos destructivos. Los resultados de este proyecto, que ha durado tres años, confirman que las piezas más antiguas son a menudo los documentos que han permanecido en las mejores condiciones, y es en gran parte, según Barrett, debido a los altos niveles de gelatina y calcio que tienen.
Barrett dice que una posible explicación de la mayor calidad del papel en las muestras más antiguas estudiadas es porque los fabricantes de papel del momento, estuvieron tratando de competir con el pergamino, un material duradero resistente elaborado normalmente a partir de pieles de animales. Al hacerlo, hicieron sus papeles espesos y blancos con calcio y sumergían las hojas al final del proceso en un baño de gelatina templada diluida tibia para endurecerlas.
”Esta es una noticia importante para muchos de nosotros que trabajamos en el campo de la historia de la fabricación para la conservación de obras de arte de papel y libros raros”, dice Barrett.” La investigación da resultados con repercusión en la fabricación de papel moderno destinados a aplicaciones de archivo, y para el cuidado y conservación de trabajos históricos sobre el papel. “
”Los compuestos de calcio se utilizaba asimismo en la fabricación de pergamino, y se utilizó también en la fabricación de papel”, dice Barrett.” Resulta que ayudó a evitar que el papel se convierta en ácido y este factor añade mucha estabilidad a su longevidad “.
Barrett reconoce que algunos pueden preguntarse por qué se realiza una investigación sobre la longevidad del papel hoy, cuando el arte o el texto en papel puede ser escaneado a alta resolución y se puede ver posteriormente en un ordenador. Señala que el análisis final de los mismos documentos a menudo puede arrojar nueva luz sobre un episodio histórico particular o una figura.
Por ejemplo, cuando las letras de un escritor en particular se encuentran en especial en un papel de alta calidad dado el tiempo del escritor y el lugar, esto puede indicar algo significativo acerca de la situación financiera del escritor. Cuando un libro fue impreso en papel de alta calidad para su época y ubicación, se puede sugerir que fué porque algo nuevo que pretendía la editorial, tenía una audiencia prevista y una estrategia de marketing.
”Se puede dar vida a su propio momento en la historia o nos muestran cómo hacer papel más duradero en el futuro. La información que yace dormida en el papel de los libros importantes y obras de arte tiene que ser preservada por los investigadores para que las futuras generaciones los puedan descubrir y utilizar“, dice Barrett.” Así como es importante, que los originales de papel – que pueden ser leídos sin necesidad de hardware y software – seguirán siendo fundamentales para poder hacer copias de seguridad digitales.”
El Instituto de Museos y Bibliotecas de la Universidad de Iowa, y la Fundación Kressproporcionaron los fondos para la investigación: Paper Through Time. Nodestructive Analysis of 14th- through 19th Century Papers
5 nov 2011
Escribir en el aire
Por: Pablo Capanna
A pesar de pertenecer a una generación que compraba y leía libros, nunca me dio por ser bibliófilo ni coleccionista. Esas actividades requieren algo de dinero y una debilidad por los aspectos físicos del libro, que en algunos casos hasta puede derivar en cierto desprecio por su contenido. En mi caso, siempre ocurrió lo contrario. La única vez que pasé por una editorial especializada en textos escolares me enteré de que había sido rotulado como “productor de contenidos”. Nunca me enteré de qué nombre recibían quienes se ocupaban de los “envases”, pero me dieron a entender que su tarea era mucho más importante que cualquier “contenido”, para hacer que el producto fuera más atractivo.
Sin desmerecer todo eso que hace más agradable la lectura, desde la tipografía hasta la encuadernación, siempre consideré que los libros valían ante todo por las ideas o los sentimientos que eran capaces de transmitir, aunque estuvieran impresos en papel de diario.
Con todo, y sin habérmelo propuesto, el hecho de haber vivido mucho y siempre con poca plata para comprar buenas ediciones, me llevó a frecuentar las librerías de viejo. De ese modo, y sin proponérmelo, llegué a tener en mi biblioteca algunos ejemplares que tienen casi un siglo de vida.
El más viejo es un Rousseau en italiano que ha cumplido más de cien años. También tengo un Wells, un Pascal y algunos otros que ya son más que nonagenarios. Todos están muy legibles, y se diría que han resistido heroicamente el paso del tiempo. En cambio, en los últimos tiempos he tenido que deshacerme de libros que tenían apenas treinta años, a medida que sus hojas se iban oscureciendo y resquebrajando.
Estas diferencias dependen de la tecnología que en cada caso se utilizó para fabricar el papel. Desde que los chinos lo inventaron, hasta mediados del siglo XIX el papel se hacía exclusivamente reciclando trapos, pero en un momento se comenzó a producir con pulpa de papel y crecientes dosis de ácido clorhídrico, que lo hacían perecedero a plazo fijo. Aunque las pasteras juren que no contaminan el río, el papel pulp nace contaminado y tiene una breve expectativa de vida. Hasta se diría que en las últimas décadas ésta se ha acortado.
Si alguien se propusiera darnos una respuesta optimista a esta cuestión, podría hablar del fin del papel como soporte de la escritura. Seguramente alabaría la llegada de la era digital, que permitirá almacenar definitivamente la información en soportes duraderos: Digital is forever! Pero, ¿estamos seguros de que podrá almacenarla definitivamente, en un material más duradero que el papel?
DE LA ARCILLA AL SILICIO
Hace unos mil años, el rey Guillermo, dispuesto a consolidar la conquista normanda de Inglaterra, mandó hacer un censo de todas las propiedades sujetas a impuestos. Cuando la completó, la DGI normanda le puso por título El Libro del Juicio Final (Doomsday Book), quizá para amedrentar a los eventuales evasores.
En 1986, al cumplirse novecientos años del Doomsday Book, la BBC se propuso reeditar aquel emprendimiento cuando auspició un proyecto en el cual participaron cerca de un millón de colaboradores. Para la ocasión, emplearon los recursos más avanzados, como fotos digitales, videos y mapas interactivos.
Pasaron veinte años más, y el libro que mandó hacer Guillermo el Conquistador en pergamino aún puede ser consultado por los historiadores, pero quedan muy pocas PC de las que se usaban en 1986. Para ser legible, el censo más reciente tuvo que ser transferido a un nuevo formato, y probablemente habrá que seguir convirtiéndolo cada tanto, porque no existe ningún formato definitivo, y los programas de lectura también evolucionan.
Con el censo que en 1960 el gobierno de los Estados Unidos había mandado grabar en cinta magnética ocurrió algo parecido: para 1975 ya no había sistemas que permitieran leerlo en su forma original.
Quizá por eso, a la hora de diseñar el mensaje a los extraterrestres que llevaría la sonda Voyager II de 1977, Carl Sagan tuvo la brillante idea de incluir el dispositivo de lectura. Una medida muy sabia, porque treinta años más tarde aquí en la Tierra ya era difícil conseguir algo parecido, al ritmo que avanza la tecnología.
Basta pensar en que toda la información que hace 5 mil años un rey sumerio mandó grabar en tabletas de arcilla hoy podría ser leída con una tableta llena de hardware miniaturizado. Pero el riesgo que se corre ahora es que se torne ilegible en pocos años y que la arcilla sobreviva una vez más.
DURABILIDAD
La invención del lenguaje simbólico, que es la clave de toda la cultura, se tradujo necesariamente en el desarrollo de la escritura, que requería de algún soporte físico durable.
El primer soporte fue la piedra. Gracias a ella, el nombre de los reyes sobrevivió a los propios reyes y hasta al recuerdo de las hazañas o las calamidades que protagonizaron. La piedra era el soporte más duradero, pero el menos manipulable. Luego se recurrió al barro cocido, los metales, la cerámica o la seda. Conocemos los mitos egipcios gracias al papiro y los sermones de Buda porque fueron escritos sobre hojas de palma.
El papiro egipcio, hecho con varias capas de tejido vegetal, permitía conservar y transportar información escrita en una superficie extensa; además, al enrollarse, ocupaba poco espacio en los estantes.
Esto era más que suficiente para las necesidades de la casta sacerdotal egipcia. Pero la gran expansión de la ciencia en la época alejandrina aumentó la demanda. Cuando Egipto cerró la exportación de papiro, en la ciudad de Pérgamo se comenzaron a usar pieles de animales (cordero, vaca, asno), que desde entonces se conocieron como pergaminos.
El pergamino se usaba en rollos (volúmenes), pero también en tomos, con hojas cortadas a la manera de un libro de hoy. También tenía otra ventaja: en él se podía escribir de ambos lados y borrar un texto para escribir otro encima, para delicia de los arqueólogos de hoy.
El uso del papel, que los árabes trajeron de China, se extendió durante la Edad Media, y tuvo su auge a partir del siglo XVII. El formato del libro actual (códice) se había impuesto cuando los predicadores cristianos encontraron que era más fácil de transportar y manipular que el rollo. La conjunción del papel, la imprenta y el libro fue el sustrato de toda la Modernidad.
El siglo XX presenció una nueva explosión, cuando lo digital comenzó a reemplazar a lo analógico, desde las fichas perforadas de Jacquard y Hollerith hasta la cinta magnética de IBM. Muchas expectativas fueron depositadas en el microfilm, que entonces se presentaba como el soporte del futuro. Al mismo tiempo, la fotocopia multiplicaba versiones bastante volátiles de los textos: fueron la salvación de los estudiantes, pero no enriquecieron las bibliotecas.
Luego vinieron el disquete y el CD, que ofrecían cada vez una mayor capacidad de almacenamiento de datos, pero resultaron menos durables que el libro.
REDUNDANCIA
La destrucción de la Biblioteca de Alejandría fue una catástrofe para la tradición científica y para toda la cultura occidental, que tuvo que recomponerse trabajosamente a través de copias, varias veces retraducidas y adulteradas. Es costumbre culpar de todo ese desastre al califa Omar, pero hoy sabemos que se trató de un largo proceso en el cual intervinieron muchas manos, tanto por acción como por omisión.
Los centenares de miles de volúmenes que los Tolomeos habían reunido en Alejandría, mediante la compra o la copia de cuanto manuscrito caía bajo su alcance, no perecieron en un solo holocausto por orden de Omar. Hubo una larga serie de saqueos, robos, incendios y abandono que llevó siglos, y se agudizó a medida que descrecía la curiosidad y el mundo antiguo se hundía en un clima de magia supersticiosa. Los testimonios de los sucesivos viajeros dan cuenta del progresivo deterioro, que Omar vino a rematar con una frase tristemente célebre.
¿Por qué la Biblioteca era tan importante, aparte de haber pertenecido al Museo, la primera universidad de la que tengamos noticia? Es probable que fuera porque la mayoría de los textos que atesoraba eran únicos o contaban con unas pocas copias manuscritas, de esas que producían en sus talleres una multitud de escribas.
Alejandría no tenía redundancia, o tenía muy poca. Un manuscrito perdido era un agujero en el tejido del saber, a no ser que en alguna remota provincia quedara una copia aceptable.
La gran revolución que trajo la imprenta consistió en incrementar radicalmente la redundancia, de manera que por cada libro que se destruía, siempre era posible encontrar algún ejemplar en otra parte, y a la larga era posible recuperar el texto perdido.
La multiplicación llegó a su extremo con la aparición de Internet, donde casi todo puede “bajarse” desde los sitios más disímiles. Con cierta ingenuidad, tendemos a imaginar a Internet como una suerte de Mundo de las Ideas platónico, del cual se bajan o se suben “contenidos”, pero confiamos en que los textos durarán para siempre. Todos nos hemos tropezado con noticias del pasado que parecen eternizarse en alguna página web, y eso nos hace pensar que en la red nada se pierde. Sin embargo, las dificultades surgen cuando pretendemos ofrecer referencias que permitan corroborar dónde hemos obtenido la información. Cuando los libros eran de papel se citaba la edición y la página, y aunque nadie se tomara el trabajo de verificarlo, eso bastaba como prueba de veracidad. Hoy algunos se las ingenian para citar, por ejemplo, “www.montoto.edu, consultada el día 14-07-11 a las 20.30”. El dato puede ser cierto y hasta aceptable para un jurado de tesis, pero es imposible verificarlo en otro momento, cuando la página se actualiza periódicamente. El hecho es que la red está siempre mutando: muchos sitios desaparecen, otros se transforman y la información que no emigra, se pierde.
Si no confiamos demasiado en la eternidad de la red, la alternativa es conservar los datos en un soporte externo. Pero cualquier usuario que lleve algo más de diez años tratando con computadoras ha vivido la evolución de la tecnología, que hacía obsoletos los sistemas bastante antes de que el hardware comenzara a fallar.
Si alguien aún conserva información en disquetes de 3,5 o 5 1/4 tendrá grandes dificultades para recuperarla, a menos que recurra a alguna secta de nostálgicos al estilo de los ferromodelistas o los cultores del disco de vinilo.
Estamos tan acostumbrados a ciertos programas de escritura y de cálculo que no reparamos en que se trata de productos comerciales, que en cualquier momento pueden salir del mercado. Así como nadie se acuerda del WordStar, que fue el programa de escritura líder de los años ’80, los formatos habituales como “doc”, “JPEG” o “MP3” pueden desaparecer junto con el programa que permite leerlos.
Paradójicamente, los soportes electrónicos tienen una esperanza de vida sensiblemente inferior al papel de buena calidad. El CD Rom, el DVD o el Blu-ray sufren la degradación de su capa fotosensible, lo cual hace que duren a lo sumo entre cinco y diez años. Aunque el disco holográfico, la nueva promesa, aspira a tener una vida útil de medio siglo.
Nuestros sistemas permiten acopiar enormes cantidades de información tanto irrelevante como valiosa, con un grado de redundancia jamás visto. De hecho, somos capaces de encerrar muchas Alejandrías en un pequeño disco.
La vida de una pirámide es de 5 mil años y una catedral dura unos mil, pero nuestros rascacielos apenas aspiran a durar cien años, con un buen mantenimiento. Tenemos una cultura de lo efímero, donde el largo plazo importa cada vez menos, y toda nuestra confianza reposa en la extrema redundancia de aquello que guardamos. Pero corremos el riesgo de conservar infinitos registros de cámaras de seguridad y perder la única copia de algún libro que pudo cambiar el mundo.
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