No cabe duda de que el nivel de competitividad del mercado es cada día mayor, y eso nos lleva a intentar dar lo mejor de nosotros mismos en todo momento. En ocasiones, este grado de exigencia, unido a las expectativas propias del profesional, genera un sentimiento de angustia, tensión y frustración, difícil de controlar y sobrellevar.
Y es que debemos considerar que un buen trabajo no es sólo aquél en el que pagan bien, sino en el que, además, el profesional se siente motivado e identificado con su actividad diaria.
A menudo, observamos casos de profesionales que pese a disfrutar de empleos razonablemente estables y bien pagados, han perdido todo el entusiasmo y el interés en su trabajo.
Esta situación puede ser producida por muy diversos motivos. Pero, en la mayoría de los casos, se encuentran una o varias de estas causas:
- Excesiva carga de trabajo.
- Falta de reconocimiento.
- Potencial del profesional infrautilizado.
- Salario o incentivos inadecuados.
- Desconocimiento de objetivos.
- Falta de motivación.
- Búsqueda permanente de la perfección.
Independientemente de la causa o causas que provoquen la sensación de agobio o frustración, antes de llegar a esa situación, la persona que se siente agotada en su trabajo reconoce haber pasado por las siguientes cinco etapas:
- "Luna de Miel": el grado de entusiasmo es alto. El profesional disfruta con su trabajo y se siente identificado con la empresa y sus objetivos.
- Desilusión: el trabajador comienza a percibir que sus expectativas no se van a ver cumplidas; siente que algo no va bien pero no termina de adivinar qué es.
- Enfado: esta etapa se caracteriza por el cansancio, la fatiga y la irritabilidad continua.
- Frustración: pérdida absoluta del entusiasmo, bajo rendimiento y desánimo son lo sentimientos propios de esta fase.
- Rendición: el profesional no ve solución posible a su situación; baja los brazos y deja de luchar. Se encuentra dominado por el pesimismo y desea abandonar la empresa.
La respuesta es clara: sí. Cualquier persona, independientemente de su sexo, edad, profesión, nivel económico o grado de formación, puede verse afectado por la frustración, la angustia y el desánimo. No obstante, existen grupos que parecen ser más propensos a sufrir este mal.
La edad es un factor determinante, según estudios realizados en varios países europeos en este sentido: el 22% de los profesionales de entre 22 y 34 años está cansado de su trabajo. Mientras que en el intervalo de los 35 y 46 años, la cifra de frustración alcanza el 65%.
Otros factores como la actividad, la formación, etc.; también pueden influir en mayor o menor medida. Pero, en cualquier caso, parece claro que todos estamos expuestos a que nos afecte.
Identificar y analizar las causas del problema
En ocasiones nos es complicado aparcar por un instante la actividad para analizar la situación en la que vivimos día a día. Sin embargo, es preciso reflexionar sobre diferentes aspectos de nuestro entono: qué problemas tenemos, por qué llevamos este ritmo de vida, cuáles son nuestras perspectivas, etc. Este estudio ayuda a identificar los problemas concretos existentes en nuestro alrededor, y permite reflexionar sobre su trascendencia.
Organizarse
Llevar una vida organizada es esencial para mantener el control. Y por ello debemos establecer órdenes de prioridades coherentes y efectivas que nos permitan identificar problemas futuros.
Delegar
En muchas ocasiones, nos empeñamos en realizar actividades que podrían haber sido delegadas en otras personas. Sin embargo, seguimos siendo nosotros mismos los que los llevamos a cabo. La delegación de funciones es, en muchos casos, de gran utilidad para solventar situaciones comprometidas. Por ello, es conveniente analizar las actividades a desarrollar e identificar aquellas que pueden ser transferidas a otras personas.
Estos consejos, unidos a la actitud y predisposición positiva del profesional, pueden ayudar en la creación de un clima agradable en la que éste sea capaz de ejercer eficazmente sus funciones con plena satisfacción.
Llevar una vida equilibrada
Las empresas necesitan profesionales capaces de solucionar problemas y aportar ideas, y para ello, necesitan personas equilibradas en todos los aspectos. Llevar una vida sana y alegre permite al profesional mantener intactas sus facultades y le ayuda a concentrarse en su tarea. Practicar algún deporte o disponer de tiempo para la familia, repercute siempre positivamente en el rendimiento del directivo.
Comunicarse con los demás
Sin lugar a dudas, una buena vía de escape a los problemas es compartirlos con los demás. Apoyándonos en lo que nos rodean podemos compartir y aliviar las tensiones que día a día sufrimos en el trabajo. Además, el diálogo es el mejor camino para aclarar posturas y solucionar conflictos. La comunicación en el trabajo debe ser tanto horizontal como vertical.
1 comentario :
Me encanto este spot... me siento identificado en muchas de las cosas que se hacen referencia. Suerte
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