28 feb 2013

¿HAY BIBLIOTECAS SIN BIBLIOTECARIOS?








Con anterioridad he escrito que nuestra formación profesional parece estar diseñada para atarnos a una institución: La biblioteca. No obstante, hace unas horas estuve en una reunión en la Asociación Mexicana de Bibliotecarios y fue sorprendente la respuesta negativa que recibí de parte de mis colegas cuando afirmé que no hay bibliotecas sin bibliotecarios, o sea, que la biblioteca la hace el bibliotecario, y que si no hay bibliotecario entonces tenemos una colección de recursos, pero no una biblioteca.

En estos momentos, y luego de que han pasado algunas horas que me han permitido reflexionar sobre lo ocurrido, me doy cuenta de que mi estupor por la vehemencia con que mis colegas se manifestaron contra mis aseveraciones -sin permitirme continuar tratando este asunto- se debe a que se ha cosificado al bibliotecario. La impresión es parecida a la que me causó descubrir la imposibilidad de los bibliotecarios para definir la biblioteca, lo cual ocurrió durante una reunión que tuvimos hace unos años en San Luis Potosí para revisar la situación de la normativa biliotecaria en México.
Por este motivo, me parece muy pertinente problematizar este asunto y pensar un poco sobre la posibilidad de que haya bibliotecas sin bibliotecarios. Para ello, debemos preguntarnos quién es el bibliotecario y qué lo caracteriza como bibliotecario.

Al respecto, la historia nos muestra que mucho antes de que hubiera estudios profesionales para formar bibliotecarios se gestó en algunos pueblos la práctica de acumular soportes con información en sitios determinados, como un rasgo cultural diferenciador de esas sociedades y sobre todo de determinadas personas que ostentaban cierto poder. En este sentido, y como resultado de ese desarrollo cultural, llegaron a conformarse las bibliotecas, que vinieron a ser los repositorios de diversos objetos que se conjuntaban para adquirir una ventaja competitiva, esto es, que conferían determinado estatus y poder a sus poseedores, no por la sapiencia de los mismos, sino por el conocimiento que podían tener y recuperar, directa o indirectamente, para su propio beneficio.

La organización y administración de esos acervos antiguos generalmente se asignó a los estudiosos, quienes establecidos como bibliotecarios debieron ser capaces de atender sus responsabilidades, de responder a las consultas que les hacían sus patrones -los legítimos dueños de esas bibliotecas- y de asesorarlos. Esos bibliotecarios sabían muy bien que la reunión de los documentos podía aportar nuevos conocimientos, y por ello siempre estaban buscando adquirir otros materiales para incrementar sus colecciones, además de que impulsaron la realización de varios productos bibliotecarios para estar en posibilidad de brindar sus servicios y de eficientar el uso del acervo.
Con la proliferación y diversificación de las bibliotecas institucionales -varias de ellas más tarde destinadas a servir para la educación de las masas trabajadoras- los gobiernos nacionales buscaron ampliar de manera controlada la capacidad productiva y la calidad en sus economías. De este modo, se conformó una estratificación de las bibliotecas correspondiente a las jerarquías sociales establecidas:
  • Las bibliotecas públicas para las masas.
  • Las bibliotecas escolares para formar la masa trabajadora (en la escuela pública) y los cuadros sucesores de las élites (en la educación privada).
  • Las bibliotecas universitarias públicas para formar los cuadros profesionales con una marcada ideología de movilidad social, siempre queriendo imitar a las élites para no traicionarlas nunca, así como para sostener y continuar su legado.
  • Las bibliotecas universitarias privadas para continuar formando los cuadros sucesores de las élites.
  • Las bibliotecas especializadas, instaladas en los núcleos del desarrollo económico y por lo mismo dedicadas a servir a las élites de la economía.
  • La biblioteca nacional, destinada en un inicio a imitar el modelo francés en un intento de adquirir alta cultura y prestigio por simulación, pero que con el tiempo se ha convertido en un señalado anacronismo. En casi todos los países, la intelectualidad orgánica -en su ramal humanística- tiene presa esta biblioteca para justificar su razón de ser académica y porque ha descubierto el poder que encierra su acervo al investirlo como patrimonio de la nación.
Algunos ilusos piensan que los bibliotecarios son los que egresan de las escuelas de biblioteconomía. Otros, creen que los bibliotecarios son los que acuden a los congresos de bibliotecarios; o sea, si van a esos congresos es porque lo son, ¿no?

Unos más, saben que los bibliotecarios dedican varias horas de cada día hábil a estar en las bibliotecas, aunque no saben bien qué hacen. Aventuremos entonces que el bibliotecario es ese sujeto que está en la biblioteca y que puede sólo estar vigilando, o haciendo faenas de organización o cuidado del acervo, o brindando servicios a los usuarios.

Procedamos ahora en negativo y sustraigamos al bibliotecario de la biblioteca. ¿Qué queda? Va a continuación un escenario hipotético y no demasiado trágico.

Las autoridades deciden que ya no necesitan que haya un bibliotecario en su biblioteca.
El personal que hace el aseo abre la biblioteca cada día por órdenes de las autoridades, quienes mandan que vigilen la biblioteca. Sin embargo, este personal se niega a hacerlo porque esas son funciones del bibliotecario.
Los usuarios comienzan a llegar y preguntan por el bibliotecario, a lo que les responden que ya no habrá nadie para atenderlos y que la biblioteca será de autoservicio. Cuestionan cómo sacarán los libros en préstamo a domicilio, por lo que les presentan una máquina de autopréstamo. Asimismo, les informan que todos los libros tienen el sistema RFID, por lo que si alguien se llevara un libro sin registrarlo en el autopréstamo las autoridades se darían cuenta y lo sancionarían.

A los dos días, hay tal cantidad de libros acumulados en las mesas y el mostrador, además de una revoltura en los estantes, que las autoridades deciden enviar a algunas secretarias para acomodarlos en los libreros. Sin embargo, ellas se quejan y detienen el trabajo, pues no entienden la clasificación.

Las autoridades deciden hablar con su proveedor de los equipos y proponerle que les ayude a que su biblioteca funcione sin un bibliotecario. El proveedor hace un plan en el que cancela el uso del sistema de clasificación e instala un sistema automatizado desde el catálogo electrónico, donde al elegir el registro de un libro se activa una pistola de búsqueda tipo GPS que conduce al usuario al libro que busca.

Varios usuarios se quejan con las autoridades porque ya no hay nadie que les ayude con las búsquedas en bases de datos, para la elaboración de bibliografias, con la recuperación de los documentos y en el servicio de referencia y orientación. Las autoridades deciden que esos problemas se deben a la falta de un programa de alfabetización informacional efectiva, por lo que emprenden una reforma institucional e incorporan cursos en los diversos temas que deben dominar los sujetos para ser autosuficientes en la biblioteca.

Se compran más computadoras para el recinto y se amplía el acceso a la red. Para ello, se decide liberar espacio a través de un descarte de la colección de referencia y de la hemeroteca, pues según las autoridades únicamente son colecciones caras, voluminosas e inútiles, ya que todo lo que contienen debe estar en la Internet.

Los libros continúan acumulándose en las mesas, el mostrador y el piso, los estantes están semivacíos, pero no importa, pues se les puede encontrar con el sistema que instaló el proveedor. El mobiliario y el equipo muestran huellas de vandalismo, por lo que se decide instalar cámaras de seguridad y se estipulan sanciones para los infractores en el reglamento. Los usuarios aprenden a identificar los puntos ciegos del sistema de seguridad y siguen los actos ilícitos en la biblioteca.

Seis meses después, la biblioteca da muestras de gran deterioro y abandono. Los usuarios ya no van. Aunque se ha cuidado que los libros no se queden en las mesas, y menos aún en el piso, exhiben claras muestras de mutilación y abuso, manchas de alimentos, quemaduras de cigarro y otros daños. Desde tres meses antes, los usuarios se quejaban de que los libros que buscaban ya no se hallaban en la biblioteca, que nunca encontraban nada, que nadie estaba para ayudarlos, y que la biblioteca era un desastre.

Las autoridades descubrieron que había ocurrido un saqueo de un número indeterminado de libros, por lo que mandaron hacer un inventario que corroboró el delito y aportó una alarmante cantidad de pérdidas. Entonces, decidieron deshacerse de la biblioteca y utilizar su espacio para poner una sala de Internet con un responsable al frente. Su perfil debía ser de bibliotecario para asegurar el éxito en las búsquedas que hicieran los usuarios y para darles clases de alfabetización informacional.

Aunque pensemos que este relato es improbable que ocurra en la vida real, seguramente estaremos de acuerdo en que la realidad muchas veces supera la ficción. Empero, la duda permanece y por tal motivo le daremos cabida a este problema: El que los propios bibliotecarios crean que puede haber bibliotecas sin bibliotecarios. Es un problema tan espinoso que seguramente lo volveré a tratar más adelante.

¿Permitiremos que se queme de nuevo la Biblioteca de Alejandría?


Que estamos en crisis, lejos de ver brotes verdes, no lo puede negar nadie. Que la ciencia, innovación y comunicación social de dicha ciencia es, o debería ser, el motor que saque a nuestro país de dicha crisis, aunque otra realidad incuestionable, no parece calar hondo en nuestros Administradores… Vaya por delante el siguiente y elegante texto al respecto escrito por un erudito comunicador (que lógicamente no soy yo, claro…).


“En el aniversario del nacimiento de Carl Sagan quiero recordar a esta persona que abrió las puertas de las universidades y los centros de investigación para que todo el mundo compartiera algo que define al ser humano: la curiosidad, la insaciable sed de conocer.
Lo que más le asustaba fue el fanatismo que anula cualquier entendimiento y razonamiento, un fanatismo como el que destruyó la Biblioteca de Alejandría, ese último reducto de la sabiduría del Mundo Antiguo. La inhibición de los poderes públicos y desconocimiento de la población del verdadero tesoro cultural que albergaba sus muros, permitió que una turba de seguidores del obispo Cirilo asesinaran de forma despiadada a Hipatia, la última representante de la brillante Escuela Alejandrina. Su muerte sumió a Occidente en mil años de oscuridad. Como tantas veces a lo largo de la historia, el silencio de la población fue el mejor aliado de los fanáticos para imponer su voluntad.


Hipatia de Alejandría
Hipatia de Alejandría
Carl Sagan, astrónomo como Hipatia, y científico de la NASA; le preocupaba la poca repercusión que en los medios de comunicación tenían el desarrollo de las sondas para explorar y conocer a nuestros planetas vecinos. Él estaba convencido que toda esta aventura espacial debería ser de gran interés para cualquier persona, solo requería hacérselo llegar de forma adecuada y atractiva.
Para que la tragedia de Hipatia y el fin de la Biblioteca de Alejandría no se repitiera de nuevo, escribió libros y produjo la mítica serie “COSMOS”, todo un referente que aún se mantiene vivo y que marcó a una generación de investigadores y amantes de la Ciencia.
En momentos de penurias económicas es puerilmente fácil reducir el presupuesto para cienciae investigación, por eso resulta especialmente alentador recordar la figura Carl Sagan. El futuro de cualquier país está en su potencial humano de investigación y desarrollo. No nos confundamos, nuestro futuro depende de ello. Hay muchas formas de quemar la Biblioteca de Alejandría, una de ellas es dejar que sus paredes se caigan y los investigadores, que hemos pagado su formación huyan al extranjero y den sus frutos en tierras extrañas, mientras que los que quedamos en el país nos hundimos en la miseria.
Fuente: http://www.madrimasd.org/blogs/biocienciatecnologia/2012/11/27/132596

24 feb 2013

De absentismo o ausentismo*



*En el español de América se usa la forma ausentismo, que viene del adjetivo ausente
en el de España se prefiere absentismo, pero las dos significan 'abstención de la asistencia 
a un trabajo o de la realización de un deber'.


El diálogo es un género literario que se remonta a la Antigüedad Clásica. Ha tenido distintos usos y variantes, desde la filosofía a la didáctica de las lenguas. En algunas épocas se utilizó también como instrumento de crítica social, con ejemplos brillantes como Luciano de Samósata o los hermanos Valdés. En otras ocasiones es tan solo un ejercicio retórico.

Diálogo de TÁCITO y NUMERIO

TÁCITO: Por aquí viene mi amigo Numerio.
NUMERIO: Hola, Tácito. Ven conmigo que quiero invitarte.
TÁCITO: Muy feliz te veo, Numerio. ¿Van mejor las cosas de palacio?
NUMERIO: Pues sí. Precisamente acabamos de publicar los datos de absentismo escolar. Lo hemos reducido en más de diez puntos porcentuales.
TÁCITO: Es un buen motivo para estar contento. ¿Qué habéis hecho: conceder ayudas para la conciliación laboral, promover talleres de formación familiar, aplicar programas de integración, cursos de formación intercultural... ?
NUMERIO: Sí, sí... esas teorías están bien, pero nosotros tenemos nuestros atajos: notificación de servicios sociales y un policía que se presenta en casa del chaval y avisa de que si no lo mandan al cole les pondrán multa y le retirarán ayudas. No falla, ya ves las cifras.
TÁCITO: Pero, ¿no crees que esa solución es un tanto precaria? ¿Crees que mandar al cole a los niños bajo amenaza sirve para educarlos?
NUMERIO: Educarlos no sé, pero ya no son absentistas. Las cifras son las cifras. 
TÁCITO: Al menos los mandarán con material escolar, ¿no? 
NUMERIO: No me consta. Nosotros no podemos vigilar si van con libros o no. Harían falta decenas de asistentes sociales para eso. El policía y la amenaza son más baratos.
TÁCITO: No quiero imaginarme qué ocurrirá en los coles e institutos cuando se llenen las aulas de jóvenes que van a la fuerza y sin ningún estímulo familiar para aprovechar el tiempo.
NUMERIO: Bueno, siempre les queda la opción de expulsarlos si se portan muy mal. Las familias ya saben que el asistente y la policía no les dirán nada si el niño está en casa con un parte de expulsión. 
TÁCITO: Pero eso es terrible.
NUMERIO: No se lo digas a nadie, pero ellos ya se saben el truco: cuanto más gorda montes la bronca, más tiempo te expulsan y menos te molestan los servicios sociales.
TÁCITO: No sé, Numerio, a mí todo esto me parece un poco hipócrita: conseguir que vayan a la escuela para que los expulsen. ¿Para qué preocuparse entonces ahora por el absentismo?
NUMERIO: Mira, Tácito, en los tiempos de bonanza nadie ponía en evidencia las cifras de absentismo ni las del fracaso escolar. Como había faena, que un chaval dejase el instituto para irse a la obra era casi un motivo de orgullo para todos. Pero ahora, con la crisis, a todos les ha dado por echar la culpa al fracaso y al abandono. Hay que bajar las cifras sea como sea. 
TÁCITO: Pero esas medidas no solucionan el abandono ni mejoran el éxito...
NUMERIO: Siempre viviendo en la utopía, Tácito... Las medidas en las que estás pensando cuestan dinero. Con las nuestras hemos conseguido mejoras estadísticas. Si dentro de unos años hay que revisar la estrategia, se revisa y ya está.
TÁCITO: Amigo Numerio, ojalá tengas razón, pero me temo que la realidad no se acomoda a las cifras, sino al contrario. Es más, estás hablando de cifras y detrás de cada uno de esos números hay una vida y un futuro. Quizá estáis alimentando un monstruo que algún día nos devorará. 
NUMERIO: No exageres. En nuestra época hemos visto cosas peores en la escuela, la palmeta, el capón, el tirón de orejas, cuarenta en clase... Además, la gente de bien siempre contará con la opción de buscar un colegio o instituto más tranquilo. A nadie decente se le cerrarán esas puertas.
TÁCITO: Quieres decir que no se le cerrarán puertas a quien pueda pagarse la llave, ¿no?
NUMERIO: Querido Tácito: Dios aprieta, pero no ahoga. Ya hablaremos dentro de unos años.
TÁCITO: Sí, Numerio, hablaremos y recordaremos tus palabras y las mías. Lástima que en estos tiempos las palabras tengan tan poco valor como memoria. 

Cervantes para tu cerebro


Por: Aurora Ferrer

Si eres de esos a los que les gusta mantener su cerebro en forma, estás de enhorabuena. Unos investigadores han hallado la mejor forma para hacerlo: la lectura. Y no cualquier lectura
Un equipo de científicos, psicólogos y académicos de la lengua de la Universidad de Liverpool han monitorizado la actividad cerebral de un grupo de voluntarios mientras se batían el cobre con la vetusta prosa de ShakespeareWilliam Wordsworth, T.S. Eliot y otros clásicos de la literatura.
No vale cualquier novela. El escáner demostró que los textos más desafiantes, por la dificultad para entender en la actualidad palabras antiguas, disparaban la actividad cerebral. Probaron a adaptar las obras a un lenguaje más moderno y no lograron el mismo efecto. 
El estudio demuestra que la poesía cumple la misma función que los libros de autoayuda con mucha más efectividad. Además de cautivarte, los versos incrementan la actividad en el hemisferio derecho de tu cerebro, en el área que se encarga de la memoria autobiográfica. Eso te ayuda a reflexionar y reinterpretar tus propias experiencias a la luz de lo que has leído. 
"La poesía no es solo una cuestión de estilo. Se trata también de profundas interpretaciones de la experiencia que añaden lo emocional y lo biográfico a lo cognitivo" afirma Philip Davis, profesor de filología inglesa y miembro del equipo de investigación. 
Así que ya sabes, a desempolvar las obras completas de Cervantes y dejar de buscar excusas para no leer entero El Quijote. "La pluma es la lengua de alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos", pues eso.

http://www.quo.es/ciencia/noticias/cervantes_para_tu_cerebro

Máquinas sin la magia de antes

POR: PABLO DE SANTIS

Los niños, rodeados por la tecnología, no se preocupan tanto por la noción de inteligencia artificial. Sus héroes son Harry Potter y las criaturas de Narnia.



Sé que existen historias de naciones, de literaturas, de juguetes, de jardines botánicos, de asesinos; pero ignoro si hay una historia de la imaginación. De escribirse, veríamos que cada época se ocupa de imaginar aquello que no tiene, o está lejos, o de lo que no sabe nada. Quien ve jugar a un niño, lo primero que nota es que juega con lo que hay a mano; lo segundo, que juega a ser lo que no es, a tener lo que no tiene. Nunca se ha visto a un niño jugar a ser un niño. Así, la imaginación de una sociedad, en una época determinada, nunca se ha fijado en lo que la rodea, sino en lo que está lejos o se esconde en la oscuridad.

La ciencia ficción se propuso ser la historia del futuro mientras las máquinas capaces de viajar por el espacio o de convertirse en memorias infinitas estaban lejos de la realidad. Fue en el momento en que el hombre llegó a la luna cuando la ciencia ficción, en lugar de extender su reinado y entregar a la precisión técnica lo que había sido sueño, se esfumó. Es cierto que se siguieron escribiendo novelas de ciencia ficción, pero ya no con la mirada puesta en mundos lejanos, sino como diversas formas de apocalipsis y como especulación filosófica sobre la memoria y la identidad. El héroe dejó de ser un astronauta para ser un hombre común, un tal X que no sabía muy bien si era en realidad X, si era Y que creía ser X. 



En los años noventa las computadoras llegaron a los hogares, pero desaparecieron de la literatura popular. Los niños crecidos entre máquinas no se preocuparon por los problemas que plantea la noción de inteligencia artificial ni soñaron con mundos virtuales: sus héroes fueron Harry Potter y las numerosas criaturas de “El Señor de los Anillos” y de las “Crónicas de Narnia”, dos novelas escritas en la década del cincuenta. En estas sagas no hay ningún artefacto tecnológico. Es cierto que algunas de las invenciones de Rowling parecen alegorías cíber, como el mapa inteligente o el periódico cuyas imágenes se mueven. O que alguien podría comparar el ojo de Sauron con Google Earth, pero no es su posibilidad, sino su encantadora imposibilidad lo que reclaman sus lectores.



Algo parecido ha ocurrido siempre con la literatura policial. Aunque se finge a menudo que el género negro expresa la violencia de la sociedad, se desarrolló en países centrales –sobre todo en Inglaterra– cuya tasa de crímenes es insignificante en comparación con otras regiones del globo. En los últimos años las novelas suecas se han empeñado en hacernos creer que sus ciudades, sus casas de campo y sus jardines helados son mucho más peligrosas que alguna zona oscura del conurbano bonaerense. 



En el hecho de imaginar hay un incesante gusto por lo que no se sabe, por lo que no se ha logrado. La literatura expresa experiencias, pero no expresa ninguna con más fuerza que la experiencia de no tener experiencias, el ansia de vivir lo que aún no se ha vivido. Cervantes lo tuvo en claro cuando hizo de su héroe un lector de novelas de caballería. Alonso Quijano no representa a los hidalgos empobrecidos; representa a todos los que leemos el Quijote. Representa a quien quiere ver molinos cuando puede ver gigantes.



La cultura se comporta muy a menudo como el niño que después de pasar horas frente a la computadora se deja llevar por Narnia o por la Tierra Media, donde puede estar seguro de que va a encontrar árboles que caminan o espectros de guerreros o unicornios, pero ninguna computadora. Así, una vez que entraron en nuestras casas, las computadoras fueron desterradas del imaginario. La HAL de “2001 – Una odisea espacial” podía resultar terrorífica para un espectador de principios de los 70. A un espectador actual, acostumbrado a que el sistema se cuelgue y el técnico en computación postergue su visita como Godot, la HAL le resultaría apenas fastidiosa.



Cada época juega a encontrar sus propios jeroglíficos; una vez descifrados, el interés se pierde por completo. Para la ficción, la tecnología ha perdido su capacidad de hechizo. Los nuevos dispositivos pueden estar en la carta a Papá Noel o en la lista de casamiento, junto a la multiprocesadora y el secador de pelo, pero no en la imaginación. Las formas de la ficción popular ya no inventan nuevos aparatos, máquinas de realidad virtual o cosas semejantes. Si prestamos atención a los productos exitosos de la televisión y el cine de los últimos años (“Lost”, “The Walking Dead”, “Los juegos del hambre”, además de todos los relatos épicos, como las “Crónicas de Narnia”, “El Señor de los Anillos” y “Juego de tronos”, por citar sólo algunos) vemos que  se trata siempre de fantasías regresivas: situaciones en las que, debido a las condiciones de la época o a alguna catástrofe imprevista, la tecnología no existe o ha dejado de contar, y el hombre está librado a su suerte. 



Ni siquiera la serie “Homeland”, que ya se puede ver en cable, es la excepción: su heroína tiene todos los dispositivos posibles para observar a un hombre, al que cree enemigo. Pronto descubre que son inútiles, porque no pueden mostrar lo que hay en el interior de la cabeza de su adversario. Finalmente comprueba que tampoco puede saber lo que ella misma tiene en la cabeza. Solos o en grupo, todos estos personajes son Robinson Crusoe. Sobrevivientes de una catástrofe aérea o de una peste de muertos vivos, los aturdidos héroes terminan por mirar los viejos planos de papel. En la ficción contemporánea, el GPS ya no tiene señal.


http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Maquinas-sin-magia-antes_0_800920060.html

Los orígenes de las cadenas de mensajes: si no copias este artículo, morirás


Por: Sergio Parra

Quien no haya recibido un correo similar a éste, que levante la mano: “Copia y pega este mensaje a diez de tus contactos o sufrirás diez años de mala suerte.” Este tipo de spam es ubicuo y, hasta cierto punto, cargante (aunque constituya una excelente herramienta darwiniana para separar la gente escéptica de la magufa).
Sin embargo, a pesar de que las cadenas de mensajes pudieran parecer un efecto secundario del precio de dichos mensajes (casi cero) y el esfuerzo y tiempo que supone reenviarlos (un click, un segundo), las cadenas de mensajes hunden sus raíces en tiempos en los que el correo electrónico no había sido inventado.
Si partimos de la base de que una cadena de mensajes tiene como objetivo la replicación, independientemente de su contenido, entonces hemos de remontarnos, como mínimo, al año 1902. Es la fecha que propone Daniel W. VanArsdale, un experto en la evolución de las cadenas de mensajes, que halló el siguiente mensaje fechado en ese año: “Haz siete copias de esto exactamente como está escrito”.
James Gleick, en su libro La información, abunda en la propagación de las cadenas de mensajes:
Las cadenas de mensajes se expandieron con la ayuda de una nueva tecnología del siglo XIX: el papel carbón, colocado entre dos hojas de papel en blanco. Más tarde el papel carbón estableció una relación simbiótica con otra tecnología, la máquina de escribir. Durante las primeras décadas del siglo XX se produjeron diversos brotes virales de cadenas de mensajes. (…) Cuando se difundió su utilización, otras dos tecnologías posteriores supusieron un aumento de los órdenes de magnitud en la fecundidad de las cadenas de mensajes: la máquina fotocopiadora (1950) y el correo electrónico (1995).
La moda de las cadenas de mensajes alcanzó tal grado de histeria en Estados Unidos entre los años 1935 y 1936, que incluso el Departamento Estatal de Correos, así como diversas agencias de opinión pública, se vio obligado a intervenir para acabar con este movimiento. Estérilmente, por supuesto. Al llegar la fotocopiadora, la cosa se puso mucho peor.

Los expertos en ciencias de la informaciónCharles H. Bennett, de IBM en Nueva York, yMing Li, de Ontario, Canadá, analizaron una serie de cadenas de mensajes de la época de la fotocopiadora. Recopilaron un total de 33, todas ellas variantes o mutaciones de una misma carta: se diferenciaban en las faltas de ortografía, omisiones de ciertas palabras o en la colocación de determinadas frases, tal y como señalaban en su informe:
Como un gen, tienen una longitud media de aproximadamente dos mil caracteres. Como un potente virus, la carta amenaza con matarte y te induce a pasarla a “tus amigos y compañeros” (alguna variación de esta carta probablemente haya llegado a millones de personas). Como un rasgo que puede ser transmitido, promete beneficios para ti y para aquellos a los que la pasas. Como genomas, las cadenas de mensajes experimentan una selección natural, y a veces partes de ellas incluso se pasan entre “especies” coexistentes.
En Estados Unidos es ilegal enviar cartas en cadena que implique un esquema piramidal u otro tipo de aliciente financiero recogidos en el Título 18, Código de los Estados Unidos, Sección 1302, del Postal Lottery Statute. El resto, tienen vía libre. Y probablemente seguirá por mucho tiempo. Las empresas informáticas aducen que, por su capacidad de crecimiento potencialmente exponencial, son también un oneroso problema administrativo debido al consumo excesivo de ancho de banda y espacio de almacenamiento que pueden originar.
Ha habido Cartas Divinas por lo menos desde la Edad Media. Y se podría ver que en el Libro de los Muertos un meme que prometía la resurrección a los que copiaran la tumba. Aunque si nos ponemos laxos, y un poco metafóricos, acaso la primera manifestación de una cadena de mensaje sea la escrita en el Apocalipsis, 22:19: “Y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, quitará Dios su parte del árbol de la vida”. Es evidente, pues, que las cadenas de mensajes han llegado para quedarse.
Y bueno, ya os podéis imaginar lo que viene ahora: cada día que pase sin que retwitteéis este artículo, morirá un gatito. Y si, además, añadís que lo he escrito yo, @SergioParra_ entonces os tocará la lotería


http://www.xatakaciencia.com/tecnologia/los-origenes-de-las-cadenas-de-mensajes

21 feb 2013

Incrustados e integrados en la investigación: los ‘embedded librarians’



1. Introducción
LAS BIBLIOTECAS UNIVERSITARIAS, entendidas en el sentido tradicional de un espacio físico bien delimitado e identificado que acoge y centraliza los diversos servicios que se ofrecen a la comunidad investigadora, han sido víctimas de una enorme pérdida de protagonismo en la última década.
Si hablamos de investigación y dejamos al margen el gran segmento de los alumnos, podemos decir que el investigador se ha independizado del bibliotecario, al menos físicamente. Las causas de todo esto son evidentes y conocidas: el consumo en exclusividad de información electrónica por parte de los investigadores, la facilidad para acceder a ella y el contar con usuarios cada vez más avezados los ha alejado de nuestro lecho.
Una de las primeras consecuencias que ha traído consigo este nuevo escenario es la pérdida de contacto directo con los investigadores, lo que ha provocado un asilamiento cada vez más mayor que, finalmente, ha acabado desembocando en un menor conocimiento de sus necesidades. Comenzamos por tanto esta nueva década en un momento interesante en el que tal vez tengamos que repensar cuáles son nuestras funciones y como debemos orientar los servicios de las bibliotecas destinadas a la investigación.
Recientemente, y en el contexto que hemos descrito en diversas bibliotecas universitarias, he ido impartiendo una serie de charlas sobre las posibles nuevas tareas y roles que podían ir asumiendo los bibliotecarios para la puesta en marcha de nuevos servicios de asesoramiento y apoyo en la investigación. Durante la preparación de los materiales cada vez tenía más claro la necesidad y la razón de ser un profesional de la información, bibliotecario, documentalista o como queramos llamarlo, que trabajara más apegado al investigador; una persona integrada en las propias estructuras de la investigación que fuera juez y parte de los procesos de producción y generación del conocimiento científico en cualquiera de sus fases.
Como no sabía muy bien cómo denominar a esta nueva raza de bibliotecarios consulté la bibliografía anglosajona y, efectivamente, ya habían reflexionado sobre el tema, llamándolos “embedded librarian”, y ese era justo el concepto que tenía en mente y que necesitaba.
La traducción al castellano responde a algo así como bibliotecario integrado (Torres-Salinas, 2009) o bien, como tradujo Nicolás Robinson, a bibliotecario incrustado (Robinson, 2010), cualquiera de las dos traducciones me parece correcta y nos sirve para acercarnos a esta nueva forma de entender la bibliotecaria universitaria.
2. El concepto de embedded librarian
Pero antes de nada veamos de donde procede esta denominación, ya que nos puede aclarar bastante a qué nos referimos cuando hablamos de “embedded”.
Una de las primeras noticias bibliográficas que tenemos sobre el término “embedded librarian” la podemos localizar en Dewey (2005). Este autor nos dice que se utilizó esa terminología para establecer una clara analogía con el trabajo realizado por aquellos periodistas que acompañaron al ejército norteamericano durante la guerra de Iraq. Éstos fueron denominados como “embedding journalists” ya que se basaban en el principio de que asociándose y mezclándose con el ejército iban a conseguir mejores historias. Por tanto se trataba de una inmersión, de una integración en el día a día de un grupo profesional, en este caso los militares, totalmente distinto para intentar comprenderlo con mayor nitidez al poder compartir experiencias comunes y poder observarlos directamente.
Esta forma de entender la labor periodística fomentaba la cooperación y generaba una mayor empatía. En nuestro caso, si donde pone periodista ponemos bibliotecario y donde pone militar ponemos investigador, está clara cuál es la filosofía de un “embedded librarian”.
Según la perspectiva de Shumaker y Talley (2009), el trabajo de este nuevo bibliotecario se desarrolla en entornos físicos alejados de sus despachos, se caracteriza por trabajar para pequeños grupos muy específicos y especializados de usuarios donde las relaciones con sus miembros son fundamentales y además están involucrados en su temas de investigación y dinámicas de trabajo por lo que se comparten todo tipo de responsabilidades y actividades. Se intentaría de este modo superar el modelo de pregunta-respuesta que sigue predominando en la biblioteca universitaria española.
Por tanto uno de los mantras esenciales del embedded es el “just be there” (Covone yLamm, 2010), ya que se trata más de formar parte de la comunidad investigadora que de un servicio que se ofrece a la misma. Este nuevo modelo está en la actualidad en pleno desarrollo y para que nos hagamos una idea de su calado sólo remito a los dos números monográficos dedicados a los “embedded librarians” que se acaban de publicar en las revistas Information outlook (2010) y Public services quarterly (2010). Es, por tanto, un tema emergente y al que tenemos que estar atentos.
Pero si dejamos el terreno de las ideas y nos preguntamos más específicamente qué puede hacer un “bibliotecario incrustado” en el ámbito de la investigación, creo que en nuestros centros la solución pasa por trabajar en el marco de los grupos y proyectos de investigación; allí sí tiene sentido una persona integrada ya que son unidades abarcables. Se me ocurre por ejemplo el siguiente conjunto de labores esenciales que se podría desempeñar y que, por supuesto, están estrechamente relacionadas con el mundo de la información/documentación:
1) Intervención activa en todo el proceso de publicación de artículos y trabajos científicos (gestión de borradores, preparación de preprints/postprints, envío de manuscritos, traducción, etc…).

2) Difusión y diseminación de las publicaciones, resultados y objetos digitales del grupo a través de internet (difusión en la web 2.0, puesta en acceso abierto de los trabajos, gestiónwebsite, etc…).

3) Organización y conservación efectiva de los discos duros de los investigadores y otros materiales del grupo (data sharing y curation, políticas de conservación de los datos, creación de wikis, etc…).

4) Conocimiento y gestión de las múltiples plataformas que manejan los investigadores (de revistas online, de agencias evaluadoras, de sistemas de gestión curricular, de solicitud de proyectos, etc.…).

5) Gestión de la visibilidad y el impacto del grupo (informes bibliométricos, asesoramiento para sexenios o acreditaciones, políticas de publicación).

Además de incrustarnos, de ahorrarles tiempo en tareas que no son puramente investigación y de ser parte efectiva del sistema, el objetivo final al que se debería tender sería, como apuntan Kesselman y Watstein (2009), la creación desde un punto de vista bibliotecario de un nuevo modelo de publicación/comunicación científica basado en la co-creación, con un papel más activo que el que se juega ahora.
3. Reflexión final
Cuando hablamos de “embedded librarian” hablamos por tanto de un bibliotecario al que se le añaden nuevas competencias, que goza de una mayor especialización temática y científica pero que, sobre todo, se mimetiza con sus grupos específicos de trabajo, que sale fuera de sus fronteras desarrollando su labor en diversos despachos satélite y que se hace cargo de tareas que anteriormente sólo llevaba a cabo el investigador. Es un por tanto un profesional híbrido investigador/bibliotecario que no trata de alfabetizar informacionalmente a nadie a base de guías sino que sabe hacer y resolver las cosas directamente.
Probablemente muchos bibliotecarios y profesionales de la información ya lleven a cabo estas labores, como refieren Drewes y Hofman (2010), la “embedded librarianship” es un término nuevo pero un viejo concepto en las bibliotecas universitarias, pero dudo que sea la práctica común ya que el perfil de un bibliotecario universitario actual es el de proveer información pero no el de ayudar activamente a crearla.
Por ello, tal vez ni siquiera esté claro que deba ser la biblioteca universitaria la encargada de desempeñar estas tareas, lo que sí es evidente es que se trata un nicho de trabajo por explotar. No se trata por tanto de dinamitar las labores actuales, tan válidas como hace un siglo, sino de plantear nuevas formas y actitudes a la hora de desempeñar nuestro trabajo.
4. Referencias Bibliográficas
Covone, N.; Lamm, M.I. “Just Be There: Campus, Department, Classroom and Kitchen”. Public Service Quarterly, 2010, v. 6, n. 2, pp. 198-207.
Dewey, B.I. “The Embedded Librarian: Strategic Campus Collaborations”. Resource Sharing & Information Networks, 2005, n. 1/2, pp. 5-17.
Information Outlook. Embedded librarianship issue, 2010, v. 14, n.1. [Número monográfico]
Kesselman, M.Watstein, S.B. “Creating Opportunities: Embedded Librarians”.Journal of library administration, 2009, v. 49, n. 4, pp. 383-400.
Public Services Quarterly. Embedded Librarianship. 2010, v. 6, n. 2/3. [Número monográfico].
Robinson, Nicolás. “El bibliotecario ‘incrustrado’”. Docu ¿qué?: entre olas de información, marzo 2010.
Shumaker, DavidTalley, MaryModels of embedded librarianship final report. Special Libraries Association Research Grant, 2009.
Cómo citar este artículo:
Torres-SalinasDaniel. “Incrustados e integrados en la investigación: los ‘embedded librarians’”. Anuario ThinkEPI, 2011, v. 5, pp. ¿¿-??


Fuente: http://www.thinkepi.net/incrustados-e-integrados-en-la-investigacion-los-embedded-librarians

El libro que no cesa


El poeta, profesor y traductor toledano Hilario Barrero (1948) envía desde la ciudad de los rascacielos un nuevo texto que acompaña a una imagen de Nueva York, ciudad donde reside desde 1978




EL LIBRO QUE NO CESAHay libros que huelen a hierba y a primavera, otros que huelen a cerrado, a oscuridad, a silencio. Hay libros que llegan a ti de la mano de la casualidad, que compras en una tienda de segunda mano y que te traen un tiempo perdido que habías olvidado, un momento, un amor, un cuerpo, una tarde de verano, un almendro en flor. Hay libros que mueren pronto, aunque no mueran, o viven mucho, aunque no vivan. Libros que cuando terminas de leerlos son tuyos para siempre, aunque los pierdas. Abrir un libro, acariciarlo como se acaricia el cuerpo amado, pasar las páginas, mirar los espacios en blanco, oír la respiración del texto: apretada y compacta si es prosa, espaciosa y libre si es poesía. Perder la mirada en los márgenes bordeando el texto en el rectángulo. Un libro te trae el recuerdo de una guerra, de una muerte, de una madre y de un amor. Hay libros que le dejan a uno desnudo ante el mundoEn tres bibliotecas públicas me vistieron para siempre. Una que ya no existe: la que estaba en el Museo de Santa Cruz de Toledo, que tenía una estufa de carbón y grandes ventanales, donde leí la obra completa de Nietzsche que me condenó sin remedio. Las otras dos: las públicas de Brooklyn y Manhattan, donde descubrí y sigo descubriendo la poesía «con distinta agua», la que me mantiene a flote. 

Texto: Hilario Barrero 
Foto: Jesús Nariño

Fuente: http://www.abc.es/local-toledo/20130212/abci-nuesto-poeta-nueva-york-201302121340.html

Leer determinados libros entrena mejor tu cerebro que leer otros


Por: Sergio Parra



La lectura es una tecnología equivalente a los antibióticos o el aire acondicionado. Leer resulta tan antinatural que es capaz de moldear nuestro cerebro. Un cerebro lector es diferente a un cerebro analfabeto. No sólo hay diferencias estructurales en el cerebro, sino que los cerebros lectores entienden de otra manera el lenguaje, procesan de manera diferente las señales visuales; incluso razonan y forman los recuerdos de otra manera, tal y como señala la psicóloga mexicana Feggy Ostrosky-Solís:
Se ha demostrado que aprender a leer conforma poderosamente el sistema neuropsicológico del adulto.
Incluso los cerebros lectores se diferencian entre sí según el idioma en el que lean: los lectores de inglés, por ejemplo, elaboran más las áreas del cerebro asociadas con descifrar las formas visuales que los lectores en lengua italiana. Según se cree, la diferencia radica en el hecho de que las palabras inglesas presentan con más frecuencia una forma que no hace evidente la pronunciación.

Lo que ahora sugiere una nueva investigación es que el cerebro se entrena de un modo diferente si leemos clásicos o leemos contemporáneos (o dicho de otro modo, si leemos textos de palabras complejas, extrañas, rebuscadas o cuya definición ignoramos desafiamos a nuestro cerebro mucho más que si leemos el último de Pablo Coelho.)

Es al menos lo que sugiere un experimento que consistió en monitorizar la actividad cerebral de un grupo de voluntarios mientras leían una serie de libros, que ha sido llevado a cabo por un equipo de científicos, psicólogos y académicos de la lengua de la Universidad de Liverpool. Los clásicos que se leyeron pertenecían a las plumas insignes de Shakespeare, William Wordsworth y T.S. Eliot, entre otros.

Al parecer, el escaneo cerebral no dejó lugar a dudas: los clásicos consiguieron disparar la actividad cerebral porque suponían un reto mayor. Al adaptarse las obras a un lenguaje más moderno y el efecto cognitivo suplementario se diluyó. El estudio también apunta que la poesía incrementa la actividad en el hemisferio derecho del cerebro.

Así que ya sabéis, de vez en cuando, del mismo modo que resolvéis un sudoku o un autodefinido, tal vez sea conveniente que leáis textos que contengan palabras similares a las que ahora mismo voy a listaros(todas ellas pertenecientes, por cierto, a un cuaderno en el que atesoro palabras raras que no me gustaría olvidar):

Perspicuo: dícese de la persona que se explica con claridad. 
Trastesado: endurecido. Dícese especialmente de las ubres de las hembras de los animales cuando tienen abundancia de leche. 
Estevado: que tiene las piernas torcidas en arco. 
Eviterno: que tiene principio pero no fin. 
Sumidad: ápice o extremo más alto de una cosa. 
Prognato: que tiene las mandíbulas salientes. 
Escible: que puede o debe saberse. 
Virago: mujer varonil.
Embaular: comer con ansia, engullir. 
Zalema: reverencia humilde.
Almuerza: porción de algo que cabe en manos juntas en forma cóncava (se echó varias almuerzas de agua en el rostro). 
Atrición: pesar de haber ofendido a Dios, no tanto por el amor que se tiene como por las consecuencias de la ofensa cometida.
Apodíctico: argumento irrefutable. 
Ortología: arte de pronunciar bien. 
Onicófago: que se come las uñas.
Acerico: almohadilla para clavar alfileres. 
Acmé: mayor intensidad de la enfermedad.

Fuente: http://tuitero.com/?c=post&m=ver&id=136585&pais=colombia

11 feb 2013

El 61 por ciento de los usuarios descansan de Facebook y no lo visitan por semanas


Demasiado drama, aburrimiento y montones de información irrelevante son algunas de las razones por las que usuarios de Facebook se toman un respiro de la red social más grande del mundo durante semanas, según arrojó un estudio efectuado en Estados Unidos y conocido ayer.



Cerca del 61 por ciento de los usuarios de Facebook se han tomado un descanso de al menos varias semanas por muchas razones, pero la principal que esgrimieron es que están demasiado ocupados en su vida cotidiana para entrar todos los días, reveló el Pew Research Center, que hizo el trabajo.
El 27 por ciento de los encuestados aseguró que este año dedicaría menos tiempo a la red social. El 20 por ciento dijo que simplemente estaban demasiado exigidos con las cuestiones de sus propias vidas para seguir el constante flujo de actualizaciones de estatus, las declaraciones de los actores de tevé y otras estrellas y las fotos de bebés que tanto abundan.
Las preocupaciones sobre seguridad y privacidad, que tanta cobertura recibieron de la prensa, estuvieron bajas en la lista: sólo un cuatro por ciento dio esas razones —combinadas con preocupaciones sobre anuncios y correo no solicitado— como motivación para "tomarse unas vacaciones" de su Facebook.
Lee Rainie, director de proyecto vida e Internet del Pew Research, dijo que la privacidad es más una enorme cuestión de principio que a la gente no le preocupa en el día a día. Más bien, la gente está contemplando cómo gasta su tiempo y a qué dedica su atención.
"La gente está haciendo interesantes calibraciones y recalibraciones" sobre cómo gasta su tiempo y sobre el valor de estar constantemente conectado en línea con amigos, familia y otros, comentó Rainie.
Aunque la gente ciertamente se toma descansos de Facebook, los usuarios de internet se están conectando más frecuentemente que nunca y valoran la web, según el estudio.
Rainie también citó que hubo gente que se desconectó por estar "cansado de comentarios estúpidos", por amigos "locos" o "desubicados", por aburrimiento o por haber sufrido problemas sentimentales con algún contacto de la red social.
"Estos datos muestran que la gente trata de reajustar en sus vidas las nuevas herramientas sociales, en una suerte de hoja de cálculo entre las ventajas e inconvenientes que supone estar conectados, agregó.
No obstante, el uso de Facebook, sea constante o no, es penetrante en Estados Unidos. En Latinoamérica es muy popular también y en ese universo Argentina, con 20 millones de cuentas, gana un renglón.
De los estadounidenses adultos que utilizan internet, 67 por ciento están en Facebook, según Pew. Eso se compara con el 16 por ciento que está en Twitter.
Los usuarios ciertamente vienen y van, algunos temporalmente y algunos para siempre. Un siete por ciento de los usuarios de internet dijeron que llegaron a utilizar Facebook, pero ya no lo hacen.
Según sus propias cifras, Facebook Inc. tiene 1.060 millones de usuarios en todo el mundo que ingresan al menos una vez al mes. Esto incluye millones de cuentas duplicadas y falsas. Más de 150 millones de usuarios están en Estados Unidos.
El 59 por ciento de los usuarios de Facebook dijeron que el sitio es para ellos casi tan importante como lo era hace un año; un 12 por ciento dijo que es más importante que antes y 28 por ciento afirmó que se ha vuelto menos importante.
Un ocho por ciento respondió que tomaron un respiro de Facebook porque estaban dedicando demasiado tiempo utilizándolo.
Respecto al reporte, Facebook dijo que su crecimiento e involucramiento del usuario permanece fuerte.
El estudio de Pew se realizó en diciembre pasado, entre 1.006 estadounidenses adultos y tiene un margen de error de 3.6 puntos según los autores.










Fuente: http://www.lacapital.com.ar/informacion-gral/El-61-por-ciento-de-los-usuarios-descansan-de-Facebook-y-no-lo-visitan-por-semanas-20130207-0018.html?utm_source=planisys&utm_medium=EnviodiariodelaPortadaLaCapital&utm_campaign=EnvioSuscriptosLaCapital-HNoviembre-Semana12-12a12-13&utm_content=20
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