Cuando se aborda el estudio científico –usualmente, desde la sociología- de las profesiones, la primera dificultad con que se tropieza es con la definición misma de lo que es una profesión.
Según algunos autores: “una profesión esta basada en el estudio, entrenamiento o experiencia especializados, cuyo propósito es ofrecer servicios cualificados o de asesoramiento a otros, o proporcionar servicios técnicos, o de gestión a organizaciones, a cambio de una recompensa o un salario.”
Otros autores proponen una definición y una caracterización más exhaustiva de lo que una profesión es. Así, se ha llegado a proponer el siguiente conjunto de rasgos, que distinguen a cualquier profesión:
* Una profesión implica una habilidad basada en el conocimiento teórico.
* La habilidad requiere entrenamiento extensivo e intensivo, así como educación.
* El profesional debe demostrar competencia al aplicársele una prueba.
* La profesión es organizada y es representada por asociaciones de carácter distintivo.
* La integridad de la profesión es mantenida por la adherencia a un código de conducta o de ética.
* El servicio profesional es altruista.
* El profesional asume responsabilidad por los asuntos de los demás.
* El servicio profesional es indispensable para el bien público.
* Los profesionales tienen una licencia para ejercer su actividad, de modo que su trabajo es sancionado por la comunidad.
* Los profesionales son personas independientes que sirven a clientes particulares.
* Tienen una relación fiduciaria con sus clientes.
* Hacen su mejor esfuerzo para servir a sus clientes de manera imparcial, sin tener en cuenta una relación especial
* Son recompensados con el pago de honorarios o con una remuneración fija.
Es una aspiración que cualificación del quehacer del bibliotecario corresponda a la de una profesión. Sin embargo, el reconocimiento social, el status y el prestigio conferido a la misma, está lejos de ser el que merece. Socialmente, el trabajo bibliotecario parece subvalorado y ubica a quienes lo ejercen en el nivel de practicantes de un oficio o de una semi-profesión cuando no se les asocia, equivocadamente, como almacenistas o custodios de recursos documentales.
Parece existir una brecha –y se trata de una brecha preocupante- entre lo que la sociedad espera de los bibliotecarios en ejercicio, y lo que recibe efectivamente de este gremio en términos de servicios. Al mismo tiempo, los bibliotecarios se debaten cotidianamente con un estereotipo negativo (que se alimenta con la atribución de rasgos de carácter como: introversión, mutismo, conservadurismo, etc.), estereotipo que habrá de modificarse si la profesión pretende ocupar posiciones influyentes y de liderazgo, de cara a la sociedad de la información y el conocimiento.
No hay comentarios :
Publicar un comentario