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18 jul 2014
Top 15 libros que cambiaron la ciencia para siempre
Nature and Nature’s Laws lay hid in the Night:
God said, “Let Newton be!”, and all was light.
Alexander Pope
“Si he visto más lejos, es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”, escribió famosamente Isaac Newton en una carta a Robert Hooke. Esta frase resume de manera elegante la historia de la ciencia: una continuidad en la que, si bien existen picos rutilantes, ninguno quizás podría haberse alzado sin el trabajo previo de otras grandes mentes y el acervo colectivo que apila bloques de conocimiento. Borges solía citar a Valéry diciendo que la literatura tenía un sólo autor: el Espíritu; algo similar, aunque quizás en términos más prosaicos para estar ad hoc al método, podríamos decir de la ciencia.
Los grandes descubrimientos que han catapultado a la ciencia no siempre han surgido o han sido formulados en un libro (en los últimos años suelen venir en la forma del paper científico), pero existe una tradición bibliófila de la ciencia que vale la pena rescatar con sus grandes hitos. Esto es lo que ha hecho la revista Wired con esta lista, que si bien es discutible, parece hacer una buena labor sintetizando la titánica labor de la ciencia en los últimos 500 años. Siguiendo la edición deWired proponemos un addendum con 15 libros, especulando un poco sobre los libros más recientes que ya han cambiado la forma en la que pensamos y que en un futuro podrían convertirse en clásicos.
Sobre la revolución de las esferas celestes, Nicolás Copérnico
La obra del astrónomo polaco Nicolás Copérnico literalmente revolucionó el pensamiento humano, cambiando el paradigma del conocimiento hacia el heliocentrismo. Esta fue la piedra angular del humanismo y el pensamiento crítico, al clarificar que el mundo no gira alrededor de nosotros y, simbólicamente, liberando a la inteligencia humana para explorar el cosmos.
Una mención especial para la Armonía del mundo, de Johannes Kepler.
Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo, Galileo Galilei
Copérnico había publicado su obra poco antes de morir, y tardó cerca de un siglo en realmente ser valorada y causar efecto. Esto se debió a la obra de Galileo que retomó en 1632 la teoría heliocéntrica en un diálogo llevado a cabo por un académico llamado Salviati, un filósofo llamado Simplicio (que defienden las posturas opuestas) y un hombre neutral, Sagredo. A la Iglesia no le gustó mucho esta visión vanguardista del sol como eje central y forzó a Galileo a vivir en arresto domiciliario y a arrepentirse de su obra.
Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, Sir Isaac Newton
La obra clásica de la física en la que se describe la gravitación universal y la mayor parte de las matemáticas clásicas, incluyendo el cálculo integral, por el cual Newton comparte crédito con Leibniz. Conocida como Principia, fue publicada en tres tomos en 1687 y aún hoy constituye la base para entender el mundo macroscópico en el que vivimos, si bien no tanto el mundo cuántico.
Sobre el origen de las especies, Charles Darwin
En 1859, Darwin publicó el libro capital que fundara como tal la biología evolucionista. Una idea simple, elegante y económica que ciertamente tenía antecedentes pero que nunca había sido formulada cabalmente: la evolución a través de la selección natural, la sobrevivencia de los más aptos en la lucha por recursos limitados, en la que aquellos que sobreviven logran heredar sus genes por generaciones, y así llegamos a un ancestro común. Una teoría que ha sido comprobada reiteradamente pero que aún así genera polémica.
Lo poderoso de la obra de Darwin fueron sus extensos ejemplos fruto de sus viajes a diferentes lugares, famosamente a bordo del Beagle, en los que trazó el arco evolutivo de distintos animales.
Micrographia, Robert Hooke
El íntimo rival y colega de Newton, Robert Hooke, escribió en 1665 el libro clásico de observaciones bajo el microscopio y el primer libro de la prestigiosa Royal Society (además de ser también el primer libro en usar el término “célula” en la biología). Micrographia fue publicado con grabados de cobre entre los que sobresalía la imagen aquí mostrada de una pulga magnificada. Lo novedoso de este libro fue aplicar las imágenes a un contexto científico en el que se podía extraer una gran cantidad de información a través de ellas. Hooke nos regala una veta poética que prefigura el concepto de fractalidad:
“Los ojos de una mosca bajo cierta luz revelan una red, cavada a lo largo de abundantes agujeros pequeños… En el Sol parecen una superficie cubierta de uñas doradas; bajo otra posición, como una superficie cubierta con pirámides: y otra con conos”.
Anatomía de Gray, Henry Gray
Más allá del show de TV, este libro escrito en 1858 es uno de los fundamentos de la medicina moderna. Por primera vez alguien compiló una especie de atlas del cuerpo humano con un enorme detalle. El texto de Gray, con ilustraciones de Henry Vandyke Carter, lleva más de 40 ediciones y sigue siendo usado por estudiantes de anatomía.
Tratado elemental de química, Antoine Lavoiser
El llamado padre de la química moderna publicó su obra clásica en 1789, una síntesis de su trabajo. La obra definió por primera vez lo que era un elemento químico y mostró el principio de conservación de masa aplicado a la química. Explicó la combustión y la respiración animal a través del oxígeno y refutó la noción de flogisto. Su obra trascendería; su suerte personal lo llevó a ser ejecutado en la revolución francesa.
Principios de la química, Dmitri Mendeléyev
El químico ruso Dmitri Mendeléyev desarrolló la tabla periódica de los elementos trabajando en su texto de dos volúmenes publicado entre 1868 y 1870, Principios de la química. Mendeléyev agrupó los 63 elementos conocidos de manera horizontal según su peso atómico y de manera vertical por familias para crear la tabla periódica, con la cual predijo propiedades de elementos que no habían sido descubiertos. La historia cuenta que la idea de la tabla le vino después de varios días sin dormir, durante un sueño.
Tratado de electricidad y magnetismo, James Clerk Maxwell
El físico británico James Clerk Maxwell demostró en su libro de 1873, Tratado de electricidad y magnetismo, que estas dos fuerzas eran en realidad una sola gobernada por interacciones de cargas positivas y negativas. Nociones tan aceptadas hoy e incorporadas a nuestro lenguaje como el hecho de que las cargas eléctricas opuestas se atraen y las similares se repelen con una fuerza inversamente proporcional al cuadrado de su distancia (una ecuación que, en popularidad, sólo se queda atrás de la constante de la velocidad de la luz de Einstein).
La interpretación de los sueños, Sigmund Freud
El libro con el que Freud saltó a la fama es sin duda La interpretación de los sueños, publicado a finales del siglo XIX, abriendo las puertas de una nueva región del conocimiento: el inconsciente. En este texto de 1899, Freud utiliza sus propias experiencias y las de sus pacientes para formular una teoría de los sueños y sentar las bases del psicoanálisis. La fama no llegó al principio, ni la aprobación de sus colegas, y siguieron muchos ataques –especialmente, a su simbolismo sexual; sin embargo, el libro perduró y es sin duda el título que marcó la obra de Freud. Él mismo escribió que “una epifanía como esa ocurre una vez en la vida”.
Cibernética, o el control y la comunicación en el animal y en la máquina, Norbert Wiener
Publicado en 1948 por el matemático Norbert Wiener, este libro es responsable de popularizar el término “cibernética” y de sentar las bases para la fundación teórica de los servomecanismos, la navegación automática, la computación análoga y, junto con el trabajo de Claude Shannon, la teoría de la comunicación moderna.
El gen egoísta, Richard Dawkins
En 1976, el biólogo ateo Richard Dawkins propuso que nuestros genes no existen para perpetuar a nuestra especie, sino que nos usan como máquinas utilitarias para perpetuarse a sí mismos. Lo más notable de este libro es la introducción del conceptos de los memes o genes culturales en los que se transmite información epigenética, cuyo significado trasciende sin duda la adopción que ha tenido el término en internet –estilo: “los memes del Mundial”– y alcanza la teoría informática moderna como una forma elegante de explicar cómo se disemina la información.
La Totalidad y el Orden implicado, David Bohm
Fruto de la convergencia entre la física y la espiritualidad –asomando a una nueva comprensión de la realidad–, en este libro de 1980 David Bohm, alumno de Einstein y amigo de Krishnamurti nos introduce a su visión de las variables ocultas para conciliar la mecánica cuántica con la relatividad desde una perspectiva holográfica, llevando conceptos que pueden encontrarse en la filosofía de Schopenhauer y en el hinduismo a una formulación matemática. Si bien es cierto que la inclusión de este libro es cuestionable en tanto que no ha sido abrazado por la ciencia mainstream, es una apuesta al futuro: una visión de la unidad o “totalidad implicada” que resuena elegantemente con la intuición más profunda.
La geometría fractal de la naturaleza, Benoît Mandelbrot
Publicado en 1982. En este libro, Mandelbrot acaba de formular su descubrimiento de los fractales dentro de la naturaleza (la autosemejanza como un principio rector). Mandelbrot utiliza poderosas ilustraciones desarrolladas en IBM, empresa con la que trabajo muchos años, mostrando de manera cristalina el asombroso infinito fractal que constituye la materia. Un libro que además abre una ventana filosófica en la ciencia, ligando conceptos antiguos que pueden encontrarse en pensadores como Leibniz y que ha popularizado la noción de que existe un orden matemático no solamente abstracto y platónico, sino que también se manifiesta en el mundo material.
Una nueva ciencia de la vida, Rupert Sheldrake
De nuevo, una controversial inclusión basada en la predicción de libros que tienen un potencial de verdaderamente revolucionar el pensamiento humano. Sheldrake, némesis de Dawkins, delineó su teoría de la resonancia mórfica en este libro de 1981, sugiriendo que la evolución y las leyes de la naturaleza son solamente hábitos que están en constante mutación desde el inicio del universo. Lo radical de su teoría tiene que ver con la posibilidad de que los fenómenos ocurren simplemente a través de patrones de resonancia, siendo aquellos que han ocurrido antes los que más probabilidad tienen de ocurrir de nuevo (algo similar a la herencia en la obra de Lamarck) y añadiendo la existencia de un campo morfogenético de información, similar a lo que Teilhard de Chardin concibió como la noósfera pero de orden biológico y el cual comparten todas las formas de vida que se autoorganizan. La revista Nature pidió que este libro fuera quemado como una moderna herejía.
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