La Biblioteca de Libros Prohibidos invita a la lectura y a la reflexión sobre otra de las páginas siniestras de nuestra historia: la censura.
Tiempo atrás, dábamos cuenta de la lista de temas prohibidos por la Dictadura Militar y de los artistas que habían sido perseguidos por sus ideas, incluso en democracia, en tiempos de la presidencia de María Estela Martínez de Perón. En aquella ocasión nos movía una pregunta que reverdece ahora, que revisamos el catálogo de la Biblioteca de Libros Prohibidos del Archivo Provincial de la Memoria.
La pregunta, retomando, era si ante la magnitud del horror y la destrucción de vidas humanas lo de la persecución a la cultura no quedaba en un segundo plano. Si no resultaba menor el tema, al compararlo con las atrocidades que se cometieron. Hacia el final de la visita a la Biblioteca y luego, al seguir pensando, se llega a pensar que así como se le negaba la condición humana a las víctimas también se buscó borrar todo otro vestigio de su paso por el mundo, eliminando también la cultura, la identidad.
Con todas estas inquietudes y ganas de conocer más detalles, nos acercamos a la Biblioteca de Libros Prohibidos, que ofrece muchas actividades. Está abierta de martes a viernes de 10 a 18 y también tiene presencia en la web, en Apm.gov.ar, donde se puede consultar el catálogo de los libros censurados, más otros documentos como las resoluciones, con los argumentos de los censores.
Occidental y Cristiano. Recorriendo la lista, hay muy poco margen para la sorpresa, pero a veces algunas prohibiciones no dejan de ser curiosas, sobre todo si lo miramos con la mirada de una persona de este Siglo. En su construcción del enemigo (esa era la palabra elegida), los censores apuntaban a autores del campo marxista/socialista y también perseguían a aquellos que podrían mostrar modelos de pareja o familia distintos a los propuestos por la Iglesia Católica.
Así, autores occidentales como Graham Greene caían en la censura por tener títulos como 1001 sueños eróticos. Más patente se hace esta moralina cuando uno descubre que un libro como Marilyn Monroe que estás en el cielo de Alfonso Alcalde también fue vedado. Revisando con detenimiento la lista, se podría sospechar que varias prohibiciones eran un disparate, pero no.
Fantasía. “Fantasía ilimitada” es una frase escrita en la pared de la biblioteca y Soledad Boero, del área de Pedagogía de la Memoria nos explica que la expresión fue tomada de la resolución que prohibía La torre de cubos de Laura Devetach, en 1979, libro para chicos que ellos consideraban no apto para su lectura por su “crítica a la organización del trabajo, la propiedad privada y el principio de autoridad”, entre otras cuestiones.
“Es interesante trabajar con los decretos de prohibición porque uno puede ver qué sentidos son los que molestan, los que van implícitos en eso que se prohíbe, qué tipos de normas se quieren imponer para naturalizar y dejar por fuera todo aquello diferente. En ese sentido, el tema de la imaginación, de la creatividad, de poder pensar otras cosas por fuera de lo establecido era un factor peligroso, a los ojos del censor”, nos dice Boero.
Fuego. La imagen de los libros apilados esperando ser incinerados que ilustra el catálogo de la Biblioteca desata todas las preguntas que nos llevaron a hacer este recorrido. Arde la vista con el fuego de la censura y el fuego amargo de aquellos que quemaron sus libros porque tenerlos podía ser un pasaporte a la muerte.
Pero también estuvieron aquellos que se animaron a esconderlos y tras la vuelta de la Democracia los sacaron de nuevo a la luz. Algunos de estos ejemplares fueron donados a esta Biblioteca que nació en 2007 y las historias de esos libros forman parte también del archivo de textos y audiovisual que se puede consultar allí.
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