10 ago 2017
Los libros que olvidarás
Por: David
Jiménez Torres
La cultura genera ansiedad. O díganme si no se les ha venido a
la cabeza alguna vez una de estas frases:
1) No he leído lo suficiente.
2) Los demás parecen haber leído más que
yo.
3) Compro libros y luego no los leo.
4) No voy lo suficiente al cine / teatro
/ museos / exposiciones / conciertos.
5) Este libro / película / cuadro es
importante, y no lo estoy entendiendo.
6) Leo, pero luego me olvido de lo que he
leído.
A pesar
de la carga de agobio y vergüenza que arrastran, estas ansiedades son una buena
señal. Su mera existencia demuestra una mentalidad que valora positivamente la
cultura, y que nos anima a soltar el móvil y ponernos las pilas con ese libro
que lleva semanas acumulando polvo en la mesilla. Pero también demuestran algunos errores de perspectiva
sobre los que vale la pena reflexionar, sobre todo ahora que empezamos
a preparar esos carnavales bajtinianos que son las listas de lecturas
veraniegas.
Tomemos
como ejemplo la ansiedad por
olvidar los libros que hemos leído. Por un lado, es una tensión sumamente
natural: nunca agrada constatar que la inmensa mayoría de lo que hacemos y
pensamos se esfuma en el voraz éter del tiempo. Pero, por otro lado, es
sospechoso que esta sensación se manifieste fundamentalmente con libros cuyo
conocimiento indica un cierto estatus intelectual, ya porque formen parte del
canon (Don Quijote, Crimen y castigo) o porque estén de moda (Chaves
Nogales, Carrère).
La
ansiedad por los libros olvidados suele evidenciar, así, una idea de la lectura como acumulación enciclopédica. Leer
un libro sería como cargar un programa en Matrix: cierras
el Ulises y murmuras "ya me sé las vanguardias". O sería
una inversión en capital social que no ha rendido como debía: encima que uno
dedica cuatro meses de su vida a La montaña mágica, lo mínimo sería
quedarse con una cita ingeniosa que poder soltar en una cena.
Ante
esta mentalidad habría que recordar dos cuestiones. La primera es que parte de
una idea equivocada de los efectos de la lectura. Que uno no recuerde ni una
sola frase pronunciada por el protagonista de un libro, ni si ese protagonista
se llamaba Pedro o se llamaba Pablo, ni si el libro en cuestión era de Flaubert
o de Balzac, no significa que no
haya alterado de alguna forma nuestra manera de ver el mundo; que es de lo que
va la cosa.Habría que tenerle un poco más de fe al aprendizaje
subconsciente. Nadie recuerda el momento de la infancia en el que aprendió a
tenerse en pie, ni dónde fue, ni qué llevaba puesto, y sin embargo es una
enseñanza que ponemos en práctica todos los días.
La
segunda cuestión es que la lectura,
por encima de todo, es un ejercicio de disfrute del momento. El valor
primordial de un libro es hacernos vivir, mientras lo leemos, unos instantes
más intensos y especiales de los que nos aportaría ver fotos en Instagram o
responder “jajajajajajaja” en el Whatsapp. Sí, la lectura es vehículo de
conocimiento y por tanto tiene un efecto a largo plazo; pero su mayor activo es
el efecto inmediato. Si dices de un libro "no recuerdo nada excepto que me
gustó" no estás constatando un fracaso. Estás glosando una pequeña
victoria.
Fuente bibliográfica
JIMÉNEZ TORRES, DAVID, 2017. Los libros que olvidarás. El Español [en línea]. [Consulta: 11 agosto 2017]. Disponible en: http://www.elespanol.com/opinion/columnas/20170714/231356869_13.html.
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