Según Blunda, existen factores que incrementan las posibilidades de aparición de este síndrome:
•Cuando antes de las vacaciones el trabajo era un cúmulo de vivencias displacenteras y, al volver a el, se desmorona la fantasía que esos conflictos iban a estar mágicamente resueltos.
•Cuando no tenemos el claro propósito de desconectarnos durante las vacaciones de los temas cotidianos.
•Cuando en las vacaciones, lejos de relajarnos y producir el reparador descanso, vivimos días de poco descanso y mucha tensión.
Al encontrarnos con estos síntomas, Blunda sugiere:
•Encuentre aspectos positivos en el regreso: piense en qué le gustaría que le suceda en el nuevo período; reconozca los aspectos positivos del trabajo, descubra motivaciones en lo profesional y en lo personal que seguramente están presentes en el mundo del empleo.
•La vida fuera de las vacaciones, también tiene fines de semana, feriados y jornadas que pueden ser momentos de alegría y de compartida con seres queridos y de actividades lúdicas.
•Busque cambios graduales: no deje que entre las vacaciones y el primer día de trabajo sólo hayan transcurrido un par de horas. Vuelva un par de días antes.
“El síndrome no es una consecuencia necesaria al volver al trabajo, de ser así todos lo padeceríamos. Es el resultado de quienes no están dispuestos a aceptar algo lógico y natural, ni tampoco a reconocer que el trabajo es también fuente de desarrollo personal y el espacio para conseguir lo que uno quiere para su vida”, concluyó.
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