También disminuyó el préstamo de libros a domicilio. La caída empezó en 2001.Los preferidos son los best sellers, libros de historia y material de estudio.
¡Shhh! ¡Dejen leer! Esta frase, que hasta hace unas décadas era común en las bibliotecas argentinas, desde hace un tiempo se escucha menos.
"Todas las bibliotecas hablan de una disminución de público. No ahora sino desde la crisis de 2001. Esto ha tenido que ver con las situaciones críticas que han pasado las propias bibliotecas y el país", admite María del Carmen Bianchi, presidenta de la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (Conabip).
Las cifras de Bianchi son rotundas: entre 2001 y 2006 los préstamos en sala disminuyeron 36% y a domicilio 16%.
Esa falta de público también se revela en las encuestas: según un estudio realizado por la Fundación El Libro y la Universidad de San Andrés, sólo 7% de los lectores argentinos obtiene libros de una biblioteca.
La mayoría -40%- lo compra y el resto -28%- lo pide prestado o lo recibe de regalo.
El gobierno porteño hace otra interpretación de la crisis: según ellos, más que falta de socios, el problema de las bibliotecas es que cada vez menos gente concurre a las salas.
En la Ciudad de Buenos Aires se estima que existen más de 150 bibliotecas públicas. Algunas pertenecen al Gobierno porteño -26- y otras al Estado nacional, subvencionadas o ligadas a asociaciones. Las de mayor afluencia son las estatales.
Párrafo aparte merecen las bibliotecas populares -alrededor de 2.000 en todo el país- que tienen la misma lógica de un club de barrio o sociedad de fomento. Son constituidas por vecinos. El presupuesto nacional les asigna casi 22 millones de pesos para su financiación.
Tanto populares como municipales tienen como clientes "predilectos" a los alumnos de primaria.
"Solemos denominarlos 'cautivos': necesitan de la lectura para poder satisfacer una demanda puntual. Pertenecen mayormente a escuelas de bajos recursos o, al menos, no los suficientes como para hacerse del material necesario para un buen rendimiento en clase", señala Alejandra Ramírez, titular de la Dirección General del Libro y Promoción de la Lectura de la Ciudad.
El otro gran grupo son los mayores de 42 años, quienes suelen buscar la lectura por placer.
En tanto, lo que más se lee en públicas y populares es material de estudio, aunque la lista de best-sellers se impone.
Un éxito en todas son los tres libros Matemática, ¿estás ahí? de Adrián Paenza y la saga de Harry Potter.
Bianchi estima, sin embargo, que en el último año y medio se ha logrado reencauzar el tipo de lectura: "En 2003, cuando nosotros asumimos, había una gran preferencia por autores internacionales, infantiles, libros de autoayuda. Nos propusimos trabajar sobre ese aspecto y hoy podemos ver una preferencia por libros de historia, por biografías, literatura nacional e investigaciones periodísticas".
Los autores más pedidos son cercanos, como Felipe Pigna y Alejandro Dolina, pero también Gabriel García Márquez, William Shakespeare y Jorge Luis Borges.
¿Qué falta? "Se necesitan textos de divulgación sobre la ciencia -dice Bianchi-, por eso creo que se da el éxito de los libros de Paenza".
A las bibliotecas públicas, dice su responsable, les gustaría contar con la cantidad necesaria de best-sellers solicitados y darlos a los lectores en el tiempo en que se los requieren.
"Esto es en el momento de éxito de la obra, cuando es ampliamente difundida y a la vez novedosa", explica Ramírez.
Más allá del tipo de textos preferidos, la funcionaria señala que se está dando un fenómeno de "privatización" de la lectura: "Ahora los adultos que buscan esparcimiento literario optan por llevarse el material a la casa. Este es un fenómeno relativamente novedoso que podríamos denominar como un progresivo avance de una forma de consumo cultural privado en el que la lectura no es el único protagonista".
En las bibliotecas de zonas más populares hay más lectura en sala y en sectores socioeconómicos más elevados crece el préstamo a domicilio.
"En general, 60% lee en la casa y el 40 restante lo hace en la sala de lectura. Ante esta realidad, las bibliotecas están desarrollando estrategias. Algunas ya pusieron en marcha clubes de lectura: grupos de personas que una vez por semana se reúnen para comentar los textos. "Nos proponemos transformarlas en lugares de encuentro", señala Ramírez.
Más allá de las buenas intenciones, lo cierto es que el placer de leer en silencio junto a otras personas está en crisis. Y las bibliotecas, cada vez más vacías.
CC
Fuente: http://www.losandes.com.ar/notas/2008/6/17/sociedad-364661.asp
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