25 may 2010
¿El fin de las librerías? Hablan los libreros
Alberto Ojeda
El libro electrónico ha puesto patas arriba el modelo tradicional de comercialización de literatura en España. Su implantación progresiva en la comunidad lectora parece un fenómeno seguro (es más dudoso la velocidad a la que lo hará). Esta novedad, además, lleva aparejada un grave peligro para el negocio: la piratería. Las editoriales, aparentemente dormidas hasta ahora, van tomando conciencia de que les toca mover ficha. Y lo han hecho:Planeta, Santillana y Random House Mondadori acaban de fundar la plataforma Libranda, que agrupa a estos tres grandes sellos junto con otros más modestos (SM, Wolters Kluwer España, Grup 62 y Roca Editorial) y que se presetará oficialmente el próximo nueve de junio. La alianza, sin precedentes en nuestro país, tiene como finalidad tomar las riendas de la situación e impedir que los cambios tecnológicos impliquen un descalabro económico, como ha ocurrido en la industria musical y cinematográfica.
La iniciativa acarrea beneficios y perjuicios, según qué caso, en los tradicionales componentes de la cadena de venta de libros. El lector, a priori, será el más favorecido, ya que los títulos digitales pueden ser en torno a un 30% más baratos. Los autores probablemente también incrementen sus márgenes de ingresos: pueden pasar del 10 % actual a un 20% o un 25%. Aunque bien es cierto que ese porcentaje se aplicaría sobre una cantidad inferior. Así que su lucro dependerá de si el abaratamiento de los precios impulsa o no el consumo por parte de los lectores.
Los principales damnificados serán tanto impresores como distribuidores. La modalidad digital de lectura hace innecesaria su participación en el proceso. El papel de los libreros es quizá el que, de entrada, resulta más complicado vaticinar. Los responsables de las editoriales implicadas en Libranda ya han avanzado que ellos no venderán directamente al público, por lo que los libreros seguirían haciendo su labor de filtro y asesoramiento. Pero esas intenciones previas suscitan algunas dudas dentro del gremio.
Chus Visor, el editor de Visor, y también librero, manifiesta un gran pesimismo: “Sí, hay que reconocer su buena voluntad, pero todos sabemos que esto es el principio del fin de las librerías”. En su opinión, la lógica mercantil acabará imponiéndose: “No tiene sentido que dejen a otros llevarse las comisiones que pueden llevarse ellos”. Como editor, afirma que no se plantea formar parte de esta plataforma: “Es que no creo que la gente quiera digitalizado un libro de Leopoldo María Panero que te cuesta sólo ocho euros”.
Álex Portero, de la librería Fuentetaja, también se adscribe a la corriente pesimista. “Es muy complicado que la gente pise una librería cuando se implante el modelo de intercambio digital. Habría que confiar en la buena voluntad de los lectores en este nuevo formato para que sigan requiriendo el asesoramiento del librero. Sinceramente, me parece milagroso que sea así”. En el otro extremo, se sitúa Aldo García, director de la librería Antonio Machado: “Creo que el asunto se está planteando como una especie de Apocalipsis que no es cierta. En el mundo digital, en el que se van a editar muchas más novedades porque sale más barato, será más necesaria incluso la labor del librero como filtro. Lo único es que tendremos que mejorar en algunos aspectos. Por ejemplo, nuestras webs serán tan importantes casi como la librería física”.
El que no parece tampoco preocupado en exceso es Fernando Valverde, presidente de Cegal (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros). “La preocupación era mayor hace dos años. La figura del librero en el canal de venta se respetará, aunque entren nuevas operadoras en el negocio, como librerías digitales sin una sede física. Además, se prevé que en los próximos cinco años el porcentaje de venta de libros electrónicos oscile entre el 3% y el 5%, por lo que la mayor parte del negocio lo conservará el libro tradicional de papel”.Tras mantener dos reuniones con los artífices de Libranda ha salido seguro de que las editoriales no van a dejarles en la estacada. “En el fondo ellas están también en la misma situación, porque podría suceder que los autores acabaran prescindiendo de ellas y colgaran sus libros en la red al margen de su mediación".
En mitad de estas dos posturas extremas, también caben otras intermedias. Están los libreros a la vieja usanza que no se alteran a estas alturas de la película por la nueva situación creada por internet. Jesús Munárriz, editor de Hiperión, y como Visor también librero, confiesa haber visto la noticia en el periódico y haber "pasado la página sin leer más que el titular”. “Cada cual que haga lo que quiera. Yo hago mi trabajo como lo he hecho hasta ahora, y dentro de 100 años todos calvos”, remacha.
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