Cerca de un centenar se reunieron ayer en el salón de actos de la Biblioteca madre, la de Guadalajara, en las V Jornadas Provinciales de Bibliotecas Públicas, con el fin de reflexionar sobre el presente y el futuro de una profesión y un servicio público, que es también política –cultural– y que, irremediablemente, está y estará marcado por la tecnología y una Ley, la de Lectura y Bibliotecas de Castilla-La Mancha, que ya está en las Cortes regionales.
“La profesión de bibliotecario ha trascendido a lo meramente técnico”, dijo ayer en la inauguración la delegada provincial de Educación, Ciencia y Cultura, Reyes Estévez. Los bibliotecarios, hoy, son “agentes activos que tenéis la capacidad de guiar en el proceso de aprendizaje y animación a la lectura”. Una destreza que “permite conocer al otro”; leer, dijo, “es ser más libre, nos hace mejores”.
Estévez, que alabó los buenos datos que arroja Guadalajara –cuenta con 47 bibliotecas, 9 salas de lectura, cuatro bibliobuses y 71 clubes de lectura–, destacó la inversión que el Gobierno regional destina por persona en esta materia: 21,67 euros, “el doble que nuestra comunidad vecina”.
La hora del lector
Es “la hora del lector”, parafraseando al reciente Premio Nacional de Narrativa, J. M. Castellet. Las tecnologías cambiarán la manera de leer, de entender la biblioteca sólo como un lugar donde dejar y recoger libros. De alguna manera, ya lo es: “las bibliotecas son lugares donde conocer nuestro entorno”, esgrimió Estévez, un espacio de encuentro de culturas. Y en esta ‘revolución’, el lector también tiene mucho que decir.
Los índices de lectura permiten ser esperanzadores: “nueve de cada diez chavales leen y de ellos, ocho lo hacen porque les gusta”, afirmó el director general de Patrimonio Cultural, Luis Martínez.
Es una buena “cantera”, que tendrá que elegir entre leer en papel o en una pantalla o alternar ambas. De ello, dependerá también el futuro del oficio de bibliotecario.
“El libro electrónico es muy difícil de parar, ampliará los límites de acceso a la información”, dijo Martínez, que zanjó: “el e-book cambiará la situación editorial”. Pero si la montaña no va a Mahoma, Mahoma tendrá que ir a la montaña. Los bibliotecarios tendrán que convivir con ello. “Las bibliotecas tendrán su posicionamiento y un papel importante como distribuidora”, afirmó Martínez, que adelantó como herramientas “un portal de Bibliotecas y la mejora de la formación del bibliotecario ante los nuevos retos”.
Leer, un derecho
Serán retos del futuro. Las preocupaciones del presente pasan por la situación laboral o las subvenciones. La Ley de Lectura y Bibliotecas de Castilla-La Mancha, que ya está en las Cortes, influirá, por ejemplo, en la cuantía económica que recibirán los bibliotecarios para adquirir de libros, los sueldos, el mantenimiento de las bibliotecas...
La precariedad laboral es una de las realidades del colectivo, son frecuentes las medias jornadas... "¿nos seguirán contratando los ayuntamientos?", se pregunta Diego, bibliotecario de Alustante. "¿Seguiremos al año que viene?" porque “en pocos meses nos podremos quedar sin trabajo”.
El director general de Patrimonio Cultural, Luis Martínez, tranquilizó al auditorio: “la contratación de bibliotecarios es máxima prioridad para el Gobierno regional”, dijo. Hay 246 en toda la región.
Pero ante un panorama ciertamente cambiante y lleno de interrogantes, los bibliotecarios cuentan con tres cosas a su favor. El de los bibliotecarios “es un colectivo más ilusionado que otros”, la Red de Bibliotecas de Castilla-La Mancha es considerada como “la locomotora del sistema bibliotecario español” y las bibliotecas son, en esta región, el segundo servicio público más usado por detrás de la sanidad. De momento, hay futuro.
El milagro de leer en ‘Siberia’ (Alustante)
La culpa no es sólo de la economía y de las tecnologías. En el medio rural, la tuerca da una vuelta más y nace una dificultad añadida: la demografía. En municipios, como Alustante –pueblo de la comarca molinesa, de apenas 230 habitantes, pegado a Teruel– que haya una biblioteca es “un milagro”. No lo dice su bibliotecario, el joven Diego Sanmartínez, sino Luis Martínez, director general de Patrimonio Cultural de la Junta de Comunidades.
Este gran “milagro” lo vive diariamente Diego, que nada más terminar su carrera en Zaragoza, se puso al frente de esta biblioteca –”jamás pensé que en Alustante pudiera haber una”–. Su baja demografía –forma parte del 80% de los pueblos de la provincia, que tienen menos de 300 habitantes– hace todavía más increíble que exista este servicio cultural, situado en el antiguo Pósito Real del pueblo, conocido como el ‘Almacén de Abajo’, donde antiguamente se guardaban las maderas de las barreras de la plaza y las herramientas para obras municipales.
Castilla-La Mancha, con 80.000 kilómetros cuadrados de extensión, tiene “la densidad más baja de Europa, casi es Siberia”, dice el director general de Patrimonio Cultural, Luis Martínez. Por eso, las bibliotecas de las zonas rurales soportan un peso más difícil de soportar. Las bibliotecas son vistas allí “como una apuesta por el desarrollo social a través de la cultura”, dice Diego. En cierta forma es un acicate para fijar población. Pero “nos inquietan varias cosas”. La despoblación es una de ellas. Sin habitantes, no hay libros que leer. Con crisis, hay menos subvenciones. “Si no existen políticas flexibles...”, dice, “la desaparición de las bibliotecas” no es una idea descabellada.
También preocupa a Diego –haciéndose eco de las reivindicaciones del colectivo– la Ley de Lecturas y Bibliotecas de Castilla-La Mancha, que ya ha llegado a las Cortes Regionales. La ley es ‘vendida’ como algo importante porque elevará la lectura a la categoría de derecho. Pero ¿qué pasará con los cambios en el área de subvenciones y de convenios? La ley influirá también en cuestiones laborales, como los salarios de los bibliotecarios, el dinero que tendrán éstos para comprar libros aumentando así el catálogo de la biblioteca y el efectivo del que dispondrán para algo nada menor: el mantenimiento del espacio, el acondicionamiento de la biblioteca.
Del siglo XVIII
La de Alustante, por ejemplo, es un edificio de mediados del siglo XVIII, aunque ha sido acondicionado para su uso bibliotecario formando parte del Centro Social Polivalente. Se abrió en 2002 como Sala de Lectura pero actualmente, tiene la categoría de Biblioteca Pública Municipal. Ofrece actividades diversas–recitales, exposiciones, conferencias, teatro...– y acceso a internet a través de cinco puestos –dos de ellos, los ha pagado el Ayuntamiento–.
La Biblioteca de Alustante cuenta con 4.000 fondos de libre acceso. Libros, dvd´s y videos están al alcance del usuario en el propio edificio, que se ha repartido en tres espacios. El primero está dedicado a los niños; el segundo, a la historia local –Castilla-La Mancha, Aragón, Guadalajara, Señorío de Molina y Alustante– y la tercera, está dedicada a secciones para un público adulto –Filosofía, Psicología, Matemáticas, Bellas Artes, Deportes o Literatura, hasta un total de once disciplinas.
Alustante cuenta también con un fondo antiguo. Entre las ‘joyas’, la Enciclopedia España, que se ha restaurado por encontrase en estado de abandono, la colección ‘El catecismo del agricultor’, de 1934 o la Enciclopedia Jurídica Española (1910-1921).
“El e-book puede hacer que el bibliotecario no sea necesario, aunque yo no lo creo”
“Hace tanto que trabajo en esta Biblioteca que casi formo parte del mobiliario”, dice, provocando las risas del auditorio, Blanca Calvo, directora de la Biblioteca Pública Provincial y ex-consejera de Cultura del Gobierno de Castilla-La Mancha.
Llegó en 1981 para dirigir la Biblioteca de Guadalajara, la única de cáracter público que existe en la ciudad, al carecer de biblioteca municipal y fruto de esa experiencia acumulada, advierte que “las cosas han cambiado mucho” y que la revolución actual que cambiará la forma de entender la cultura, se llama, sin dudas, e-book o libro electrónico, tal y como ha dejado patente, recordó Calvo, el V Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas, celebrado a principios de noviembre en Gijón. “¿Cómo puede cambiar la cultura el e-book?”, preguntó al auditorio. “Puede hacer que el bibliotecario deje de ser necesario, aunque yo no lo creo”.
Según Calvo, “vivimos una plena revolución donde nos tenemos que ganar nuestra presencia”. En el futuro, puede que los libreros no existan –una duda– o que los editores cambien su perfil –una certeza que ayer compartieron los asistentes a las jornadas provinciales de bibliotecas públicas–.
“Hemos de estar despiertos ante esta realidad cambiante, aunque creo que de hecho, ya lo estamos”, dijo Calvo, añadiendo después una idónea solución para defender el oficio: “la unidad es una buena herramienta para conseguirlo” –de momento, ya lo están a través de la Red de redes, internet–.
2 comentarios :
No es una amenaza para la profesión de bibliotecario el que haya cambiado el soporte de su quehacer. Más peligroso ha sido y es no hacer respetar nuestra profesión y por tanto nuestra institución: la biblioteca. Lo digo por el lado de la usurpación a nuestros cargos, funciones... me pregunto cómo hicieron en la Argentina para matricularse o colegiarse los psicólogos, los enfermeros, los agrimensores, los informáticos y tantos otros...?
AlexMarO
El hecho de que ahora también se cuente con el soporte electrónico ni pone en riesgo el soporte impreso de los libros y mucho menos la labor y función social que tenemos los bibliotecarios.Como tales tenemos el papel, el compromiso social profesional de ser un puente de enlace en el aprendizaje y conocimiento de esos entornos a los que nos acerca la lectura; y el hecho de contar con el formato electronico diversifica nuestra actividad, pero no considero que la ponga en riesgo ni mucho menos, es cuestión de ampliar la visión y el horizonte y ver el formato digital como un soporte que nos amplia las posiblidades de acceder a la información.
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