Si un alumno de sexto grado que no esté entre los adelantados de su clase tuviera q escrivir esta nota podria llegar a acerlo asi o por lo menos a esa conclusion llego este periodista despues de relebar una serie de opiniones de docentes, funsionarios publicos y academicos de la lengua... Un orror.
Aunque los chicos leen y escriben más –por el uso de Internet, el mail y las redes sociales– tienen cada vez menos contacto con textos de calidad y con las reglas ortográficas, porque van poco a los libros. Así, les cuesta más organizar su escritura. Terminan absorbiendo estructuras ortográficas y sintácticas incorrectas y no se preocupan por las consecuencias de no poder expresarse claramente por escrito. Tampoco toman en cuenta que tener faltas puede restarle oportunidades laborales en el futuro.
“Se nota la falta de lectura, no conocen palabras de uso común”, da su diagnóstico Laura Olmos, una maestra que enseña desde hace 18 años y está a cargo de sexto grado en la escuela pública de Jornada Simple N° 16 Wenceslao Posse, frente al Parque Las Heras. “En el secundario, manda la inmediatez: quieren resolver todo ya, como en un buscador web. Si leen no se detienen a discutir una idea para desarrollar el juicio crítico, ni releen un trabajo antes de entregarlo”, advierte Mariana García, que enseña Lengua y Literatura a unos 120 chicos de tercero, cuarto y quinto año en dos colegios privados de Caballito. Esa dinámica, afirma, “hace que sean menos propensos a detectar sus propios errores”.
Los educadores creen que los alumnos de ahora, que nacieron con la PC y son “nativos digitales”, miran todo el tiempo imágenes y se aburren con los libros y los conceptos abstractos. Encima, como la memorización goza de mala reputación y las respuestas están atrás del doble click, la necesidad de recordar reglas y palabras difíciles está apagada. El resultado: también se complica la comprensión de textos.
La directora de Currículum y Enseñanza del Ministerio de Educación porteño, Gabriela Azar, que además está al frente del departamento de Educación de la Universidad Católica Argentina, reconoce la problemática y dice que existe un debate mundial. “Hay una sensación generalizada de que la ortografía pierde lugar porque los chicos escriben cada vez menos con papel y lápiz –explica–.
Se trata de una discusión sobre los nuevos formatos de comunicación y la tecnología”. Azar apunta que incluso algunos pedagogos de renombre mundial, como Daniel Cassany y Emilia Ferreiro, piensan que corregir los errores ortográficos no es un eje central para aprender a escribir, una mirada con la que muchos docentes no concuerdan. No obstante, la funcionaria recalca que la escuela tiene la obligación de transmitir esos conocimientos básicos. En la Ciudad, se intentó vincular la tecnología con la ejercitación para revertir los errores. A través del Plan Sarmiento, los chicos tienen netbooks y conexión a Internet con programas educativos específicos. Pero, ¿alcanza?
“Mi papá era obrero y en mi casa todos los días estaba el diario y se compraban libros populares. Eso ya no pasa. Si en el año se lee solamente un libro en el aula, probablemente ese va a ser el único que el chico va a explorar en doce meses”, dice la maestra Olmos. Esa razón hace que cada vez se le deba dedicar más tiempo a la lectura en clase.
“He escuchado infinidad de casos en que los mayores se van a quejar porque al nene le bajaron la nota por las faltas en una prueba de Historia o de Geografía”, explica la la licenciada Patricia Nigro, ex maestra de grado y profesora universitaria de Teoría de la Lengua en la Universidad Austral, dónde además es investigadora.
En ese sentido, a fines de agosto trascendió un caso que ocurrió en Rapelli, en Santiago del Estero. Una docente de sexto grado de la escuela N° 766 fue golpeada por la madre de una alumna y la nena luego de que tuviera que ponerle una nota baja por presentar en clase una cartulina con graves errores ortográficos.
En la puerta de una escuela de Ciudadela, pleno conurbano, un maestro cuenta: “Un chico de quinto me dijo que quería ser escritor, pero que la madre le dice que no se preocupe porque las PC ahora tienen corrector automático”. Olmos cuenta una anécdota en su escuela de Recoleta, donde van chicos de bajos recursos: una nena prefería el diccionario online de la Real Academia Española antes que el de papel hasta que se dio cuenta de que no obtenía respuestas cuando tipeaba las palabras con faltas.
Nigro se queja de que existe “un sistema muy permisivo” que se alentó incluso desde el ámbito académico y que se suma a padres que todo el tiempo cuestionan a los educadores. Pesimista, concluye: “Estamos dejando que se deteriore lo mejor de nuestra sociedad, la capacidad de hablar, de escribir y de entendernos”.
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