Por: Diego Erlan
Patrimonio de la humanidad en peligro
“El patrimonio escrito de la humanidad en peligro”. Con ese título catástrofe, el 26 de junio se realizó en los claustros de la Biblioteca Británica de Londres una reunión en la que participaron bibliotecarios, libreros, abogados, subastadores y dealers de libros. Se trata de la primera conferencia de estas características convocada por las incomparables pérdidas bibliográficas, que incluyen volúmenes con siglos de antigüedad.
En algunos casos, los libros fueron, además, mutilados: hubo páginas brutalmente arrancadas con escalpelos, como ocurrió con el conocido “ladrón del cutter”, que implementó ese procedimiento (el mismo que el caso de Luis Alberto Videla en la Argentina en 2003) para llevarse de la Biblioteca Nacional de España los mapamundis del siglo XVI.
El devastador robo de la Biblioteca Girolamini de Nápoles, ocurrido en la primavera de 2012, desató las alarmas del mercado anticuario. No era para menos. Ediciones de Aristóteles, Descartes, Galileo y Maquiavelo, volúmenes de Séneca y Virgilio, una edición única de la Enciclopedia de Diderot y, entre otros incunables, un original de La divina comediadesaparecieron del edificio napolitano. Una historia de intriga y escándalo protagonizada por el propio director de la biblioteca, Marino Massimo De Caro, y en el que estaban implicados políticos, coleccionistas, marchantes, libreros de anticuario y hasta un cura.
Por otro lado, de la Royal Library de Copenhague fueron robados 3.884 libros antiguos desde el año 1971. Y tan sólo en 2014 desaparecieron 1.641. Chris Marinello, abogado en materia de arte y director de Art Recovery International, sospecha que los robos han aumentado porque los delincuentes ven que los precios de las ventas legítimas rondan las siete cifras. Sotheby’s subastó el libro de Salmos de la Bahía, de 1640, en una suma récord de 14,2 millones de dólares.
La presentación clave será la del Profesor Norman Palmer QC, uno de los expertos legales más reconocidos de Inglaterra en cuestiones culturales. Palmer expresó: “Estamos acostumbrados a oír acerca de robos de arte y antigüedades. Menos destacadas son las sustracciones ilegales de contenidos de las bibliotecas. Los libros, los manuscritos y los archivos han sido considerados –por cierto en términos del escrutinio legal– un poco como una cenicienta”.
En la conferencia del viernes, el dealer de libros raros Stephen Loewentheil señaló con gracia y sabiduría: “Las Bibliotecas son como un gallinero y deben cuidar las gallinas de sus propios zorros”. Loewentheil, proveniente de Baltimore, entiende también que los libreros tienen la obligación moral de comprobar que el título ofrecido no sea robado. Y además se refirió a la importancia del uso de fuentes de referencia impresas para identificar lectores anteriores y una posible procedencia de los sospechosos. También enfatizó en la obligación moral de los buscadores de libros raros para legitimar a los dueños de los mismos y, a su vez, encontrar compradores. “Son importantes el uso de sellos o marcas para ayudar en la identificación de originales robados.”
Eso mismo entiende Sharon Cohen Levin, especialista en lavado de dinero y socia del estudio WilmerHale, que funciona en Estados Unidos, Europa y Asia: “La efectividad de las denuncias de libros robados depende del nivel de catalogación y publicación de esa información”. Richard Aronowitz-Mercer, Jefe del departamento de Restitución europea de Sotheby's, se refirió a las profundas investigaciones en las que se embarca la casa de subastas para intentar identificar los libros robados. Para Sotheby's, “el beneficio económico no es la única motivación para establecer la procedencia de los obras que irán a subasta sino que hay también tienen una obligación moral y desde luego también legal, para poder sacarlas a la venta”.
Norbert Donhofer, presidente de la Liga Internacional de Libreros Anticuarios, considera que esta reunión de Londres fue el primer paso para intensificar la coordinación y la comunicación entre instituciones, coleccionistas y el mercado. La ILAB, según sus siglas en inglés, trabaja para recuperar los libros robados a partir de una base de datos donde se encuentran los 22 países integrantes de la liga. Entiende que episodios como el robo de la Biblioteca Girolamini en Nápoles daña la reputación de los libreros de anticuario y de los dealers. Y ha llevado a un estancamiento en el mercado de esta clase de piezas.
El affaire Girolamini hizo que los libreros se manejaran con mayor precaución y tuvieran en cuenta a quiénes compran y venden libros. Y agregó que la ILAB tuvo que expulsar a ciertos miembros por negarse a revelar datos de ciertos compradores. Sharon Cohen Levin entiende que es extremadamente inusual que sean los bibliotecarios los autores de robos de incunables pero tristemente, en los casos más resonantes de los últimos años, están involucrados el personal de las bibliotecas.
Un dicho entre los dealers de libros antiguos reza que “todo libro realmente bueno ha sido robado al menos una vez”. Y la bibliomanía, según dicen, no es razón suficiente para el robo de libros.
Fuente bibliográfica
ERLAN, DIEGO [sin fecha]. Para que se acabe eso de que «todo libro bueno ha sido robado alguna vez». Clarin.com [en línea]. [Consulta: 9 julio 2015]. Disponible en: http://www.clarin.com/cultura/robo_de_libros-Royal_Library_Copenhagye-biblioteca_girolamini_0_1387061643.html.
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