Por lo tanto, la capacidad para identificar, usar, comprender y regular las emociones, tanto positivas como negativas, se hace imprescindible en esta profesión, ya que estas capacidades no sólo son importantes para prevenir desajustes en la salud mental del profesor y desarrollar dichas competencias en los estudiantes, sino también para crear entornos favorecedores del aprendizaje.
16 jul 2016
¿Por qué se están quemando los profesores?
Por: Pilar Berrios Martos
La
docencia está considerada como uno de los trabajos más estresantes. De hecho, en 1993 la
Organización Internacional del Trabajo señaló que el estrés es una de las
principales causas de abandono en esta profesión.
Desde
entonces las cifras no han hecho nada más que empeorar, y los datos más
recientes indican que la prevalencia del estrés laboral en estos profesionales
es alarmate. Según la Encuesta Nacional de Salud (2012) realizada en España, el
26,9% de los docentes consideran que el estrés laboral es frecuente en sus
lugares de trabajo; y según el Informe de Enfermedades Profesionales por
Ocupación de 2014, también de ese país, se han registrado entre los
profesionales de las enseñanza 812 casos de estrés laboral: 423 con baja
laboral y 389 sin baja laboral.
¿A qué nos referimos cuando
hablamos de estrés laboral? El estrés es el resultado del desequilibrio entre las exigencias
y presiones a las que se enfrenta el individuo, por un lado, y sus
conocimientos y capacidades, por otro. Aplicado al ámbito laboral, no solo
incluye situaciones en las que la presión laboral excede a la capacidad del
trabajador para hacer frente a la misma, sino que también incluye los casos en
que no se utilizan suficientemente sus conocimientos y capacidades (Leka,
Griffiths y Cox, 2004).
Todo ello puede dar lugar a comportamientos
disfuncionales y no habituales en el trabajo, contribuir a la mala salud física
y mental del individuo, y propiciar el desarrollo del síndrome
de burnout(o quemarse en el trabajo), cuyas principales características
son: estar cada vez más agotado emocionalmente, perder el interés por el
trabajo y no resolver con eficacia los problemas que surjan en el mismo
(Salanova y Schaufeli, 2000).
¿Por qué se están quemando los
profesores? Actualmente
el rol del profesor es retador y estresante ya que desarrolla un trabajo con
altas responsabilidades y exigencias. En las escuelas del siglo XX, el éxito
del profesor estaba vinculado esencialmente a los logros académicos de sus
alumnos, esto es, al rendimiento escolar. Sin embargo, en la sociedad actual
aparecen nuevas demandas y retos.
Ahora no
es suficiente conseguir un buen rendimiento académico del alumnado, sino que
además los profesores tienen la responsabilidad de facilitar y potenciar el
desarrollo integral del individuo, su talento y creatividad (Cabello,
Ruiz-Aranda y Fernández-Berrocal, 2010). Para hacer frente a estos objetivos el
docente no solamente debe prepararse en nuevas materias, sino que además ha de
trabajar en equipo, coordinarse por niveles, ciclos y materias, asumir en
algunos casos cargos de gestión (Director, Jefe de Estudios, Secretario, etc.),
y pertenecer a órganos colegiados (Claustro de profesores, Consejo Escolar,
Comisiones, etc.).
Estas responsabilidades,
junto con las elevadas demandas por parte de los alumnos y padres, y las
continuas reformas de los planes de estudio, están convirtiendo la docencia en
una profesión de alto riesgo psicosocial (Salanova, Llorens y García-Renedo,
2003).
La
investigación sobre los riesgos psicosociales en el trabajo ha proporcionado resultados interesantes que nos
permiten comprender mejor la realidad laboral de las organizaciones modernas.
En relación con la profesión docente, los estudios realizados en el ámbito
educativo han permitido identificar los principales obstáculos y demandas del
profesor, y también sus principales recursos y facilitadores.
Entre
los obstáculos se incluyen dificultades sociales (indisciplina, desinterés y
falta de motivación de los alumnos, y actitudes negativas de los padres hacia
el aprendizaje), y problemas técnicos (problemas con los recursos tecnológicos
del centro, problemas con el material didáctico, y fallos o averías en la
infraestructura o instalaciones). Las demandas hacen referencia la sobrecarga
mental y emocional que a menudo supone la actividad docente.
Los
facilitadores incluyen aspectos relativos al esfuerzo personal, así como a
conductas de supervisión y políticas de recursos humanos dirigidas a la
eliminación de obstáculos (por ejemplo llevarse bien con los alumnos, y que
éstos participen en clase, gestión eficaz de las reuniones, y fácil acceso a la
información y materiales.
Por
último, los recursos incluyen los aspectos laborales e individuales
(competencias) que nos ayudan a superar situaciones difíciles, citándose como
más relevantes la autonomía, el apoyo social de los compañeros, la
autoeficacia, los conocimientos didácticos, la inteligencia emocional y el
sentido del humor (Lorente, Salanova, Martínez y Schaufeli, 2008; Salanova,
Grau y Martínez, 2005; Salanova, Martínez y Lorente, 2005). Para evitar las
consecuencias negativas y potenciar las positivas relativas al trabajo docente,
sería interesante formar a los docentes y entrenarlos en el desarrollo de
recursos personales que les ayuden a prevenir y/o amortiguar los riesgos
psicosociales de su trabajo, a potenciar su bienestar psicosocial, y a mejorar
los resultados de su trabajo. Ejemplos de esta aproximación es la aplicación
reciente de programas de entrenamiento en inteligencia emocional (IE) en profesores de diferentes niveles
educativos, lo cual está aportando grandes beneficios y reduciendo el estrés
laboral.
La
inteligencia emocional es una capacidad en la que se incluyen 4 habilidades
específicas (Mayer y Salovey, 1997): 1)habilidad para identificar y expresar
emociones, 2) para usar las emociones en la toma de decisiones, 3) para
comprender las emociones, y 4) para regularlas, tanto en uno mismo como en los
demás.
En la
literatura científica sobre los beneficios de la IE en la actividad docente contamos con estudios que se han
centrado en el análisis de la relación entre la IE y los riesgos psicosociales
del docente, comprobando que los profesores con más IE experimentan
menos burnout (Augusto, López-Zafra, Berrios y Pulido-Martos, 2012),
y utilizan estrategias de afrontamiento más positivas y adaptativas ante las
situaciones de estrés (Augusto, López-Zafra y Pulido-Martos, 2011).
Asimismo,
la IE no solo amortigua los efectos
de estrés, sino que también facilita elengagement (Pena y Extremera,
2010), la satisfacción laboral (Taliadorou y Pashiardis, 2015) y el bienestar
psicosocial del docente (Fernández-Berrocal y Ruiz-Aranda, 2008).
En
cuanto al efecto que tienen los profesores emocionalmente inteligentes en sus estudiantes y en los resultados de clase, se
ha constatado que la IE de los
profesores es crucial para el desarrollo de las habilidades socio-emocionales
de sus alumnos, para establecer relaciones positivas con ellos (lo que ayuda a
conseguir alumnos más motivados y menos indisciplinados), y mejorar su ajuste
psicológico, engagement y rendimiento académico (Fernández-Berrocal y
Extremera, 2003).
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