23 dic 2016
Balance 2016. Los libros del año
Un
recorrido por diez títulos destacados del año que termina, seleccionados por
Ideas.
Apesar
de la crisis, hubo literatura y ensayos para todos los gustos. Entre los
elegidos por Ideas, rescates como Stoner, la última narración de Don
DeLillo y una gran historia del colombiano Juan Gabriel Vásquez; entre los
argentinos se destacaron, entre otros, Mariana Enriquez, Martín Caparrós y
Daniel Guebel
Simplemente, una vida de novela
Stoner, de John
Williams (Fiordo)
Stoner es
el apellido de quien protagoniza esta novela exacta, a la que misteriosamente
no le falta ni le sobra una coma. La línea de vida de Stoner no puede ser más
escueta. Nació a fines del siglo XIX en el Estados Unidos profundo, en una
familia de granjeros pobres. Una simple cadena de factores le permitirá
evadirse de ese destino: lo suyo será la enseñanza de la literatura clásica y
una modesta carrera en el terreno académico. Se casará, tendrá una hija, se
permitirá, a su pesar, un desliz. No faltará algún conflicto con cierto colega
más ambicioso. Pero ¿son esas nimiedades las que hacen de Stoner una
novela inolvidable? Quizá la clave de esta novela de John Williams -que se
publicó en inglés en los años sesenta del siglo pasado y sólo comenzó a ser
considerada críticamente en su país varias décadas después- resida en su tono
decidido, cadencioso y sin sobresaltos, que dota a una vida simple, como la de
cualquiera, de cualidades secretamente heroicas. Porque al fin de cuentas
también el profesor Stoner tuvo, con sus pros y sus contras, una vida de
novela.
Brujas y demonios cotidianos
Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enriquez (Anagrama)
Este
libro de Mariana Enriquez le hace honor a una tradición que cuenta en sus filas
con algunos de los autores más célebres de la literatura moderna, la del terror
y sus variantes. Cada relato trabaja con precisión y ritmo aceitado los giros
de la trama y, sobre todo, la construcción de un clima, con la convicción de
que la contundencia de un relato de horror debe experimentarse en el cuerpo y
que cada palabra debe apuntar su filo a los sentidos más que a la mente del
lector. Pero más allá de su habilidad técnica, Enriquez se propone en estos
relatos traducir a nuestro terreno cotidiano las fibras universales del terror.
La historia social y política argentina de las últimas décadas, las barreras de
clase, la culpa del voluntarismo progresista, la violencia social, policial o
de género, ingresan en estos relatos con una naturalidad que asombra y que
transforma el libro en una exploración de la identidad de la clase media
argentina a partir de los terrores que oculta con más esmero, sin caer en los
lugares comunes del "color local". Un libro que suma efectividad y
vuelo creativo.
Huellas de un científico aventurero
La invención de la naturaleza, por Andrea Wulf (Taurus)
En el
prólogo a La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von
Humboldt, Andrea Wulf asegura que su objetivo es devolverle al gran naturalista
de principios del siglo XIX el lugar que le corresponde en la historia, pero
también intentar comprender por qué pensamos el mundo natural como lo hacemos
hoy. Lo logra, y con creces. En esta biografía, abundante en paisajes y cartas,
Humboldt se revela como el apasionado y apasionante personaje que fue. Viajero
incansable, puede escalar el Chimborazo o perderse en los rincones más
apartados de Rusia. Memorioso implacable, puede conectar las más diversas
observaciones científicas hechas a lo largo de las décadas para dar forma a sus
teorías. Wulf no se pierde sólo en los vericuetos de una vida, sino que los
pone en conexión con toda la red de influencias que sembró (Goethe o Darwin,
entre tantos) y permite considerar legítimamente a Humboldt un adelantado cuyas
ideas, radicalmente originales, siguen marcándonos sin que siquiera lo
sospechemos.
Una mirada a la literatura argentina
Las tres vanguardias, de Ricardo Piglia (Eterna Cadencia)
La
edición del seminario de diez clases que Ricardo Piglia dictó en la Universidad
de Buenos Aires en 1990 es sin duda un acontecimiento crucial para los amantes
de la literatura argentina. Centrado en las obras de Juan José Saer, Manuel
Puig y Rodolfo Walsh, Piglia construye su propia lectura del canon nacional y
privilegia un modo de creación artística de ruptura que comienza con Macedonio
Fernández y abarca los picos más altos de la literatura argentina del siglo XX.
Su argumentación apela a una intensa reflexión teórica para señalar problemas
culturales y políticos, la marca característica del autor de Respiración
artificial. A este libro se sumó también en 2016 Los años felices (Anagrama),
segundo tomo de Los diarios de Emilio Renzi, el extenso proyecto autobiográfico
de Piglia. Este tomo, que abarca el período entre 1968 y 1975, está marcado por
la coincidencia entre la época de mayor violencia política del país y los
primeros pasos de Piglia como escritor de ficción. Dos grandes libros de un
autor y crítico insoslayable.
La violencia, en una trama de complots
La forma de las ruinas, de Juan Gabriel Vásquez (Alfaguara)
Cómo
narrar la violencia de una sociedad sin ceder a la espectacularidad pirotécnica
es sólo una de las proezas narrativas del colombiano Juan Gabriel Vásquez en su
formidable La forma de las ruinas. La novela se mueve sutilmente entre la
experiencia personal y la vorágine de las fantasías colectivas. El narrador,
que comparte nombre y apellido con el autor, retorna a su país después de vivir
muchos años en Barcelona. Pronto la angustia del retorno, que se confunde con
su próxima paternidad, se ve contaminada por diversas apariciones: un personaje
paranoico, la reliquia de unos restos óseos y una sucesión de subtramas
conspirativas, desde la muerte de Gardel hasta Kennedy. En el corazón de la
intriga se encuentran dos de los atentados políticos más importantes de la historia
colombiana: el de Jorge Eliécer Gaitán (que en 1948 dio inicio al Bogotazo) y
el de Rafael Uribe Uribe (asesinado en un lejano 1914). Hay muchas historias en
La forma de las ruinas, pero con su pulso narrativo Vásquez logra que sean,
como debe ser en una novela, una sola.
Ambiciosa, clásica y experimental
El absoluto, de Daniel Guebel (Literatura Random House)
Escrita
a lo largo de diez años, El absoluto es una novela compleja y
ambiciosa, a la vez experimental y clásica, seria y humorística, en la que
Daniel Guebel define su idea de la literatura, a la vez que la hace estallar.
La novela narra la saga de los Scriabin-Deliuskin, una familia de creadores
fallidos, antepasados del compositor ruso Alexander Scriabin. Su extenso
derrotero comienza en la Rusia del siglo XVIII, con Frantisek Deliuskin, un
músico que establece una correspondencia entre la ejecución musical y las
prácticas eróticas. El relato continúa con su hijo Andrei, cuyas anotaciones en
un tomo de los Ejercicios espirituales de Loyola influirán en el
pensamiento político de Lenin, y se detiene en la biografía del propio
Alexander Scriabin quien, entre la creación musical y el ocultismo, ambiciona
una obra capaz de cambiar el curso del universo. En una pareja obsesión con la
locura, el misticismo y el arte, Guebel intenta captar la chispa de genialidad
oculta en grandes fracasos personales, aquellos que quizá, inadvertidamente,
anticipan los acontecimientos del porvenir.
Diálogos sobre películas imperdibles
A propósito de Godard, de Harun Farocki y Kaja Silverman (Caja Negra)
El año
que se va dejó entre su cosecha varios libros de alto nivel sobre cine. Hubo
una recopilación de ensayos de Siegfrid Kracauer, el autor de De Caligari a
Hitler, y Memorias de un cinéfilo, de Henri Langlois, el influyente director de
la cinemateca francesa (ambos editados por El Cuenco de Plata). También Cine.
Modo de empleo, de Jean-Louis Comolli (publicado por Manantial) y artículos de
Wim Wenders (Los píxeles de Cézanne). A todos ellos se le suma un imperdible
libro a dos voces: A propósito de Godard. El director de Sin aliento no
comparece personalmente en estas páginas. Los que dialogan son el alemán Harun
Farocki (uno de los últimos grandes documentalistas) y la teórica de cine Kaja
Silverman. Ambos desgranan ocho películas, que cubren diferentes etapas del
trabajo de Godard (de Vivir su vida, de 1962, a Nouvelle Vague, 1990), al ritmo
minucioso de cada cinta. Godard es difícil, pero Farocki y Silverman despliegan
sus ideas con una claridad y una inteligencia tales que le facilitan a
cualquier espectador -cualquier lector- toda clase de hallazgos.
Fantasía sobre el fin de la muerte
Cero K,
de Don DeLillo (Seix Barral)
Aunque
su escritura brilló más en novelas anteriores, la última obra narrativa de Don
DeLillo, Cero K, no cede en su búsqueda urgente de pensar el mundo
contemporáneo y sus aporías. A la suma de sus obsesiones, la paranoia de las
sociedades de control, la irracionalidad del capitalismo financiero y la
anulación de la experiencia en manos de la tecnología, Cero K le suma
un nuevo capítulo en el que la ciencia se transforma en el medio de
transformación definitiva de la naturaleza humana: el fin de la muerte.
Trascender la frontera final de lo viviente es el objetivo del anciano magnate
Ross Lockhart, que trabaja en un refugio perdido de los páramos de la ex Unión
Soviética para congelar en una cámara criogénica a su mujer enferma. Su hijo,
un treintañero residente en Nueva York, donde conoce bien la monotonía de una
vida de pasiones gises, será quien lo ponga en cuestión, sometiéndolo a un
dilema insalvable cuando decide acompañar a su madre a en el viaje a través de
la vida suspendida. Un relato de intensa reflexión metafísica.
Una narración inclasificable e hipnótica
Leñador,
de Mike Wilson (Fiordo)
Podría
decirse que Leñador, del chileno Mike Wilson, es una novela total.
Ambientada en un campamento de leñadores en Yukón, cerca de Alaska, el libro
está protagonizado y narrado por un hombre del sur del continente (acaso
argentino) que recala en ese inhóspito paisaje. Fue soldado en una guerra y
también boxeador, pero su vida colapsó. De ahí su huida a esa apartada región
del noroeste canadiense, donde dedica sus días a la tala. El relato se
estructura de dos modos. Una larga serie de entradas de tono enciclopédico
informa sobre las actividades, costumbres, instrumental, normas de convivencia
de los leñadores. Por otra parte, se intercalan anotaciones del protagonista en
un registro personal, cercano al diario. Esa contraposición, que oscila entre
el registro de una forma de vida y la encarnación de esa forma en una
existencia particular -de la que poco se sabe, más allá de la subjetividad
entrevista- produce un efecto hipnótico. Poco importa si hay o no trama
convencional. Leñador resulta una novela total porque logra la
ilusión de ser un perfecto bloque de realidad.
El dilema de un intelectual ante la patria
Echeverría, de Martín Caparrós (Anagrama)
Con su
doble perfil de narrador de ficciones y periodista, autor de crónicas que no
eluden la toma de posición ideológica y, a la vez, propulsor de una ética de la
información que respeta el pensamiento individual, Martín Caparrós se adecua
aún a un tipo de escritor intelectual que casi ha desaparecido de la esfera
pública. Parece entonces una consecuencia necesaria que haya emprendido,
en Echeverría, la biografía novelada de uno de los primeros escritores
argentinos que ocuparon ese papel de intelectual crítico. Un relato en el que
se cifra también una clave de la identidad nacional: Esteban Echeverría, con su
pluma, lucha por crear de la nada una literatura digna del espíritu romántico
de las obras que ama, cuando por el barro de la aldea local apenas circula un
pálido reflejo de la Ilustración europea. El otro drama, acaso el que despierta
más pasión en la escritura del propio Caparrós, es el que se cifra en la
violencia de "El matadero": cómo se construye un escritor cuando sólo
puede definirse en el sometimiento o la rebelión frente al poder.
Fuente bibliográfica
Balance 2016. Los libros del año. [en línea], [18 de diciembre de 2016]. [Consulta: 19 diciembre 2016]. Disponible en: http://www.lanacion.com.ar/1967395-balance-2016-los-libros-del-ano.
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