21 abr 2018
Conectados pero solos: Las 3 mentiras de las redes sociales
En los
últimos tiempos el número de redes sociales ha aumentado de manera exponencial.
Tal pareciera que alguien tiene una varita mágica que, al moverla, crea como
por encanto una nueva red social. Facebook, Twitter, Google Plus, LindedIn,
Youtube y Pinterest son solo algunas de las más conocidas pero existen decenas
de sitios prácticamente idénticos entre los cuales dividimos nuestra atención.
Todas
las redes sociales se venden y promocionan como sitios donde uno puede
compartir, conectar con los otros y controlar lo que sucede. Es tan sencillo
escribir un mensaje, releerlo y, si no está bien, simplemente oprimir la tecla
“Delete” para volverlo a reescribir de la manera más adecuada. Sin embargo,
esto nos hace mostrar una faceta construida. Nuestro perfil online es una
imagen idílica de nosotros , de lo que desearíamos ser y de lo que queremos que
los demás sepan de nosotros.
¿Han
visto en alguna ocasión en Facebook una foto de alguien llorando o triste? Y es
que a nuestro perfil subimos las imágenes de esos momentos idílicos, las
vacaciones en familia, la fiesta con los amigos… Pero una parte de nuestra
intimidad se queda oculta. El problema es que realmente no solo queremos
ocultar esa faceta a los demás sino a nosotros mismos. De esta forma, no nos
permitimos crecer como personas. Y es que las redes sociales son un gran
agujero negro por donde no solo se escapa nuestro tiempo sino también nuestra
propia identidad.
El fantasma de las redes sociales
Parafraseando
a Carlos Marx podríamos decir que “un fantasma recorre al mundo, el fantasma de
las redes sociales”. Y este espectro nos seduce con tres falsas premisas:
1. Podemos centrar la atención donde queramos,
en el hecho y el lugar del mundo que deseemos. Sin embargo, realmente no
nos percatamos que somos personas con limitaciones físicas, que nuestra memoria
tiene una capacidad limitada al igual que nuestra atención y, por ende, de las
decenas de historias o tweets que leemos al día, con mucha suerte, al pasar de
un mes recordaremos tan solo uno o dos.
Entonces…
¿de qué sirve manejar tanta información si la olvidaremos apenas pasen unos
días? ¿de qué sirve emplear tanto tiempo consumiendo datos y noticias si estas
no tienen ninguna repercusión en nuestra persona, si no nos sirven para crecer?
2. Tenemos el control de lo que sucede. Es
cierto, controlamos lo que escribimos y las fotos que subimos pero no controlamos
lo que está sucediendo en nuestra vida real. Pasar más tiempo en las redes
sociales implica relacionarse menos con las personas que nos circundan y
dedicarle menos tiempo a la reflexión. Por ende, mientras más controlamos en el
mundo online, más descontrolada queda nuestra realidad offline.
Cuando
estamos en una reunión con los amigos o en una cena de trabajo y en vez de
comunicar con las personas presentes nos dedicamos a enviar mensajes de texto
con el móvil, estaremos cediendo una parte de nuestro control. Pero lo peor es
que ni siquiera nos damos cuenta de que somos víctimas de la ilusión del
control, desgraciadamente, la imagen de las parejas que salen a cenar pero que
en vez de hablar están pendientes de su móvil es cada vez más frecuente.
3. No estaremos solos. Desde hace
décadas han sido numerosos los psicólogos que se han referido al miedo a la
soledad. Y es que somos seres sociales que necesitamos de las relaciones
interpersonales para desarrollarnos. De hecho, nos construimos como personas a
través de la imagen que tienen los otros y de la retroalimentación que estos
nos brindan. El mecanismo es bastante simple: nos equivocamos, otros nos
muestran el error y quizás nos indican una parte de la solución y nosotros
crecemos. Es la idea básica de la Zona de Desarrollo Próximo.
Sin
embargo, si nuestras relaciones se restringen cada vez más a las redes sociales
y en ellas solo mostramos nuestra faceta más positiva, ¿cómo podemos crecer? De
cierta forma, esto nos atemoriza y por eso evitamos reflexionar. De esta
manera, nos rodeamos de cientos o miles de seguidores con los cuales mantenemos
“conversaciones” intrascendentes que no nos permiten crecer y nos mantienen en
la zona de confort propia de la adolescencia.
Por otra
parte, cada vez tenemos más miedo a la intimidad por lo que nos vanagloriamos
de poseer seguidores o fans pero evitamos las relaciones de amistad profundas.
Pero… ¿conoces profundamente tan solo a diez de las personas con las cuales
compartes información a diario? ¿sabes cuáles son sus problemas, cuándo fue la
última vez que lloró? ¿estarías dispuesto de manera incondicional a ayudarle?
Puede
sonar como un contrasentido pero la verdad es que si no aprendemos a estar
solos, cada vez estaremos más solos.
Sin extremismos
Todas
estas ideas no nos obligan a obviar las redes sociales o a dejar de usar el
teléfono móvil. Estamos en la era de la tecnología y, ya sea por trabajo o para
mantenernos en contacto con amigos en el otro lado del mundo, las redes
sociales son una excelente herramienta.
Lo
importante es reflexionar sobre el lugar que ocupan en nuestras vidas y
redimensionar su importancia. Aprendamos a vivir más en nuestra realidad, a
enfrentar nuestros miedos y a disfrutar de cada momento que pasamos con las
amistades o la familia.
Y, lo
que es aún más importante: cuando sientas la necesidad de acudir a las redes
sociales es porque algo anda mal en tu realidad. Las redes sociales no son una
cura para tus problemas, son un síntoma de algo más profundo.
Fuente bibliográfica
Conectados pero solos: Las 3 mentiras de las redes sociales. Rincón de la Psicología [en línea], [sin fecha]. [Consulta: 22 abril 2018]. Disponible en: https://www.rinconpsicologia.com/2012/06/conectados-pero-solos-las-tres-mentiras.html.
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