17 may 2008

Chicos de biblioteca

por María Brandán Aráoz
Escritora

La biblioteca es, o solía ser, el refugio de los lectores ávidos; aquellos que después de devorar, uno tras otro y varias veces, los libros propios y ajenos -que no siempre se devuelven- y agotar la plata extra del mes en la librería del barrio, desesperan, o desesperaban, por encontrar “algo para leer”.
Las bibliotecas siguen existiendo, cada barrio tiene una o más, y aunque los lectores hayan disminuido, en número, avidez y en edad, ellas están ahí, esperándolos con los estantes repletos de libros y un bibliotecario ansioso por recomendar las obras preferidas.
¿Nuestros hijos van? ¿Los llevamos? ¿Cómo convertirlos en chicos de biblioteca?
Un lugar para cada libro...
...y cada libro en la Biblioteca. ¿Desde cuándo? Desde que un chico nace, se hace
(o no) un lector. En muchas notas hablé de la importancia de incluir los libros en la vida diaria de los hijos; en la cuna, la sillita de comer y el cochecito son bienvenidos. ¿Acaso los juguetes, la música y entretenimientos más frívolos no ocupan un lugar desde la primera infancia?
Entonces, con más imaginación que razón, los libros de cuentos con imágenes y palabras merecen su protagonismo, para que los padres pueden empezar a contarlos y a mostrárselos. De ahí a armar la biblioteca hay un paso corto y necesario.
No hace falta una gran inversión, no tiene que ser una biblioteca cara y sofisticada, bastaría con estantes para colocar los libros o, a falta de estos, una caja donde pudieran ser apilados y desordenados a la hora de elegir uno para contar.
A medida que el chico crece y se lo cambia de cama, a veces de cuarto, también se agranda la biblioteca. Ahora no estaría mal que se transforme en una sucesión de estantes de madera con buena capacidad y lugar de privilegio en una pared central de la habitación. Año a año se podrían sumar estantes para agregar nuevos libros, hasta que la de él o ella fuera mayor que la de los padres. Si así sucediera, ¡qué maravilla!
A la hora de surtirla, conviene tener en cuenta que comprar libros no es un gasto sino una inversión. “Los libros están caros”, se quejaba una mamá en la “Feria del Libro”, mirando desde el pasillo a su hija, que revolvía en el stand, sin acercarse. Después las vi tomando un suculento té con tortas en una de las confiterías.
¿Acaso los padres lo piensan tanto a la hora de comprarles un juguete, un CD de música, juegos para la computadora, golosinas, comida indigesta? ¿Por qué les parecen “caros” y economizan en libros?
Aunque es cierto que muchos han tomado conciencia de la importancia de leer y contar cuentos. Por eso me alegré al oír el comentario de una chica de nueve años en una feria escolar: “Mi papá me dijo que en esto la respuesta siempre es sí” Esto era el libro de cuentos de tapa dura que tenía en la mano.
Estoy ciento por ciento a favor de llenar con decenas de libros la biblioteca de los chicos. En este tema soy una fanática por herencia. Mi madre era bibliotecaria; mis padres nos regalaban cantidades de libros para los estantes de nuestro cuarto; y yo hice lo mismo con mis hijas (la de la menor, abarcaba de pared a pared). El amor por la literatura es un bien de familia o nos viene en los genes. Hecha la salvedad, creo que el fanatismo es acertado. La biblioteca del hogar prepara a los chicos para buscar y encontrar otras.
Dime a qué biblioteca vas...
... y te diré qué edad tienes. La biblioteca de la sala, en el jardín, y la escolar, en primaria y secundaria, son los pasos siguientes. La maestra jardinera arma la propia, a veces precariamente, en el rincón de contar cuentos. Los chicos allí reunidos se preparan para oír una historia, para llevarse un libro en préstamo y para traer de la casa el cuento favorito que quieren compartir con la maestra y sus compañeros.
Ya en la primaria y en la secundaria, la biblioteca escolar es el lugar de búsqueda y de encuentro, y la bibliotecaria el hada madrina de ese reino de fantasías. En mis visitas a los colegios, veo llegar a chicos ansiosos por pedir ese libro que los desvela (el que nunca descansa en el estante), o por insistir en que les recomiende “algo que me atrape”. Las bibliotecarias saben qué libros sugerir para cada edad; tienen experiencia en lo que a gustos infantiles se refiere, y buena memoria para recordar las caras y los comentarios de los chicos cuando devuelven el libro prestado. “Este no me gustó, era muy aburrido. Decía muchas cosas de más, que no servían”. “Este me enganchó, no podía parar de leerlo. ¡Es genial!”. Son frases textuales, porque ellos se muestran lapidarios o no escatiman elogios. ¡Así son los chicos de biblioteca!
Cuando la del colegio les quedó chica, en época de vacaciones y para ampliar los gustos literarios, conviene que ellos conozcan las bibliotecas del barrio o de la ciudad. Hay que salir a buscarlas, entrar a varias y optar por la más completa. No conviene dejarlos sentados y limitados a la opción fácil: buscar relatos que puedan descargarse por la gigantesca librería de Internet.
Prefiero un libro envejecido por el uso y sacado del estante de una biblioteca, a la copia flamante de un cuento que se imprimió desde la red. Si se trata de elegir entre leer la pantalla o la página de un libro, también elijo la segunda opción. “Bueno, ¿pero si no hay más remedio? ¿No es mejor que lea un cuento a que se la pase en el chat y con los jueguitos de red?”, se rebela un lector. Si no hay más remedio, no lo hay. Preferir, es buscar la mejor opción: ir a la biblioteca.
Tampoco podemos pretender que el chico vaya solo, aunque quede a dos cuadras. Hay que entusiasmarlo con la idea, ponerla en práctica juntos, acompañarlo. Seamos sinceros: las bibliotecas públicas barriales o ciudadanas no son muy atractivas. Las hay bastante vetustas (por no decir deprimentes) y aunque lo que importa es el contenido, tampoco suelen tener un buen surtido de libros. Atraen más las pantallas de las computadoras y (¡horror!) de los televisores. Entonces habrá que apelar a estrategias: un cuento iniciado por el camino, la promesa de leer juntos...
“¿Ir con los chicos a recorrer bibliotecas? Sea realista, suena... ¡aburridísimo!”, irrumpe un invisible lector. ¿Ah, sí? ¿Qué otra cosa son las “Ferias del Libro”? ¡Y los chicos se desesperan por ir! “¡No va a comparar! Ahí hay talleres, narraciones, obras de teatro...”. Es cierto, pero nada les gusta tanto como visitar los stands para ver los libros, comprar los que más los atraen y, si es posible, hacerlos firmar por los autores; ni siquiera les interesa demasiado verlos en las salas, prefieren ir al stand.
Pero vino bien el comentario del lector rebelde para abordar el siguiente punto.
¿Hay bibliotecas atractivas para los chicos?
Si, hay bibliotecas muy atractivas y con una gran variedad de libros: desde las novedades de las distintas editoriales, los clásicos siempre vigentes, las novelas más vendidas que se importan de otros países, hasta esos relatos mal escritos (algunos chorreantes de sangre), y divertimentos sin historia como los que proponen descubrir al protagonista entre una multitud.
Digamos que hay libros para todos los gustos, aunque yo prefiero los cuentos y las novelas bien escritas con principio, nudo y desenlace. Y además de la cantidad de libros para elegir, hay otras ofertas: narraciones, talleres de escritura, encuentros con autores... Aquí conviene aclarar, que estas bibliotecas de maravilla suelen ser privadas. De todos modos, no creo que las cuotas de socio sean tan altas y, si los padres tienen la posibilidad de pagarlas, convendría asociar al hijo a alguna de ellas.
¿Y las bibliotecas oficiales? No se puede generalizar, pero en su gran mayoría el sector dedicado a la literatura infantil y juvenil es bastante precario (para decirlo con diplomacia). En los anaqueles, más que libros nuevos, abundan las colecciones muy viejas que ya ningún chico lee, autores que gustan más a los adultos, y se nota la ausencia de algunos clásicos siempre vigentes. En ese sentido, están más provistas y actualizadas las bibliotecas de los colegios.
En el interior del país, especialmente en las zonas rurales, donde la biblioteca es casi el único lugar donde los chicos de menores recursos pueden acudir en busca de libros, las cosas no son mejores sino más difíciles. No escribo esto sin fundamento. Los maestros y bibliotecarios me envían mensajes donde me cuentan los problemas que tienen para surtir a sus bibliotecas de buenas obras, títulos modernos y libros atractivos para conquistar a los lectores infantiles y juveniles menos entrenados. También veo las frenéticas recorridas de las bibliotecarias en la “Feria del libro”; cuando reciben un subsidio, hacen horas de cola en cada stand para comprar libros nuevos que atrapen a los chicos, obras clásicas que se perdieron o nunca tuvieron y las novedades que a sus provincias llegan tarde, mal o nunca. Hasta invierten en libros el dinero propio juntando las moneditas.
Aunque sería injusto no reconocer la tarea de la “Comisión Nacional de Bibliotecas Populares”, que otorga subsidios a las bibliotecas populares, o los excelentes programas de la “Fundación Leer” que incluyen maratones y rincones de lectura, entre otras ONG que se ocupan del tema. ¡Lástima que no se invierta más dinero en la compra de obras infantiles y juveniles!
¿Qué libros y actividades no deben faltar en una biblioteca?
Los libros que más les gustan a los chicos. Conviene recordar y respetar los gustos de cada lector e incluir varios libros de sus temas favoritos. Si lo hacemos, ellos estarán más dispuestos a aceptar nuestras recomendaciones.
Porque también deberíamos agregar otros menús literarios que, por no haberlos probado, él todavía no sabe si le gustan, y a nosotros nos consta que son buenos.
¿Qué actividades no deben faltar en una biblioteca?
Lectura en voz alta: La selección del libro está a cargo del bibliotecario, que se los lee a los chicos durante una media hora o algo más. Al finalizar el capítulo, o en algún momento de gran suspenso, se interrumpe el relato y… los interesados en pedir el libro en préstamo se anotan en una lista.
Lectura silenciosa: Se destina al menos una hora por semana para que los chicos vayan leyendo el libro en la biblioteca, si no lo terminan y quieren hacerlo en sus casas, pueden tomarlo en préstamo con la promesa de devolverlo en un plazo breve.
Narraciones: Narradores amateurs o profesionales son invitados a prestar su voz y su actuación para transmitir a los chicos la emoción de los cuentos de hadas, amor, aventuras, miedo, ciencia-ficción... El tono de voz, la música y los ademanes acrecientan el goce y el suspenso de las historias... que luego ellos querrán leer.
Si tuviera la oportunidad, le haría dos preguntas a las autoridades educativas: ¿tenemos bibliotecas oficiales atractivas para los chicos? En aquellas destinadas a los adultos, ¿hay un espacio privilegiado para lectores infantiles y juveniles? Dudo que la respuesta a cualquiera de ellas fuera un tajante sí. Pero al menos me gustaría que algún educador responsable agregara: “pero si quiero”. Porque de eso se trata: de querer hacerlo, ¿no?
Mientras tanto, los padres podemos aceptar el desafío, tomar la iniciativa y, por cuenta propia, ¡convertir a nuestros hijos en “chicos de biblioteca”!

Fuente: http://www.san-pablo.com.ar/rol/?seccion=articulos&id=1985

4 comentarios :

Anónimo dijo...

hola les dejo un chiste aver si lo entienden


toc toc qien es la vaca que asusta la vaca que asusta buuuuuu

que risa jajajajajajajajajajajja


chau besuchis echo por daniela recabarren

Anónimo dijo...

perdonen a mi hermana es un poco tonta se mete donde no tiene que meterce



perdon disculpe por sacarle su tiempo


chauchissssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

Anónimo dijo...

aaaaaaaaaaa

Anónimo dijo...

Les cuento que soy Bibliotecaria de una escuela de jornada completa, por suerte puedo decir que LA BIBLIOTECA SE USA, Y MUCHO nuestros alumnos son "lectores" son bien recibidos y si no vienen los busco tratando de atraparlos con algun cuento o acticvidad que los atraiga.
Maria Elena

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