“Yo soy una servidora de la lectura; como puedo y donde puedo, hablo de los libros; los difundo, los despliego... todo sirve. Lo que me preocupa es la ausencia del libro como objeto en el mundo de la televisión. Ni en las publicidades ni en las telenovelas, ni en las escenografías habituales, salvo las culturales, aparece el libro como objeto”, afirma Canela (Gigliola Zecchin), de cuya obsesión por el fomento de la lectura dan cuenta, entre otras señales, el programa televisivo “Colectivo imaginario”, que ella conduce por TN, y su experiencia de 20 años en el mundo editorial, como editora o como escritora.
“La última que vi libros en una telenovela - recordó la escritora a LA GACETA - era cuando Andrea del Boca estaba enferma, y el novio le traía una pila de libros para que ella se entretuviera. Pero no mostraban las tapas porque eso era “publicidad”. Pero el libro es una cruza entre la industria y la cultura. Y como la televisión es multiplicadora de lo bueno y de lo malo, yo quisiera ver más presente allí el libro, porque me encantan los libros. Soy una seducida por los libros.
-Hay quienes cuestionan la Feria del Libro por el exceso de marketing...
- El padre de Borges metía el libro de su hijo en el bolsillo de la gente que colgaba en sus percheros el abrigo. Eso era marketing. “Mujercitas” se escribió porque no había en el mercado libros para las chicas que se iniciaban en la pubertad. Había que escribir un libro que tuviera que ver con la capacidad de superar las dificultades cuando los padres iban a la guerra. Fue un libro por encargo.
- ¿Se pierde creatividad cuando manda el mercado?
- Depende. Depende del escritor; de la calidad de su escritura. Yo he leído libros maravillosos, escritos por encargo. Y los he leído espantosos, escritos en contra de las reglas del mercado. Balzac era un tipo que vivía con mucha deuda. Y como le pagaban por página, por línea, escribía detallando todas las cosas para que el texto fuese más largo, y le pagaran más. Y gracias a él tenemos una maravillosa pintura de su época.
- ¿Sirve la escuela para iniciar la aventura de la lectura?
- Es muy difícil aprender a leer. En el trayecto de la escolaridad, hasta más o menos los 13 años del chico, la lectura contribuye al ejercicio de la comprensión. Esos libros tienen argumentos más sencillos, o un vocabulario más restringido. De vez en cuando, los autores se atreven con palabras nuevas; y aunque los chicos no las entiendan, les interesa tanto el argumento que siguen adelante.
- ¿Dónde se corta el camino ?
- Cuando la escuela se empeña en que el chico lo aprenda todo. La educación, hoy, no debería interesarse por el enciclopedismo; para eso tenemos internet. El énfasis tiene que estar puesto en la pregunta, en la curiosidad; en el por qué y en el para qué; y aun en cultivar la rebeldía.
-¿Por qué se está abandonando el placer de la lectura?
- El mundo se está complejizando: el cable; los “eventos”. Ahora todo se convierte en algo social. Los chicos consumen letras de rock. Es literatura, es poesía, claro. Pero los priva de una dimensión que otorga la lectura, que es la posibilidad de que uno mismo reconstruya ese texto con la propia imaginación. Pero en la Argentina hay otro problema; al interior llega muy poca variedad de libros. Debería haber ferias ambulantes; gente que circule con camiones cuyas compuertas se abran, y se conviertan en bibliotecas. En Francia, Genévieve Patte, la creadora de “La alegría de leer”, manda a las bibliotecarias con una canasta bajo el brazo, a sentarse en las fuentes de las placitas. Ahí empiezan a leer, para quien los quiera escuchar. Entonces se acercan los niños; y como quieren terminar el libro, la señorita se los presta, y les dice: la semana que viene vengo, y me lo devolvés. Sin anotar. Y el libro vuelve, porque se ha instalado un compromiso afectivo.
- ¿Cómo imagina una política de fomento a la lectura ?
- Dándoles libertad a las escuelas, a los municipios, para que cada uno invente lo que le venga bien; que haga propuestas con creatividad. Que se invite a presentar proyectos, y se les aceptará, o no. Pero no sirve imponer un mismo módulo para la Puna y para Buenos Aires. Porque hay gente muy diversa en todas partes.
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