En efecto, como señala Rocío Martin-Laborda en un informe realizado por la Fundación Auna (hoy Fundación Orange) en 2005, el proceso educativo ha cambiado; si antes el paso por las distintas etapas del sistema educativo (Primaria, Secundaria, Bachillerato y demás) era suficiente para formarse, en la actualidad quien no desee quedarse obsoleto deberá continuar con el proceso de formación toda su vida. Se da la circunstancia de que el uso de las TIC favorece especialmente el desarrollo de la formación continua, ofreciendo herramientas que permiten la creación de entornos virtuales de aprendizaje, libres de las restricciones de la enseñanza presencial, y adaptables a las circunstancias personales de cada uno. Los educadores, por tanto, deben preparar a los alumnos para este nuevo escenario, potenciando desde una fase temprana sus habilidades en el uso de las herramientas tecnológicas.
De lo que se trata, siguiendo con lo expuesto en el informe, no es tanto de transmitir una información determinada, sino de enseñar a aprender a lo largo de toda la vida. Y para ello, el punto de partida está sin duda en la incorporación de las TIC a la enseñanza, incorporación que pasa, en primer lugar, por la dotación a los centros educativos de los equipamientos e infraestructuras necesarias.
Aunque las investigaciones sobre este tema todavía se encuentran en una fase temprana, se han podido constatar algunas ventajas educativas derivadas de la introducción de las nuevas tecnologías en las aulas, tales como aumento de interés por la materia estudiada, mejora en la capacidad para resolver problemas, mayor confianza del alumno, incremento de la creatividad y la imaginación, etc. Se ha comprobado especialmente la utilidad de las TIC para los estudiantes con motivación escasa y bajas habilidades, debido a que la flexibilidad de las mismas permite adaptarse al ritmo y capacidad del alumno.
Otro de los impactos del uso de estas herramientas está en los contenidos curriculares, ya que permiten presentar la información de una manera muy distinta a como lo hacían los tradicionales libros y vídeos. Para empezar, se trata de contenidos más dinámicos con una característica distintiva fundamental: la interactividad. Ello fomenta una actitud activa del alumno frente al carácter de exposición o pasivo, lo que hace posible una mayor implicación del estudiante en su formación. Los nuevos contenidos permiten la creación de simulaciones, realidades virtuales, hacen posible la adaptación del material a las características nacionales o locales y se modifican y actualizan con mayor facilidad. Los profesores, además, tienen la posibilidad de generar contenidos educativos en línea con los intereses o las particularidades de cada alumno, pudiendo adaptarse a grupos reducidos o incluso a un estudiante individual.
Respecto a la penetración de las TIC en el ámbito educativo español, según datos contenidos en el estudio, el 94% de los centros escolares dispone de acceso a Internet, ascendiendo al 74% la proporción de colegios que lo utiliza con fines educativos. En referencia a la red interna o intranet, el porcentaje de estos centros que lo tiene se reduce al 40%. El número de ordenadores por cada 100 alumnos es de 12, mientras que el ratio para docentes era de 95 por cada 100. El 60% de los ordenadores de los centros escolares tenía conexión a la red.
Las TIC en los colectivos con discapacidad
Uno de los colectivos que se ve especialmente beneficiado por la aplicación de las TIC al área de la educación es el de las personas con discapacidad y es que, si el desarrollo tecnológico no tiene en cuenta las necesidades de este sector, se pueden dar nuevas formas de exclusión social. Según datos del estudio que nos ocupa, la discapacidad afecta a un 9% de la población en España, siendo el número de afectados de edad comprendida entre los 6 y 14 años de 61.337, número que asciende a 110.285 si pasamos al tramo de entre 15 y 24 años.
Las personas ciegas o deficientes visuales tienen, como es obvio, serios problemas de accesibilidad a las TIC. Dicha dificultad se suple con los llamados "revisores de pantalla" que permiten interpretar la pantalla a través de una línea Braille añadida al teclado y un sistema de voz. En caso de que no haya ceguera sino deficiencia visual, la solución radica en el tamaño de las fuentes, colores, contrastes, resolución de pantalla, etc.
El caso de los sordos es algo distinto, aunque si bien podría pensarse que al tener facultades visuales no deberían tener problemas para leer y escribir de forma correcta, la realidad es que muchos de ellos presentan problemas de lectura y escritura. El remedio en este caso consiste en establecer un vocabulario y una estructura de navegación sencilla. Adicionalmente, es necesario que los contenidos en audio vayan acompañados de subtítulos o descripciones textuales.
Por su parte, la discapacidad física hace que surjan problemas de accesibilidad, desde ser capaz de encontrarse ante el ordenador, ya que acomodar una silla de ruedas no es fácil, hasta superar la falta de fuerza o destreza en el manejo de utensilios como el teclado o ratón. Las imágenes y textos de pequeño tamaño en Internet, así como las ventanas emergentes son algunas de las dificultades que estas personas encuentran, puesto que dificultan el apunte del ratón.
Las personas que presentan discapacidad intelectual, por último, tienen más problemas con el software que con el hardware. Suelen sentir confusión ante la magnitud de información disponible en Internet, muchas veces compleja, tanto como el lenguaje que a veces se emplea para transmitirla. Al igual que en las personas sordas, la clave en este caso estaría en el uso de un lenguaje sencillo y un esquema de navegación poco complicado.
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