“Dios ama a sus hijos, pero especialmente a aquellos que devuelven sus libros a tiempo”.
Francis O'Brien, Head Librarian. The Librarians. ABC TV Series
Los medios audiovisuales y editoriales reflejan en la mentalidad popular una visión de nuestra profesión y de nuestros lugares de trabajo muy característica y estereotipada, esto es, de “bibliotecas sin usuarios y personal casi siempre femenino, con gafas y moño” (Gómez Hernández J.A. y Saorín, T). Acompáñenme pues para sumergirnos en el maravilloso mundo de los extraños pero entrañables seres que habitamos entre estanterías y bases de datos.
El estereotipo del bibliotecario
La imagen de una bibliotecaria (o de un bibliotecario, que también existimos) como custodios de gesto severo, cuadriculados con las normas, rancios en el vestir y con un punto de frustración, se halla grabada a fuego en la cultura de masas occidental debido sobre todo a las películas y series televisivas
made in USA, que perpetúan el tópico y lo hacen perfecto para la sátira cómica.
Parece que el bibliotecario ha sido creado para atormentar al usuario, llegando a veces a límites kafkianos, como en la novela
La caída del Museo Británico de David Lodge (1965).
Los bibliotecarios combatimos este tópico a base de profesionalidad, adaptación a las nuevas tecnologías y sobre todo, grandes dosis de sentido del humor.
Sí, porque
los bibliotecarios tenemos capacidad para reírnos de nosotros mismos, mal que le pese al bueno de
Jorge de Burgos de
El nombre de la rosa. Porque, quién mejor para poner orden en las bibliotecas públicas y hacer respetar la sagrada ley “decimal” que un
bárbaro cimmerio. Y qué bibliotecario de fondo antiguo no ha tenido pesadillas con
usuarios desaprensivos, que mutilan valiosos libros de horas. Pero quizá uno de los mejores retratos cómicos de los empleados de una biblioteca pública multicultural sea la de la
sitcomaustraliana
The librarians.
La cara amable del bibliotecario sale a relucir en la comedia clásica norteamericana en películas como
Su otra esposa (
Desk set, Walter Lang, 1957) con Spencer Tracy y Katherine Hepburn, donde asistimos a los primeros miedos a la automatización. Por su parte Peter Sellers en
Juego para dos (
Only two can play, Sydney Gilliat, 1962) se mete en la piel de un modesto bibliotecario y padre de familia. Y no podemos dejar de mencionar “Marian the librarian”, la escena memorable del musical
Vivir de ilusión (
The music man, Morton DaCosta, 1962).
La cara gótica nos llega de la mano de un bibliotecario Jonathan Harker, quien es llamado por el conde Drácula (Christopher Lee) para catalogar su biblioteca personal (
Horror of Dracula, Terence Fisher, 1958).
La cara más sórdida pero cercana la tenemos plasmada en el testimonio gráfico y filmado de la vida del archivero hospitalario Harvey Pekar en
American Splendor.
Los bibliotecarios en los cómics son héroes, pero también villanos. Y es que
batgirl era bibliotecaria:
Barbara Gordon (
Yvonne Craig en la serie
sixtie de TV) es la hija del comisario de Gotham City. Su rol fue concebido para atraer al público femenino y como contrapunto romántico de Batman, en respuesta a un presunto exceso de “camaradería” con su fiel compañero Robin. Batgirl es graduada en biblioteconomía y ha conseguido llegar al cargo de directora de la Gotham City Public Library.
Sin embargo, también hay malvados con hábitos bibliotecarios, como en el del cómic de Batman,
La biblioteca de almas. En esta ocasión el hombre murciélago trata de aplacar la locura de un bibliotecario metido a asesino en serie, ocupado en marcar a sus víctimas con números de la clasificación decimal de
Dewey.
¿Y cómo nos ven en el futuro? Los bibliotecarios somos vistos por el género
SCI-FI como una especie en vías de extinción o directamente proscrita, como en
Fahrenheit 451. Los “ciberbibliotecarios” han ido siendo sustituidos por computadoras y redes en un mundo cada vez más automatizado. El acceso a la información es cosa sólo de dos, un mega-ordenador y un usuario-programador, que interaccionan entre sí, a la manera de películas como
2001: Una odisea del espacio o el universo
Tron.
La imagen de las bibliotecas
Con respecto al lugar que da cobijo al bibliotecario,
las bibliotecas a menudo son concebidas en el ideario colectivo como silenciosos y venerables espacios, casi sagrados (Gómez Hernández J.A. y Saorín, T). Las novelas de horror gótico y de ficción histórico-detectivesca (así como sus remedos fílmicos) tienden a representarlas como espacios
secretos,
laberínticos , oscuros, lóbregos y polvorientos, óptimos escenarios para lo
paranormal o para la comisión de crímenes, a menudo motivados por libros valiosos o prohibidos.
Y es que hay libros que matan, como el legendario fragmento de la
Poética de Aristóteles de
El nombre de la Rosa (Umberto Eco, 1980). Existen también peligrosos grimorios que conducen a la perdición, pero que aún así son ambicionados por inasequibles bibliófilos y bibliópatas, como el
Libro de las Nueve Puertas del Reino de las Sombras de
El club Dumas (Arturo Pérez-Reverte, 1993) o el
Necronomicon, frecuentemente citado en los relatos de horror primigenio de H. P. Lovecraft.
Importantes bibliotecas languidecen por la acción del tiempo, la acumulación de polvo, la humedad y la inexorable labor de mina de un ejército de hongos, insectos y roedores. Otras han perecido abrasadas por virulentos incendios, fruto del descuido, pero también de la intolerancia manifiesta, como la histórica
Biblioteca Alejandrina , cuyo final le sirvió a Umberto Eco de inspiración para su biblioteca encastillada en la abadía benedictina de
El nombre de la rosa.
Hay no obstante bibliotecas que nos son más cercanas y que forman parte de nuestra vida cotidiana, como las públicas y universitarias, pero también otras que han surgido de la extensión bibliotecaria, como el bibliobús que aparece en
Billy Elliot o la biblioteca de prisión de
Cadena Perpetua, en donde puedes evadirte, aunque tan sólo sea a través de la lectura.
Bibliografía y fuentes
Blogs y foto-galerías
Manuel Pérez Rodríguez
Departamento de Preservación y Conservación
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