“El sentimiento que experimentamos al contemplar un cuadro, no se puede distinguir del cuadro ni de nosotros mismos. El sentimiento, el cuadro y nosotros mismos estamos reunidos en nuestro misterio”
13 may 2011
Lo que pasa en nuestros cerebros cuando leemos, en pantalla o papel, una historia
Por: Dolors Reig
“El sentimiento que experimentamos al contemplar un cuadro, no se puede distinguir del cuadro ni de nosotros mismos. El sentimiento, el cuadro y nosotros mismos estamos reunidos en nuestro misterio”
“El sentimiento que experimentamos al contemplar un cuadro, no se puede distinguir del cuadro ni de nosotros mismos. El sentimiento, el cuadro y nosotros mismos estamos reunidos en nuestro misterio”
René Magritte en una carta a P. Colinet en 1975
Hay mucho de la idea de flujo de Csíkszentmihályi en la lectura, uno de los formatos más universales para contar historias unos cuentos, relatos, que son, según múltiples investigaciones, casi vividos a juzgar por nuestra actividad cerebral.
Es probable que esté en ese aspecto, en el hecho de que percibamos la historia en cuestión como si la estuviéramos viviendo, una de las claves del éxito de la aplicación de la perspectiva del storytelling a juegos, compras, lecciones y cualquier otro tipo de narrativa que requiera motivación.
Me ha gustado especialmente la entrevista a Livia Blackburne, autora de From Words To Brain, acerca de qué procesos cerebrales están implicados en la lectura, procesos que ya observábamos en cuanto a los juegos en Digital Nation y que pueden generalizarse a lo que ocurre cuando nos acercamos y nos sumergimos en cualquier tipo de historia.
De este modo, el autor recomienda que al escribir usemos palabras que evoquen emociones, descripciones vívidas y un lenguaje preciso que permita al lector dibujarse una imagen de lo que está ocurriendo. Debemos conseguir que el lector se identifique con los personajes, que empatice con ellos, nos dice. Crear situaciones que guarden similitudes con lo que el lector haya experimentado en algún momento de su vida provocará mayor empatía.
Proceso cerebral de la lectura
Leer una página o pantalla puede activar nuestros cerebros al menos de dos modos distintos. Primero las palabras activarán una red específica para el lenguaje en nuestros hemisferios izquierdos. Después, a un nivel más profundo, los lectores mostrarán actividad cerebral en distintas zonas, dependientes del significado de las palabras. Como decíamos al comenzar, algunas áreas de la imaginación son las mismas que utilizamos para procesar los eventos que efectivamente experimentamos.
Por ejemplo, una descripción visual vívida activará regiones visuales, mientras que descripciones de los pensamientos y motivaciones de un personaje activarán porciones del cerebro relacionadas con el razonamiento social. Y eso de forma parecida a lo que pasa cuando vemos películas, escuchamos una historia, jugamos un videojuego o, añado, interactuamos en redes sociales virtuales (lo explicamos en el enlace).
¿Porqué nos gustan tanto las historias?
Todavía más interesante resulta su explicación acerca de la potencia de las historias, del también llamado “storytelling”, centrada en cómo las vivenciamos, en qué funciones cumplen:
Nuestros cerebros parecen programados para buscar significados, las causas de lo que va ocurriendo a nuestro alrededor. Queremos dar sentido al mundo y las historias siguen esa lógica, la de ayudar a dar sentido y estructurar el mundo.
En segundo lugar, somos animales sociales. Nos gusta pasar tiempo con otros, escuchar acerca de las cosas que les pasan, lo cual crea un interés evidente sobre las historias que nos llegan.
En tercero, tal y como hemos explicado antes aquí al hablar de las neuronas espejo y su función adaptativa, las historias son una forma de traspasar información a los demás, de enseñar. Aprendemos de lo que ocurre a los demás, sobre situaciones que no hemos experimentado.
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