La invasión
tecnológica ha llegado muy rápido a todos los ámbitos, y ha sorprendido a
muchos creando una brecha digital que ha afectado sobre todo a los mayores y a
aquellos anclados en la cultura clásica.
José María
Martínez Selva, catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia,
ha puesto de relieve los problemas que suelen generar las nuevas tecnologías,
tanto por defecto –tecnofobia–, como por exceso, –tecnodependencia o
tecnoadicción–.
Martínez Selva distingue entre tecnofobia
que “es el miedo o el rechazo a utilizar las nuevas tecnologías” y el tecnoestrés,
“que engloba todos los problemas que causan éstas”. La primera de ellas, no
obstante, irá desapareciendo con el tiempo, “salvo en casos limitados en los
que haya una convicción ideológica contra el progreso”.
En 2006, un
estudio de Symantec revelaba que un 10% de la población tenía fobia al correo
electrónico, y que un 6% se sentía abrumado por esta forma de comunicación.
Estos datos, que recoge el psicólogo en su libro, muestran hasta dónde puede
llegar el rechazo a las nuevas tecnologías de los inmigrantes digitales.
El experto
explica que “si sabemos ir en bicicleta, podemos montar en cualquiera, pero si
nos cambian de aplicación, nos tienen que dar un curso”. Martínez Selva
sostiene que en el trabajo un 60% de la población asocia el estrés laboral a la
tecnología, que tanto tiempo nos ocupa. Lo que no quita que para un 85% el
correo sea el medio de comunicación habitual y preferido.
Tecnoestrés apunta soluciones para aquellos que lo pasan mal utilizando las
nuevas tecnologías.
El
catedrático sugiere que hay que acercarse a ellas con “buena actitud” porque no
sólo han venido para quedarse, sino para seguir evolucionando, y “quien se
mantenga fuera, va a terminar muy aislado”. Martínez Selva propone, a quienes
todavía son reticentes al progreso, utilizar estos medios para el ocio: para
establecer relaciones con los familiares o amigos y para intercambiar fotos,
recetas, etc. “Yo siempre comparo las tecnologías con los idiomas porque hay
que ir aprendiéndolos poco a poco y con la ayuda de otros”, sostiene el
catedrático.
Lo negativo
Las nuevas tecnologías han traído consigo beneficios indiscutibles en el ámbito
laboral y personal. Las posibilidades de ocio, de información y de comunicación
son infinitas, pero muchos de los problemas, como el acoso, la pornografía o la
violación de datos privados se han reconvertido para ser más complicados y
difíciles de solventar.
El psicólogo
destaca la vulnerabilidad de los niños y adolescentes frente a estos peligros.
Los padres no tienen la suficiente formación para instruir a sus hijos, ni para
descubrir qué están haciendo en Internet. Hay cambios de carácter a través de
los que pueden detectarse problemas: la pérdida de amistades, la ansiedad, la
dependencia o la introversión son algunos de los que hay que tener en cuenta
para advertir qué ocurre. Una hora y media o dos, a lo sumo, en Internet, es el
tiempo recomendado por Martínez Selva.
Pero la red
de redes no es el único medio al que ha migrado la vida social de niños y
adolescentes. Los teléfonos móviles , que comienzan a regalarse en torno a los
nueve o diez años, tranquilizan a los padres porque pueden saber la
localización de sus hijos en cualquier momento, pero hay que enseñales cómo y
cuándo utilizarlo para que no se creen dependencia.
La
tecnología también ha supuesto nuevos delitos como el ciberacoso o el sexting,
que es el envío de contenidos eróticos o pornográficos a través de la Red. Peligros que
los niños y adolescentes no advierten y que, como dice Martínez Selva, “antaño
sólo les acechaban en la calle, a la salida del colegio o del instituto, pero
hoy en día merodean también en Internet y en el propio hogar”.
La
privacidad está amenazada porque las máquinas hablan entre ellas e intercambian
datos. A la tecnología le falta educación y cortesía y, a los usuarios, saber
cómo comportarse. Tenemos toda la información, pero no podemos descargarnos
experiencias de Internet porque para ello se necesita tiempo y emociones.
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