14 ago 2012
Escrito a mano
Por: Guillermo Jaim
Etcheverry
En Inglaterra se vuelve a usar la estilográfica
para que los estudiantes aprendan la grafía. En Francia también se considera
que no se debe prescindir de esa habilidad, pero allí el problema reside en que
ya no la dominan ni los maestros.
Aunque el mundo adulto no está aún preparado para
recibir las nuevas inteligencias de los niños producto de la tecnología, la
pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos del
aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el desempeño escolar. En la escritura cursiva, el hecho de que las letras
estén unidas una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con
armonía de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea, quien
escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras.
Por su parte, el escribir en letra de imprenta implica
escindir lo que se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase,
interrumpir su ritmo y su respiración. Si bien ya resulta claro que las computadoras son
un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento
binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos
diferencia a unos de otros.
Habría que educar a los niños desde la infancia en
comprender que la escritura responde a su voz interior y representa un
ejercicio irrenunciable. Los sistemas de escritura deberían convivir,
precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser un lenguaje del alma
que hace únicas a las personas.
Su abandono convierte al mensaje en frío, casi
descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es vehículo y fuente de
emociones al revelar la personalidad, el estado de ánimo. Posiblemente sea esto lo que los jóvenes temen, y
optan por esconderse en la homogeneización que posibilita el recurrir a la
letra de imprenta. Porque, como lo destaca Umberto Eco, que interviene
activamente en este debate, la escritura cursiva exige componer la frase
mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere.
En todo caso, la resistencia que ofrecen la pluma y
el papel impone una lentitud reflexiva. Como en tantos otros aspectos de la sociedad
actual, surge aquí la centralidad del tiempo. Un artículo reciente en la
revista Time , titulado: Duelo por la muerte de la escritura a mano, señala que
es ése un arte perdido, ya que, aunque los chicos lo aprenden con placer porque
lo consideran un rito de pasaje, "nuestro objetivo es expresar el
pensamiento lo más rápidamente posible.
Hemos abandonado la belleza por la
velocidad, la artesanía por la eficiencia. La escritura cursiva parece condenada a seguir el
camino del latín: dentro de un tiempo, no la podremos leer". Abriendo una
tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a mano. Por poco tiempo...
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