http://cloudarian.wordpress.com/2012/07/14/sin-libros-y-sin-catalogos-que-sera-de-las-bibliotecas/
3 ago 2012
Sin libros y sin catálogos ¿qué será de las bibliotecas?
Os confieso mi angustia en esta ocasión. Es tanto lo que
se ha escrito recientemente sobre el futuro de las bibliotecas y la profesión
bibliotecaria que resulta a veces díficil controlar -siquiera superficialmente-
todo ese flujo de información. A veces da incluso la impresión de que es todo
un género el que se ha creado al calor de las crisis, los recortes,
las intervenciones y los rescates.
Podríamos incluso nombrar al fenómeno
: prospectiva bibliotecaria. Podéis echar un vistazo a las novedades
de los tablones de enlaces
de @biblioupm en Pinterest, #librarians;#thelibrary
o #theacademiclibrary para comprobar la gran variedad de propuestas,
alternativas, innovaciones y nuevas e intensas ideas que en este mismo momento
bullen en artículos, posts, tuits, infografías, presentaciones, podcasts y
vídeos de miles de profesionales como nosotros en todos los rincones del
planeta. Porque hay alternativas. Porque la gestión, la protección, la
canalización, la comunicación, la facilitación del conocimiento, de la creatividad,
de la innovación son las claves de un futuro que ya comienza a asomar a la
vuelta de la esquina.
Pero construir el futuro es también -además de evaluar,
estudiar, analizar, las propuestas novedosas, incluso atrevidas, que van
surgiendo- ver cuáles de nuestras prácticas actuales están quedando obsoletas,
desfasadas o son inservibles.
Bien porque la rapidez con la que se suceden los cambios
tecnológicos han dejado atrás herramientas de gestión de la información que
nacieron en un contexto muy diferente y cuya utilidad actual es cada vez más
cuestionada, bien porque las propias demandas de los usuarios hacia la
biblioteca han cambiado, evolucionado o se han transformado en formas, maneras
y usos a los que biblioteca y bibliotecarios aún tienen problemas para
responder adecuadamente.
Para estudiar esos cambios tecnológicos que hacen
envejecer súbitamente a herramientas hasta ahora cotidianas en las bibliotecas
os traigo un post interesantísimo escrito por Caroline Gauld [@carolgauld] en
su blog Carol by Computer Light y titulado ‘La diferencia entre unexperto y un especialista‘ ['The difference between an expert and aspecialist].
En él, la autora habla, desde su posición de experta en
sistemas bibliotecarios, de la dificultad insalvable que las bibliotecas de hoy
tienen para hacer útiles y relevantes sus catálogos frente a la potencia
-comparativamente sideral- de motores de búsqueda como Google.
Como, con cierta polémica, se atrevió a twitear la autora : ‘Libraries need to
admit that we suck at search and get over it’ [algo así como 'las bibliotecas
necesitamos admitir que fallamos en las búsquedas... y asumirlo'].
Creo que es un gesto muy honesto por parte de una
profesional reconocer que los actuales catálogos simplemente no sirven
para que los usuarios de internet descubran y utilicen la información que
custodian las bibliotecas. Parcelados, a veces inexactos, muchas veces
pequeños, en ocasiones deficientemente mantenidos y, sobre todo, siempre
dependientes de un esfuerzo de catalogación previo que no puede tener en
consideración las futuras necesidades de los usuarios que buscarán en
ellos.
Frente a esta herramienta tan deficiente -y otras tan
inequívocamente ‘góticas’ como los operadores booleanos- Google dispone de
una capacidad tal de organizar, buscar y encontrar información a través de
herramientas como Google’s Knowledge Graph, las búsquedaspredictivas o los ránkings de relevancia que convierten el esfuerzo
que se ha empleado durante décadas en levantar opacs dignos y fiables en
algo parecido a un entretenimiento amateur, un hobby para aficionados de fin de
semana. Y no importa si tenéis alguna duda sobre lo que os estoy contando… en
el tiempo que tardéis en procesar y enunciar esa duda, Google ya habrá
conseguido innovar, mejorar o superarse a sí mismo una vez más. Porque el
objetivo de Google no es conseguir clasificar y catalogar toda la información
disponible -esa noble e ingenua aspiración de más de un siglo de ‘ciencia
bibliotecaria’- sino predecir del modo más exacto posible el resultado de las
búsquedas, nuestra propia conducta como demandantes de información, para
ofrecer un servicio cada vez más preciso, más rápido y con mayor valor añadido.
Las herramientas de los catálogos bibliotecarios no sólo
no se actualizan con la debida rapidez -a veces con ninguna rapidez, como es el
caso de las interfaces de búsqueda, que se suelen mantienen invariables durante
toda la vida útil del catálogo- sino que incluso hay bibliotecas valientes que
ponen en marcha sus propios buscadores y sus propios y pequeños catálogos para
sus propios y pequeños fondos, con la lamentable pérdida de eficacia y recursos
que esas acciones implican.
Sin embargo, no es tan sólo por una cuestión de eficacia,
recursos, planificación o estrategia por lo que es casi imposible que los
buscadores de los catálogos estén a la altura de las necesidades de los
usuarios; simplemente no están diseñados para ello. Los buscadores de catálogos
de bibliotecas no están diseñados en función de esas necesidades sino que
dependen de los metadatospreviamente introducidos en el proceso de
catalogación por los bibliotecarios y de extravagantes ecuaciones de búsqueda
realizadas también por los bibliotecarios ¿Alguien es capaz de reconocer la
presencia del usuario en esos dos procesos -metadatos y ecuación de búsqueda- a
cuya pretendida eficacia los bibliotecarios nos aferramos como naúfragos
desesperados? ¿Podremos al fin reconocer que los sistemas bibliotecarios y la
formación que ofrecemos para utilizarlos no están diseñados para ayudar a los
usuarios sino para intentar convertirlos en ‘mini-bibliotecarios’,
colaboradores involuntarios pero necesarios en la perpetuación del conjunto de
ritos y hechizos que nos permitirán seguir siendo ‘especialistas en la búsqueda
de información’?.
Sí, se trata de un desafío. Un desafío que nos cuestiona.
Que cuestiona nuestra forma de hacer las cosas. Pero ese desafío también puede
-y debe- ser una oportunidad. El catálogo y su buscador son unos instrumentos.
Ni más ni menos. Uno de los muchos instrumentos que hemos utilizado los
bibliotecarios durante siglos para cumplir con nuestra misión. Como el libro.
Un simple y eficaz -hasta ahora- contenedor de información al que a veces nos
aferramos con una mezcla demasiado sentimental de nostalgia y devoción, olvidando
que nuestra misión está por encima de los instrumentos y de los contenedores
que utilizamos para llevarla a cabo : como en tiempos de Hipatia,
coleccionar, preservar y compartir la información al servicio de la comunidad;
como en tiempos de Hipatia, crear espacios para el conocimiento, la creatividad
y el aprendizaje al servicio de la comunidad.
Nada en la misión de la biblioteca nos obliga a ser
expertos en buscadores. Nada nos obliga a ser expertos catalogadores ni
expertos clasificadores. Pero sí que resulta imprescindible -hoy más que nunca-
conocer a nuestros usuarios, conocer la institución o la comunidad con la que
trabajamos, conocer cuáles son sus necesidades de búsquedas de información y
organizar los fondos que custodiamos en función de esas necesidades, no de las
nuestras. Si realmente los bibliotecarios queremos ser relevantes en el mundo
que viene debemos dejar de vernos a nosotros mismos como los únicos expertos en
búsqueda de información y empezar a asumir que nuestro sitio está junto al usuario,
no por encima del usuario.
En la alfabetización digital, en la gestión
intelectualmente saludable de la enorme cantidad de información a la que todos
estamos expuestos. Qué buscan nuestros usuarios en Google, qué encuentran en
Facebook, qué ven en Youtube, qué comparten en Twitter, cómo lo buscan, cómo
seleccionan lo que encuentran, cómo lo evalúan, cómo lo descartan, cuál es su
criterio a la hora de utilizarlo, cómo lo editan, cómo lo organizan y cómo lo
transforman… son algunos de los operadores en esta nueva ‘ecuación de
búsqueda’.
Espero que os resulten interesantes tanto el artículo cuya
lectura os recomiendo como el modesto -y espero que no demasiado inexacto-
resumen que os he preparado. Como siempre sabéis que podemos continuar esta
conversación a través de los canales habituales.
La
imagen que ilustra este post proviene del The
Commons en Flickr de la New York Public Library Digital
Gallery. Representa la New York Public Library Room 100, including card
catalogues.
http://cloudarian.wordpress.com/2012/07/14/sin-libros-y-sin-catalogos-que-sera-de-las-bibliotecas/
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3 comentarios :
Interesante post, felicito al autor y a destedes por postearlo. Saludosss
Ciertamente el post es interesante, aunque no es nuevo. Ya en 1935, José Ortega y Gasset se preocupaba por el mismo tema y en forma visionaria advertía a los bibliotecarios, al proponerles una misión que a 77 años aún no se toma en serio, con profesionalismo. Libros siempre habrá, pero se sabe que los catálogos de las bibliotecas no son útiles ni ágiles o efectivos. Y esta tarea depende totalmente de los bibliotecarios, cuya resistencia a trabajar en equipo con informáticos y otras profesiones ha detenido el crecimiento y desarrollo que prometía asumir el desafío de Ortega y Gasset.
Gracias por la interesante reflexion
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