10 ago 2015
Carta al libro viejo
En
estos tiempos de desmaterialización de la experiencia, de extrema virtualidad y
de agorafobia, el libro viejo parece una especie en vía de extinción, y el
lector nómada, un dinosaurio. A un par de clics de distancia, sin salir de
casa, y muchas veces sin gastar un solo peso, sin ningún esfuerzo, se puede
acceder a miles de títulos casi sin pestañear.
La lectura se vuelve más cercana
a la televisión y elzapping se
convierte en una forma de vida. La tribu hipster se sientecool por descargar
diez mil libros que nunca se leerán. Mientras tanto, la ciudad sigue guardando
para nosotros, otras sorpresas.
Un
libro puede contar múltiples historias, son tantas las tramas secretas que
circulan en su interior. No hablo de lo escrito por el autor. Me refiero al
libro como un cofre misterioso, como una caja de Pandora que viaja por el mundo
sin brújula. Huellas, marcas, anotaciones, rayones, tachones, otras hojas
insertas, grapadas, pegadas, todo aquello que se cuela en sus intersecciones
como un castillo kafkiano.
Este el privilegio, el destino, muchas veces la
condena de los libros de papel. En cambio, los reciénvenidos, los digitales,
están hecho para ser 'tocados', pero no para ser palpados, olidos, arañados.
Son simulacros. Sus cuerpos no tienen textura, son puro artificio.
Abrir
un libro viejo es como encontrar a Viernes en una isla desierta. Nunca sabemos
que puede traer el libro: nombres, teléfonos, cartas, recortes de periódicos,
recibos, exámenes clínicos fatales, billetes de lotería, poemas escritos en las
hojas finales, además de todo tipo de comentarios sobre la lectura y quien sabe
cuantas cosas mas. El lector del libro viejo es un cazador nómada, el usuario
del dispositivo digital, un sedentario chef.
Pero
no hay por qué ser pesimistas ni amargos. Gracias a las redes se puede
propiciar también otro tipo de juegos, como el que propone la plataforma
virtual Book Crosing en la que se pone a rodar un libro por el mundo.
El
libro viejo es un testigo del paso del tiempo, alberga cientos de historias que
nunca puede contar. Cada libro recubre capas, trozos de instantes de vidas que
se sumergieron en su regazo por unos minutos o por días, meses, hasta años
continuos. Y, sin embargo, muchas veces, los ecos permanecen mudos hasta que
llega alguien y todo vuelve a comenzar.
Cada
ejemplar que circula de mano en mano, reposando a veces en estantes anónimos,
encontrando amos temporales, enterrándose en vida en bodegas porosas, hallando
nuevos amigos, roedores, en fin, cada libro vive vidas prestadas, su existencia
depende completamente del azar.
¿Qué pasaría si dejáramos siempre una huella
visible en cada libro que leemos? Tendríamos una constelación de historias como
un modelo para armar. Un libro abierto verdaderamente. Uno podría pensar que ir
en busca de libros viejos es como salir de cacería, pero tal vez sea más una
salida de pesca, en la que el anzuelo, la caña, y el pez es uno mismo. Antes de
hacer clic,
piense de nuevo en lo que acabo de decirle.
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tu carta a Babelia: escribe a BabeliaCartas@elpais.es
Fuente bibliográfica
PAÍS, E.E. 2015. Carta al libro viejo. EL PAÍS [en línea]. [Consulta: 10 agosto 2015]. Disponible en: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/08/03/babelia/1438595627_384404.html.
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