30 may 2016
“Sin escucha no hay aprendizaje”. Pautas para conectar con los estudiantes
Todavía
recuerdo aquel día en el que, al volver del colegio, pregunté a una de mis
hijas, que por entonces tenía 8 años: ¿qué has aprendido hoy? Cuando respondió “nada” pensé que era la típica
respuesta evasiva de quien no quiere hablar en ese momento, pero para mi
sorpresa continuó: “estuve desconectada”. ¿Desconectada? Y ahí vino la
explicación: “Sí, te sientas recta, mirando a la profesora, sonríes, de
vez en cuando asientes con la cabeza… y sigues pensando en tus
cosas”. Claro que sabía que estas cosas pasaban (y muy frecuentemente) en
clase, pero ese día el impacto fue tan grande que desde entonces no he dejado
de investigar y trabajar en este tema.
¿Cuántos
alumnos y alumnas “desconectados”
tenéis en vuestras clases?
Es fácil
que pasen desapercibidos, porque no interrumpen, no molestan, generalmente
aprueban e incluso sacan buenas notas; sin embargo, ¿tiene sentido condenarles a pasar tantas horas muertas e improductivas
en el aula? ¿Nuestro fin último no es que todos los estudiantes aprendan?
Si es así, deberíamos considerarlo, porque como decía Nadine Dolby en
un artículo publicado en 2012: “Cuando
nadie escucha, nadie aprende”. Puede que parezca una obviedad,
pero ¿cuántos de nosotros hacemos algo, deliberadamente, para asegurarnos
de que los estudiantes están escuchando y no simplemente oyendo lo que decimos
como un murmullo de fondo? ¿Deberíamos hacer algo? Y si es así, ¿qué
podríamos hacer?
Lo
primero, empezar por nosotros mismos. Es lo que suelo decir y hacer en los
talleres y grupos de trabajo con docentes de todos los niveles (desde Infantil
a la Universidad) con los que aprendemos sobre este tema. Resulta curioso cómo la mayoría descubre
por primera vez que su habilidad de escucha tiene mucho margen de mejora, y
como no se puede enseñar lo que no se tiene, las primeras (muchas) horas de
práctica forman parte de un proceso de desarrollo personal relacionado con la
escucha. Y de ahí, claro está, volvemos a la escuela o la universidad
y a la práctica de nuevas formas de escucha con nuestros colegas y,
especialmente, con nuestros estudiantes, a quienes también acompañamos en el
desarrollo de sus propias habilidades. He aquí diez ideas clave que
consideramos para estimular la escucha activa y que tu mismo podrías intentar
en el aula.
1. Conoce a tus estudiantes y deja espacio
para que ellos te conozcan.
Aunque
esto puede parecer una obviedad, según pasan los años los alumnos y las alumnas
comienzan a convertirse en seres cada vez más anónimos en nuestras aulas. Es más probable que los estudiantes escuchen
a aquellos docentes que se toman un tiempo para conocerles y crear una relación
empática. Preocúpate por aprender sus nombres, por saber algo sobre
sus intereses y por permitir que te vean como una persona cercana. ¿Aprenderías
algo de alguien a quien no conoces o en quien no confías?
2. Habla menos e incluso aprende a
callar cuando no hay nada que decir o cuando toca escuchar.
Independientemente
del tamaño de tu clase, recuerda que tu meta es que los estudiantes aprendan y
escuchar lo que tienes que decirles no siempre garantiza el aprendizaje. Me
atrevería incluso a decir que, en muchas ocasiones, es probable que aprendan más si escuchas lo que ellos mismos tienen que
decir. Si en algunos momentos tienes que explicar algo o dar algún
tipo de lección magistral, asegúrate de que sea lo más breve posible y de que
entre una explicación y otra hay tiempo para el diálogo, las discusiones en
pares o pequeños grupos, etc.
3. Deja que los otros hablen.
En
muchas ocasiones, escuchar a los propios compañeros y compañeras hablando de
sus dificultades para resolver un problema, o de cómo lo han conseguido, o dar
tiempo para que compartan sus puntos de vista puede enseñar a los estudiantes
tanto (o incluso más) que escuchar a sus profesores. De hecho, como decía David
Burns, profesor de la Universidad de Pennsylvania: “El mayor error que puedes
cometer cuando intentas expresar algo de manera convincente es que tu principal
prioridad sea expresar tus ideas y sentimientos. Lo que realmente quiere la mayoría de la gente es ser escuchada,
respetada y comprendida. En el instante en que las personas perciben que las
entienden encuentran la motivación para comprender tu punto de vista.”
4. Intenta que los estudiantes tengan
una razón para escuchar y sean responsables de su propia escucha.
En
aquellas ocasiones en las que realmente necesitamos que nos escuchen, debemos
darles buenas razones para que lo hagan o, al menos, evitar darles razones para
que “desconecten”. Decirles “ahora tenéis que escuchar atentamente” no parece
ser la solución.
5. Apaga la pantalla.
A pesar
de que las ayudas visuales pueden ser importantes, en algunas escuelas y
universidades se desaconseja el uso de la pizarra digital o de las
presentaciones en PowerPoint, puesto que se considera que no promueven la
escucha activa. ¿Puedes imaginar por qué?
6. Pregunta, pregunta y pregunta.
Son las preguntas, y no las explicaciones
interminables, las que promueven el aprendizaje, y como decía Einstein, “lo importante es no dejar de
hacerse preguntas”. Ahora bien, intenta que las preguntas no sean solo un
mecanismo para controlar si te han escuchado o si han entendido lo que acabas
de decir (¿alguien piensa que la respuesta afirmativa a un “habéis entendido”
es la mejor manera de comprobar la comprensión de lo que se ha dicho?) sino que
sean preguntas capaces de promover la reflexión y formas de pensamiento
más complejas.
7. Modela el comportamiento de un buen
oyente.
No se
trata de explicar a los estudiantes en qué consiste la escucha activa, sino de
predicar con el ejemplo. ¿Cuántas veces interrumpimos a los estudiantes?
¿Cuántas veces mostramos desinterés por lo que tienen que decirnos? ¿Es nuestra escucha, cuando ellos hablan,
realmente activa? Un recurso sencillo para concentrarnos en lo que dice
un estudiante y demostrar que estamos escuchando es parafrasear lo que acaba de
decir. “Entonces, si he entendido bien, has dicho que…”.
8. Deja un tiempo para que comprueben
lo que han entendido.
Si
explicas algo en el aula, lo más probable es que no todos entiendan lo mismo o
que algunos pierdan parte de la información. Deja unos minutos para que, en parejas, puedan comprobar sus notas o
simplemente conversar sobre lo que has explicado.
9. Evita la monotonía.
Nada
favorece más la distracción que la monotonía. Mucho se ha dicho sobre este
tema, pero a en algunas clases poco parece haber cambiado. ¿De verdad piensas que un alumno es capaz
de escuchar a un docente que habla sin parar durante 20, 30 o 50 minutos?
10. Escucha con los ojos.
Recuerda
que las palabras pueden representar una parte muy pequeña del mensaje, y
algunas veces lo que se dice transmite menos que el cómo se dice. Observa lo que hacen tus alumnos y alumnas
mientras te hablan y aprende a “escuchar con los ojos” observando las
congruencias e incongruencias entre su lenguaje verbal y corporal.
Y, si has llegado hasta aquí, recuerda que
ninguno de estos diez puntos es una receta, sino simplemente una invitación a
reflexionar sobre cómo escuchamos y cómo nos escuchan y, si lo deseas, a dar
algunos pasos para mejorar esta habilidad fundamental para la comunicación
dentro y fuera del aula.
Fuente bibliográfica
GIRÁLDEZ, ANDREA, 2016. «Sin escucha no hay aprendizaje». Pautas para conectar con los estudiantes, por Andrea Giráldez. Educación 3.0 [en línea]. [Consulta: 29 mayo 2016]. Disponible en: http://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/educacion-emocional/sin-escucha-no-aprendizaje-pautas-conectar-los-estudiantes-andrea-giraldez/35443.html.
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