21 abr 2017
Día del libro: loas al libro (que no es solo lectura)
"A todo el
personal del 84 de Charing Cross Road:
Mil gracias por
su maravilloso volumen. Jamás he tenido un libro con todos los cantos
dorados. ¿Creerán ustedes que, además, me llegó justamente el día de mi
cumpleaños?
Habría deseado
que no hubieran sido ustedes tan excesivamente correctos dedicándomelo en un
tarjetón adjunto, en lugar de escribir su dedicatoria en la guarda del propio
libro. Pero ustedes son libreros, claro…, y se les nota: han temido que una
dedicatoria manuscrita en el libro le hiciera perder valor…, cuando para su
actual propietaria lo habría incrementado muchísimo".
84, Charing Cross Road. Helene Hanff.*
Todo se resume en
esto: tantos libros y tan poco tiempo.
Tantos buenos títulos esperando a que terminemos con el anterior para poder
hincarles el diente. Ser un lector múltiple, simultanearlos, puede parecer
indicativo de falta de paciencia y de ganas de ir por la vida avasallando, pero personalmente lo considero una
bendición.
Sin embargo, no se trata tan sólo de la gracia de que un libro nos enganche, nos
conmueva, nos enseñe, nos entretenga o cualquiera de las mil cosas, todas
ellas legítimas, que podemos buscar en él. Existen muchas satisfacciones
accesorias, además de las evidentes, que es justo ensalzar.
Hace tiempo, alguien me habló del placer
que le provocaba no sólo el hecho de leer un libro, sino la tenencia física del
objeto. Tomarlo en la mano, contemplarlo, la promesa de horas de dicha y solaz.
Entendí perfectamente lo que quería decir.
Veamos.
Abrir
la puerta de una librería y permitir con indolencia que la mesita de los más
vendidos atrape inmediatamente nuestra atención. Recorrer,
después, con la mirada, con parsimonia, las estanterías. Detenernos en una determinada
sección o autor. Rozar los lomos con la yema de los dedos. Abrir uno, ojearlo y
hojearlo. Respirar el olor a libro nuevo.
Biblioteca del Rijksmuseum (Ámsterdam). Foto: Ángela P.
Entrar
en una biblioteca y sentir que el mundo entero se abre, gratis, frente a
nosotros. Vernos
desbordados por tantos libros, tantas posibilidades, y tan poco tiempo; la
paradoja de la elección. Hacer una preselección, luego una selección más
ajustada y, finalmente, llevarnos en préstamo todos los que se nos permita. Con
dolor, dejar el resto, susurrando un “volveré” desgarrado.
Sentir
empatía inmediata con otro lector en el metro. Enamorarse
de una persona al ver las estanterías de su casa. Igualmente, descartarla
definitivamente, de manera absolutamente inmisericorde, porque está claro que
aquello no puede funcionar de ninguna manera. Comentar en Internet un libro con
cualquier amable desconocido. Intercambiar sugerencias. Leer lo que leen
nuestros enemigos. Admirarlos o despreciarlos por ello.
Buscar
un libro para regalar. Dar vueltas y vueltas, cavilando, repasando los
que nos gustaron en su día; comparar nuestro gusto con el del agasajado.
Finalmente, consultarlo con el paciente librero. Llevarnos, además, otro para
nosotros.
Irritarnos
cuando interrumpen nuestra lectura; cuando es esta nuestra parada; cuando es esta
nuestra estación.
Cuando las obligaciones, las responsabilidades, nos alejan de nuestro objetivo
vital (a fin y al cabo, no le pedimos más a la vida) y nos obligan a buscar el
marcapáginas y a suspender la lectura. Pasar por nuestras tareas en una suerte
de compromiso, anhelando el momento en que todo se detenga de nuevo y podamos
regresar a nuestro libro.
Que
nos regalen un libro. Por
sorpresa y a traición; primorosamente envuelto y elegido aun con más esmero.
Buscar instintivamente el ticket de compra por si tenemos que cambiarlo.
Demasiados libros y tan poco tiempo; como para desperdiciarlo en lecturas poco
placenteras. Que, en cambio, nos regalen un libro y resulte que nos encante;
que se convierta en uno de nuestros preferidos. Y asociarlo, para siempre, a la
persona que lo compró para nosotros.
Inaugurar
un fin de semana o unas vacaciones con la mochila o el Kindle a
rebosar. Desayunar
con un libro, tomar el aperitivo con un libro, holgar perezosamente a la hora
de la siesta, siempre acompañados de un buen libro. Quedarse leyendo hasta la
madrugada porque, después de todo, al día siguiente no hay que trabajar.
Leer
un libro en un día. Sentirnos,
al terminar, un poco fuera del mundo, embotados (y con un leve dolor de
cabeza). Saber que lo razonable sería tomárnoslo con calma, dejar que repose.
Ser incapaces, sin embargo, de reprimir el impulso de coger otro de la pila.
Que el ansia nos inunde el pecho, nos suba por el esófago y se aloje en nuestra
garganta. No poder desprendérnosla, deshacernos de ella, curarnos de esa
fiebre, más que empezando otro.
Tantos libros y tan poco tiempo. Tantos
libros y tan poca vida.
Nota: En octubre de 1949, Helene Hanff, una joven escritora desconocida, envía una carta desde Nueva York a Marks & Co., la librería situada en el 84 de Charing Cross Road, en Londres. Apasionada, maniática, extravagante y muchas veces sin un duro, la señorita Hanff le reclama al librero Frank Doel volúmenes poco menos que inencontrables que apaciguarán su insaciable sed de descubrimientos. Veinte años más tarde, continúan escribiéndose, y la familiaridad se ha convertido en una intimidad casi amorosa. Esta correspondencia excéntrica y llena de encanto es una pequeña joya que evoca, con infinita delicadeza, el lugar que ocupan en nuestra vida los libros... y las librerías. 84, Charing Cross Road pasó casi inadvertido en el momento de su publicación, pero desde la década de los setenta se ha convertido en un verdadero libro de culto a ambos lados del Atlántico.
Fuente bibliográfica
P, Ángela., 2017. Loa al libro (que no sólo a la lectura). ritmos21.com [en línea]. [Consulta: 21 abril 2017]. Disponible en: http://www.ritmos21.com/873511815/loa-libro-lectura.html.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
2 comentarios :
http://notasparalectorescuriosos.blogspot.com.es/2014/02/helene-hanff-y-el-teatro.html
http://aloslibros.com/?s=libros+sobre+libros
http://i2.listal.com/image/736762/600full-84-charing-cross-road-poster.jpg
¿Se extinguen las librerías de viejo?
http://www.letraslibres.com/blogs/marcapaginas/se-extinguen-las-librerias-de-viejo
Publicar un comentario