7 jun 2017
Los lomos de los libros, campo de batalla y obra de arte.
Por: Cristian Vázquez
Los editores se dividen en dos bandos irreconciliables: los que creen que el rótulo en los lomos de los libros deben poder leerse de abajo hacia arriba y los que opinan lo contrario. Pero además hay quienes convierten ese espacio en obras de arte y hasta quienes los transforman en poesía.
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Alguien se para ante un estante con
libros y, para poder leer con claridad el nombre del autor y el título en el
lomo del primer volumen, inclina un poco la cabeza hacia un lado. Luego la
vista pasa al siguiente libro, y luego al siguiente y al siguiente. En algún
momento, en el segundo libro, o en el quinto o en el décimo, inevitablemente,
tendrá que mover la cabeza, inclinarla en el ángulo contrario. Y después volver
a la inclinación primera. Y, más tarde, volver a cambiar. Así, la persona que
quiere conocer el contenido de una biblioteca se descubre a sí misma moviendo
la cabeza como los perros cuando quieren escuchar mejor.
Entonces uno se pregunta: ¿cómo es
posible que los editores no hayan acordado hasta ahora un sentido en el cual
escribir los lomos de todos los libros? La respuesta la da Mario Muchnik,
mítico editor argentino radicado desde hace décadas en Madrid, en su libro Oficio
editor, de 2011:
“Dos escuelas rivalizan en cuanto a
este elemento esencial del libro [el lomo]. Por un lado están quienes sostienen
a muerte la idea de que el rótulo del lomo de los libros ha de ser puesto de
manera que se lea de abajo hacia arriba. Por el otro, quienes sostienen a
muerte lo contrario: de arriba hacia abajo. Conozco amistades que se han roto a
causa de este diferendo insubsanable”.
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La tradición de escribir en los lomos
de manera tal que se lean de abajo hacia arriba corresponde a lo que se llama
la escuela francesa o latina. El fundamento es el siguiente: los distintos
tomos de una obra o colección deben colocarse en el estante de forma
correlativa y de izquierda a derecha, que es el modo en que leemos. Solo con
lomos que se leen de abajo arriba sus textos quedarán en orden uno debajo del
otro, como si fueran los renglones de una página.
La corriente opuesta es la
anglosajona. Señala que si los libros se apoyan en cualquier superficie con la
portada hacia arriba, los lomos a la
francesa quedan al revés. Para que eso no suceda, deben poder
leerse de abajo hacia arriba —aducen estos editores—, para que se lean bien
cuando más cerca de los lectores se encuentran: apoyados sobre una mesa a la
espera de que se retome la lectura, expuestos en los escaparates de las
librerías, cuando se trabaja con ellos durante semanas…
“Que cada editor haga como quiera
—pide Muchnik—, pero que sea coherente y no vaya cambiando de un libro a otro”.
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El diseñador inglés Joseba Attard,
que lleva varios años trabajando en España, ratifica que
los editores de la mayoría de los países europeos adscriben a “la escuela
francesa”, mientras que los de Gran Bretaña y Estados Unidos toman partido por
la contraria. Dice haber hecho un pequeño experimento: analizar su
postura al tener que inclinarse para leer lomos de ambos tipos. Concluyó que
tuvo que inclinarse menos para leer los lomos anglosajones, por lo cual siente
que esta es la posición “más natural”.
Sin embargo, a otros
blogueros les parece “más natural” inclinar la cabeza hacia la
izquierda, que es lo que hay que hacer para leer los lomos latinos. Yo comparto
esta misma sensación. Y seguramente no hay nada de “natural” en ello, sino
puros usos y costumbres.
Por curiosidad, decidí echar un
vistazo para ver qué opción predomina en mi biblioteca. Tomé como muestra uno
de los cuatro muebles que la componen. Tras excluir la minoría de volúmenes
gordos en los que el título y el nombre del autor aparecen en posición
horizontal, el resultado es muy parejo: los de lomo latino constituyen el 53%
del total y los anglosajones el 47% restante. Eso sí: tengo unos veinte libros
en inglés y todos respetan esta última
tradición, la que obliga a inclinar la cabeza hacia la derecha para leer sus
lomos de arriba abajo.
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Además de ser un campo de batalla
para los editores, los lomos de los libros, con un poco de creatividad, se
pueden convertir en auténticas obras de arte. De eso se encarga, por ejemplo,
la empresa Juniper
Books, que diseña sobrecubiertas de manera tal que el lomo de cada
volumen es pieza de un rompecabezas que adorna toda la biblioteca. Así, la colección
de los libros de Jack Londonconforma con sus lomos un cuadro con el
rostro de Jack London acompañado de muchos de sus personajes.
Y también se puede jugar con
los lomos de los libros como lo viene haciendo Nina Katchadourian desde 1993,
con su proyecto Sorted Books:
construye poemas con los títulos en los lomos de los libros, algo así como una
vuelta de tuerca a la clásica consigna del cadáver exquisito. “Lomopoesía”
lo llamó en su blog la española Elena Rius. Hice un intento con libros de mi
biblioteca y me salió esto:
A ver quién se anima a construir
también su propio lomopoema. Por supuesto, les pasará como a mí,
que tuve que colocar algunos libros boca arriba, pues seguían la tradición
anglosajona, y otros boca abajo, dado que respetaban la costumbre latina. En
este caso, fueron mayoría los primeros: siete de los diez que usé —editados por
Seix Barral, Debolsillo, Alpha Decay, Muerde Muertos, Sudamericana, Alfaguara y
Emecé— formaron parte de ese grupo. Solo tres —Plaza & Janés, Almagesto y
otra vez Alfaguara (“que sea coherente y no vaya cambiando de un libro a otro”)—
lo hicieron a la francesa.
Hay una posibilidad más: hacer como
Alberto Laiseca y forrar todos los
libros con papel blanco. Además de dificultar los robos, como quería
el autor de Beber en rojo, la técnica quizás evite dolores de
cuello.
Enviado por: Isabel Garin
Fuente bibliográfia
VÁZQUEZ, CRISTIAN, [sin fecha]. Los lomos de los libros, campo de batalla y obra de arte. Letras Libres [en línea]. [Consulta: 8 junio 2017]. Disponible en: http://www.letraslibres.com/mexico/literatura/los-lomos-los-libros-campo-batalla-y-obra-arte.
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