11 jun 2017
¿Leer en la escuela? ¿Para qué?
Por: Fernando Avendaño
La lectura, una
actividad importante en la vida de las personas, pero también fuente de
experiencias.
Relata
Daniel Pennac en su libro "Como una novela": "Aquel profesor no
inculcaba un saber, ofrecía lo que sabía... Hacía abrir los ojos... Animaba a
seguir la ruta de los libros, peregrinaje sin fin ni certeza, marcha del hombre
hacia el hombre" .
¿Cómo
marchamos del hombre hacia el hombre? ¿Cómo procuramos ese itinerario en la
escuela? ¿Cómo construimos lectores auténticos? La idea de partida es bastante
simple: las prácticas y usos escolares de lo escrito no tienen que diferir
sustancialmente de las prácticas y usos sociales no escolares, ya sea que
pertenezcan al ámbito familiar o a otros contextos.
Un
lector auténtico es alguien que lee por voluntad propia, porque sabe que
leyendo puede encontrar respuestas a sus necesidades de informarse, de aumentar
sus conocimientos, de hacer cosas, de resolver problemas, de formarse juicios
en torno de la conducta propia y de la ajena, pero también lo hace por gusto,
por el puro placer de leer. En otros términos, significa que ha descubierto que
la lectura es una actividad importante de su vida, que es una fuente de
experiencias y emociones.
No
leemos de la misma manera cuando queremos saber el significado de una palabra
que cuando queremos informarnos del contenido de una noticia, tampoco cuando
queremos realizar o confeccionar algo que cuando buscamos responder
interrogantes o inquietudes. No leemos de comienzo a fin la guía telefónica, el
diccionario o una agenda, pero sí un texto de estudio. No nos disponemos a leer
del mismo modo un texto polémico que coincide con nuestras creencias que otro
que las interpela. No a todos nos resultan más difíciles de entender o más
significativas las mismas partes de los textos porque no todos compartimos los
mismos puntos de vista y las mismas experiencias. No todos realizamos las
mismas inferencias cuando leemos.
Además,
en la actualidad, nos encontramos ante un proceso de recomposición cultural a
nivel global en el que ya no es posible concebir la palabra y la imagen, lo
impreso y lo digital, como ámbitos separados. La lectura ha dejado de ser un
proceso lineal y completo para convertirse en otro breve, fragmentado e inconcluso.
Los lectores actuales realizan múltiples tareas a la vez: chatean, escuchan
música en Youtube y tienen abiertas varias ventanas y libros, todo vía
Internet, lo que implica necesariamente la adquisición de nuevas competencias
lectoras para seleccionar e interpretar la información haciendo uso de íconos,
barras de menús y búsquedas por navegadores.
Sin
embargo, no siempre las escuelas proveen a los alumnos las herramientas
necesarias para que se conviertan en lectores genuinos. Por el contrario, egresan
como "huérfanos de la lectura". A marcha forzada tendrán que
incorporar las prácticas lectoras que no heredaron, si son conscientes de sus
limitaciones, para insertarse en el mundo académico, laboral o para
experimentar el placer de incursionar en otros mundos posibles.
Estos
huérfanos de la lectura han tenido a su alcance sólo fotocopias de portadores
de textos auténticos, han debido leer ciertos textos con el fin de responder
preguntas formuladas por el docente o por el propio texto para evaluar si han
comprendido, han estado obligados a resolver ejercicios de gramática en
fragmentos del texto con posterioridad a la lectura... todavía en algunas
escuelas se producen estas situaciones de lectura "ficticias" o
artificiales, que atienden más a exigencias curriculares que a necesidades que
los alumnos tienen fuera de ella. Para que estos "quehaceres del
lector" sucedan, para que los alumnos no egresen aborreciendo la lectura
después de verse obligados durante años a medir la adecuación de su comprensión
del texto en cuestionarios y resúmenes hay que pensar en cambiar las
condiciones didácticas con el propósito de acercar la práctica escolar a la
práctica social: leer con distintos y genuinos propósitos, leer con distintas
modalidades, leer distintas clases de textos, leer en distintos soportes,
respetando la complejidad de la lectura como práctica social.
La
"ruta de los libros" exige lectores activos que procesen en varios
sentidos la información presente en el texto, aportándole sus conocimientos y
experiencias previos, sus hipótesis y su capacidad de inferencia, lectores
alertas, enfrentándose a obstáculos y superándolos de diversas formas,
construyendo una interpretación para lo que leen y que, si se lo proponen, son
capaces de recapitular, resumir y ampliar la información obtenida.
No muy
distintos son los resultados cuando para leer literatura imponemos una lectura
monológica, un determinado modo de acceder al texto mediante fórmulas y
ejercicios estereotipados. ¿Por qué no abrir espacios de democratización
lectora, en el sentido de rescatar aquellas apreciaciones generalmente
descalificadas en el ámbito escolar porque son personales, intuitivas o no
canónicas de los niños y jóvenes? ¿Por qué levantar muros a la lectura
literaria silenciando las lecturas invisibles, inaudibles, que son las que
construyen los lectores en su experiencia subjetiva con los textos, no
consideradas legítimas?. Son esas lecturas rebeldes, heterodoxas e insólitas,
las de quienes leen "a contrapelo" de las interpretaciones oficiales,
las que necesitan ser socializadas para que los alumnos se reconozcan a sí
mismos como lectores y a los otros lectores como sus semejantes.
Nos
advierte Vargas Llosa: "La literatura..., a diferencia de la ciencia y la
técnica, es, ha sido y seguirá siendo, mientras exista, uno de esos
denominadores comunes de la experiencia humana, gracias al cual los seres
vivientes se reconocen y dialogan, no importa cuán distintas sean sus
ocupaciones y designios vitales, las geografías y las circunstancias en que se
hallen, e, incluso, los tiempos históricos que determinan su horizonte. Leer
buena literatura es divertirse, sí; pero también aprender, de esa manera
directa e intensa que es la de la experiencia vivida a través de las ficciones,
qué y cómo somos, en nuestra integridad humana, con nuestros actos y sueños y
fantasmas, a solas y en el entramado de relaciones que nos vinculan a los
otros, en nuestra presencia pública y en el secreto de nuestra
conciencia".
Como
afirma Italo Calvino, abramos "... espacios de interrogación y de
meditación y de examen crítico, en suma, de libertad; la lectura es una
relación con nosotros mismos y no únicamente con el libro, con nuestro mundo
interior a través del mundo que el libro nos abre".
Fuente bibliográfica
AVENDAÑO,FERNANDO, 11 de junio de 2017. ¿Leer en la escuela? ¿Para qué? La Capital [en línea]. [Consulta: 11 junio 2017]. Disponible en: http://www.lacapital.com.ar/educacion/leer-la-escuela-para-que-n1413363.html.
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