3 mar 2018
El canto del cisne y la violencia en la escuela
Por: José Tranier José Tranier
Cuando
la ola neoliberal golpea con fuerza los índices de miseria y muerte forman
parte de "lo esperable".
Una
antigua creencia proveniente de la mitología griega suele aludir el cantar del
cisne —ave que permanecía muda durante casi toda su existencia— como
metáfora "última" de intervención antes de que ésta muera. Sin
embargo, si nuestro objetivo fuese intentar señalar o compartir un breve
análisis en torno a las formas de violencia
escolar —mero eufemismo o "espejo" de violencia social y política— dicha metáfora quizás no nos
alcanzaría del todo para abordar los motivos por los cuales la escuela termina
siendo (la mayoría de las veces) como aquel escenario en donde las formas de
violencia social y política se materializan. De esta manera, así como un
terremoto activa la posterior alerta de tsunami como consecuencia
"esperable" en alguna otra parte del mundo; en su correlato social
local, podríamos argumentar algo semejante en relación a que cada vez que una "oleada neoliberal” comienza a
golpear con fuerza, los índices de violencia, miseria, pérdida de fuentes
laborales y muerte también empiezan a formar parte del orden de lo
"esperable".
Aquello
pudimos comprobarlo históricamente, luego del estallido del 2001, con los
primeros casos de asesinatos concretos en nuestras escuelas argentinas como
formas inéditas de violencia institucional por parte de aquellas infancias
resocializadas antes, en los años noventa. (Basta señalar la masacre de
Patagones junto con el caso del adolescente cansado de que lo apodaran
"Pan Triste") entre otros casos también emblemáticos que,
lamentablemente, inauguraron este campo nuevo de inscripción política.
Si
tomáramos entonces como punto de referencia los casos de violencia difundidos
por los medios en el año anterior, incluirían desde suicidios adentro del aula,
amenazas de bombas en diferentes instituciones escolares como nunca antes,
cachetazos a maestras en las escuelas y a médicos en los hospitales; palizas
recibidas a una alumna por parte de sus compañeras, asesinato de un niño de
diez años por un adolescente de catorce y varios bebés arrojados a basurales
como metáfora "magistral" (siguiendo palabras de Bleichmar escritas
allá por el 2002) de "la convicción
que tienen los miserables irredentos de que su prole no tiene ni tendrá otro
destino" (1).
Aquí es
entonces necesario para nosotros retomar la pregunta "clásica" sobre
si una lógica política-económica impacta o no en la lógica de producción de
subjetividad. Y, claro está, si tal respuesta fuese positiva (como
efectivamente la consideramos al menos nosotros), ni los niños que hacen o que
padecen el "bullying"; ni aquellas maestras golpeadas; o los médicos
y enfermeras tratando de salvar vidas amedrentados y mucho menos aquellos bebés
arrojados a la basura deberían ser abordados
socialmente como meros acontecimientos "individuales" —o "particulares"— sino, por
sobre todas las cosas, como síntoma de aquello que viene aconteciendo —y
fundamentalmente vienen padeciendo— ciertos
sectores sociales específicos en la actualidad: esto es, que el desamparo,
cuando está expresado en políticas públicas (independientemente de los
gobiernos que las lleven a cabo) siempre tiene —y tendrá— cara y contracara de
diversas formas de violencia como
respuesta.
Signos
Ahora
bien, a diferencia de la metáfora de aquel canto del cisne, quien permanecía
"mudo" hasta tanto y en cuanto el final se acercara inexorablemente,
las sociedades, históricamente, pueden dar cuenta, tanto de su sufrimiento como
de su propia capacidad de transformar el dolor en lucha y esperanza, mucho
antes de que la intervención "final"
dé lugar a acciones como las aquí antes narradas. La niñez emite signos.
Las infancias y juventudes emiten signos.
Las escuelas emiten signos y las comunidades emiten signos al compás del "latido social" que se va
internalizando o percibiendo como modelo de relacionamiento de vida imperante.
En este sentido, frente a los embates que viene padeciendo el colectivo
docente, quizás sea necesario volver a recordar que la educación es un campo en
donde la teoría, la práctica, la cultura y la política se confunden inevitablemente,
y donde la actividad intelectual debe necesariamente dar paso a la acción
social y política ¿Cómo estar, entonces, lo suficientemente sensibilizados para
poder "captar" esos signos? ¿hacernos
eco de su sufrimiento, interrogar sus orígenes o la de intentar devolverles la
propia historicidad que nos atraviesa y le da sentido con el fin de incluirlos
en un proyecto esperanzador?
Mientras
no podamos reconstruir estas respuestas colectivamente, el basural seguirá
constituyéndose como punto de partida para muchas más vidas. Y mientras no
podamos regenerar condiciones objetivas (que son siempre políticas) que
permitan el reencuentro y la inclusión de aquel que sufre, aquellos signos
permanecerán a su vez desperdigados como pólvora en el aire y haciendo anclaje
en los ámbitos menos pensados o "equivocados". Estos son,
paradójicamente, aquellos que tienen que ver precisamente con proteger y
recuperar la vida: en las escuelas, en las plazas, en los barrios, entre los
niños, con los maestros, en las guardias y en los hospitales.
TRANIER, JOSÉ, 09 de Septiembre de 2017. El canto del cisne y la violencia en la escuela. La Capital [en línea]. [Consulta: 3 marzo 2018]. Disponible en: https://www.lacapital.com.ar/educacion/el-canto-del-cisne-y-la-violencia-la-escuela-n1466486.html.
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