11 dic 2007
El circo de las maravillas
La lectura es un hábito saludable, pero también hemos de venderla como producto de entretenimiento.
Cada vez que un informe nos abofetea la comprensión lectora, culpamos heridos a los videojuegos, Internet y demás medios en esta cruel sociedad del consumo rápido. Muchas veces, olvidamos que una poderosa vacuna se encuentra muy cerca: en la biblioteca.
Para comprender la lectura solo necesitamos hábito y concentración. No son cualidades difíciles; el joven que juega cuatro horas seguidas a la playstation sin importarle lo que suceda a su alrededor tiene toda la capacidad de concentrarse que hace falta. Esa es la clave de bóveda: la lectura es un hábito saludable, pero también hemos de venderla como producto de entretenimiento.
De nada sirve poseer el mejor fondo librario en un centro educativo si después se adopta una actitud pasiva. La biblioteca de centro debe ser un organismo vivo, capaz de dialogar con los alumnos, de conocer sus intereses y aspiraciones. Todos sabemos que la lectura es beneficiosa, pero hay que enseñarles que puede ser apasionante. Si logramos vender un libro del mismo modo en que venderíamos una gran película o un videojuego, los resultados serán más que satisfactorios. Hay quien menciona la dificultad de hacer los libros atrayentes, en comparación con las películas o la tecnología. Este argumento se desmonta con dos palabras: Harry Potter. Y, créanme, en la literatura juvenil hay muchos Potter.
Por ello, el bibliotecario de centro debe asumir un papel diferenciado de padres y profesores: su función debe desarrollarse en una orientación más horizontal, una suerte de confidente en las letras que conozca gustos e intereses del alumnado para utilizarlos durante la animación a la lectura. Si queremos que los alumnos se interesen por los libros, hagamos de la biblioteca un lugar interesante. Organicemos clubs de lectura, compremos libros que toquen sus emociones. Anunciemos la biblioteca como anunciaríamos un circo de maravillas, anunciemos el placer de leer.
Si usted es un docente preocupado, le recomiendo Como una novela , de Daniel Pennac. Si a su hijo se le rompió la lectura, no se asuste. Sea paciente y llévelo a la biblioteca más próxima. Siempre tendrán el botiquín a punto.
*Bibliotecónomo.
FUENTE: http://www.lavozdeasturias.es/noticias/noticia.asp?pkid=383611
Cada vez que un informe nos abofetea la comprensión lectora, culpamos heridos a los videojuegos, Internet y demás medios en esta cruel sociedad del consumo rápido. Muchas veces, olvidamos que una poderosa vacuna se encuentra muy cerca: en la biblioteca.
Para comprender la lectura solo necesitamos hábito y concentración. No son cualidades difíciles; el joven que juega cuatro horas seguidas a la playstation sin importarle lo que suceda a su alrededor tiene toda la capacidad de concentrarse que hace falta. Esa es la clave de bóveda: la lectura es un hábito saludable, pero también hemos de venderla como producto de entretenimiento.
De nada sirve poseer el mejor fondo librario en un centro educativo si después se adopta una actitud pasiva. La biblioteca de centro debe ser un organismo vivo, capaz de dialogar con los alumnos, de conocer sus intereses y aspiraciones. Todos sabemos que la lectura es beneficiosa, pero hay que enseñarles que puede ser apasionante. Si logramos vender un libro del mismo modo en que venderíamos una gran película o un videojuego, los resultados serán más que satisfactorios. Hay quien menciona la dificultad de hacer los libros atrayentes, en comparación con las películas o la tecnología. Este argumento se desmonta con dos palabras: Harry Potter. Y, créanme, en la literatura juvenil hay muchos Potter.
Por ello, el bibliotecario de centro debe asumir un papel diferenciado de padres y profesores: su función debe desarrollarse en una orientación más horizontal, una suerte de confidente en las letras que conozca gustos e intereses del alumnado para utilizarlos durante la animación a la lectura. Si queremos que los alumnos se interesen por los libros, hagamos de la biblioteca un lugar interesante. Organicemos clubs de lectura, compremos libros que toquen sus emociones. Anunciemos la biblioteca como anunciaríamos un circo de maravillas, anunciemos el placer de leer.
Si usted es un docente preocupado, le recomiendo Como una novela , de Daniel Pennac. Si a su hijo se le rompió la lectura, no se asuste. Sea paciente y llévelo a la biblioteca más próxima. Siempre tendrán el botiquín a punto.
*Bibliotecónomo.
FUENTE: http://www.lavozdeasturias.es/noticias/noticia.asp?pkid=383611
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