Experimentar, observar y leer una descripción activan la misma región cerebral.
MADRID.- Un libro puede hacernos revivir las emociones que describe con tanta intensidad como si las estuviésemos experimentando en primera persona. Un estudio holandés ha demostrado que la misma región del cerebro se activa tanto cuando experimentamos repugnancia por algo que hemos probado, como cuando vemos a alguien que expresa este mismo asco o incluso cuando leemos su descripción por escrito.
Hasta ahora ya se sabía que imaginar, observar y ejecutar algunas acciones ponen en funcionamiento las mismas zonas de nuestro órgano gris. Sin embargo, ¿ocurre lo mismo con las emociones? ¿Por qué nos 'engancha' un buen libro con tanta intensidad como la mejor de las películas de acción?
Para comprobarlo, y tal y como publica esta semana en la revista 'Plos One', un grupo de investigadores de la Universidad de Groningen (Holanda), puso a prueba a 12 voluntarios en distintas situaciones.
Mientras registraban la actividad de su cerebro mediante la técnica de resonancia magnética funcional, el equipo dirigido por Mbemba Jabbi les enseñó en primer lugar una breve película. En ella, varios actores sorbían líquido de un vaso y, a continuación, ponían cara de asco por lo que habían ingerido.
Los propios participantes también fueron estudiados mientras bebían un líquido amargo y, finalmente, mientras leían breves pasajes por escrito que también describían situaciones desagradables. En uno de los textos, por ejemplo, se relataba un encuentro por la calle con un hombre borracho, con un olor apestoso. El hombre empieza a sentir arcadas hasta que acaba vomitando encima del protagonista. Las situaciones desagradables se intercalaron con otros escenarios agradables y neutros, para evitar que los voluntarios se habituasen.
Los investigadores pudieron comprobar que en las tres situaciones (leyendo, bebiendo en primera persona y observando la película), se activaba la misma región del cerebro de los participantes. Se trata concretamente de la ínsula anterior, considerada el centro neurálgico de las emociones de disgusto. Algunas personas con daños en esta área, a causa de alguna infección, por ejemplo, no tienen capacidad para sentirse asqueados y podrían llegar a beber leche agria sin sufrir repugnancia.
Los autores destacan la importancia de sus hallazgos en el contexto de las emociones sociales y de ponernos en el lugar de los demás. Es decir, explican, el cerebro es capaz de activarse de manera similar cuando sentimos asco, cuando imaginamos que lo sentimos, o cuando vemos el que sienten otras personas.
"Lo que ocurre cuando vemos una película o leemos un libro es lo mismo: activamos nuestras representaciones fisiológicas de lo que experimentaríamos sintiendo asco de verdad. Ambas cosas pueden hacernos sentir literalmente lo mismo que el protagonista está experimentando en ese momento", concluyen. Sus observaciones, apuntan en tono de humor, son buenas noticias para los escritores de libros (y también de periódicos) en una era dominada por las imágenes visuaAL.
Fuente: http://www.elmundo.es/elmundosalud/2008/08/14/neurociencia/1218712092.html
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