7 abr 2011
Libros en llamas
"Allí donde queman libros, acaban quemando hombres". Lo dijo el poeta romántico Heinrich Heine en su tragedia Almansor en 1821.
Y sólo hace falta fijarse en la triste historia de la destrucción de libros, por la mano del hombre, para comprobarlo. La Inquisición española. El nazismo. La censura franquista. El letal régimen iraní. Las dictaduras latinoamericanas. Los gobiernos despóticos, como el de Mao, en China. Todos quemaron libros. Y luego quemaron hombres.
¿Qué tienen los libros para provocar ese delirio asolador en los humanos, desde siempre? El ensayista Fernando Báez regala en su obraNueva historia universal de la destrucción de libros, memorable y demoledora, respuestas a esta pregunta.
Y abre otras tantas, tras poner por escrito esta perversa y desoladora cronología, la de los libros que el hombre ha perseguido, quemado, aniquilado, con saña, odio y brío, hasta la náusea. Una obra que, según Umberto Eco, "da escalofríos".
Está pasando ahora
En 2010 todo el alto mando y político de EEUU se movilizó para pedir al pastor religioso Terry Jones, que desistiera de su empeño de quemar el Corán en el aniversario del 11-S. En aquel momento se pensó que se estaba exagerando.
Hace una semana, ese mismo pastor de Florida, prendió fuero al Corán y provocó este titular: "Siete empleados de la ONU muertos en Afganistán por la quema de un Corán en EEUU". Luego hubo más muertos y más heridos. Y las protestas airadas y violentas continúan.
Báez recoge en su libro aquel primer intento, y como si de un visionario se tratara dice, "Sólo la destrucción de un símbolo sagrado puede provocar una guerra en el siglo XXI". O como dijo una poetisa, tras la destrucción de la Biblioteca Nacional de Sarajevo: "cada libro destruido es un pasaporte al infierno".
El primer libro
Aparecieron en Súmer en el mítico Cercano Oriente, en Mesopotamia, al sur de Irak. Eran de arcilla y desaparecieron por desastres naturales o por la mano violenta del hombre.
Así que hubo que mejorar los materiales para que no se perdieran los textos y nacieron las tablillas. Pero la biblioteca de Ebla, en Siria fue atacaba y las tablillas reducidas a fragmentos.
Luego se destruyeron las bibliotecas de Babilonia, llegó la quema de Persépolis, la desaparición de los primeros papiros, la quema de documentos secretos. La pérdida del 75% de toda la literatura, filosofía y ciencia griega.
Los ataques y la destrucción final de la mítica biblioteca de Alejandría y la desaparición de cientos de obras de Aristóteles.
Inquisición maldita
Llegó el fervor medieval y otros fervores, que también arrasaron con los libros; las quemas del Corán en la España de la Reconquista. Y de pronto, la Inquisición, una de las instituciones judiciales religiosas más severas que ha creado el hombre para combatir la disidencia y el pensamiento heterodoxo.
Sus desmanes se siguen usando como coletillas para citar los actos de censura. Ella dio paso a las condenas de astrólogos, a la destrucción de libros durante la Revolución Francesa...
Nefasto siglo XX
La Guerra Civil española dejó un legado devastador que se alargó durante los 40 años de franquismo: un férreo control sobre libros subversivos, sobre autores con ideas propias.
El régimen depuró bibliotecas y bibliografías, persiguió, y mató, a escritores desafectos.
En 1933 empezó lo que Fernando Báez llama el bibliocausto nazi: el temible Joseph Goebbels, antes de echar 25.000 libros prohibidos (y tras deportar a sus autores), a una hoguera encendida con queroseno en la Noche de la quema, pronunció esta frase para la historia: "El pasado perece en las llamas, los nuevos tiempos renacen de esas llamas".
La era digital
El libro electrónico no se puede quemar. Una buena noticia, en principio. Ahora bien, no hay que ser del todo optimistas, según Báez. En la era digital, la formas de censura se han incrementado en el ciberespacio: "la Inquisición ya no porta antorcha, ahora es un software automático de restricción o alteración de contenidos".
LAS CLAVES
Bibliocausto. Un neologismo usado para aludir a la destrucción de libros. Es un intento por aniquilar una memoria que constituye una amenaza directa o indirecta a otra memoria que la que se supone superior.
'1984'. George Orwell presentó en esta obra un estado totalitario donde un departamento oficial destruía el pasado. Los libros se reescribian y los originales se quemaban en hornos ocultos para salvar a la sociedad del enemigo.
'Farenheit 451'. Ray Bradbury, en 1953 imaginó un futuro en el que un cuerpo de bomberos se encargaba de quemar los libros para evitar que perturbaran la ortodoxia del sistema imperante. El título hace referencia a la temperatura a la que arde el papel.
Títulos censurados. 'El gran Gatsby', de Fitzgerald; 'El guardian en el centeno' de Salinger; 'Las uvas de la ira', de Steinbeck; 'Ulises', de Joyce; 'El señor de las moscas', de Golding; 'A sangre fría', de Capote; 'Madame Bovary', de Flaubert.
Por qué los destruyen. Dice Báez que los libros son emboscadas contra la impunidad, contra el dogmatismo, contra la manipulación, contra la desinformación y por tanto estorban tanto a los poderosos que los destruyen, los arruinan o los vueven inaccesibles."Los libros son trincheras de la memoria y la memoria es la base de la lucha por la equidad y la democracia", apunta.
Quiénes los odian. Los dogmáticos. Su concepción del mundo es uniforme e irrefutable. "Nosotros y ellos", serían su lema. No persiguen al libro como objeto físico sino como vínculo de memoria, como uno de los ejes de la identidad de un hombre o de una comunidad.
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