Por: María Gabriela Mizraje
La investigadora María Gabriela Mizraje analiza la “Semana
del Libro Prohibido”, que empieza el 30 de septiembre en EE.UU., y arma un
catálogo de títulos que, por diversas (y absurdas) razones, fueron censurados a
lo largo de la historia.
RASTROS. Un ejemplar de Siglo XXI Editores, prohibidos durante la dictadura.
Como en otra historia universal de la infamia, desde hace
tres décadas, a partir de 1982, acompañando el otoño boreal, un grupo de
libreros y editores norteamericanos decidió empujar la venta de textos muy
disímiles bajo el acotado cartel de una “Banned Book Week”. En este 2012, la
“semana del libro prohibido” está programada para realizarse entre el 30 de
septiembre y el 6 de octubre. Independientemente de la apuesta comercial que ya
lleva tantos años, el itinerario de lecturas que mediante ella recrearon estas
empresas junto a la
Biblioteca del Congreso de Washington D.C. merece un
seguimiento.
Pueden verse en librerías de las grandes ciudades de
Estados Unidos libros que a lo largo de siglos la historia le había condenado a
la literatura. Bajo una consigna que celebra la libertad de leer, en la semana
especial de ediciones anteriores se han presentado algunos textos que a
continuación mencionaremos.
Es evidente que, siendo fundamentales algunos, no dejan de
ser, al mismo tiempo, tan sólo ejemplos del atropello que el poder
indiscriminado ha ejercido siempre y en cualquier latitud, sea éste encarnado
por un individuo en una coyuntura minúscula, por una institución o por un
Estado. Se trata, no obstante, de censuras de muy diferente índole (distinta procedencia
y desigual espesor), a veces incluso colindantes con lo irrisorio, como la que
cayó sobre A Light in the
Attic (Una luz en el ático) de Shel Silverstein, aunque no por ello,
desde ya, menos significativas en cuanto censuras.
La censura suele tener aliados: la mafia, la impunidad, la
mezquindad, la condición mediocre, la cobardía, la ignorancia –la cual, como
quedó demostrado con muchas de las prohibiciones de la última dictadura militar
argentina, suele acarrear el ridículo. (Esos señores llegaron a eliminar, por
ejemplo, obras como La cuba
electrolítica, por confundir la ciencia con el comunismo castrista.)
Las prohibiciones reconstruibles y los libros ofrecidos
bajo el sponsor de la Asociación Norteamericana de Libreros (American
Booksellers Association) guardan más actualidad de la que desearía imaginarse.
Catálogo de censuras
Si a propósito de Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, un lector de su época
había declarado que no creía en una sola palabra del libro, con lo cual se ponía
en juego erróneamente el valor de verdad de la ficción, otros valores éticos
entraron en la denuncia de vil y obsceno que tuvo que soportar en Irlanda, en
1726, recién aparecido.
En español, nuestro clásico Don Quijote de Cervantes fue prohibido en Madrid por una
sentencia de la novela en la que se dice que los actos de caridad realizados
negligentemente carecen de mérito.
Las aventuras de
Sherlock Holmes,
de sir Arthur Conan Doyle, fueron prohibidas a causa de sus referencias al
ocultismo y el espiritismo. Esto ocurrió en la URSS en 1929.
Sin novedad en el
frente, la
exitosa novela de Erich Maria Remarque, fue vetada en Alemania y en Italia por
contener propaganda antibélica, en 1933. Antes, en 1929, los ejércitos
austríaco y checo ya habían proscripto su lectura y en el mismo año otra
prohibición la marcó en Boston (Massachussetts) por obscenidad.
Alicia en el país de
las maravillas,
de Lewis Carroll, fue prohibido en la
China de 1931 con la razón de que “los animales no podrían
usar lenguaje humano, y es desastroso poner animales y seres humanos al mismo
nivel”.
Por quién doblan las
campanas, la tan
difundida novela de Ernest Hemingway, de la que sólo en el primer año (1940) se
vendieron 270 mil ejemplares y que fue aún más conocida por su versión
cinematográfica, desencadenó más de un problema. Si desde el título –que es una
cita de John Donne– la libertad estaba en juego, once editores turcos fueron a
juicio en Estambul y tuvieron que enfrentar la sentencia de “estar difundiendo
propaganda desfavorable al Estado”.
Oliver Twist, la famosa obra de Charles
Dickens, tuvo que padecer la protesta que en 1949 llevaron a cabo los padres de
familia de Brooklyn (Nueva York) porque la inclusión de esa novela en las
clases de literatura violaba el derecho de sus hijos a recibir una educación
libre de sesgo religioso.
Bury My Heart at
Wounded Knee (Entierra
mi corazón en Wounded Knee), libro de Dee Brown, fue quitado de Wisconsin
School en 1974 por considerarse de sentido indirecto e intención solapada. “Si
existe la posibilidad de que algo pueda ser controversial, entonces por qué no
eliminarlo” fue el argumento justificativo de la censura. Por encima de este
episodio del Medio-Oeste, la novela se trasladó a la pantalla chica en 2007.
La mencionada Una
luz en el ático recibió además una demanda en una escuela elemental de
Wisconsin porque “impulsa a los niños a romper la vajilla para no tener que
lavarla”. (Sí, leyeron bien.)
El Diccionario
Americano de la Herencia en 1976 se sacó de circulación de
varias bibliotecas escolares norteamericanas a causa de tener un lenguaje
“objetable”.
Ordinary People (Gente común), de Judith
Guests, resultó demandada en 1981 después de que un padre de una high school en
New Hampshire encontrara la novela obscena y depresiva.
La biografía de la actriz Doris Day, titulada Doris Day: Her Own Story (Doris
Day: su propia historia), fue retirada en 1982 de dos bibliotecas de high
schools en Alabama debido a sus contenidos escandalizadores, particularmente en
vistas de la imagen de Miss Day que tienen todos los americanos. Pero más
tarde, el texto se reincorporó sobre bases estrictas.
El tan difundido Diario de
Ana Frank, que se publicó en 1947 por primera vez, y fue llevado más tarde
al cine y al teatro, en 1983 fue calificado como realmente deprimente por el
Comité encargado de los libros de texto en Alabama, y por lo tanto se juzgó
mejor ignorarlo. Suspendamos la historia, olvidemos la Segunda Guerra
Mundial y todos los horrores del universo: “Felices los felices”, como decía
Borges.
En otro extremo del mundo, ya lejos del pormenor
estupidizante de esas comisiones de las escuelas medias norteamericanas y cerca
de otras terribles realidades, en 1985, un fiscal oficial en El Cairo se
apoderó de Las mil y una
noches con el fundamento de que “causó la oleada de incidentes de
violación que Egipto ha experimentado recientemente”.
Volviendo una vez más de Oriente a Occidente, es llamativo
lo que ocurrió con Budismo Zen:
Escritos selectos, compilados por D. T. Suzuki: en un distrito escolar de
Michigan se objetó porque “el libro detalla las enseñanzas de la religión
budista de tal forma que el lector podría muy posiblemente adoptar esas
enseñanzas y elegir ésta como religión” (1987). En este caso muy particularmente
cabe preguntarse qué ocurre entonces con la famosa enmienda de su Constitución,
la tan mentada libertad de expresión y la libertad de cultos.
La inocencia te
valga
Por todos los ejemplos previos y muchos otros que siguen,
se comprende bien que en Estados Unidos hayan vivenciado la necesidad y tenido
el sentido de la oportunidad (que jamás es inocente, es decir que siempre
también es comercial) de crear la “Banned Book Week”, de la que nunca se ha
hablado en la Argentina.
The Dead Zone (La zona muerta) de Stephen
King fue sacada de circulación de la biblioteca de una escuela comunitaria en
Iowa, en 1987, a
causa de “no encajar con las normas de la comunidad”.
El príncipe de las
mareas, de Pat
Conroy, que más tarde llegó al cine junto a Barbra Streissand, fue eliminado en
otra escuela pública de South Carolina por considerarse “pornografía barata”,
en 1988.
The Phantom
Tollbooth (traducida
como La cabina mágica), obra de Norton Juster sobre el viaje de un niño a la
tierra de la sabiduría, fue descartado en 1988 en la Biblioteca Pública
de Colorado sólo porque el bibliotecario la consideró una fantasía pobre.
The Lorax (El Lorax), por el afable
Dr. Seuss (seudónimo de Theodor Seuss Geisel), en 1989 fue objetado en un
distrito escolar de California por “criminalizar la industria forestal”, es
decir, por inspirar a los niños la defensa del medio ambiente.
Al mismo tiempo, en varias bibliotecas públicas de
Michigan, se objetaba ¿Dónde está
Waldo? de Martin Handford, porque “en algunas páginas hay cosas
sucias”.
Cien años de soledad de Gabriel García Márquez,
tras ser premiado con el Nobel en 1982, fue eliminado, en 1986, de la lista de
libros de una high school en California por ser “basura que se hace pasar por
literatura”. Para seguir con los latinoamericanos, Gringo viejo (1985) de Carlos Fuentes fue retenida en Guilford
County después que un padre juzgó su lenguaje demasiado explícito como
pernicioso, y esto ya a fines del siglo XX (1996). En el mismo año se
prohibieron La letra escarlata de
Nathaniel Hawthorne y Moby Dick de
Herman Melville, ambas por ser “conflictivas en relación a los valores de la
comunidad” texana, en Lindale.
De igual modo, en distintos distritos y escuelas, desde
1996 se censuraron Shakespeare (Twelfth
Night) y J. D. Salinger (Catcher in
the Rye, traducida como El guardián
del centeno), Mark Twain (Las
aventuras de Huckleberry Finn), John Updike (Conejo es rico) y Alice Walker (El color púrpura), entre muchísimos otros. El listado es tan
abrumador como exasperantes y grotescas las tachaduras.
Todos los que mencionamos figuran entre los rescatados
para la promoción de las sucesivas semanas anuales del libro prohibido. Más
desopilantes algunos argumentos que otros, llenos de falsa moralina a menudo,
de hipercorrección según la lógica de lo políticamente correcto otras veces,
son aproximadamente cien los títulos que cada año arroja el catálogo de la Banned Book Week, en
su reporte Newsletter on Intellectual Freedom, amparado en la primera enmienda
de la Constitución
de los Estados Unidos de América, relativa a los derechos de libertad de
expresión y libertad de prensa. La American Library Association (ALA) libra una
lucha contra la censura.
Un mapa de la
prohibición
Actualmente, Internet contribuye a la aclaración y
difusión de la Banned Book
Week. Desde Wikipedia hasta los videos de YouTube puede seguirse el hecho,
incluyendo una lista de los libros prohibidos por los distintos gobiernos.
Existe incluso un mapa de la censura. Y, si bien resulta
notorio, como ya señalamos, que no deja de ser una estrategia comercial –que no
teme ni el uso de procedimientos sensacionalistas–, el hecho de estas ventas
así encaradas tiene la doble utilidad de la reedición de las obras y de la
memoria del derrotero histórico de sujeción que los textos debieron
atravesar.
La invitación mercantil es sencilla: llévelo y ahora podrá
leer usted mismo lo que en otro lugar o en otro tiempo le habría sido
imposible. No deje que otros decidan por usted; compre y sea su propio censor.
No pocos de los textos de la lista de la cadena de
librerías Borders, junto a otras firmas, deben su autoría a mujeres o las
tienen como principal referente, aunque no sea aquí el género sexual la
categoría determinante.
Algo del orden de la condición femenina y de los avatares
sexuales, así como del sistema de creencias religiosas y especialmente de la
inconveniencia de la fantasía, entre otros rasgos, envuelven estas censuras;
claro que los sucesos más resonantes corresponden a razones de explícita
política estatal.
La muy difundida Im
Westen nichts Neues, a la cual nos referimos hace un momento, fue una
novela en folletín que empezó a publicarse en 1928 y cuyo título en español más
literal sería: En el frente del Oeste no hay novedad; fue traducida a quince
idiomas en menos de un año, la versión inglesa la conoce como All Quiet on the
Western Front y entró también con éxito resonante al cine, gracias al cual
solemos conocerla como Sin novedad en el frente; como puede observarse en la
doble prohibición de esta obra (por antibelicismo y por lascivia), es fácil
para ciertos intereses confundir las cosas, los términos del amor, cuando la
única obscenidad es la que está fuera de la obra y anima a los censores, la del
criterio defensor de la guerra entendida como un gran negocio.
Los textos y sus prohibiciones atestiguan algunos cruces
imposibles, el de la fantasía que no se concilia con el pragmatismo, el de la
expansión del deseo que no puede comulgar con el puritanismo; las inflexiones
de la ideología liberal, en muchos de los casos anteriormente mencionados, se
ven en peligro. Cómo aceptar, por ejemplo, en el universo de la eficiencia y la
eficacia a toda costa, algo que deprima (tal es el caso de Gente común o de gente como Ana
Frank).
Un denominador unificante puede hallarse en esas
perspectivas: la visión de la literatura como enseñanza, letra que debe cumplir
con el objetivo político-social de adoctrinar y que en la medida que se aparte
de lo esperable, por incurrir en diferentes excesos, será eliminada.
Se trata de una función paradigmática asignada a la
literatura. Ella mostrará una y otra vez modelos de vida, ella deberá
transmitir algo del orden de lo real y de lo verdadero, sin descuidar al mismo
tiempo la apariencia. Parece que a través de los siglos esa intención
normativa, para ciertos sectores, en lo esencial, poco ha cambiado; sólo se han
impuesto los ajustes adecuados a cada coyuntura.
Nuestro
país no lo ignoró
nunca. Si decidiéramos hacer la historia de las prohibiciones en la literatura
argentina –que conoce también con cierto énfasis la autocensura–, de Rodolfo Walsh a Esteban Echeverría, tendríamos que ir aún más atrás, y por ejemplo,
releer con estupor a Manuel José de
Lavardén, quien, en 1789, lleva a escena El Siripo . Para lograrlo, debe corregir el texto (sacrificar
la letra) y escribir algunas cartas (para obtener favores). Triunfo o
derrota.
En la excesiva adecuación a un medio también gana la
censura, así como en la estupidez se enseñorea el ridículo.
Vale la pena estar alertas porque las
prohibiciones suelen durar mucho más que una semana, tiempo en que los libros
así como la gente común definitivamente tienen mucho que perder.
Fuente:
http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Semana-Libro-Prohibido-libros-censurados_0_778722160.html
2 comentarios :
Excelente artículo, muy entretenido.
Gracias.
Muy interesante el texto. Gracias. Aquí tienen este enlace que puede serles de utilidad:http://grupolipo.blogspot.com/2012/07/houston-es-la-meca-del-movimiento-de.html
Publicar un comentario