2 abr 2016
Un mundo sin libros
Por: Oswaldo Toscano
Las bibliotecas como lugar de encuentro y aprendizaje están amenazadas por la cultura de lo visual. (Fiechile.cl)
Entre
las obras que escribió Ray Bradbury, está Fahrenheit 451, en esta novela
los bomberos no apagan incendios; al contrario, los crean para quemar libros o
lugares que los contengan. El narrador, heterodiegético omnisciente,
describe un mundo postliterario. En este artículo pretendo demostrar que esta
sociedad distópica creada por Bradbury tiene su correspondencia en el mundo
actual.
El
desarrollo intelectual de los seres humanos ha ido a la par del desarrollo de
la escritura, precisamente para los arqueólogos, la escritura es una de las
características implícitas en el término civilización. Se pueden encontrar
registros pictóricos, escritura embrionaria, desde el paleolítico. Según
Google, usando las cifras de sus bases de datos, existen en el mundo alrededor
129.864.880 títulos diferentes de libros.
El
objetivo genérico de un libro es preservar y transmitir las ideas: eso le da su
carácter, es un poderoso conducto para razonar. Sin embargo, se puede sospechar
que, en la cultura posmoderna, el tiempo dedicado a devorar contenido en imagen
y sonido, igualan o superan al tiempo dedicado a la lectura. Esto significa la
incubación de generaciones de hombres zampados por la cultura de masas, esencia
de un estilo de vida tras la pantalla. Estilo dominado por el trending
topic, los medios nos rodean de contenido masivo y efímero que de forma impune
conquista la mente de los individuos que se han acostumbrado al formato:
farándula rosa.
Bajo esa
merma del tiempo dedicado a la lectura: ¿Qué lee el hombre posmoderno? Se
podría recurrir al ranking de libros más vendidos. Guerra y Paz, de
León Tolstoi, 36 millones de copias; Juan Salvador Gaviota, de
Richard Bach, 40 millones; El Nombre de la Rosa, de Umberto Eco, 50
millones; etc. Sin embargo no todos los bestsellers, son los best
read. Comprar libros se ha convertido en un mero acto de esnobismo; no es el
interés genuino por las letras el que lleva a comprarlos.
Sobran
ejemplos. Uno reciente es El capital en el siglo XXI, de Picketty, un
libro de 816 páginas desbordadas de términos técnicos, difícil de digerir para
alguien no especializado en ciencia económica. Pero ahí lo tienen, es uno de
los libros más vendidos en Amazon. El resultado: ha vuelto a su autor rico y
famoso. A propósito, nótese la paradoja.
Parafraseando
a Bradbury, “no tienes que quemar libros para destruir la cultura; solo haz que
la gente deje de leerlos”
En
muchos casos, el bestsellerismo sacrifica la calidad literaria con el único fin
de inundar los carritos de compras. 50 Sombras de Grey, por poner un
ejemplo, o los libros del denostado Paulo Coelho. Debo aclarar que, lejos de la
visión “progre”, Coelho tiene el mérito de haber captado la atención de
millones de lectores, muy a pesar de su pobreza literaria.
En este
laberinto libresco, el intelecto se priva y queda desorientado, desamparado, es
presa fácil para los libros de autoayuda o libros de pensamiento positivo.
Categoría promovida por los sacerdotes new age, los que caen en el
arquetipo junguiano: trickster y demás especies que fungen de voyeristas
de la vida ajena.
¿Por qué
son tan populares estos libros? Evitan la fatiga, la reflexión profunda, el
análisis. El uso de la razón queda como un observador lejano, similar a la
imagen del cuervo Nevermore sobre el busto de Palas. En Estados Unidos,
doscientos mil nuevos libros se publican cada año, muchos de ellos persiguiendo
un único objetivo: convertirse en el próximo Best Seller.
Quizá el
problema está en nuestro sistema educativo. Allan Bloom, académico
norteamericano, en su libro The Closing of the American Mind, sostiene el
fiasco de la educación superior contemporánea bajo la influencia del
relativismo cultural que debilita el pensamiento crítico. Bloom describe la
realidad de muchos alumnos de las principales universidades de EE.UU., que
abandonan el gusto por la lectura por actividades como mirar películas o
escuchar música rock.
La
pérdida de referentes culturales como efecto del posmodernismo en las
sociedades, argumentado in extenso en el libro Los intelectualesy el poder, de Foucault, finalmente limita el desarrollo de una mente activa
capaz de remar en el rebosante océano de las ideas. El hábito de leer es una actividad demasiado demandante para un mundo
de trending topics.
Fuente bibliográfica
TOSCANO, OSWALDO, 2016. Un mundo sin libros. PanAm Post [en línea]. [Consulta: 3 abril 2016]. Disponible en: http://es.panampost.com/oswaldo-toscano/2016/03/15/un-mundo-sin-libros/.
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