16 abr 2016
¿Por qué inventamos los medios de comunicación?
Por
daniel molina (*) @rayovirtual
Desde el
ágora griega y el foro romano, en occidente el poder político, económico y
militar se construyó debatiendo. También los imperios orientales valorizaron la
información. Las tablillas más antiguas de la Mesopotamia tienen más de 5.000
años. Lo mismo que los primeros ideogramas chinos y los primitivos jeroglíficos
egipcios. Pero si bien los imperios registraron sus historias, la información
solo circulaba entre los escribas y la cúpula política y religiosa de cada reino.
En cada generación eran apenas unas decenas de personas las que tenían acceso a
esos datos.
En el
mundo occidental no fue así. En primer lugar, ya desde la época clásica en
Grecia toda persona libre (incluyendo a las mujeres, que por lo demás casi no
tenían ningún otro derecho) accedía a una educación básica que le permitía
leer, escribir y conocer los rudimentos del álgebra y la música. Incluso muchos
esclavos eran instruidos. Roma tomó el mismo ejemplo y hasta la caída del
Imperio se mantuvo la costumbre de educar a todos.
Esa
educación masiva y la participación habitual en las discusiones públicas
sentaron las bases para que en Occidente los medios de comunicación tendieran a
un público amplio, no cerrado como era en el oriental. Roma era una ciudad de
más de un millón de habitantes, enorme para los parámetros de la época: fue la
primera cultura que tuvo medios masivos. Al comienzo era un hombre, en el foro,
que decía a viva voz las noticias y anunciaba qué discutiría el Senado ese día.
También tenía publicidad paga: entre noticia y noticia comentaba a qué cantina
ir a comer el mejor pescado, qué panadería hacía el pan que a él le gustaba y
quién importaba las mejores telas de China.
Todo eso
se perdió durante trece siglos. La caída de Roma y la fragmentación europea no
solo acabaron con los foros de discusión: se perdieron la escuela y la
educación masiva. En el año 1200, el 99% de los nobles europeos era analfabeto.
A partir
del Renacimiento volvieron, tímidamente, los periódicos a las ricas ciudades
italianas, de la mano de los recién nacidos bancos. Muy precariamente se
comenzó a armar el nuevo sistema de medios, que alcanzó pleno desarrollo con la
Revolución Francesa: ahí nace la primera forma de opinión pública.
Durante
un siglo los diarios fueron medios partidarios, de manera explícita, pero hacia
fines del siglo XIX nace el diario moderno: con historietas, dibujos, notas que
tienen títulos y otros elementos de edición para facilitar la lectura de un
público ya masivo.
Los
diarios se desarrollaron junto a la radio y a la tevé. Estos medios pudieron
convivir, por más que compitieron por el mismo público, porque lograron
mantener sus especificidades: el diario se quedó con la noticia seria y el
análisis, la radio funcionó como compañía permanente y la tevé como fuente de
entretenimiento.
Todo
esto cambió radicalmente hace veinte años con la aparición de internet: ya más
de la mitad de la humanidad está en red. Además de la penetración masiva, los
nuevos medios en internet son completamente distintos a los surgidos antes de
la cultura digital: son interactivos y permiten que realmente cualquiera pueda
comenzar un proyecto que lo puede poner en contacto con miles, e incluso con
millones.
Los
diarios, la tevé y la radio son medios unidireccionales: un emisor poderoso
lanza un mensaje y el resto lo recibe y no lo puede ni responder ni
transformar. Los medios que están en internet son exactamente lo contrario:
todo lo que se pone allí queda abierto al comentario, la transformación, la
colaboración y la circulación.
Los
grandes conglomerados de medios unidireccionales siguen teniendo la ventaja de
imponer muchos de los temas de la agenda pública. Pero su poder está muchísimo
más acotado que el que tenían hace apenas cinco años.
Otro
mundo ha comenzado. Sucede tan rápido que perdemos las referencias. Los niños y
los adolescentes ya no miran tevé, al menos en el televisor. Los niños que
nazcan dentro de una década verán los diarios en papel y quizá los televisores
como veíamos nosotros las viejas vitrolas que pasaban discos de pasta al ir a
un museo: como un objeto, quizá adorable, pero inútil.
Fuente bibliográfica
MOLINA, DANIEL, E.R.N., [sin fecha]. Por qué inventamos los medios de comunicación. DIARIO RIO NEGRO [en línea]. [Consulta: 15 abril 2016]. Disponible en: http://www.rionegro.com.ar/diario/por-que-inventamos-los-medios-de-comunicacion-8101276-9539-nota.aspx.
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