17 ago 2012

El más alto potencial... de la humanidad

Por: Martín Castro 

| Rosario, Argentina
Hola...

Si quisiéramos impedir que la humanidad accediese a su más alto potencial... ¿qué deberíamos hacer?, ¿qué estrategia podríamos usar para perpetrar tal crimen? He aquí cinco ideas: 

1) Ponga a sus hijos delante de la TV tan seguido como sea posible (quíteles el contacto interpersonal)

2) Aliénteles a pasar horas reaccionando rápidamente a los videojuegos (los juegos donde hay que eliminar al enemigo, les ayudan mejor a practicar la violencia que vieron antes en la TV)

3) Póngalos en escuelas donde no se respeta su autonomía, a través de métodos más preocupados en “la obediencia”, que en desarrollar sus capacidades creativas y estar en contacto con sus emociones. Lugares donde sólo los entrenan para repetir patrones del pasado.

4) En cuanto les diagnostiquen problemas de atención, hiperactividad, etc. (lo que predeciblemente sucede como resultado de los puntos anteriores) utilice medicamentos para “curarlos”.

5) Acepte políticas educativas planificadas para “seguir la currícula”, en lugar de “seguir a cada niño”; donde nadie pueda experienciar y explorar sus niveles más profundos de conciencia, creatividad y amor.


Tristemente, no son sólo condiciones hipotéticas...

Nuestra esperanza reside en que, si ésta es la manera en que organizamos el mundo...tenemos -también- el poder de cambiarla.


Fuente: http://www.efectividad.net/
 Club de la EfectividadNada, nos hace crecer más que el amor.

14 ago 2012

Escrito a mano


Por: Guillermo Jaim Etcheverry 



En Inglaterra se vuelve a usar la estilográfica para que los estudiantes aprendan la grafía. En Francia también se considera que no se debe prescindir de esa habilidad, pero allí el problema reside en que ya no la dominan ni los maestros. 

Aunque el mundo adulto no está aún preparado para recibir las nuevas inteligencias de los niños producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos del aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el desempeño escolar. En la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras. 

Por su parte, el escribir en letra de imprenta implica escindir lo que se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir su ritmo y su respiración. Si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros. 

Habría que educar a los niños desde la infancia en comprender que la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable. Los sistemas de escritura deberían convivir, precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser un lenguaje del alma que hace únicas a las personas. 

Su abandono convierte al mensaje en frío, casi descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es vehículo y fuente de emociones al revelar la personalidad, el estado de ánimo. Posiblemente sea esto lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en la homogeneización que posibilita el recurrir a la letra de imprenta. Porque, como lo destaca Umberto Eco, que interviene activamente en este debate, la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere. 

En todo caso, la resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una lentitud reflexiva. Como en tantos otros aspectos de la sociedad actual, surge aquí la centralidad del tiempo. Un artículo reciente en la revista Time , titulado: Duelo por la muerte de la escritura a mano, señala que es ése un arte perdido, ya que, aunque los chicos lo aprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje, "nuestro objetivo es expresar el pensamiento lo más rápidamente posible. 

Hemos abandonado la belleza por la velocidad, la artesanía por la eficiencia. La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín: dentro de un tiempo, no la podremos leer". Abriendo una tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a mano. Por poco tiempo...

Visto en Facebook

Cómo enseñar a los niños a odiar la lectura


Por: Kepa Osoro 

El autor previene a padres y madres para que no provoquen en sus hijos aversión por la lectura; les recomienda no comparar los hábitos lectores de sus hijos con los suyos propios a su edad; les advierte que deben respetar sus gustos, entre los que destaca el cómic, un género que muchos adultos rechazan por no considerarlo literatura. También considera que forzarles a leer es contraproducente, del mismo modo que es erróneo proponerles la lectura como alternativa a otros entretenimientos como la televisión.


Presentar el libro como alternativa a la TV

Ésta es, quizá, una de las estrategias más eficaces para que nuestros hijos se alejen cabezonamente de los libros. Por un lado, porque para ellos la televisión es uno de los inventos más maravillosos y útiles de la historia de la humanidad. Y, por otro, porque los chicos no son tontos y piensan: «Oye, papi, si te parece que ver la tele es perder el tiempo, ¿por qué mamá y tú os pasáis todos los días varias horas delante del televisor?»

Además, somos tan poco delicados con sus gustos y aficiones que les decimos que tienen que leer en vez de mirar la tele, que han de coger los libros de la escuela «... en lugar de perder el tiempo con esas estupideces». ¡Viva el respeto a las ideas ajenas!

Para los niños la TV no es una «estupidez» sino un entretenimiento divertido, ameno y útil. Tal vez objetivamente sea cierto que le dedican más tiempo de lo necesario, o que se refugian a veces «en aquel estado de semiinconsciencia en el cual el telespectador cae después de cierto tiempo, y del que es síntoma la total pasividad con la que acepta cualquier programa de la pequeña pantalla, sin escoger y sin reaccionar».

Pero no podemos olvidar que los méritos educativos de la TV superan a sus deméritos: enriquece el punto de vista, nutre el vocabulario, acerca una cantidad inverosímil de informaciones, enriquece el bagaje cultural de los niños… Sí, no seamos obtusos: ¡en cuántas casas el encefalograma cultural es absolutamente plano! Aunque sea discutible su calidad, la tele transmite cierta cultura.

Y no olvidemos que desde el punto de vista psicológico, negar una distracción, «una ocupación placentera (o sentida como tal, que es lo mismo), no es el modo ideal de hacer que se prefiera otra: será más bien el modo de echar sobre esta otra una sombra de fastidio y de castigo». 

Enfrentando los libros a los cómics

Cuántas veces escuchamos de pequeños a algún adulto sabiondo escupirnos la frasecita: «¡Deja de leer tebeos, que son una tontería!» Nuestro maestro o nuestro padre amenazaba: «¡Te quemaré todos los tebeos si no te veo leer!». «¿Sólo un suficiente en lengua, eh? A partir de mañana se acabaron los tebeos»...

Hemos olvidado lo mal que nos sentíamos cuando nos prohibían abrir la páginas de El guerrero del antifaz, Corto Maltés, Flash Gordon, Tintín, El Capitán Trueno, Mortadelo y Filemón… Y ahora somos nosotros los que castigamos a nuestros hijos sin leer sus tebeos de Bola de Dragón, Spiderman o Sinchán.

En este caso prohibir no sirve para nada porque acabarán leyendo tebeos escondidos en el cuarto de baño como hacíamos nosotros, o en casa de un amigo.

Los cómics no pueden ser considerados en sentido estricto un subgénero de la literatura, pero su función de puente hacia lecturas más canónicas es indiscutible. En medio de las cenagosas y obligatorias lecturas escolares, las aventuras de los tebeos suponen una ventana por la que penetra un mundo fantástico e ilusionante.

Verne, Salgari, Gordon, Blyton, Agatha Christie… han sido para muchos de los adultos de hoy la lectura más estimulante, más instructiva y probablemente la más educativa de su infancia, aunque los críticos literarios podrían hablar de «subliteratura».

El cómic –nos recuerda Rodari– «posee la función de nutrir y alimentar la necesidad de aventuras, de comicidad de rápida consumición y renovación constante: es manejable, es económico, es cambiable. Los niños no tienen necesidad sólo de buenas lecturas».

No existe relación de causa-efecto entre la lectura de tebeos y el rechazo de los libros «de verdad»: todos conocemos chicas y chicos (también adultos) que leen mucho y con la mano izquierda cultivan también el huertecillo de los tebeos.

Cuando yo era joven los chavales leíamos más

A menudo tenemos la tentación los adultos (y raras veces la resistimos) de añorar nuestra infancia porque guardamos de ella un recuerdo distorsionado por el paso del tiempo y la necesidad de idealizar lo que no tenemos. La memoria es una aduladora y engaña hábilmente, pero es difícil darse cuenta de ello.

¡Cómo se leía cuando éramos pequeños! ¿De verdad? ¿Cuándo? ¿Hace cien años, cuando la mayoría de los españoles eran analfabetos? ¿Hace cuarenta años, cuando varios millones ni siquiera sabían leer? Además, los que leían más eran los hijos de la burguesía, porque lo que es el resto de los mortales, trabajadores y clase miserable, no tenía dinero para comprar unos libros que no poseían ni siquiera un aspecto medianamente atractivo porque sus ediciones eran en muchos casos vulgares y cutres.

«Antes había buenos libros para los niños». No intentemos que nuestros hijos añoren un pasado que no es el suyo porque no pueden identificarse con la nada. Y, volvemos a recordar otra incoherencia adulta: «Papi, si los libros que tenías de pequeño eran tan buenos y te gustaban tanto, ¿por qué no conservas ninguno?».

Los niños de hoy teneis demasiadas distracciones

«…Y por eso leéis tan poco». La catastrófica organización del tiempo libre de nuestros hijos no es la causa de que no lean. Unas veces el tiempo libre no es más que «tiempo vacío», tiempo desaprovechado porque los padres no enseñamos a nuestros pequeños a convertirlo en un ocio creativo y estimulante.

Otras veces su tiempo libre, el no ocupado por las tareas escolares, se barniza con una neurótica obsesión por las «clase de…»: les obligamos a aprender informática, piano, inglés, ballet, artes marciales, danzas húngaras… ¿Cuándo tienen un ratito para abrir un libro de Literatura Infantil con la garantía de no quedarse dormidos por el agotamiento?

En muchas de nuestras ciudades no hay espacios para jugar, ni espectáculos medianamente creativos y enriquecedores para niños, ni bibliotecas, ni cosas por el estilo. En nuestras casas urbanas no hay sitio para el cuarto de los niños entendido como espacio íntimo e infranqueable...

Sí, es cierto, hoy en día hay más distracciones, pero su compatibilidad con los libros puede ser factible pues no depende «del número y de la calidad de los pasatiempos (es decir, de las ocupaciones más libres y por esto más queridas, y por esto de mayor eficacia educativa) sino del lugar que el libro ocupa en la vida del país, de la sociedad, de la escuela».

Echando la culpa a los niños de que no prefieren los libros

Echar la culpa a los niños, además de fácil, es comodísimo, porque sirve para ocultar las propias culpas. Reconocemos que los niños no leen lo suficiente, pero hay demasiadas casas en las que jamás entra un libro, hay millares de licenciados sin biblioteca, hay muchos padres que no leen siquiera el periódico, y después se sorprenden si los hijos hacen como ellos, hay responsabilidades de la escuela y del Estado... En las editoriales para niños, el criterio comercial prevalece siempre sobre el criterio pedagógico.

«Acusado como el único responsable de una situación compleja y agravada aún por la crisis de los ideales educativos hasta ayer pacíficamente aceptados, el niño reacciona como puede: largándose a jugar al patio, o escondiendo bajo la almohada su querido álbum de cómics».

Transformando el libro en instrumento de tortura
  
Este sistema se aplica intensamente en muchas escuelas: los maestros obligan a los niños desde preescolar a copiar página por página su primer libro de lectura. Tras esta tarea, que para el niño no tiene sentido ni interés alguno, se añade la división en sílabas. ¡Si supiera cómo se divierten! Con el tiempo llega el análisis gramatical y después hace su entrada triunfal el análisis lógico, el resumir, el aprender de memoria, etc. Todos esos ejercicios multiplican las dificultades de lectura y en lugar de facilitarlas, le quitan al libro cualquier capacidad de entretener, de conmover, de interesar.

 «La lectura no es ya un fin a perseguir laudablemente, sino un medio para actividades más serias, o que se presuponen como tales. El libro que entra en la escuela bajo el esquema del rendimiento escolar produce respuestas puramente escolares: no es algo hermoso y bueno de lo cual se tiene necesidad, sino algo que utiliza el maestro para expresar un juicio».
  
Negarse a leer al niño

Este Al narrar o leer un cuento al niño la intimidad, la confianza, la comunión entre padres e hijos se expresan de un modo único e irrepetible. Pero hoy en día pocos padres tienen tiempo y ganas de leer un cuento a sus niños. Compartir la lectura es «promover el libro de mero objeto de papel impreso a intermediario afectuoso, a momento de la vida».

No ofreciendo una eleccion suficiente

Si el abanico de materiales de lectura que ofrecemos a nuestros hijos no es variado y rico, su rechazo a los cuentos puede significar tan solo que le gustan otro tipo de lecturas: libros documentales, tebeos, prensa deportiva, revistas juveniles, lecturas digitales, etc. Favorezcamos la creación de «su» biblioteca personal, que iremos enriqueciendo consultando sus gustos y momentos lectores.

Ordenando leer

Éste es el método más eficaz si se quiere que los jóvenes aprendan a odiar los libros. Es seguro al ciento por ciento. Facilísimo de aplicar. «Se toma a un muchacho, se toma un libro, se colocan los dos en una mesa y se prohíbe que el trío se divida antes de determinada hora. Para garantizar el éxito de la operación, se anuncia al muchacho que al finalizar el tiempo estipulado deberá resumir las páginas leídas».

El joven sacará una lección por su cuenta que no olvidará en lo sucesivo: hay que leer porque los mayores lo mandan.
No decimos que no sean necesarias las lecturas obligatorias. El niño las aceptará si a cambio le damos oportunidad de leer dentro del tiempo escolar lo que le dé la gana, sin pedirle nada a cambio.

«Una técnica se puede aprender con pescozones: así la técnica de la lectura. Pero el amor por la lectura no es una técnica, es algo bastante más interior y ligado a la vida y con pescozones (reales o metafóricos) no se aprende».



10 ago 2012

Un libro inteligente responde las preguntas del lector

Por: LA VANGUARDIA

Inquire es un proyecto de una aplicación para iPad que permite al estudiante interactuar con el libro electrónico.
INQUIRE. El proyecto está ideado a partir del libro de texto sobre biología Campbell Biology.

Sus creadores han llamado a la nueva aplicación “Inquire”, es decir, “preguntar” en inglés, porque este ingenio convierte el iPad en modo libro electrónico en más que eso: en “un prototipo de libro inteligente” que responde a las preguntas del estudiante y además presenta los conceptos teóricos de forma dinámica, “atrae su interés, y mejora su comprensión”, como se explica en su página web.

El proyecto está ideado a partir del libro de texto sobre biología Campbell Biology, muy usado en las aulas de los institutos estadounidenses. Inquire ha convertido este best seller escolar en un libro electrónico con la tecnología propia de la inteligencia artificial. Ahí reside la innovación y lo que permite que los estudiantes puedan leer el libro practicando una “lectura activa”. Es decir, si se subraya un texto aparecen en el lateral preguntas planteadas por el libro para que el alumno vaya aun más lejos en el estudio, cuando se clica una palabra aparece su definición y finalmente cuando el estudiante está haciendo los deberes puede preguntar cualquier cuestión que no le haya quedado clara y Inquire le responderá con aclaraciones, tal como se explica en este vídeo.

“La transición a los libros de texto digitales debería ser más que un cambio superficial del medio que leemos, de ahí que Inquire sea un ejemplo de cómo la inteligencia artificial puede mejorar el aprendizaje de los estudiantes”, afirman en su página web los participantes del proyecto de investigación.  El proyecto de largo recorrido con seña norteamericana lo llaman Project Halo, financiado por la empresa Vulcan Inc. y desarrollado por el Centro de Inteligencia Artifical del instituto de investigación sin ánimo de lucro SRI International.

El Inquire se puso a prueba el pasado enero con unos veinticinco estudiantes de un instituto de secundaria. La mitad aprendió la lección con esta aplicación de iPad y la otra con el libro de texto convencional, después realizaron un examen. Los que trabajaron con el libro inteligente “recibieron calificaciones significativamente más altas”, como explican en la web.

8 ago 2012

Destruyendo-la-biblioteca!!!!!!!!



Fuente: http://www.videoschistosos.org/items/bromas/0/1721_destruyendo-la-biblioteca/

Tecnologías aplicadas a los servicios bibliotecarios


Por: Enrique Fabricio Dávalos Oviedo

Desde un enfoque profesional en los últimos años los bibliotecólogos enfrentamos múltiples y complejos retos. Uno de ellos es dar una oportuna respuesta ante los cambios sociales, económicos, culturales y tecnológicos que se advierte para la sociedad de la información, el Internet generador de enorme interés en el campo educativo especialmente como un recurso adicional y tecnológico en el proceso de enseñanza-aprendizaje por su gran dinamismo y flexibilidad.
Se esta evidenciando que la disponibilidad de información se constituye en una herramienta muy pero muy poderosa para anular o crear costumbres que deterioran al ser humano, por consiguiente dentro de esta situación se hace necesario y con premura que los bibliotecólogos garanticemos el control documental de lo que se difunde, ya que los objetivos educativos van mucho mas allá de los informativos.
Si bien las nuevas tecnologías enriquecen la formación, con la posibilidad no solo de difundir información de un modo barato y aparentemente mas eficiente, sin embargo existe una gran preocupación en cuanto a que cualquier tipo de información este al alcance en cualquier momento y en cualquier lugar, confundiendo información con conocimiento o educación, pues muchos de los planteamientos del uso de las redes informáticas para la educación no pasan de ser informativos o editoriales, en definitiva no cumplen metodologías de enseñanza-aprendizaje.
Los bibliotecólogos nos encontramos obligadas a crear nuevos escenarios para que el mayor número de usuarios tengan acceso al conocimiento, y esto tan solo lo podremos realizar con el correcto y adecuado soporte de las tecnologías de información y la comunicación, estos nuevos escenarios promueven transformaciones en la forma de actuar y de comportarse tanto en los usuarios como en cada uno de nosotros los profesionales de las distintas áreas de difusión de información llámense estas: museos, bibliotecas, archivos.
La aplicación de la tecnología se caracteriza por ampliar el acceso a la información, sin embargo a pesar de la transformación de estas tecnologías y sus entornos virtuales, las bibliotecas y centros de documentación ejercen y ejercerán siempre un papel central en el desarrollo del aprendizaje. En este sentido es importante señalar el desafío para el mundo profesional bibliotecario el cual esta llamado a desempeñar una función determinante en el desarrollo humano que por supuesto día a día ofrece nuevas e interesantes posibilidades.
En realidad el avance tecnológico a nivel mundial a transformado la gestión cotidiana en cada una de nuestras bibliotecas, introduciendo una marcada transformación en la administración de la información así como la prestación de los servicios, los mismos que en muchos de los casos resultan minúsculos por las limitaciones económicas de cada una de las Sociedades, lo cual no permite mejorar los servicios existentes y proporcionar otros nuevos.
Las nuevas funciones de cada uno de nosotros los profesionales de la información en torno a las necesidades de los usuarios, ha trascendido las fronteras físicas del propio servicio de información para proporcionar la participación entre Instituciones y Redes, de cualquier manera los nuevos medios de difusión de la información son complementarios para quienes nos logramos adaptar a los cambios tecnológicos.
Frente a estos hechos es incuestionable que la información es un poder en el que el mundo actual, ya que se ha convertido en un mercado muchas veces desorientado y disipado o en su defecto, competente y con nuevos requerimientos. El aumento de los conocimientos tecnológicos ha influido notablemente en los objetivos y direcciones de las bibliotecas, dichas transformaciones implantan grandes desafíos para quienes no tiene suficiente recurso como para alcanzar el desarrollo de la tecnología.
En este sentido, la situación actual demuestra que tanto el usuario como el profesional de la información requieren de capacitación, para enfrentar con eficiencia cada una de las respectivas actividades de nuestra profesión, pero además es importante que los bibliotecólogos sigamos siendo el nexo al conocimiento y a la educación en la sociedad.
En la llamada sociedad de la información, seria ingenuo no reconocer que se están originan profundos cambios que producen un acelerado desacuerdo del conocimiento profesional y la información en general, muy por el contrario rechazarlas u objetarlas sin más representaría mantener una posición tecnofóbica.
El estudio del impacto educativo de las nuevas tecnologías, es un estudio en resaltar las bondades de sus efectos, en el que apenas se deja espacio para la discrepancia, para un análisis crítico y exhaustivo de este proceso acelerado de estas innovaciones tecnológicas, como de sus efectos sociales y culturales que estamos viviendo.

3 ago 2012

Sin libros y sin catálogos ¿qué será de las bibliotecas?


Os confieso mi angustia en esta ocasión. Es tanto lo que se ha escrito recientemente sobre el futuro de las bibliotecas y la profesión bibliotecaria que resulta a veces díficil controlar -siquiera superficialmente- todo ese flujo de información. A veces da incluso la impresión de que es todo un género el que se ha creado al calor de las crisis, los recortes, las intervenciones y los rescates.
                                                                                                Podríamos incluso nombrar al fenómeno : prospectiva bibliotecaria. Podéis echar un vistazo a las novedades de los tablones de enlaces de @biblioupm en Pinterest, #librarians;#thelibrary  o #theacademiclibrary para comprobar la gran variedad de propuestas, alternativas, innovaciones y nuevas e intensas ideas que en este mismo momento bullen en artículos, posts, tuits, infografías, presentaciones, podcasts y vídeos de miles de profesionales como nosotros en todos los rincones del planeta. Porque hay alternativas. Porque la gestión, la protección, la canalización, la comunicación, la facilitación del conocimiento, de la creatividad, de la innovación son las claves de un futuro que ya comienza a asomar a la vuelta de la esquina.
Pero construir el futuro es también -además de evaluar, estudiar, analizar, las propuestas novedosas, incluso atrevidas, que van surgiendo- ver cuáles de nuestras prácticas actuales están quedando obsoletas, desfasadas o son inservibles.

Bien porque la rapidez con la que se suceden los cambios tecnológicos han dejado atrás herramientas de gestión de la información que nacieron en un contexto muy diferente y cuya utilidad actual es cada vez más cuestionada, bien porque las propias demandas de los usuarios hacia la biblioteca han cambiado, evolucionado o se han transformado en formas, maneras y usos a los que biblioteca y bibliotecarios aún tienen problemas para responder adecuadamente.

Para estudiar esos cambios tecnológicos que hacen envejecer súbitamente a herramientas hasta ahora cotidianas en las bibliotecas os traigo un post interesantísimo escrito por Caroline Gauld [@carolgauld] en su blog Carol by Computer Light y titulado ‘La diferencia entre unexperto y un especialista‘ ['The difference between an expert and aspecialist].

En él, la autora habla, desde su posición de experta en sistemas bibliotecarios, de la dificultad insalvable que las bibliotecas de hoy tienen para hacer útiles y relevantes sus catálogos frente a la potencia -comparativamente sideral- de motores de búsqueda como Google. Como, con cierta polémica, se atrevió a twitear la autora : ‘Libraries need to admit that we suck at search and get over it’ [algo así como 'las bibliotecas necesitamos admitir que fallamos en las búsquedas... y asumirlo'].

Creo que es un gesto muy honesto por parte de una profesional reconocer que los actuales catálogos simplemente no sirven para que los usuarios de internet descubran y utilicen la información que custodian las bibliotecas. Parcelados, a veces inexactos, muchas veces pequeños, en ocasiones deficientemente mantenidos y, sobre todo, siempre dependientes de un esfuerzo de catalogación previo que no puede tener en consideración las futuras necesidades de los usuarios que buscarán en ellos. 

Frente a esta herramienta tan deficiente -y otras tan inequívocamente ‘góticas’ como los operadores booleanos- Google dispone de una capacidad tal de organizar, buscar y encontrar información a través de herramientas como Google’s Knowledge Graph, las búsquedaspredictivas o los ránkings de relevancia que convierten el esfuerzo que se ha empleado durante décadas en levantar opacs dignos y fiables en algo parecido a un entretenimiento amateur, un hobby para aficionados de fin de semana. Y no importa si tenéis alguna duda sobre lo que os estoy contando… en el tiempo que tardéis en procesar y enunciar esa duda, Google ya habrá conseguido innovar, mejorar o superarse a sí mismo una vez más. Porque el objetivo de Google no es conseguir clasificar y catalogar toda la información disponible -esa noble e ingenua aspiración de más de un siglo de ‘ciencia bibliotecaria’- sino predecir del modo más exacto posible el resultado de las búsquedas, nuestra propia conducta como demandantes de información, para ofrecer un servicio cada vez más preciso, más rápido y con mayor valor añadido.

Las herramientas de los catálogos bibliotecarios no sólo no se actualizan con la debida rapidez -a veces con ninguna rapidez, como es el caso de las interfaces de búsqueda, que se suelen mantienen invariables durante toda la vida útil del catálogo- sino que incluso hay bibliotecas valientes que ponen en marcha sus propios buscadores y sus propios y pequeños catálogos para sus propios y pequeños fondos, con la lamentable pérdida de eficacia y recursos que esas acciones implican. 

Sin embargo, no es tan sólo por una cuestión de eficacia, recursos, planificación o estrategia por lo que es casi imposible que los buscadores de los catálogos estén a la altura de las necesidades de los usuarios; simplemente no están diseñados para ello. Los buscadores de catálogos de bibliotecas no están diseñados en función de esas necesidades sino que dependen de los metadatospreviamente introducidos en el proceso de catalogación por los bibliotecarios y de extravagantes ecuaciones de búsqueda realizadas también por los bibliotecarios ¿Alguien es capaz de reconocer la presencia del usuario en esos dos procesos -metadatos y ecuación de búsqueda- a cuya pretendida eficacia los bibliotecarios nos aferramos como naúfragos desesperados? ¿Podremos al fin reconocer que los sistemas bibliotecarios y la formación que ofrecemos para utilizarlos no están diseñados para ayudar a los usuarios sino para intentar convertirlos en ‘mini-bibliotecarios’, colaboradores involuntarios pero necesarios en la perpetuación del conjunto de ritos y hechizos que nos permitirán seguir siendo ‘especialistas en la búsqueda de información’?.

Sí, se trata de un desafío. Un desafío que nos cuestiona. Que cuestiona nuestra forma de hacer las cosas. Pero ese desafío también puede -y debe- ser una oportunidad. El catálogo y su buscador son unos instrumentos. Ni más ni menos. Uno de los muchos instrumentos que hemos utilizado los bibliotecarios durante siglos para cumplir con nuestra misión. Como el libro. Un simple y eficaz -hasta ahora- contenedor de información al que a veces nos aferramos con una mezcla demasiado sentimental de nostalgia y devoción, olvidando que nuestra misión está por encima de los instrumentos y de los contenedores que utilizamos para llevarla a cabo : como en tiempos de Hipatia, coleccionar, preservar y compartir la información al servicio de la comunidad; como en tiempos de Hipatia, crear espacios para el conocimiento, la creatividad y el aprendizaje al servicio de la comunidad.

Nada en la misión de la biblioteca nos obliga a ser expertos en buscadores. Nada nos obliga a ser expertos catalogadores ni expertos clasificadores. Pero sí que resulta imprescindible -hoy más que nunca- conocer a nuestros usuarios, conocer la institución o la comunidad con la que trabajamos, conocer cuáles son sus necesidades de búsquedas de información y organizar los fondos que custodiamos en función de esas necesidades, no de las nuestras. Si realmente los bibliotecarios queremos ser relevantes en el mundo que viene debemos dejar de vernos a nosotros mismos como los únicos expertos en búsqueda de información y empezar a asumir que nuestro sitio está junto al usuario, no por encima del usuario.

En la alfabetización digital, en la gestión intelectualmente saludable de la enorme cantidad de información a la que todos estamos expuestos. Qué buscan nuestros usuarios en Google, qué encuentran en Facebook, qué ven en Youtube, qué comparten en Twitter, cómo lo buscan, cómo seleccionan lo que encuentran, cómo lo evalúan, cómo lo descartan, cuál es su criterio a la hora de utilizarlo, cómo lo editan, cómo lo organizan y cómo lo transforman… son algunos de los operadores en esta nueva ‘ecuación de búsqueda’.

Espero que os resulten interesantes tanto el artículo cuya lectura os recomiendo como el modesto -y espero que no demasiado inexacto- resumen que os he preparado. Como siempre sabéis que podemos continuar esta conversación a través de los canales habituales.

La imagen que ilustra este post proviene del The Commons en Flickr de la New York Public Library Digital Gallery. Representa la New York Public Library Room 100, including card catalogues.


http://cloudarian.wordpress.com/2012/07/14/sin-libros-y-sin-catalogos-que-sera-de-las-bibliotecas/
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