6 nov 2008
Las primeras bibliotecas
Por: José Rafael Clavijo
jose_clavijo@hotmail.com
Desde la creación de las primeras bibliotecas, el libro estuvo vedado sólo para un pequeño grupo, quienes podían hacer usufructo del conocimiento. Los reyes, monjes, jesuitas, blancos, no indios o alfabetizados.[1]
En Argentina, la ley impulsada por Sarmiento en 1870 ata a las bibliotecas populares al crecimiento educativo argentino, logrando un avance en el acceso al libro y el conocimiento y dando los primeros pasos de lo que luego sería la masificación.
Por idénticas razones Sarmiento, a quien irritaba que “se considerase a los libros como objetos de adorno en bibliotecas privadas”, quiso poner el impreso en manos de todos para educación de todos. La ley que creó en 1870 las bibliotecas populares y que contemplaba tan importantes facetas de la vida nacional, se originó en tal concepto. [2]
Las bibliotecas populares, si bien existían desde fines del siglo pasado por la creación de la ley impulsada por Sarmiento, su gran crecimiento se produjo entre 1920 y 1945 gracias al apoyo del Partido Socialista[3] y desde 1945 hasta nuestros días se popularizaron por el aporte del Peronismo.[4] Desde mediados del siglo pasado, y en relación con la llegada de inmigrantes y la modernización de la vida social, se manifestó en Buenos Aires un vigoroso movimiento asociacionista. Son las inmigraciones, el socialismo y el peronismo quienes popularizaron a las bibliotecas populares en Argentina.
En su campaña de nacionalización, Mariano Moreno equiparaba la biblioteca a la escuela y la universidad a la prensa, profesando que la dignidad de su propia especie le ha conferido al hombre un derecho natural al libro, tan inalienable como los otros de que disfruta en la sociedad. [5]
El descreimiento en las instituciones debido al ingreso del neoliberalismo en argentina que propugnó un estado mínimo o subsidiario restringido a garantizar las condiciones para que funcionara el libre mercado al considerarse contraproducente el intervencionismo en materia social y económico y al estar las bibliotecas equiparadas a la institución La Escuela como decía Moreno, trajo aparejado un vacío estatal-dirigencial.
Los medios apoyaron y fomentaron el “que se vayan todos” y la idea de que “todos los políticos son corruptos”, entre tantas otras, que debilitaron con el paso del tiempo (obviamente que varios políticos no ayudaron para revertir esa imagen) la idea de institucionalidad. Este descreimiento generalizado, esta expulsión de las instituciones del chico, adolescente o adulto, llevó a la casi superflua existencia de la biblioteca como mero guardián del libro, o “copa de leche” o comedor en el conurbano bonaerense, dejando la función educacional en un segundo plano.
En nuestros días el vínculo histórico entre instituciones de la infancia y aparato estatal asiste a su disolución práctica. Esto es así debido a la transformación del estado-nación en estado-técnico-administrativo, que dejó en el aire a las instituciones de asistencia. Tales instituciones, que tradicionalmente funcionaban como un dispositivo más de la lógica estatal, se vuelven ineficaces cuando el estado abandona sus funciones políticas para desplazarse hacia el mercado, con el objetivo de cumplir funciones gerenciales. Pierden la justificación política y el amparo institucional que el estado les otorgó tradicionalmente. Esta situación de estar en el aire, sin arraigo práctico, es percibida por las instituciones de asistencia pero más bien de un modo sintomático. [6]
Los dos obstáculos que se encuentran en las instituciones; el primero tiene que ver con las condiciones de su emergencia histórica y es el haberse encontrado en sus orígenes cobijadas por el estado, esto les impide pensar un funcionamiento político por fuera del dispositivo estatal. Esto es lo que da lugar a las posiciones políticas restauradoras, es decir, el reclamo a la restitución de los lazos estatales que durante siglos sostuvieron de modo eficaz la alianza de la infancia con la escuela, la familia y las demás instituciones. El segundo obstáculo tiene que ver con la dificultad para percibir su propia naturaleza instituyente hay un principio estructural que impide que la institución acepte la variación histórica de su objeto.[7]
Tal como decía Albert Einstein, no podemos resolver los problemas que hemos creado, con el mismo conocimiento que los creó.
[1] Echagüe, Juan Pablo. Libros y Bibliotecas. Comisión Protectora de Bibliotecas Populares, Buenos Aires, 1939, Pág. 30.
[2] Op. Cit. Pág. 72.
[3] L. H. Gutiérrez y L. A. Romero. Sociedades Barriales, Bibliotecas Populares y Cultura de los Sectores Populares: Desarrollo Económico. Vol. XXIX Nº113, 1989.
[4] La Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (Conabip) reconoció en el período 1945-1955 (92 en el período 1946-1955 y 673 en el período 1984-2001) el 40% de las bibliotecas que posee en la actualidad; y la Dirección de Bibliotecas y Promoción de la Lectura de la Provincia de Buenos Aires incluyó en el Sistema Provincial de Bibliotecas durante el período 1996-1999 el 60,5 % de las bibliotecas existentes en nuestros días.
[5] Echagüe, Juan Pablo. Libros y Bibliotecas. Comisión Protectora de Bibliotecas Populares, Buenos Aires, 1939.
[6] Lewkowicz, Ignacio. Pensar sin estado, La subjetividad en la era de la fluidez, Buenos Aires, Paidós, 2004.
[7] Op. cit.
[1] Lewkowicz, Ignacio. Pensar sin estado, La subjetividad en la era de la fluidez, Buenos Aires, Paidós, 2004.
[1] Op. cit.
biblioteca,
biblioteca
jose_clavijo@hotmail.com
Desde la creación de las primeras bibliotecas, el libro estuvo vedado sólo para un pequeño grupo, quienes podían hacer usufructo del conocimiento. Los reyes, monjes, jesuitas, blancos, no indios o alfabetizados.[1]
En Argentina, la ley impulsada por Sarmiento en 1870 ata a las bibliotecas populares al crecimiento educativo argentino, logrando un avance en el acceso al libro y el conocimiento y dando los primeros pasos de lo que luego sería la masificación.
Por idénticas razones Sarmiento, a quien irritaba que “se considerase a los libros como objetos de adorno en bibliotecas privadas”, quiso poner el impreso en manos de todos para educación de todos. La ley que creó en 1870 las bibliotecas populares y que contemplaba tan importantes facetas de la vida nacional, se originó en tal concepto. [2]
Las bibliotecas populares, si bien existían desde fines del siglo pasado por la creación de la ley impulsada por Sarmiento, su gran crecimiento se produjo entre 1920 y 1945 gracias al apoyo del Partido Socialista[3] y desde 1945 hasta nuestros días se popularizaron por el aporte del Peronismo.[4] Desde mediados del siglo pasado, y en relación con la llegada de inmigrantes y la modernización de la vida social, se manifestó en Buenos Aires un vigoroso movimiento asociacionista. Son las inmigraciones, el socialismo y el peronismo quienes popularizaron a las bibliotecas populares en Argentina.
En su campaña de nacionalización, Mariano Moreno equiparaba la biblioteca a la escuela y la universidad a la prensa, profesando que la dignidad de su propia especie le ha conferido al hombre un derecho natural al libro, tan inalienable como los otros de que disfruta en la sociedad. [5]
El descreimiento en las instituciones debido al ingreso del neoliberalismo en argentina que propugnó un estado mínimo o subsidiario restringido a garantizar las condiciones para que funcionara el libre mercado al considerarse contraproducente el intervencionismo en materia social y económico y al estar las bibliotecas equiparadas a la institución La Escuela como decía Moreno, trajo aparejado un vacío estatal-dirigencial.
Los medios apoyaron y fomentaron el “que se vayan todos” y la idea de que “todos los políticos son corruptos”, entre tantas otras, que debilitaron con el paso del tiempo (obviamente que varios políticos no ayudaron para revertir esa imagen) la idea de institucionalidad. Este descreimiento generalizado, esta expulsión de las instituciones del chico, adolescente o adulto, llevó a la casi superflua existencia de la biblioteca como mero guardián del libro, o “copa de leche” o comedor en el conurbano bonaerense, dejando la función educacional en un segundo plano.
En nuestros días el vínculo histórico entre instituciones de la infancia y aparato estatal asiste a su disolución práctica. Esto es así debido a la transformación del estado-nación en estado-técnico-administrativo, que dejó en el aire a las instituciones de asistencia. Tales instituciones, que tradicionalmente funcionaban como un dispositivo más de la lógica estatal, se vuelven ineficaces cuando el estado abandona sus funciones políticas para desplazarse hacia el mercado, con el objetivo de cumplir funciones gerenciales. Pierden la justificación política y el amparo institucional que el estado les otorgó tradicionalmente. Esta situación de estar en el aire, sin arraigo práctico, es percibida por las instituciones de asistencia pero más bien de un modo sintomático. [6]
Los dos obstáculos que se encuentran en las instituciones; el primero tiene que ver con las condiciones de su emergencia histórica y es el haberse encontrado en sus orígenes cobijadas por el estado, esto les impide pensar un funcionamiento político por fuera del dispositivo estatal. Esto es lo que da lugar a las posiciones políticas restauradoras, es decir, el reclamo a la restitución de los lazos estatales que durante siglos sostuvieron de modo eficaz la alianza de la infancia con la escuela, la familia y las demás instituciones. El segundo obstáculo tiene que ver con la dificultad para percibir su propia naturaleza instituyente hay un principio estructural que impide que la institución acepte la variación histórica de su objeto.[7]
Tal como decía Albert Einstein, no podemos resolver los problemas que hemos creado, con el mismo conocimiento que los creó.
[1] Echagüe, Juan Pablo. Libros y Bibliotecas. Comisión Protectora de Bibliotecas Populares, Buenos Aires, 1939, Pág. 30.
[2] Op. Cit. Pág. 72.
[3] L. H. Gutiérrez y L. A. Romero. Sociedades Barriales, Bibliotecas Populares y Cultura de los Sectores Populares: Desarrollo Económico. Vol. XXIX Nº113, 1989.
[4] La Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (Conabip) reconoció en el período 1945-1955 (92 en el período 1946-1955 y 673 en el período 1984-2001) el 40% de las bibliotecas que posee en la actualidad; y la Dirección de Bibliotecas y Promoción de la Lectura de la Provincia de Buenos Aires incluyó en el Sistema Provincial de Bibliotecas durante el período 1996-1999 el 60,5 % de las bibliotecas existentes en nuestros días.
[5] Echagüe, Juan Pablo. Libros y Bibliotecas. Comisión Protectora de Bibliotecas Populares, Buenos Aires, 1939.
[6] Lewkowicz, Ignacio. Pensar sin estado, La subjetividad en la era de la fluidez, Buenos Aires, Paidós, 2004.
[7] Op. cit.
[1] Lewkowicz, Ignacio. Pensar sin estado, La subjetividad en la era de la fluidez, Buenos Aires, Paidós, 2004.
[1] Op. cit.
biblioteca,
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3 comentarios :
Coincido en la importancia histórica y madurez ideológica que tuvo Sarmiento para impulsar la creación de bibliotecas populares a través de la promulgación de la ley en 1870. Paulatinamente estas instituciones fueron creciendo con el apoyo del Estado a través de la CONABIP y de la participación de la ciudadanía en el fortalecimiento y crecimiento de las mismas, pero ante este nuevo modelo neoliberal, donde la Sociedad cada vez tiene menos valores, menos confianza en las instituciones y donde se vulneran los derechos elementales de acceso a la educación, trabajo y salud. Cómo hacemos para llegar al vecino, para concientizarlo de que su participación y colaboración en el sostenimiento de la biblioteca popular de su barrio, hará que esta organización de la sociedad civil tenga vida y sea útil a la comunidad en la que está inserta.
No sólo el Estado se ha corrido de su rol, la participación ciudadana ha ido disminuyendo, opacando y en algunos casos, se ha abandonado la gestión y sostenimiento de estas instituciones.
Buena nota
Me llama la atención que dentro de los grupos privilegiados que tuvieron acceso a los libros, se encuentran los jesuitas, y no hay otras órdenes religiosas porque parece que las englobaron en los "monjes" Ciertamente los jesuitas formaron grandes y ricas bibliotecas.
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