6 dic 2009

La biblioteca escolar: la batalla por su sobrevivencia


Por: David Ricardo
La biblioteca escolar no es sólo un espacio donde los estudiantes pueden encontrar libros arrumados y hojear algunos para cumplir con algún cuestionario que el profesor les ha encomendado. A propósito, Luis Miguel Cencerrado y Raquel López entienden que la biblioteca escolar “es un proyecto colectivo para el cambio y la mejora del sistema escolar porque introduce en los centros educativos otras posibilidades para que profesores y alumnos se relacionen de manera distinta. Relaciones que se basan en la ayuda para construir el conocimiento a partir de la selección, la comparación y el contraste entre fuentes de información variadas.

La biblioteca escolar es el espacio idóneo para acercarse a la multiplicidad de textos (informativos, periodísticos, literarios...) y a una gran variedad de formas de leer: para encontrar un dato, para realizar un trabajo en profundidad, para presentar una noticia, para justificar una opinión”.

La Biblioteca Escolar es quizás el rinconcito de antaño que mayor recordación tiene en nuestras mentes. Es el espacio donde nos reencontrábamos con aquellos clásicos que a través de sus libros nos transportaban a la cultura. Hoy en día, debe seguir siendo el corazón de la escuela, del colegio, sobre el cual gire todo el desarrollo de las actividades académicas. Pero, ¿Qué está ocurriendo con nuestras Bibliotecas Escolares?

Los adelantos de la ciencia y el paso acelerado de la modernidad han jugado “en contra” de estos espacios de cultura infinita. Las bibliotecas se han quedado estancadas en el manto del pasado y sus características para su funcionamiento ya no son las más pertinentes para estos tiempos. Por ejemplo, el silencio sepulcral que debía reinar en estos ambientes, hoy en día resultan un factor que ahuyenta a los niños y jóvenes; los catálogos y ficheros manuales, que más parecen un archivo, las mesas y sillas obsoletas que no hacen buena compañía, los bibliotecarios formados con una disciplina rígida y en muchos casos sin preparación, entre otros motivos, son insumos que están favoreciendo, sino es a la desaparición de estos ambientes, a la merma de potenciales lectores juveniles.

La Internet es otro factor que le viene quitando piso a la biblioteca escolar. Hoy en día, los estudiantes prefieren mil veces ingresar a una cabina y conseguir información rápida y actualizada. Lo que antes significaba explorar diversa bibliografía para conseguir algunos datos, actualmente, mediante el buscador Google se logran muchos elementos en segundos de tiempo. Sin embargo, nada podrá sustituir a un buen libro, nada pueda compararse con el placer de hojear un libro, volverlo a leer o resaltar las ideas principales de su autor.

Bastaría realizar una visita a un par de colegios para observar la desastrosa situación en que se encuentran las bibliotecas escolares: con textos que han dejado de tener vigencia dentro del currículo escolar; muchos de ellos han caducado en sus propuestas, aunque, claro está, existen valiosos libros que pueden ayudarnos a reencontrarnos con la historia y el arte. Además, el gobierno destina cierto tipo de ayuda a la mantención del mobiliario escolar de las aulas, pero en las bibliotecas, el mobiliario data de hace décadas atrás. En síntesis, son los espacios más abandonados de una institución educativa.

No obstante todas las dificultades, existen aún muchos maestros y maestras que se resisten a que estos lugares de cultura desaparezcan, y son dignos de encomio: Por citar nomás, en esta semana hemos sido testigos de marchas para sensibilizar a la gente para la práctica de la lectura, con niños y jóvenes portando carteles en las calles de la ciudad, aunque hayan pasado desapercibidos por autoridades y ciudadanos desafectos por la lectura; algunas instituciones han realizado la marcha por el libro en un afán de lograr alguna donación de algún buen ciudadano que prefiere que sus libros de casa sean leídos en una escuela; otros, en cambio, entre el 9 y 13 de noviembre han declarado como la semana del libro y la lectura, como un modo de alentar a los estudiantes a la lectura recreativa, exponiendo libros variados en mesas o stands en los patios institucionales; en fin, son valiosas muestras de una lucha cotidiana y permanente por salvar de la extinción a las bibliotecas escolares.

Finalmente, en esta oportuna ocasión vale reiterar la invocación a nuestras autoridades educativas, municipales, culturales y políticas a que giren la vista hacia estos monumentos de la cultura y el conocimiento; que estos sitios no se vuelvan un museo para la admiración, que contrariamente sean un lugar vivo de aprendizaje y enseñanza. Ahora más que nunca, en tiempos en que la información viaja en segundos de modo indiscriminado, sin títulos ni autores se hace imperativo volver al uso de las bibliotecas. Pero, para que no choque con la modernidad ni las nuevas formas de acceder al conocimiento, es necesario que se realicen modificaciones estructurales, espaciales, temporales y materiales. Sobre todo se debe producir transformaciones en las didácticas, en el concepto mismo de la labor docente y en las relaciones entre los agentes del proceso enseñanza/aprendizaje.

La biblioteca escolar entendida como eje del currículo impondrá al profesorado cambios radicales en su metodología: el libro de texto dejará de ser la fuente principal de información y conocimientos; más que explicar conceptos, ideas y datos se tendrán que facilitar herramientas que permitan al alumno sumergirse en el mar de información que le ofrece la sociedad de la comunicación para ser capaz de seleccionar, jerarquizar, reestructurar, asimilar y fusionar con su propio bagaje mental toda esa ingente cantidad de documentación.

1 comentario :

hecuba dijo...

Me gusta tu blog porque comparto su idea motor. Yo soy una profe metida a bibliotecaria y cada día disfruto más del tema.
Volveré a visitarte y te recomendaré.

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