21 mar 2017
Diez libros que son obras maestras, pero pocos han logrado terminar
Por: Luis Meyer
Ciento treinta millones. Es más
o menos el número de obras literarias publicadas a lo largo de
nuestra historia. Un dato descorazonador para quien tuviera entre sus planes
leérselo todo en vida: harían falta 250
años. Y eso, siempre que uno tuviera la capacidad sobrehumana de devorar
cada libro en un minuto.
Tal vez
por eso a algunos escritores consultados para este artículo no le duelen
prendas en reconocer que acumulan un montón de ejemplares dejados a medias en
sus estanterías. Incluso lo recomiendan: "La vida es corta y hay demasiadas cosas interesantes que leer",
opina Andrés Barba, uno de los jóvenes escritores más importantes en habla
hispana, según la prestigiosa revista británica Granta. Barba reconoce que
la única vez que ha logrado acabarse Moby Dick fue cuando le
encargaron traducir su última edición en castellano. El filósofo Henry David
Thoreau ya lo había dicho un par de siglos antes: "Lee los buenos libros primero; lo más seguro es que no alcances a
leerlos todos".
Visto el
panorama, conviene no perder el tiempo con lecturas infructuosas. Manuel Astur,
poeta, ensayista y cofundador del movimiento artístico Nuevo Drama, aconseja
huir de lo farragoso: "Creo que un
buen libro es el que logra contar algo complejo con un lenguaje sencillo y ahorrador",
y cita: "La broma infinita, de Foster Wallace, es un claro ejemplo
de postureo: pocos han conseguido terminarse sus más de mil páginas. Y
quienes lo han hecho, jamás reconocerán que no les ha gustado y han perdido el
tiempo".
Hay una cantidad ingente de obras malditas que
muchos no tienen las tragaderas para leer hasta el final, ni el arrojo de
reconocerlo. Ya dimos 10 ejemplos, y ahora vamos con un segundo
listado. Antes de afrontarlo, un consejo kafkiano para optimizar el
tiempo y no desazonarse ante los millones de ejemplares que jamás llegaremos a
hojear y, mucho menos, culminar: "No
se deberían leer más que los libros que nos pican y nos muerden. Si el libro
que leemos no nos despierta con un puñetazo en el cráneo, ¿para qué seguir?".
Lo dijo un autor, Kafka, prolífico en obras que muchos han dejado a medias.
1. 'Ada
o el ardor', de Vladímir Nabókov
El
típico caso de una obra de arte aplaudida por la crítica e incomprendida por el
público. El genial autor de San Petersburgo escribía tan bien que facturó su
novela más célebre, Lolita, en inglés, y ni siquiera era su lengua
vernácula (aunque la dominara desde pequeño, por el empeño de su aristocrática
familia y sus maestros de escuela). El germen de Ada o el ardor se le
ocurrió tras volverse mundialmente famoso con la historia del profesor viudo
obsesionado con una adolescente: justo después de Lolita, se propuso crear
su obra maestra (aún no era consciente de que ya lo había hecho), y Ada o
el ardor (1969) nació de dos proyectos distintos, dos crónicas vitales que
acabaron trenzándose de tal manera que decidió que merecían convertirse en una
sola novela.
Tal vez
por eso le llevó escribirlo más de nueve años. Nabókov siempre declaró que
deseaba ser recordado por esta obra, aunque su enrevesamiento narrativo,
plagado de acrobacias semánticas, alusiones y dobles sentidos imperceptibles
para un lector de inteligencia media, no encontró el acomodo universal que
esperaba. El poeta Manuel Astur vive una contradicción con este libro:
"Nabókov es uno de mis maestros, mi gran inspiración para mis libros. Pero
esta es una novela que se me resiste, por más que lo intento".
2.
'Rayuela', de Julio Cortázar
El
escritor argentino definió su obra maestra Rayuela (1963) como
"contranovela". A través de la historia de su protagonista, Horacio
Oliveira, traza, a lo largo de 156 capítulos, una vida completa, pero con
estructuras que huyen de convencionalismos para adentrarse en lo surrealista. Y
no solo en lo que cuenta, sino especialmente en cómo lo hace. Invita al lector
a compartir su caos y le da varias opciones para leer la novela: está la
"normal", de principio a fin. También la "tradicional",
solo hasta el capítulo 56 y prescindiendo del resto. También la
"anárquica", esto es: el orden que se le antoje al lector.
Y, por
último, el que propone Cortázar a modo de juego, con una secuencia
establecida en el "tablero de dirección" mostrado en la primera
página, como una suerte de Excel primigenio. Es una cuadrícula en la que el
lector comienza en el capítulo 73, y de ahí va rebotando de uno a otro sin
orden aparente, hasta finalizar en el 131. Muchos son quienes aseguran no haber
pasado de la página tal o de la página cual. Pero a esa confesión debe seguir
la inevitable pregunta: ¿en qué orden te lo leíste? Y es
que Rayuela es el único libro que, si se deja por la mitad, puede
significar que prácticamente te lo has acabado.
3. 'En
busca del tiempo perdido', de Marcel Proust
La
filóloga Josefina Lascaray da un consejo a los intrépidos que se aventuren a
terminarse los siete tomos que escribió Proust a lo largo de 14 años:
"Llegar hasta la página 80 del primero, y superar la famosa escena en la
que Proust rememora su infancia mientras moja una magdalena en té". El
escritor parisino levantó esta obra de más de 3.000 páginas entre 1908 y 1922,
justo el año que falleció, posiblemente exhausto por semejante odisea.
Muchos
recomiendan leer antes la biografía de Proust, porque En busca del tiempo
perdido se compone, en definitiva, de reflexiones sobre su vida hechas en
vida. Pero volvamos a la página 80: "Es una novela muy complicada por la
sintaxis tan propia y compleja de Proust, la ausencia de puntos en pasajes
larguísimos en los que va hilando ideas dispares y es fácil perderse. Pero
cuando pasas el episodio de la magdalena, el cerebro se acostumbra a su forma
de escribir, y ya está preparado para el resto que, si le coges el punto, lo
devoras", dice Lascaray. El suyo no es un caso normal. Pocos pueden decir
que se han zampado los siete tomos ("es una mis espinas clavadas",
reconoce Manuel Astur), y mucho menos dos veces, como la filóloga: "La
primera por placer, recién empezada la universidad; la segunda, porque fue mi
proyecto de fin de carrera. Y descubrí muchos detalles nuevos. Lo
recomiendo". Quien esté dispuesto a secundarla, que se coja un par de
meses de excedencia. O mejor un año.
4.
'2666', de Roberto Bolaño
Muchos de
los consultados achacan, a la dificultad para acabarse esta novela, su
longitud. No en vano, el genialmente oscuro autor chileno la planteó como cinco
libros independientes que se publicarían tras su muerte en 2003,como
legado económico para su descendencia. Sus hijos, en cambio, dejaron de lado la
intención crematística y prefirieron convertirlos en una única gran novela. El
resultado son más de mil páginas con la pluma ágil y turbia de Bolaño
recorriendo lo acontecido en la ciudad imaginaria de Santa Teresa, espejo de la
violenta Ciudad Juárez de México.
Hay otro
factor, sin embargo, que hace que uno encalle más o menos a la mitad del libro.
Nos lo cuenta la filóloga Josefina Lascaray, una voz autorizada por la devoción
que siente por el autor: "Me dio bajón. Bolaño tiene una escritura
espectacular, pero en esa parte describe uno tras otro asesinatos de mujeres,
durante páginas y páginas que pasan de lo tedioso a lo angustiante sin
interrupción. Es como llegar a un terreno enfangado de horrores, que me impide
seguir con lo que viene después".
5.
'Corrección', de Thomas Bernhard
Aparte
de su trama indescifrable, el desprecio absoluto del autor austriaco por los
puntos y seguido (por no hablar ya de los puntos y aparte) y su obsesión con
las frases subordinadas hasta el infinito, llevan al lector a la claudicación
ya desde la tercera página de Corrección (1975).
Los hay
que defienden a ultranza su estilo laberíntico, como Andrés Barba: "Hay
que interpretar sus textos como obras sinfónicas, con sus ritmos y sus
cadencias. Dejarse llevar como lo haces con una melodía". También el joven
escritor y crítico literario Jesús Artacho, que sobre Corrección, afirma:
"Lo sé, lo tiene todo para no gustar: un argumento poco atractivo y una
sintaxis asfixiante en sus más de 300 páginas. Pero hay que leerlo, y después
odiarlo o admirarlo sin reservas, pero hay que leerlo".
6. 'Los
cantos', de Ezra Pound
Es un
poema largo, larguísimo, más aún por el tiempo que llevó escribirlo que por su
extensión. Casi medio siglo, desde 1915 a 1962, se tomó el poeta estadounidense
Ezra Pound para culminar sus 116 cantos. Están considerados por la crítica una
de las obras más significativas de la poesía modernista del siglo XX, y al
mismo tiempo una de las más complejas. Por sus casi mil páginas circulan
multitud de ideas atropelladas que saltan de una a otra abruptamente, en las
que afloran su admiración hacia Confucio, su antisemitismo, su afinidad con el
régimen de Mussolini, referencias geográficas que recorren Europa, Asia, Estados
Unidos y África, volteretas temporales y varios idiomas, incluidos caracteres
chinos.
El poeta
y traductor cubano José Kozer da unas pautas para no cejar: "Leerlo en
inglés. El inglés de los poemas de Ezra Pound es fácil de leer. Lo difícil en
sus poemas es el griego, latín, chino, japonés, italiano del Renacimiento,
imitaciones del habla popular inglesa o de la pronunciación del inglés en boca,
por ejemplo, de un hablante alemán. Menos difícil de leer es su francés,
italiano y alemán modernos, o su deficiente español, tan defectuoso como el de
Hemingway". Y reconoce: "Leer a Pound es adentrarse en una
interminable retacería muchas veces inabordable. Una poesía que nos entraña en
la dificultad a veces ígnea, a veces tediosa del mundo que heredamos y al que
damos en gran medida la espalda por desidia".
7. 'Flash boys', de Michael Lewis
Si hay
algún índice mínimamente científico que pueda medir qué libros se dejan a
medias, es el Hawking Index del Wall Street Journal. Se basa en los datos
ofrecidos por Kindle, la plataforma digital, concretamente de su
función Highlights: el usuario puede resaltar un párrafo, que luego
recogerá Amazon en un listado de los pasajes más exitosos. En función de en qué
página se encuentre el promedio de textos destacados, se desprende un
porcentaje de lectores que se acabaron cada libro. Este índice de concreción
discutible (se deja fuera a los lectores de las ediciones en papel y a los de
Kindle que, sencillamente, no usen la susodicha función) tuvo, sin embargo,
bastante repercusión cuando se publicó en 2014.
Allí
figuraba Flash Boys (2014), que cuenta cómo se amañan los sistemas
informáticos de las bolsas para que, al final, siempre gane la banca. Un libro
interesante del que solo se leyó, de media, un 24,7% de su contenido. Y es que
a pesar de desvelar escandalosos hallazgos, muchos critican su excesivo
tecnicismo a la hora de contarlos. Michael Lewis, broker, escritor y
periodista financiero, parece exigir tácitamente un máster en macroeconomía
para entenderle.
8. 'La casa
de hojas', de Mark Z. Danielewski
Cuando
uno pregunta por el género de La casa de hojas (2000), las respuestas
de quienes han pasado por sus páginas son dispares: muchos la consideran una
novela de terror, otros romántica, algunos creen que hay mensajes existenciales
soterrados y los hay quienes, sencillamente, opinan que es un tostón ilegible.
La crítica sí ha coincidido en calificarlo de literatura ergódica,
neologismo que parte de dos palabras griegas: ????? (trabajo) y ????
(recorrido), y que define, según el estudioso Espen J. Aarsethse, a las obras
que requieren un esfuerzo relevante por parte del lector para atravesar el
texto.
El
lector no se limitará a leer: para llegar a su última página habrá cambiado el
libro de posición unas cuantas veces, leído caracteres inversos a través de un
espejo, descifrado código morse, interpretado partituras y hasta alfabeto
braille. "Cuando cayó este libro en mis manos, pensé que iba a ser un
desastre comercial", cuenta un editor que prefiere no dar su nombre.
"Al final se vendió muy bien, pero dudo que muchos lo hayan
terminado", añade.
9.
'Cristo versus Arizona', de Camilo José Cela
El
Premio Nobel Camilo José Cela fue otro de los alérgicos a los puntos, al menos
en este western experimental salmodiado en primera persona: solo
tiene uno, el punto final. Se introduce en el salvaje Oeste para tocar, de
soslayo, el famoso duelo que enfrentó a los Earp con los Clanton y los Frank,
en octubre de 1881, en el O. K. Corral.Todo es una excusa para concatenar
pequeños relatos sin rumbo definido.
Los
pocos que logran llegar a la página 238 donde espera el añorado punto, eso sí,
se ganan una radiografía certera de una sociedad que estuvo marcada por la
violencia y el sexo, descrita con esa pátina de humor y desprejuicio que,
irrebatiblemente, es Cela en estado puro.
10. 'Finnegans wake', de James Joyce
De James
Joyce podíamos haber elegido Ulises, pero nos pareció demasiado
obvio. Cuando el lector se queje del esfuerzo que exige leer Finnegans
wake (1939), que tenga en mente lo que le costó al autor levantar esta
novela, que le llevó casi dos décadas escribir. Lo desconcertante es que la
empezó poco después de terminar su monumental Ulises (1922), obra
que, en sus propias palabras, lo había dejado "exhausto". Está claro
que el escritor irlandés sacó fuerzas de algún lado, porque Finnegans
waketiene 628 páginas, para las cuales tuvo que descartar casi 15.000.
Tiró de
un leguaje inventado, a base de mezclar unidades léxicas inglesas con
neologismos, y lo trufó de calambures que vuelven su compresión realmente
difícil. La estructura ayuda poco: no es lineal sino, como él la calificó,
"esférica", donde todo lo que se cuenta sobre la familia Earwicker y
su entorno es al mismo tiempo principio y fin del relato. Los pocos que han
logrado culminarla (y entenderla), como el escritor Anthony Burgess, afirman
que se han "partido de risa en cada página". Felicidades, señor
Burgess.
Fuente bibliográfica
MEYER, LUISPAÍS, E.E., 2017. Diez libros que son obras maestras, pero pocos han logrado terminar. EL PAÍS [en línea]. [Consulta: 21 marzo 2017]. Disponible en: http://elpais.com/elpais/2017/01/20/icon/1484939147_794976.html.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
No hay comentarios :
Publicar un comentario