26 mar 2017
Cómo usar las páginas en blanco de los libros
Por: Cristian Vázquez
La
presencia de páginas en blanco en los libros responde a distintos motivos. Este
artículo describe algunas formas poco usuales de interpretarlas y
aprovecharlas.
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En los
primeros días de 2006, mientras trabajaba en los archivos de la University
College de Londres, una librera llamada Susan Stead encontró un tesoro: un
poema de puño y letra de Lord Byron, escrito en una de las páginas en blanco de
un ejemplar del libro The Pleasures of Memory, de Samuel Rogers, impreso
en 1810. El volumen había sido un regalo de Rogers, con la dedicatoria: “Al muy
honorable lord Byron, de su obligado y fiel amigo”. Byron —una de las más
grandes figuras del romanticismo inglés— lo devolvió al autor con un poema de
agradecimiento, que comienza con las palabras “Ausente o presente aún para ti,
mi amigo…” Estaba fechado en 1812 y fue incluido en un libro de Byron cuatro
años después.
Si bien
no tan trascendentes ese (tal documento es ahora el único manuscrito de un
poema de Byron que se conserva), muchas veces las páginas en blanco de los
libros nos hacen sentir ante la presencia de auténticos tesoros. Uno de los más comunes es una dedicatoria del autor,
que convierte en especial a cualquier ejemplar. La dedicatoria de otra persona
—pareja, amigo, familiar— hace del libro un capítulo en la historia de una
relación, e incluso cuando desconocemos a sus protagonistas sentimos que el
volumen cuenta con un aura particular, nos hace preguntarnos quiénes serán, qué
habrá sido de ellos, qué les habrá pasado para que ese objeto, tan valioso en
algún momento, acabara en una librería de viejo…
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Las
hojas en blanco que aparecen al principio y al final de los libros se llaman páginas de respeto o de
cortesía. Dadas las múltiples historias que esos espacios en blanco
favorecen, el nombre parece apropiado. Sin embargo, no son las dedicatorias la
única utilidad de esas páginas. También posibilitan
las anotaciones por parte de las bibliotecas, los comentarios de evaluación en
los trabajos académicos y otros apuntes en publicaciones más o menos técnicas.
No todas
las hojas en blanco en los libros, de todos modos, son fruto del respeto o la
cortesía del editor. La cantidad de las que aparecen al final, por ejemplo, a
menudo depende de si la encuadernación exige alcanzar un número de páginas
múltiplo de 4 u 8, en función de los pliegos y otros datos de la composición de
cada ejemplar. Y otras son, por supuesto, producto del error. ¿Qué lector no ha
sufrido la consternación de encontrar páginas en blanco en el libro que está
leyendo y darse cuenta de que es víctima de un accidente imprenteril? A
veces se puede reclamar en la librería que lo ha vendido, pero, por desgracia,
no siempre el defecto se descubre a tiempo; los libreros en general se niegan a
cambiar libros subrayados, anotados o con dedicatorias en sus páginas en
blanco.
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En
ciertas ocasiones, la página en blanco
en medio de un libro llama a la confusión. ¿Está así por equivocación o a
propósito? No siempre es fácil determinarlo. En un texto de ficción, puede que
las consecuencias de esta duda no pasen de dotar al texto de una involuntaria
ambigüedad, pero si se trata de un documento que exige rigor (una tesis
doctoral, un contrato, un manual de instrucciones, etcétera) la situación puede
provocar problemas. Así es como se originó la costumbre de incluir en esos
casos la frase: “Esta página ha sido dejada intencionalmente en blanco”.
Una frase, por cierto, esencialmente paradojal, dado que su presencia suprime
el carácter blanco de la página.
A
comienzos de la década de 2000, cuando el acceso a la web comenzaba a
masificarse, un grupo de internautas desarrolló The “This Page
Intentionally Left Blank” Project, es decir, el proyecto “Esta página ha sido
dejada intencionalmente en blanco”. Los autores de la iniciativa eran personas
que deploraban que ya casi no hubiera páginas en blanco, y que las que había,
en lugar de incluir el mensaje clásico, se disfrazaran bajo un
utilitarista For your notes (“Para tus notas”). Por eso, se
propusieron introducir páginas intencionalmente en blanco en la web, y
convocaban para ello a todos los hacedores de webs y blogs a unirse a la
iniciativa y dejar alguna página en blanco en sus sitios.
“Un
motivo —explicaban— es mantener vivo el recuerdo de estas famosas e históricas
páginas en blanco. Pero la razón principal es ofrecer a quienes deambulan por
internet un lugar de sencillez y tranquilidad en la superpoblada red. Una
página en blanco para relajar la mente inquieta”.
Lamentablemente,
la última actualización de la web del proyecto es de 2005. Y sin embargo algunas
de las páginas en blanco que formaban parte del plan todavía se
mantienen activas. O sea, sin nada más que la paradojal frase. El
adjetivo activas aplicado a estas páginas encierra, desde luego, otra
bonita paradoja.
4
“Esta
página ha sido intencionalmente dejada en blanco” fue también el título de una
muestra inaugurada en abril de 2011 por el Centro Cultural Libertador Simón
Bolívar, de Guayaquil. Como se trataba de obras de varios artistas emergentes
que “esbozaban primeras instancias de líneas de investigación”, los curadores
de la muestra consideraron que no debían “pretender encontrar un hilo conductor
en un campo con prácticas artísticas de intereses y formalizaciones tan
diversas y tempranas”. De esa forma, la exposición se convertía en “un lugar
que permite una amplia gama de relaciones en donde el espectador/usuario es
libre de toda lectura e interpretación”.
Los
curadores cerraban su texto de presentación con una cita de Michel
Foucault (tomada de Esto no es una pipa, su ensayo sobre Magritte
publicado en 1981), según la cual “es
ahí, en esos pocos milímetros de blancura, en la arena calma de la página,
donde se anudan entre las palabras y las formas todas las relaciones de
designación, de nombramiento, de descripción, de clasificación”.
5
Entonces,
formas de ver las páginas en blanco:
como el espacio donde las relaciones definen lecturas e interpretaciones
múltiples, pero también como espacios de tranquilidad, de sencillez, de activa
calma, de una quietud engañosa, de duda, de ambigüedad, de respeto, de
cortesía, de dedicatorias cariñosas, de historias que se cruzan, de amores que
se pierden en la distancia.
Lord
Byron, poco después de dedicar a Samuel Rogers aquel afectuoso poema, se enojó
con él y en 1818 le dedicó una amarga sátira. Sin embargo, el manuscrito en una
página que había quedado intencionalmente en blanco y que ahora duerme en
volumen en el University College de Londres, permanece como una foto de aquella
amistad.
Los
ópticos explican que la luz blanca está compuesta por la superposición de todo
el espectro de la luz visible. Tal vez en esa afirmación resida la clave de
cómo usar las páginas en blanco de los libros: descansar la vista sobre ellas,
relajar la mente inquieta, buscar la forma en que se anudan las relaciones
entre las palabras y las formas y, de alguna manera, descomponer ese blanco en
todos los colores que lo conforman. Y al fin, en todo caso, escribir algo en
esa página en blanco. No seremos Lord
Byron, pero quizá, quién sabe, estemos convirtiendo ese ejemplar en algo
especial para algún lector del futuro.
Fuente bibliográfica
VÁZQUEZ, CRISTIAN, 21 marzo 2017. Cómo usar las páginas en blanco de los libros. Letras Libres [en línea]. [Consulta: 26 marzo 2017]. Disponible en: http://www.letraslibres.com/espana-mexico/cultura/como-usar-las-paginas-en-blanco-los-libros.
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