7 mar 2017
Los libros prestados nunca devueltos y la ley de conservación de la materia
Por: Cristian Vázquez
El préstamo de libros está regido por una suerte de ley de conservación de la materia: la cantidad de libros que prestamos y nunca nos devuelven es similar a la de los libros que nos prestan y nunca devolvemos. O algo así.
1
Un viejo
chiste argentino afirma que existen dos
clases de boludos. Unos,
los que prestan los libros. Otros, quienes los devuelven.
Lo
cierto es que el préstamo de libros, un gesto generoso y noble, a veces deja
sus daños colaterales. ¿Qué lector no ha
sufrido el hecho de prestar más de un libro y nunca recibirlos de regreso?
¿Y qué lector no tiene en su casa al menos un libro que alguna vez le prestaron
y nunca devolvió? ¡Ah! Ante la primera pregunta todos levantan la mano, pero
con la segunda muchos no se animan. A ver, seamos sinceros, vamos…
Ahora
sí. Así me gusta.
2
Permítaseme
formular aquí un principio o una ley de conservación de la materia que, creo,
rige las bibliotecas personales. Nada se pierde, todo se transforma. Por dos
motivos. En primer lugar, porque cuando
presto y no me lo devuelven, ese libro está perdido para mí,
pero ganado para otro. Lo cual quiere decir que el libro, más que
perderse, solo cambió de condición.
El
segundo motivo es el más importante: estoy convencido de que, a la larga, el
número de libros que faltan en la biblioteca de alguien debido a que salieron
prestados y nunca retornaron es igual (o casi) al número de libros que llegaron
allí en calidad de prestados y nunca se marcharon. Como resultado, cada
biblioteca tiene el número de libros que le corresponde. Falta la misma cantidad que sobra.
Esta
conservación de la materia de las bibliotecas no se debe, desde luego, a
cálculos deliberados de sus propietarios, sino a una causa un poco más
compleja. Por un lado, la cantidad de libros que uno recibe en préstamo por
parte de amigos o personas cercanas tiende a equipararse con la cantidad de
ejemplares que uno da en esa misma condición. Por el otro, el riesgo de no
devolución es similar en ambas direcciones. En consecuencia, con el paso de los
años se produce la citada equiparación.
3
No
faltará quien aclare que en determinado período de su vida prestó muchos libros
que nunca le devolvieron y que, después de eso, decidió no prestar más, pero
que en cambio no tiene en su casa ninguno (o casi ninguno) que le hayan
prestado y nunca devolvió. Esos casos existen, claro que sí. Pero se debe
considerar ese período como una “etapa de aprendizaje”: el precio que esa
persona debió pagar para comprender la química del préstamo de libros. Superada
esa etapa, comienza a regir la ley descrita.
4
Surgen
preguntas, algunas de índole casi filosófica. ¿Llega a ser del todo mío un libro que una vez me prestaron y
nunca devolví? Si es así, ¿cuándo? ¿Después de cinco años? ¿De diez, de
treinta? ¿Ese lapso se cuenta desde el momento del préstamo o de dejar de ver a
la persona que me lo prestó? ¿O ni siquiera hace falta que deje de ver a esa
persona? En cualquier caso, aunque no haya sabido nada de esa persona en
muchísimo tiempo, aunque ni siquiera Facebook haya vuelto a unir lo que la vida
había separado, cada vez que emplee algún término de carácter posesivo para
referirme a ese libro (“tengo”, “mío”, etcétera), sentiré que un pequeño ser,
parado sobre uno de mis hombros, me dice al oído: “No mientas: ese libro no es tuyo”. La culpa es una ingrata compañera.
¿Y qué
ocurre en el caso opuesto? ¿Cuánto
tiempo tiene que pasar para considerar perdido un libro que presté y nunca
regresó? Supongo que esto es muy subjetivo. Habrá personas que den sus
libros por perdidos pocos meses después del préstamo y otras que reivindiquen
sus derechos sobre volúmenes que llevan décadas sin ver. Una fecha precisa de
la resignación de alguien a la pérdida inexorable de un libro prestado es la
del día en que compra otro ejemplar de la misma obra. Aceptar una derrota es
señal de sabiduría.
5
El paso
del tiempo torna cada vez más difícil la restitución del orden previo. Cuanto
más tiempo pase —y no hace otra cosa que pasar— más pudor genera al prestador
la idea de recordarle al otro que hace tiempo, hace unos quince años, quizás un
poco más, te presté un librito así y asá, y es cierto que llevamos como diez
años sin vernos y no sé qué es de tu vida, ni cómo se llaman tus hijos, ni nada
de nada, pero ¿podrías buscar ese libro
y devolvérmelo, por favor?
El pudor y la culpa parecen, claramente, dos caras de
la misma moneda.
6
Por
supuesto, no estamos hablando aquí del robo de libros, sino de los que
podríamos denominar “préstamos
incompletos”. Dado que un préstamo se compone de dos partes, un camino de
ida y uno de vuelta, estos serían incompletos porque quedaron truncos entre la
primera y la segunda. Esta interrupción puede deberse a motivos varios, como el
olvido, la desidia, la pérdida de contacto entre las personas, pero nunca al
acto deliberado de llevarse un libro con el pretexto de un préstamo y, en
realidad, sin ninguna intención de devolverlo alguna vez. Esto último es un
robo.
Y un
robo de la mayor vileza, además, porque a lo censurable de cualquier robo en sí
mismo se le añade la traición: una traición a la confianza que el prestador
deposita en la persona que recibe el préstamo. Me gusta pensar que, ante
situaciones como esta, también acuden las leyes de la naturaleza a hacer
justicia, y que las personas así terminan rodeadas de personas así. El último
sótano del infierno, allá donde Dante describió el amontonamiento de traidores,
yo me lo imagino acá, de nuestro lado del mundo.
Cuando
Stephen Dedalus, en el Ulises, se pregunta qué es un fantasma, se
responde: “Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte,
por ausencia, por cambio de costumbres”. La
ausencia o, quizá mejor, el cambio de costumbres es lo que convierte a los
libros que hemos prestado y no nos han devuelto en libros impalpables, libros
fantasmas. Quizá sea lo mejor pensar en ellos de esa forma, sin
esperar su regreso pero también, íntimamente, sin descartar del todo que un día
los veamos volver, ajados y perplejos como espectros del más allá.
Fuente bibliográfica
VÁZQUEZ, CRISTIAN, [sin fecha]. Los libros prestados nunca devueltos y la ley de conservación de la materia. Letras Libres [en línea]. [Consulta: 7 marzo 2017]. Disponible en: http://www.letraslibres.com/espana-mexico/libros/los-libros-prestados-nunca-devueltos-y-la-ley-conservacion-la-materia.
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