La brecha entre la cultura Gutenberg de la escuela y la cultura audiovisual de los jóvenes provoca tensiones muy difíciles de resolver. En comparación con los estímulos audiovisuales y con instrumentos basados en la multifuncionalidad, lo que proporciona la escuela adquiere una tonalidad más bien gris y aburrida, en todo caso, ajena.¿Qué estrategias puede aplicar la escuela ante esta situación? Las posturas extremas no parecen recomendables. Ni enrocarse en la defensa a ultranza del papel impreso ni, por el contrario, intentar competir con el entorno atrayendo a los estudiantes exclusivamente con contenidos audiovisuales e informatizados. Esta segunda estrategia, además de ser poco razonable, difícilmente podría aplicarse, debido a que el núcleo de aprendizaje que proporcionan los maestros no tiene ni la intención ni, a menudo, la preparación adecuada para llevarla a cabo.
Una estrategia gradual, en la que se respete escrupulosamente el valor de la letra impresa y se dé paso de forma equilibrada a otros soportes parece la solución óptima. Conviene recordar, en todo caso, que el equilibrio al que me refiero debe estar apoyado no solamente por inversiones que permitan la compra de material (ordenadores, por ejemplo), sino por un conjunto de acciones que permitan incorporar al proceso a otros miembros de la comunidad educativa como maestros y familia. El programa, desarrollado en Aragón, en el que se utilizan “Tablet-PCs”, es un ejemplo positivo en este sentido. Conocemos ya sobradamente cómo la inversión en recursos físicos, si no va acompañada de intervenciones más globales, difícilmente permite conseguir mejoras en el sistema educativo.
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