“Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente”, escribió el maestro Jorge Luis Borges en el prólogo a El Hacedor, ecléctico libro de 1960 que conjuga relatos, ensayos y poemas.
Las bibliotecas y los libros fueron el eje de su vida y de su obra. Se inició en el quehacer bibliotecario en la Biblioteca Miguel Cané, de la que fue empleado de 1937 a 1946. El gobierno de Perón, al que aborrecía, lo mandaría a trabajar con pollos.
Una de sus ficciones más extraordinarias es sin duda La biblioteca de Babel: “El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas”.
En el prólogo de El Hacedor entra a laBiblioteca Nacional, situada entonces en la calle México de la ciudad de Buenos Aires, que comenzó a dirigirtras la "Revolución Libertadora" que sacó del poder a Perón en 1955. Y a cuyo frente estuvo hasta 1973, inclusive cuando ya había perdido la capacidad de ver.
Poema de los donesNadie rebaje a lágrima o reproche
Esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.
De esta ciudad de libros hizo dueños
A unos ojos sin luz, que sólo pueden
Leer en las bibliotecas de los sueños
Los insensatos párrafos que ceden.
Las albas a su afán. En vano el día
Les prodiga sus libros infinitos,
Arduos como los arduos manuscritos
Que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia griega)
Muere un rey entre fuentes y jardines;
Yo fatigo sin rumbo los confines
De esta alta y honda biblioteca ciega.
Enciclopedias, atlas, el Oriente
Y el Occidente, siglos, dinastías,
Símbolos, cosmos y cosmogonías
Brindan los muros, pero inútilmente.
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
Exploro con el báculo indeciso,
Yo, que me figuraba el Paraíso
Bajo la especie de una biblioteca.
Algo, que ciertamente no se nombra
Con la palabra azar, rige estas cosas;
Otro ya recibió en otras borrosas
Tardes los muchos libros y la sombra.
Al errar por las lentas galerías
Suelo sentir con vago horror sagrado
Que soy el otro, el muerto, que habrá dado
Los mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál de los dos escribe este poema
De un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?
Groussac o Borges, miro este querido
Mundo que se deforma y que se apaga
En una pálida ceniza vaga
Que se parece al sueño y al olvido.
Seleccionado y comentado por Hernán Zin.
Fuente: http://blogs.20minutos.es/poesia/post/2009/02/25/-poema-los-dones-jorge-luis-borges
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